Van entrando enfermeras, una distinta cada vez, me preguntan cómo estoy y se extrañan de que esté sola. Son muy dulces y amables conmigo. Una de las que me cogían de la mano durante el parto se disculpa por haberle quitado el papel a mi pareja, dice que le vio desbordado, y que alguien tenía que darme ese soporte. Le digo que hizo bien y le doy las gracias. Aparece también la enfermera que estaba llorando, sigue emocionada. Me pregunta si era nuestro primer hijo, y hablamos un rato de cuánto nos costó concebirle, lo esperado que era… Me remueve mucho, pero me gusta poder hablar de él, le da a su muerte la dignidad que merece. Mientras hablamos se me hace más real y doloroso. Nos emocionamos las dos. Me felicita por lo fuerte que he sido, me dice que ya sé lo que es parir. Me empoderan sus palabras, sé que he estado al límite, ha sido la experiencia más animal de mi vida, y lo he hecho sola, me siento orgullosa de ello. He podido parir, haciéndome ésa afirmación, se esfuman todos los actos desempoderantes de mi ginecólogo. Me cuenta que hace poco, su cuñada perdió a su bebé, y que sabe lo doloroso que es. Pienso en todas las familias que han pasado y pasarán por ésto, que injusto…
La cena llega hacia las 7, y aunque todavía no tengo hambre, me irá bien comer porque todavía me siento débil. De primero otra sopa «buenísima», y de segundo, me sorprenden con una tostada de pan de pagés con tomate y jamón serrano. Recuerdo que durante el embarazo soñaba con jamón, y cómo fantaseaba con comerme un buen bocadillo cuando pariese. Mi madre incluso me dijo que me compraría un jamón cuando naciese mi hijo, para que recuperase fuerzas. No puedo parar de llorar, es tan diferente a como lo había imaginado…
Entran las enfermeras del turno de noche, todas están informadas. Pasan por la habitación, se presentan, me preguntan por el sangrado, reponen los goteros, me toman la temperatura y la tensión… Y aprovechan para hacer preguntas más personales. Todas son encantadoras y muy respetuosas, pero me empieza a agotar la dinámica de retomar el tema a cada rato. Cuando estoy mal necesito estar sola y dejarlo ir todo, y tantas interrupciones me cortan el proceso. Mientras tanto, voy hablando con mi madre por whattsapp para que sepa que estoy bien.
Me llegan unos mensajes de mi pareja, me ha mandado fotos de nuestros animales: los tres gatos, camaleón y tortuga, cada uno con un post it diciéndome que me quieren, que me echan de menos, que me recupere… Y una foto suya también, pobrecito, tiene una carita… Me hace llorar y sonreír a la vez su detalle. Es tan dulce, cómo sabe que les echo de menos, necesitaba verles. Les quiero tanto, son mi familia, y se me hace tan extraño estar sola. Hablamos un rato de como nos sentimos, de lo que hemos cenado, le pregunto por los gatos que seguro que están extrañados de que no esté. Le siento muy cerca aunque no estemos juntos. Es domingo, y solemos ver Salvados y El Objetivo juntos, así que me pongo a intentar verlo. Pero la televisión no va muy fina, y tampoco yo lo estoy, así que no me entero demasiado.
Pasa a verme otra enfermera y me pregunta por mi pareja, le digo que vendrá mañana a las doce que es cuando empieza el horario de visitas. Me responde que son muy flexibles con las visitas, y más en mi caso, que si quiere estar allí a las seis de la mañana, ningún problema. Me pongo muy contenta y se lo digo a él, que se alegra mucho de poder venir antes. Me como el plátano que cogí de casa, nos damos las buenas noches e intento coger el sueño. El cuerpo me pide descanso pero la cabeza no me deja… Cuando me duermo, entra la enfermera del turno de noches, que llega con mucha energía. Camina rápida, pregunta, revisa… espero a que me tome la tensión y la temperatura, y me dice que en un rato vuelve a cambiarme algo. Me desvelo hasta que vuelve, una hora más tarde. Durante la noche viene un par de veces más, es imposible descansar.
Por la mañana, sobre las seis o las siete, entra la enfermera del turno de mañanas y yo tengo mucho sueño…Me pregunta de dónde soy, ella es del pueblo de al lado, pero no le suena mi cara. Me desvelo. Hablamos del duelo que debemos empezar, que estas cosas necesitan tiempo y hablarlo mucho. No he parado de hablar del tema en estas últimas horas y de momento ya estoy saturada…
No para de entrar gente a la habitación: la mujer de la limpieza, el que trae los desayunos, más enfermeras… y mucho ruido y movimiento por los pasillos. Escucho a enfermos que se quejan, y bebés que lloran… Es imposible descansar más. Ataco el desayuno con un hambre voraz, pero es tan deprimente… Dos tostaditas empaquetadas, mantequilla y mermelada, odio desayunar dulce… Y un café soluble descafeinado, con leche de vaca, y yo que no tomo leche… Ahora mismo hubiese dado lo que fuese por un café bien cargado de cafeína… Me pongo música en el móvil mientras desayuno, Múm, y me entra la llorera. Siempre que lloro aparece alguien, y vuelven al rato para saber si estoy bien… No me siento a gusto tan acompañada.
Recibo mensajes de mis padres y mi pareja para saber como ha ido la noche. Les digo que no he podido descansar demasiado, pero que me encuentro bastante bien y ya no sangro tanto. Mi pareja se toma un café mientras hablamos, le pido que me traiga un bocadillo, que todavía tengo mucho hambre. Nos despedimos cuando se va de casa para venir al hospital. Se me hace eterno, cada vez que alguien entra miro impaciente si es él. Por fin llega, le he hechado tanto de menos… Nos abrazamos fuerte, y me enseña con orgullo que ha traído dos bocadillos de jamón, uno para cada uno. Nos lo comemos, y me sabe a gloria… Me ha traído todo lo que le pedí: cepillo de dientes, el del pelo, ropa limpia… Viene con dos braguitas para que elija, ya que sabe que algunas ya me quedan pequeñas y no sabía cuál coger. Se lo agradezco y me río con él de su dilema, piensa en todo…
Esperamos al médico, que nos dijeron que pasaría por la mañana, pero no aparece hasta mediodía. Es otro ginecólogo, este es más amable. Nos dice que lo siente, y nos pregunta qué queremos hacer con su cuerpo… Nunca me había planteado estas cosas… No somos creyentes, así que no tenemos la necesidad de enterrarlo ni de hacer ningún ritual. Así que le decimos que se puede hacer cargo el hospital de su cuerpo. Dice que pueden hacer una necropsia para intentar aclarar las causas de su fallecimiento. Decimos que si, que se la hagan, cualquier cosa que pueda darnos información nos interesa. Visualizo que se lo van a llevar, y me quedo absorta… Me arrepiento tanto de no haberle cogido, nunca sabré cómo es su olor… No pude pedir que le sacaran las huellas, una fotografía… No supe reaccionar, estaba superada, y tampoco sabía como quería vivirlo mi pareja. Deberían habernos dejado a solas para hablarlo entre nosotros, hubiésemos decidido estar con él, dignamente, y quedarnos con un bonito recuerdo.
Se le ve incómodo con la situación, dice que para el personal sanitario tampoco es agradable atender casos así. Nos dice que estas cosas pasan, que era inevitable. Que no me preocupe para un futuro embarazo, no tiene que volver a pasar. Voy asintiendo, pero me parece que todas son frases hechas, no me consuelan. No dejo de pensar que todo se desencadenó por la infección de orina, y recuerdo como dos días antes, mi ginecólogo me ignoraba… Ni siquiera quiso hacerme un cultivo para descartarlo. Me dice que pasaré unos 40 días sangrando, que vigile si hay fiebre, que si tengo algún síntoma de infección, o dolor, corra a urgencias. Durante la cuarentena ni baños, ni relaciones sexuales, y reposo. Después de ésos días me revisará mi ginecólogo. Ahora tenemos que esperar a que nos preparen el informe, el alta, y que me quiten la vía para poder irnos.El enfermero llega una hora más tarde para quitármela, cuando lo hace sale un chorro de sangre. Me impacta un poco porque no me lo esperaba, y le comento a mi pareja que tiene gracia que esto me impresione después de toda la sangre que he perdido.
Aprovecho para lavarme, todavía tengo restos de sangre por todo el cuerpo… Quiero ir a casa para darme una buena ducha. Me miro al espejo y estoy pálida, me doy pena… Le digo que parece que me haya escapado del psiquiátrico tan despeinada y demacrada, doy miedo. Me dice que tengo cara de cansada, pero que estoy guapa. Muero de amor, le abrazo. Mientras me visto, me doy cuenta de como ha cambiado mi cuerpo, no tengo la barriga de antes, pero sigue pareciendo que esté embarazada de unos cuatro meses. Le enseño a mi pareja como me va la camiseta que llevaba antes, que me quedaba ceñida, ahora holgada. Los pantalones que tuve que cortar por la cintura porque me apretaban, ahora se me caen.
Cuando acabo, es la hora de comer, traen la comida , los papeles y una encuesta. La comida es horrible, como algo de carne, y una manzana al horno. Quiero irme ya de allí, relleno la encuesta, recogemos, y bajamos a admisiones a pedir cita para dentro de 40 días. En cuanto salimos encontramos a una pareja de conocidos que en seguida nos felicitan por el embarazo, toca dar la mala noticia… Nos despedimos sabiendo que esto volverá a pasar a menudo.
Necesito un café bien fuerte, vamos a un bar a tomarlo. Mientras tanto, hablamos de como me sentí durante el parto, necesito sacarlo, y él me comprende tanto… Comparte mi indignación por el trato que nos dieron. Me dice que tuvo mucho miedo de que me pasase algo a mí también, temía perdernos a los dos a la vez. Cuando acabamos el café, nos dirigimos al coche y él se fuma un cigarrillo. Hace un día soleado, se está muy bien para ser 8 de diciembre. Comentamos lo guapo que es nuestro hijo, al menos lo hemos vivido juntos para poderlo recordar. No me quiero olvidar nunca, me da miedo perder lo poco que me queda de él, su recuerdo…
Siento que todo empieza de nuevo, una nueva vida muy diferente a la anterior. De camino a casa, me doy cuenta de que éramos tres, y ahora somos dos… Estoy por momentos callada, y después tengo una gran necesidad de comunicarme. Supongo que es por la soledad que siento cuando en silencio recuerdo que él ya no está. Creo que él está igual, no habla tanto, pero siento que no le molesto si saco el tema. Estamos de acuerdo en que hemos de hablar todo lo que necesitemos y apoyarnos el uno al otro. Él es positivo, dice que juntos lo superaremos, y le creo, confío en él más que nunca.
Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂
Abrazos mamíferos ❤
Eres una mujer muy valiente!!!! Pero cuanto hechamos en falta poder estar a tu lado…
Me gustaLe gusta a 2 personas
Que bien lo relatas, estoy «enganchada» lo vivo como si fuera yo, eres muy fuerte y me alegro tanto de leerte. Aritz ha sido muy afortunado de haber estado con vosotros, fué corto pero sé que donde esté sonríe de felicidad por teneros como padres, claro que si, le da la dignidad que se merece y mas. La vida os va a recompensar a los dos, mucho. Abrazos y me encanta tu familia! Es preciosa!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Jaimie, que bonito lo que me dices… espero que Aritz esté orgulloso de nosotros y contento de vernos sonreír cuando le recordamos. Un abrazo fuerte a tu familia, vosotros también merecéis una buena recompensa 🙂
Me gustaMe gusta
Que forta ets. No hi han paraules. Ojalá hubiera podido darte mi apoyo cuando lo necesitaste…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gràcies maca, ho vaig passar al meu rollo x voluntat pròpia, però sabia que podia comptar amb tu 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sempre que vulguis. Ja ho saps
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pingback: Dulce equinoccio de otoño | mamiferizando...