Archivos Mensuales: septiembre 2015
Octubre: Mes Internacional de conmemoración y concientización de muertes perinatales e infantiles
Octubre es el mes internacional de conmemoración y concientización de los bebés fallecidos en el vientre o después de nacer. Todos los años del 9 al 15 de Octubre tiene lugar la semana de concientización sobre las muertes perinatales y infantiles. El objetivo es hacer visible esta problemática y recordar a nuestros hijos que partieron …
Origen: Octubre: Mes Internacional de conmemoración y concientización de muertes perinatales e infantiles
Custodia compartida para bebés. ¿Beneficio para quién? Porque para el bebé, no
10 Cuentos de princesas para niñas modernas
Si habéis visto la fiesta del cuarto cumpleaños de Martina, adivinaréis que lo que más le puede gustar en el mundo en estos momentos es disfrazarse y «jugar a princesas». A princesas rosas, muy cursis, que se desmayan, cantan canciones en el bosque, bailan con su príncipe y llevan vestidos con colas de 10 metros de largo…
Y sí, no hay nada más maravilloso que su imaginación, pero esa imaginación se nutre de lo que ve, oye, lee, aprende cada día, y cuanto más diverso sea su entorno, más crecerá su imaginación. Así que para «vengarme» de tanta princesa rosa y purpurina, incluí entre sus regalos varios cuentos de princesas reales, y normales.
Si en casa también tenéis alguna «pinsesa rosa» y queréis leer otro tipo de cuentos en los que no hay príncipes salvadores, pero sí chicas valientes, divertidas e inteligentes, este listado os va a gustar:
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¡Primera patadita para papá!
Estamos muy contentos, ayer 27 de septiembre, (semana 17+5) mi pareja sintió a nuestro bebé moverse por primera vez. Ya hacía días que cuando se movía le avisaba, pero no teníamos suerte, dejaba de patear. Y por más rato que esperásemos no había manera de pillarlo. Además, todavía es tan pequeñit@ que según para dónde se mueva, solamente lo noto yo. Pero, por fin, ayer por la mañana le llamé porqué estaba muy juguetón/a, y lo ha podido notar muy bien. Me ha emocionado poderlo compartir con él, que pueda sentir también a su hij@, y sé que a él también le ha hecho mucha ilusión . Aunque yo le cuento todo lo que siento, tiene que ser un poco frustrante no poder sentirlo en primera persona. No es lo mismo llevarlo dentro e ir notándolo a lo largo del día, que por fuera un, pero es la única opción que tiene, y me encanta que pueda interactuar con su hij@ también.
Los movimientos del bebé, para mí son la sensación más bonita y mágica del embarazo. La tranquilidad que da sentirlo, y esa sensación de conexión tan íntima… es una experiencia única. Doy las gracias por empezar a notar sus movimientos tan pronto, porque me da mucha seguridad.
Es una entrada un poco escueta, pero nada más quería escribirlo para tener un recuerdo, y compartirlo con tod@s vosotr@s.
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Abrazos mamíferos ❤
Puerperio sin Aritz
Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera noche… Cada acción y todas las siguientes me recordaban que él no estaba con nosotros.
Cada vez que me quedaba un rato sola, lloraba, me hundía, me enfurecía, me desbordaba la cruda realidad y me consumía la impotencia. Yo dejaba las lágrimas salir, y pasaba horas en la más profunda tristeza, vivéndola, dejándole el espacio que necesitaba. Cuando mi pareja notaba que había estado llorando, me abrazaba, me acompañaba y nos desahogábamos juntos.
Los desajustes hormonales propios del puerperio, ya te dejan bastante emocional aunque no hayas tenido un parto traumático. Y cuando no tienes a tu bebé para compensar con ésos subidones de oxitocina y endorfinas, la situación y la carga hormonal te superan. Los días de sangrado y los dolores de los entuertos lo hacían más insoportable. Es mucho tiempo, y quieres retomar el ritmo habitual, pero el cuerpo te recuerda tus limitaciones. Estaba no-embarazada, pero tampoco me ubicaba en ningún punto del ciclo menstrual. Me hacia sentirme todavía más perdida, ajena a mi cuerpo. Estar casi durante cuarenta días expulsando todo aquello que acompañaba a mi hijo dentro de mi, era como despedirme lentamente, día a día, de lo poco que en éste mundo físico quedaba de él. Ahora me doy cuenta de que, simbólicamente es sanador, el cuerpo tiene su ritmo, no pasas de cero a cien en un día. Es un proceso paulatino de reencuentro contigo misma y de adaptación a la nueva realidad.
Un par de días después del parto, tuve un poco de fiebre, y se empezaron a hinchar mis pechos… Mi mente, y mi cuerpo esperaban a mi hijo, todo estaba preparado, y él no estaba. Tuve leche durante un par de semanas, fue doloroso físicamente, y emocionalmente devastador… Pero de ésto ya hablaré en otro post más detalladamente. Además, como os conté en la entrada Resultados de la necropsia de Aritz, tuvimos que hacer las gestiones para autorizarla, lo que supuso tener que volver a ese hospital dos días después del parto, ver a mi ginecólogo, y volver para recoger los resultados un mes más tarde.
La primera semana, cogí un resfriado fortísimo, y también me apareció un eccema muy molesto en la cara. Además tenía mucho dolor pélvico. Aprovechando que hablé con mi comadrona, le pedí cita para verme, revisarme y hablar un poco. Me hizo un tacto para ver si se iba cerrando el cuello del útero, y me hizo muchísimo daño. Le insistí en que el dolor que tenía me preocupaba, que lo tenía desde antes del parto. Cada vez que orinaba, me sentaba o levantaba, sentía fuertes pinchazos. Así que me hizo una tira de orina y salíó que tenía infección. Me indigné, ya que lo intuía, mi ginecólogo me dió largas los últimos meses del embarazo (habiendo tenido infecciones recurrentes durante el embarazo), llevaba un par de meses quejándome, yendo a urgencias, y no hicieron cultivo hasta que fue demasiado tarde…
Empecé a notar también, que además de sangre, empecé a expulsar unos trozos de tejido de un par de centímetros. Me preocupé, ya que mi ginecólogo traccionó el cordón umbilical, y eso podría haber hecho que quedasen trozos de placenta, con el peligro que éso conlleva. Me agobié mucho, no quería volver a ése hospital, y la posibilidad de tener que pasar por un legrado, después de todo, me ponía de los nervios.
Conseguí que me diesen hora un par de días después para una ecografia, para descartar que hubiesen restos. Mientras tanto, y gracias a la asociación Dona Llum, tuve la suerte de que una comadrona fantástica, me ofreciese su numero personal. Así que pude consultarle a ella, le envié fotografías de lo que iba expulsando, y me aconsejó con mucho cariño y profesionalidad. Me recomendó también tomar probióticos, ya que con los antibióticos (siempre debe hacerse, pero nunca nadie me lo dijo) la flora se desequilibra y por eso después de cada toma, enlazaba con los hongos. Mientras esperaba al día de la ecografia, me dijo que estuviese atenta y acudiese a urgencias si tenía hemorragias fuertes, dolores intensos, mal olor, fiebre… Ella me transmitía seguridad y mucho de soporte emocional, simplemente haciéndome sentir escuchada, y se preocupó de ir sabiendo como evolucionaba. Esa atención tan personalizada y humana no la he encontrado jamás en la seguridad social.
En la ecografía no encontraron restos de placenta, todavía quedaba algo por expulsar, pero se suponía que eran sólo coágulos. Así que volví a casa algo más tranquila, y vigilando los síntomas hasta que acabase la cuarentena.
Pasaron un par de semanas y, aunque noté mucha mejoría después del antibiótico y el probiótico, y conforme fui expulsando los coágulos los dolores aflojaron, no acababa de sentirme bien del todo. Además estaba débil, después de tanto sangrado, seguro que tenía anemia. Así que pedí cita con mi doctora de cabecera. Ella consultó mi historial, y vió que el día del parto me habían hecho citologia y cultivos y di positivo en cándidas e infección de orina. Menos mal que decidí insistirle a mi comadrona y ella me encontró la infección semanas antes, que si fuese por los del hospital todavía la tendría… Me dijo que los antibióticos que tomé eran los adecuados para la bacteria que tenía, así que la infección debía de estar solventada. Me recetó óvulos para los hongos, pero como no tenía molestias (los probióticos debieron irme muy bien para regular la flora), me dijo que no hacía falta que los usase si no volvían a aparecer.
Fue muy amable, escuchó todos mis síntomas, y me programó analíticas y estudio hormonal para ver como estaba de todo. Me dijo que era normal tener el cuerpo «loco», y que en mi caso, el estrés que había sufrido podía desencadenar que me bajasen las defensas y enfermase. En los resultados me detectaron algunas hormonas alteradas, debido a que hacía muy poco del embarazo y aún tardarían en volver a la normalidad. Las defensas altas, por las infecciones recientes. Y anemia, así que empecé a tomar hierro durante un par de meses.
Después me revisé en el dentista, que me dijo que tenía periodontitis. Debido a las hormonas del embarazo me había avanzado muy rápido. Eso me deprimió bastante, quería estar sana, y me daba la sensación de que no acabaría nunca. Así que me tuve que hacer un raspado completo, muy desagradable y caro, pero era necesario de cara a un futuro embarazo tener las encías sanas.
Sufrí durante meses, pesadillas por la noche y flashbacks durante el día con imágenes del parto. Los días, las horas, los minutos…. se hacían eternos. Deseaba que pasase el tiempo para estar más lejos de ése presente tan doloroso. El peor momento del día era la noche, irme a dormir sintiéndome vacía… se me hacía muy duro. Me había acostumbrado a dormirme hablándole, acariciándome la barriga, darle las buenas noches y decirle cuánto le queríamos… Recordaba como era coger postura en la cama y sentir como él se recolocaba, adaptándonos el uno al otro. Me sentía muy sola sin él, me costaba horrores dormirme.
Por las mañanas no era mucho mejor, despertarme literalmente de una pesadilla, tensa y agotada, y darme cuenta que mi vida era una pesadilla en sí misma. No sabía si era peor seguir dormida o despertarme. Mi pareja, que siempre se despierta antes que yo, iba viniendo a ver si me podía despertar. Me dejaba toda la tregua que pedía, fue muy comprensivo. Vivir ésa realidad era insoportable, todo me recordaba a mi hijo, al parto… Cuando estaba embarazada de Aritz, por la mañana, me quedaba un rato estirada, pendiente de sus movimientos, ésos momentos eran pura felicidad. Después venía mi pareja con el desayuno, y le explicaba orgullosa, todo lo que había hecho nuestro hijo. Así que el cambio drástico de rutinas hacía que por la noche tuviese insomnio, y por las mañanas estaba tan agotada y deprimida que no podía levantarme.
Con mi pareja pude hablar de todo lo que sentía, lloramos juntos todo lo que necesitábamos, y estuvimos muy unidos. Por suerte, él estaba de baja, así que pudimos permitirnos vivirlo en casa, juntos y sin prisa. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos sanarlo, y quedarnos con la parte bonita. La felicidad que nos trajo su llegada a nuestra vida, como nos unió, la alegría de los meses de embarazo y de cada pequeño avance, todo lo que hemos aprendido… Por respeto a nuestro hijo, no queremos recordarle con tristeza, él nos trajo luz, así que debemos recordarle con una sonrisa. Para poder llegar a ése punto, tenemos que soltar todo lo negativo, y conseguir estar cada día más en paz con lo que sucedió. Tenemos claro que el dolor y su ausencia son imborrables, pero intentamos vivirlo con naturalidad, sin pretender no estar rotos, pero tampoco anclarnos en la rabia o la depresión.
Necesitábamos, nos faltaba, tener un recuerdo suyo. Nos dolía quedarnos con las manos tan vacías. Le dije a mi pareja que quizá podíamos pedir que nos guardasen sus huellas, o una fotografía, y estuvo de acuerdo conmigo en pedirlo. Nos daba miedo que fuese demasiado tarde, pero queríamos intentarlo. Nos hacía muchísima ilusión podernos hacer un tatuaje en su honor con sus huellas. Y lo pedimos, nos costó y no nos aseguraron nada, (os lo cuento aquí). Todavía tenemos pendiente hacernos el tatuaje, en cuanto podamos.
Tanto él como yo, preferimos pasar esos momentos en la intimidad. No quisimos ver ni a familiares ni amigos. A lo mejor otros buscan apoyo, pero nosotros no lo necesitamos. En casa nos sentíamos cómodos, seguros y libres de empezar el duelo a nuestro ritmo. No es que nos encerrásemos en nuestra tristeza, es que no nos sentíamos preparados para compartirlo. Pero, yo parí el 7 de diciembre, así que, en poco tiempo se nos echaba encima la Navidad. No nos apetecía en absoluto. Ése año tenían que ser unas fiestas especiales, con nuestro hijo, y todos nos habían preparado regalos para él. Así que se hacía muy cuesta arriba, nos hubiese gustado posponerlas, parar el tiempo, saltar ésos días…
Poco más de un mes después del parto, el 10 de enero, empecé a manchar un poquito, y tres días más tarde vino mi primera menstruación. Me alegró mucho poder volver a coger el «ritmo», identificarme otra vez con mis ciclos. Fue muy suave, yo siempre las he tenido muy abundantes, de una semana larga y mucho dolor. Las siguientes también fueron así, solamente un día fuerte, un par de manchado ligerito y sin dolor. Me sorprendió gratamente que fuese tan fácil y agradable volver a menstruar. A partir de entonces, ya podíamos empezar la cuenta atrás, 3 ciclos para volver a buscar un nuevo embarazo. Me daba vértigo, mucho miedo… pero era la única ilusión que teníamos a la que acogernos. Así que le echamos paciencia, ganas, ilusión, y valentía. Así que empezamos a hacernos a la idea de hacia dónde iba nuestra nueva vida… y nos ha llevado a reencontrar la felicidad con el bebé que estamos esperando.
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Abrazos mamíferos ❤
Parto de Aritz, parte V: el primer día de una nueva vida.
Van entrando enfermeras, una distinta cada vez, me preguntan cómo estoy y se extrañan de que esté sola. Son muy dulces y amables conmigo. Una de las que me cogían de la mano durante el parto se disculpa por haberle quitado el papel a mi pareja, dice que le vio desbordado, y que alguien tenía que darme ese soporte. Le digo que hizo bien y le doy las gracias. Aparece también la enfermera que estaba llorando, sigue emocionada. Me pregunta si era nuestro primer hijo, y hablamos un rato de cuánto nos costó concebirle, lo esperado que era… Me remueve mucho, pero me gusta poder hablar de él, le da a su muerte la dignidad que merece. Mientras hablamos se me hace más real y doloroso. Nos emocionamos las dos. Me felicita por lo fuerte que he sido, me dice que ya sé lo que es parir. Me empoderan sus palabras, sé que he estado al límite, ha sido la experiencia más animal de mi vida, y lo he hecho sola, me siento orgullosa de ello. He podido parir, haciéndome ésa afirmación, se esfuman todos los actos desempoderantes de mi ginecólogo. Me cuenta que hace poco, su cuñada perdió a su bebé, y que sabe lo doloroso que es. Pienso en todas las familias que han pasado y pasarán por ésto, que injusto…
La cena llega hacia las 7, y aunque todavía no tengo hambre, me irá bien comer porque todavía me siento débil. De primero otra sopa «buenísima», y de segundo, me sorprenden con una tostada de pan de pagés con tomate y jamón serrano. Recuerdo que durante el embarazo soñaba con jamón, y cómo fantaseaba con comerme un buen bocadillo cuando pariese. Mi madre incluso me dijo que me compraría un jamón cuando naciese mi hijo, para que recuperase fuerzas. No puedo parar de llorar, es tan diferente a como lo había imaginado…
Entran las enfermeras del turno de noche, todas están informadas. Pasan por la habitación, se presentan, me preguntan por el sangrado, reponen los goteros, me toman la temperatura y la tensión… Y aprovechan para hacer preguntas más personales. Todas son encantadoras y muy respetuosas, pero me empieza a agotar la dinámica de retomar el tema a cada rato. Cuando estoy mal necesito estar sola y dejarlo ir todo, y tantas interrupciones me cortan el proceso. Mientras tanto, voy hablando con mi madre por whattsapp para que sepa que estoy bien.
Me llegan unos mensajes de mi pareja, me ha mandado fotos de nuestros animales: los tres gatos, camaleón y tortuga, cada uno con un post it diciéndome que me quieren, que me echan de menos, que me recupere… Y una foto suya también, pobrecito, tiene una carita… Me hace llorar y sonreír a la vez su detalle. Es tan dulce, cómo sabe que les echo de menos, necesitaba verles. Les quiero tanto, son mi familia, y se me hace tan extraño estar sola. Hablamos un rato de como nos sentimos, de lo que hemos cenado, le pregunto por los gatos que seguro que están extrañados de que no esté. Le siento muy cerca aunque no estemos juntos. Es domingo, y solemos ver Salvados y El Objetivo juntos, así que me pongo a intentar verlo. Pero la televisión no va muy fina, y tampoco yo lo estoy, así que no me entero demasiado.
Pasa a verme otra enfermera y me pregunta por mi pareja, le digo que vendrá mañana a las doce que es cuando empieza el horario de visitas. Me responde que son muy flexibles con las visitas, y más en mi caso, que si quiere estar allí a las seis de la mañana, ningún problema. Me pongo muy contenta y se lo digo a él, que se alegra mucho de poder venir antes. Me como el plátano que cogí de casa, nos damos las buenas noches e intento coger el sueño. El cuerpo me pide descanso pero la cabeza no me deja… Cuando me duermo, entra la enfermera del turno de noches, que llega con mucha energía. Camina rápida, pregunta, revisa… espero a que me tome la tensión y la temperatura, y me dice que en un rato vuelve a cambiarme algo. Me desvelo hasta que vuelve, una hora más tarde. Durante la noche viene un par de veces más, es imposible descansar.
Por la mañana, sobre las seis o las siete, entra la enfermera del turno de mañanas y yo tengo mucho sueño…Me pregunta de dónde soy, ella es del pueblo de al lado, pero no le suena mi cara. Me desvelo. Hablamos del duelo que debemos empezar, que estas cosas necesitan tiempo y hablarlo mucho. No he parado de hablar del tema en estas últimas horas y de momento ya estoy saturada…
No para de entrar gente a la habitación: la mujer de la limpieza, el que trae los desayunos, más enfermeras… y mucho ruido y movimiento por los pasillos. Escucho a enfermos que se quejan, y bebés que lloran… Es imposible descansar más. Ataco el desayuno con un hambre voraz, pero es tan deprimente… Dos tostaditas empaquetadas, mantequilla y mermelada, odio desayunar dulce… Y un café soluble descafeinado, con leche de vaca, y yo que no tomo leche… Ahora mismo hubiese dado lo que fuese por un café bien cargado de cafeína… Me pongo música en el móvil mientras desayuno, Múm, y me entra la llorera. Siempre que lloro aparece alguien, y vuelven al rato para saber si estoy bien… No me siento a gusto tan acompañada.
Recibo mensajes de mis padres y mi pareja para saber como ha ido la noche. Les digo que no he podido descansar demasiado, pero que me encuentro bastante bien y ya no sangro tanto. Mi pareja se toma un café mientras hablamos, le pido que me traiga un bocadillo, que todavía tengo mucho hambre. Nos despedimos cuando se va de casa para venir al hospital. Se me hace eterno, cada vez que alguien entra miro impaciente si es él. Por fin llega, le he hechado tanto de menos… Nos abrazamos fuerte, y me enseña con orgullo que ha traído dos bocadillos de jamón, uno para cada uno. Nos lo comemos, y me sabe a gloria… Me ha traído todo lo que le pedí: cepillo de dientes, el del pelo, ropa limpia… Viene con dos braguitas para que elija, ya que sabe que algunas ya me quedan pequeñas y no sabía cuál coger. Se lo agradezco y me río con él de su dilema, piensa en todo…
Esperamos al médico, que nos dijeron que pasaría por la mañana, pero no aparece hasta mediodía. Es otro ginecólogo, este es más amable. Nos dice que lo siente, y nos pregunta qué queremos hacer con su cuerpo… Nunca me había planteado estas cosas… No somos creyentes, así que no tenemos la necesidad de enterrarlo ni de hacer ningún ritual. Así que le decimos que se puede hacer cargo el hospital de su cuerpo. Dice que pueden hacer una necropsia para intentar aclarar las causas de su fallecimiento. Decimos que si, que se la hagan, cualquier cosa que pueda darnos información nos interesa. Visualizo que se lo van a llevar, y me quedo absorta… Me arrepiento tanto de no haberle cogido, nunca sabré cómo es su olor… No pude pedir que le sacaran las huellas, una fotografía… No supe reaccionar, estaba superada, y tampoco sabía como quería vivirlo mi pareja. Deberían habernos dejado a solas para hablarlo entre nosotros, hubiésemos decidido estar con él, dignamente, y quedarnos con un bonito recuerdo.
Se le ve incómodo con la situación, dice que para el personal sanitario tampoco es agradable atender casos así. Nos dice que estas cosas pasan, que era inevitable. Que no me preocupe para un futuro embarazo, no tiene que volver a pasar. Voy asintiendo, pero me parece que todas son frases hechas, no me consuelan. No dejo de pensar que todo se desencadenó por la infección de orina, y recuerdo como dos días antes, mi ginecólogo me ignoraba… Ni siquiera quiso hacerme un cultivo para descartarlo. Me dice que pasaré unos 40 días sangrando, que vigile si hay fiebre, que si tengo algún síntoma de infección, o dolor, corra a urgencias. Durante la cuarentena ni baños, ni relaciones sexuales, y reposo. Después de ésos días me revisará mi ginecólogo. Ahora tenemos que esperar a que nos preparen el informe, el alta, y que me quiten la vía para poder irnos.El enfermero llega una hora más tarde para quitármela, cuando lo hace sale un chorro de sangre. Me impacta un poco porque no me lo esperaba, y le comento a mi pareja que tiene gracia que esto me impresione después de toda la sangre que he perdido.
Aprovecho para lavarme, todavía tengo restos de sangre por todo el cuerpo… Quiero ir a casa para darme una buena ducha. Me miro al espejo y estoy pálida, me doy pena… Le digo que parece que me haya escapado del psiquiátrico tan despeinada y demacrada, doy miedo. Me dice que tengo cara de cansada, pero que estoy guapa. Muero de amor, le abrazo. Mientras me visto, me doy cuenta de como ha cambiado mi cuerpo, no tengo la barriga de antes, pero sigue pareciendo que esté embarazada de unos cuatro meses. Le enseño a mi pareja como me va la camiseta que llevaba antes, que me quedaba ceñida, ahora holgada. Los pantalones que tuve que cortar por la cintura porque me apretaban, ahora se me caen.
Cuando acabo, es la hora de comer, traen la comida , los papeles y una encuesta. La comida es horrible, como algo de carne, y una manzana al horno. Quiero irme ya de allí, relleno la encuesta, recogemos, y bajamos a admisiones a pedir cita para dentro de 40 días. En cuanto salimos encontramos a una pareja de conocidos que en seguida nos felicitan por el embarazo, toca dar la mala noticia… Nos despedimos sabiendo que esto volverá a pasar a menudo.
Necesito un café bien fuerte, vamos a un bar a tomarlo. Mientras tanto, hablamos de como me sentí durante el parto, necesito sacarlo, y él me comprende tanto… Comparte mi indignación por el trato que nos dieron. Me dice que tuvo mucho miedo de que me pasase algo a mí también, temía perdernos a los dos a la vez. Cuando acabamos el café, nos dirigimos al coche y él se fuma un cigarrillo. Hace un día soleado, se está muy bien para ser 8 de diciembre. Comentamos lo guapo que es nuestro hijo, al menos lo hemos vivido juntos para poderlo recordar. No me quiero olvidar nunca, me da miedo perder lo poco que me queda de él, su recuerdo…
Siento que todo empieza de nuevo, una nueva vida muy diferente a la anterior. De camino a casa, me doy cuenta de que éramos tres, y ahora somos dos… Estoy por momentos callada, y después tengo una gran necesidad de comunicarme. Supongo que es por la soledad que siento cuando en silencio recuerdo que él ya no está. Creo que él está igual, no habla tanto, pero siento que no le molesto si saco el tema. Estamos de acuerdo en que hemos de hablar todo lo que necesitemos y apoyarnos el uno al otro. Él es positivo, dice que juntos lo superaremos, y le creo, confío en él más que nunca.
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Abrazos mamíferos ❤
Foro: superando un aborto.
Quiero compartir con vosotr@s, para los que no lo sepáis, que el foro http://superandounaborto.foroactivo.com/, es un cálido refugio para familias en duelo. Es un sitio dónde además de participar activamente contando nuestras experiencias o consultando cualquier duda, hay muchísima información. Encontrareis subforos que hablan de infertilidad, manejo expectante del aborto, libros y enlaces de gran ayuda, nuevos embarazos, pruebas médicas, duelo… y podéis usar el buscador para ir a los mensajes que contengan la palabra clave que os interesa. Os lo recomiendo muy mucho, porque en nuestra situación es muy valioso tanto disponer de los recursos y la información, como tener un espacio de desahogo y comprensión.Seguro que si entráis, seréis bien acogid@s ya que allí hablamos el mismo idioma emocional, y tanto l@s administradores como l@s miembros del foro son encantadores. Espero que os sea de tanta ayuda como lo ha sido, y sigue siendo para mi. Desde aquí mi agradecimiento a los fundadores de superando un aborto y a todos sus integrantes, gracias por existir. Nos leemos, por aquí o por allí 😉
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Abrazos mamíferos ❤
Dulce equinoccio de otoño
Escribo esta minientrada para agradeceros de nuevo que sigáis mis relatos. La entrada de la cuarta parte del parto de mi hijo Aritz ha sido la más dura de escribir, revisar y publicar. Y sé que para los que la habéis leído ha sido también muy emotiva, sobre todo para las mamás que han pasado por situaciones similares. Como suelo decir, emocionarse, recordar y llorar son buenas oportunidades para sacar aquello que queda enquistado, y espero que os haya servido de mucho remover tantas vivencias.
Quería deciros que todavía estoy «gestando» una última parte, que no sé si va a quedar en una o dos entradas más y que espero tener listas en los próximos días. El postparto inmediato, las gestiones tras el parto, el puerperio en los meses siguientes, la subida de la leche y la necropsia de nuestro hijo son los temas que trataré más adelante.
Del presente quiero deciros que mi bebé sigue creciendo y cada día son más evidentes sus movimientos. Ayer tuvimos visita con el ginecólogo y pudimos escuchar su corazoncito, que es lo que más añoramos durante las semanas que no tenemos visita. Estamos esperando con muchas ganas la ecografia morfológica, que nos toca el 19 de octubre, con ganas de verle otra vez, que nos confirmen que todo se ha formado perfectamente, y saber si es niño o niña para empezar a referirnos al bebé con nombre propio.
En el embarazo de Aritz, en la semana 17 (explicado en esta entrada), que es en la que estoy ahora, tuve mi primer sangrado y amenaza de aborto… Y eso me ha hecho estar un poquito más pendiente y temerosa, pero de momento me encuentro fantásticamente y creo que lo llevo bastante bien.
Ésta semana hemos ido a ver a la mamá de Mamífero, que nos tenía guardadas muchísimas cosas que mi cuñada consiguió para Aritz el año pasado. Así que ha sido muy emocionante ver todas las cositas ya en casa y revisar toda la ropita.
Así que ha sido una entrada al equinoccio muy emotiva, y llena de buenos deseos para este trimestre. A mí pareja y a mi nos encanta el otoño, sus frutos y sus colores. Vivimos rodeados de montañas, y nos encanta el paisaje otoñal. Nos alegra la llegada del frío, que dónde vivimos es una larga temporada acompañada de nieve. Así que la meteorlogia de los meses que llegarán, me apetecen mucho, para estar en mi cueva, cerquita del fuego y bien conectada con nuestro bebé.
De nuevo, gracias por estar ahí, por enviarnos tantos buenos deseos y dedicarnos vuestro tiempo.
Un abrazo lleno de buenas esperanzas para todos, en especial para las mamis que lleváis a vuestro bebé arco iris y estáis tan vulnerables como yo ahora, ¡mucha fuerza valientes!

¡feliz equinoccio a tod@s!
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Abrazos mamíferos ❤
Parto de Aritz, parte IV: te conozco.
Empiezo a estar muy concentrada, lo estoy haciendo bien… pero una mano de ése hombre se posa en mi pubis y la otra en mi periné, estirando, y grito de dolor al sentirlo. Le vuelvo a pedir que no me toque, pero insiste, por más que se lo diga. Pongo yo mi mano, instintivamente, para protegerme de la suya, porque me duele y para sentir si estaba coronando. Me dice que no me toque, me siento anulada, ¿por qué yo no puedo y él si? Es absurdo, es una simple una demostración de poder, y yo tengo que obedecer. Sólo consigue que me desconcentre y pierda confianza en mí misma.
Tanto él como la comadrona parece que empiezan a tener mucha prisa, en plena contracción le pasa un paquete del que saca algo metálico. Mi cabeza me avisa del peligro, no quiero una episiotomia, y veo que va decidido a hacer algo sin explicarme nada. Acerca esa cosa a mi vagina, y mientras le pregunto qué va a hacer, ya me lo ha metido. Son unos fórceps, los mueve y me hace muchísimo daño. Grito que me lo saque, es lo peor que me han hecho nunca, me siento violada. Siento como retuerce y tira de algo, y escucho un «plop»… Me ha roto la bolsa, simplemente porque tiene prisa, y no llevo ni 5 minutos empujando. Me siento como una espectadora sin voz ni voto, este hombre hace lo que quiere sin dignarse a mirarme, ni contestarme si le hablo. Sale el líquido caliente, me vacío de golpe, y siento el peso de mi hijo, noto perfectamente como va bajando por el canal del parto. Empujo un par de veces con todas mis fuerzas, quiero que se acabe para que no me haga más daño innecesario. Siento que estoy en una situación vulnerable, en peligro con éste hombre. Sé que mi hijo está a punto de salir, noto su cabeza dura, abriéndose paso, mi vagina estirándose… Y después de la cabeza, sale de repente como resbalando fuera de mí, escapándose, su blandito cuerpo.
Apenas le puedo ver entre mis piernas, está quieto, callado, y lloro… No me atrevo a tocarlo, es lo más irreal que he vivido nunca. Lo envuelven en una tela azul, cortan el cordón… y por fin, me preguntan si le quiero ver. Me cuesta reaccionar, no sé que hacer, me da miedo la situación… pero estoy segura de que quiero verle y digo que si. Me lo ponen delante, y le miro entre lágrimas… me fijo en cada detalle de su cara, le reconozco… Es como siempre me lo había imaginado, una boca pequeña y ojos como los de su padre, una naricita pequeña de bebé… Le acaricio y es lo más suave que he tocado nunca… Tiene una carita preciosa, todo en él excepto el pelo, está en su lugar, es tan perfecto… Cojo su manita, que es más pequeña que mi pulgar, y sus deditos son tan frágiles y blandos como fideos… Es lo más bonito y diminuto que he visto en mi vida, parece dormido, tan tranquilo… Pero sé que no lo está y me parte el corazón, sé que este momento pasará y me duele tanto separarme de él… es parte de mi, de los dos, se llevará consigo un trocito de ambos.
Todos están mirándonos , es una sensación horrible, me siento como la protagonista de una película morbosa y mala… Me gustaría tanto cogerle, olerle, hablarle, despedirnos con tranquilidad. Llorarlo en intimidad con su padre, dignamente. Pero no parece que quieran dejarnos ése momento, y a mí no me salen las palabras para pedirlo… No puedo soportar más verlo así, todos invadiendo nuestro momento, y dejo ir su manita. Le envuelven y lo dejan en una mesita, como a una cosa sin valor, me hace tanto daño que le traten con tanta indiferencia…
Me hacen volver a la realidad, dicen que debo expulsar la placenta. Pero yo ya no siento contracciones, todo ha parado de golpe al salir mi hijo. No me duele ya nada, no siento ganas de empujar, no creo que sea el momento todavía… Sé que puedo tardar en expulsarla y no es peligroso, pero no me quieren dejar esperar a que mi cuerpo se ponga en marcha. Me hacen empujar, pero sin contracciones no hago suficiente fuerza, no siento que se mueva nada. Estoy superada, agotada, rota, y les digo que no puedo… No me concentro viendo a mi hijo envuelto ahí al lado, sé que sólo es su cuerpo, pero merece ser tratado dignamente… Se me va la mente pensando dónde se lo llevarán, sólo quiero tenerle en mis brazos.
Mi ginecólogo, que tiene prisa, y viendo que no estoy colaborando, me dice que como no salga pronto iremos a quirófano. Me quiere meter el miedo en el cuerpo para que espavile, es lo que me faltaba… Empieza a tirar del cordón, y sé lo peligroso que es éso, le digo que pare. Si estuviera al cien por cien, le diría tantas cosas… pero como no puedo, y veo por dónde va, empiezo a empujar con todas mis fuerzas. Y sale de golpe, caliente y blandita, cayendo al recipiente metálico. Al final he podido, sin que me intervengan gratuitamente…
La comadrona se me acerca, mi ginecólogo le pide que me haga un masaje uterino. No suena mal, pero de golpe, me clava su puño en la barriga, apretando muy fuerte. Me hace muchísimo daño, no sé si es normal, y se lo digo. Para un momento y me dice que es para que se contraiga bien, y vuelve a hacerlo. Todos se van, me dejan con ella, que me pone oxitocina en la vía, y empieza a recoger y limpiarlo todo. Me siento culpable de todo, no me dedica ni una palabra amable, es todo tan frío… Al terminar, y sin decirme nada, se lleva a mi hijo, como a una cosa más. Y no puedo hablar, no le digo nada, sólo puedo llorar. Se lo ha llevado, ya no le veremos nunca más…
Al menos estoy con él, nos abrazamos y lloramos… Nos hemos convertido en unos padres sin hijo… Faltaba tan poco, habíamos superado tantas cosas, tanto tiempo… le teníamos tan cerca… Nos consolamos mutuamente como podemos, hablamos de lo guapo que era… Le echamos de menos, es imborrable, siempre le querremos.
Yo me encuentro físicamente bien, me parece increíble, sin dolores, sólo agotamiento. Y aunque estoy emocionalmente molida, siento una extraña sensación de calma intensa. Deben de ser las hormonas y las medicinas que me han puesto, porque me extraña sentirme así después de lo que acabamos de vivir. De vez en cuando entra una enfermera a ver como llevo el suero, oxitocina, nolotil, diazepam… No sé cuantas cosas me han puesto, ni me explican, ni quiero preguntar. Una enfermera viene a lavarme los restos de sangre, cambiar los empapadores, y me pregunta si necesito alguna cosa, es muy amable.Tengo mucho hambre, le pregunto si me traerán comida, deben ser las dos o las tres… Me dice que si, pero espero más de una hora y sigue sin llegar. Cada vez que vienen a revisarme se lo recuerdo, ya que empiezo a estar muy mareada. Le digo a mi pareja que baje a comer algo, él debe de necesitarlo también, pero no me quiere dejar. Le insisto, me dice que irá a fumar un cigarrillo, y aprovechará para llamar a su madre.
Yo también llamo a la mía, odio tener que darle tan mala notícia… Siento como le parte el corazón, es su primer nieto… Rompe a llorar y me dice que quiere venir. Le digo que no quiero ver a nadie de momento, ni hablar con nadie más, necesito estar sola para asumirlo. Ella no lo entiende, yo sabía que no le gustaría, pero no puedo. Me duele tanto hacerla sufrir… Le pido que llame ella a mi padre y al resto de la familia, yo no soy capaz, la iré informado a ella para que les diga como estoy. Ella está preocupada por mi salud, y le digo que estoy bien. Me doy cuenta que hasta entonces no me había planteado realmente el riesgo que he corrido, ni me preocupaba. Entiendo que, como madre, es en lo primero que ha pensado. Le digo que más tarde le diré como sigo, y me despido de ella, que sigue llorando. Mi pareja vuelve con la energía por los suelos de haber tenido que explicarlo… nos volvemos a consolar el uno al otro. Me siento afortunada de tenerle a mi lado en un momento así.
Pasada otra hora, por fin llega la comida, comida de hospital, pero la necesito. Una sopa insípida, pan sin sal, y de segundo, un trozo de pollo seco con patatas chips. Él me ayuda a cortar el pollo porque entre la vía y el cuchillo que no corta suficiente, me apaño muy mal. Me lo como todo, me sienta genial, siento como recobro energías en seguida y me sube la tensión. Ya me siento con fuerzas de levantarme e ir al baño, por fin intimidad y libertad de movimientos, aunque sea arrastrando el suero… Él me ayuda mientras me cambio, me siento protegida. Todavía sangro bastante, pero mucho menos que horas atrás.
Le digo que no hace falta que se quede a dormir, que quiero que descanse y vuelva a casa con los animales. Él se resiste, pero le convenzo, me irá bien estar sola y llorar mucho. Me trae agua y una tarjeta para ver la televisión, y me deja todo lo que puedo necesitar a mano. Nos despedimos con mucho amor, le echaré de menos, pero sólo es una noche.
Una vez sola me voy dando cuenta de lo cansada que estoy, tantas noches sin dormir, tanto dolor… Me duelen la cabeza, y el alma. Me siento vacía, qué cambio, como le añoro… Mi útero palpita, contrayéndose, lo siento todavía grande y tan vacío. Ya no hay nadie allí, no hay pataditas, estoy sola. Es tan extraño pasar de ser dos a una, tan de golpe… Desde la habitación oigo bebés llorando y se me contrae el útero de dolor, es un sonido insoportable. Estoy inmersa en mí misma, ni me muevo, pero la cabeza me va a mil. Quiero descansar, pongo la televisión a ver si me distrae. La veo, pero no le puedo prestar atención.
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Abrazos mamíferos ❤