¡¡También estoy en Facebook y Twitter!!

Hace unas semanas que me hice una página de facebook para los que queráis ir siguiendo el blog por esa red social, y me he dado cuenta de que no lo he dicho por aquí…

Si os interesa, os invito a Maternidad Mamífera – Mamiferizando, dónde voy posteando las nuevas entradas, publicando fotos, actualizando entradas antiguas, y también, comparto páginas o blogs que me parecen interesantes.

Si no usáis facebook pero si twitter, me encontraréis como @punkifera, dónde voy lanzando mis post también.

Nos vemos allí también, si queréis 🙂

 

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

Black Friday, Rebajas, Navidad…

Otra gran estafa del capitalismo: vamos a hacer que suban nuestros beneficios, y baje vuestro capital. Y lo mejor, estaréis contentos por haber comprado a menor precio (ejem, no hace falta que os explique las estafas del BF o las rebajas ¿no?) ése artículo que en realidad no necesitabas, pero es que ¡estaba tan barato!! 3037653871_05aa6aa8b9_b.jpg

Este invento se creó para que los comercios, que en ésta época andaban en números rojos, diesen un resultado positivo a fin de cuentas (números negros, por eso Black Friday). Además, se anima a empezar antes con las compras de Navidad, por eso de que ahora está más «barato».  Pero en realidad, lo que hacemos es comprar dos veces, porque seguro que algo te falta por comprar todavía antes de Navidad. Y se acaba adquiriendo algo que no te planteabas comprar, por lo que, se gasta más de lo previsto sin que te des cuenta.

Recordemos, también, que después de Navidad vienen Rebajas, con sus Re-rebajas. Y así van empalmando todo el año, entre temporadas, y festividades de regalar o consumir masivamente. Hace poco pasamos Halloween-La castanyada o Tots Sants, pero durante el año tenemos numerosos momentos en los que se incita a gastar: San Valentín y Sant Jordi en Catalunya, dia de la Madre, del Padre, vacaciones de verano, cumpleaños, santos…

imagesPensareis: eso impulsa la economía, eso está bien. No del todo. ¿Quienes se benefician realmente? Los pequeños comercios, o autónomos no se pueden permitir hacer campañas como el Black Friday o rebajar tanto sus artículos. Son medidas que solamente pueden tomar quienes facturan mucho, y mueven tanto producto, que lo consiguen a precios ínfimos, por eso pueden «rebajarlo». Una pequeña empresa, un autónomo o artesano, no puede reventar los precios, porque del pequeño beneficio que le genera una venta, tiene que dedicar un gran tanto por ciento a costes.

Cuando consumes, por norma general, no estás ayudando a tu vecino, en la mayoría de ocasiones ni siquiera a tu propio país, aunque lo compres en el centro comercial de tu ciudad. Si hacemos un poco de investigación, y vemos desde dónde viene el producto, quién (por no entrar en el como) lo fabricó, quien lo distribuye y de dónde es la empresa en la que lo compraste. Veremos que ese producto seguramente ha «viajado» mucho (poco ecológico), y no ha generado casi ningún beneficio a nivel local, como mucho, el puesto de trabajo de el/la dependient@ que te lo vendió. Y con eso, no se impulsa un país, porque cuando la economía está de capa caída, esos son los primeros puestos de trabajo que desaparecen.

Siempre que veo actos masivos de consumo, pienso: en las cosas necesarias no hay rebajas, por ende, todo lo que compres en rebajas, es prescindible. En la comida, la tarifa de la luz, el alquiler-hipotecas, el gas, los libros de texto, gasolina, medios de transporte, o algo tan básico como el pan… Cosas tan necesarias y de consumo diario-obligado, no nos harán rebajas, porque saben que lo consumiremos igualmente.

En las campañas de recogidas de alimentos, por ejemplo, no hay un 2×1: pague uno y done otro. Ahí no hay rebaja, no se impulsa el consumo solidario. La gente no acude masivamente a donar nada, y es comprensible dada la economía de muchas familias. Deberían ser las mismas empresas que deshechan tantos alimentos, las que lo diesen a un fondo de ayuda social. Debería ser de ley que cuando a un agricultor o ganadero no obtiene beneficio por vender su producto (debido a la especulación capitalista del mercado), ese fuese a parar a quien lo necesite, cueste lo que cueste su transporte.

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Los que me conocéis, sabéis que no compro nada que no necesite, que me duele el consumo por lo que implica tanto a nivel ético como por el medio ambiente. Algún capricho me pego, claro que si, pero son contados con años entre medias. No es que no pueda permitírmelo, que también porque no nos sobra dinero, sino porque mi lógica me lo impide si no es necesario.

 

Por eso, alucino cuando veo lo loca que se vuelve la gente en días así, en rebajas, o en Navidad.  A veces creo que no soy de este planeta, no entiendo a la gente que necesita una tele mejor, un móvil cada año, renovar el armario o una prenda de ropa para una día particular, gastar medio sueldo en regalos de Navidad cada año… De hecho, cuando salgo a la calle el día de Reyes me deprime ver los contenedores a tope, me da tristeza. ¿Soy la única que es consciente de que es una barbaridad la basura que se genera año tras año?

No suelo hacer regalos, (si, soy lo peor), exceptuando a nuestros sobrinos la Navidad pasada, y algún otro de manera puntual. De hecho, me duele que me los hagan por compromiso, no quiero que alguien se devane los sesos pensando ¿qué le gustará? Y que destinen su tiempo y dinero en regalarlo a cualquier comercio. Prefiero hacer y que me hagan regalos cuando son realmente necesarios, o aquellos que sabes que harán especial ilusión, no porque toca.

Hace años que pienso en el tema de la Navidad y como la gestionaré con mi/s hijo/s. Sé todo eso de la ilusión, de la magia, de la carita que ponen los peques cuando ven los regalos… Si, adorable, entrañable. Pero es un mecanismo más para que nos sintamos cómodos ante una realidad poco ética y sostenible. Es excesiva la carga emocional que tienen esos días los niños, el nivel de estrés que les genera, y la saturación material que reciben en poco tiempo.

Cuando era pequeña no era de pedir cosas cuando las veía en las tiendas, o en los anuncios, ni de hacer listas interminables a los Reyes. Me saturaba bastante el peregrinar recogiendo regalos por Navidad, me daba la sensación de que era demasiado, y que no me daría tiempo a disfrutar de todo antes de volver al colegio. Si, se lo que pensáis: soy rara, estoy acostumbrada a que me lo digan.

Creo que las cosas se tienen que valorar y disfrutar a dosis, y si se exceden las medidas, se desequilibra todo. Por eso muchos adinerados son infelices, cuanto más quieren, más necesitan, o menos valoran lo que tienen.

No me gusta la idea de contribuir a ese negocio, la Navidad no es eso, se puede demostrar el afecto de mil maneras inmateriales que no implican jugar a ese juego. Tampoco me parece ético «premiar» con regalos, ni condicionar a que se actúe según las normas para recibirlos.

Eso genera adultos que necesitan ese mecanismo de compensación 354036519_6170784c28_o.jpgcontínuamente en su vida para sentirse llenos. A la sociedad en general me remito: nos deprime quedarnos sin vacaciones, sin ropa nueva, sin darnos «ese capricho que nos merecemos», sin ir al cine cada tanto, sin tomar un café/cerveza/whatever con los amigos… Y en realidad se puede ser feliz con tan poco…

A menudo me preguntan: ¿no te aburres en casa? No, nunca. En tu pueblo no hay «nada»¿No necesitas ir a la ciudad? …¿para qué? Por mi misma puedo hacer un montón de cosas que me entretienen y no requieren dinero. Si, en mi pueblo no hay tiendas, ni cines, ni restaurantes o bares de copas… Pero tiene muchas cosas gratis que en la ciudad no encuentras.

Está bien aprovechar una rebaja para comprar algo puntual que realmente sí necesitamos, el problema es saber discernir si realmente lo necesitamos y no autojustificarnos. Y en eso, tenemos las de perder, porque el márketing es muy poderoso, así como el estatus o sentirse dentro de la sociedad.

Un ejemplo de eso son los móviles, hoy día, si no tienes un móvil con cámara y acceso a internet, estás fuera, ni siquiera te enterarás de que quedan al lado de tu casa porque no tienes whattsapp. Yo hasta el año pasado no lo tenía, porque fui reciclando los movilsaurios que me daban, y solamente conozco a un amigo, que tire con un móvil sencillo: para llamar y mandar sms.

Es triste que sigamos esas normas homogeneizadoras, es una locura seguir en esta línea de consumo, tal como está el panorama… Estaría bien que, al menos, si nos movemos por impulsos y consumimos sin necesidad, lo hiciésemos conscientemente, y no autoengañarnos o que nos engañen. Al menos, podríamos preguntarnos qué vacío intentamos llenar con éso, y qué gana el sistema teniéndonos felizmente ocupados pensando en lo que compraremos.

Felices compras 🙂

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Abrazos mamíferos ❤

 

Puerperio sin Aritz

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Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera…

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8 años mamiferizando contigo…

Ayer, Mamífero y yo cumplimos 8 años juntos 😀

Como nuestra relación está muy asentada en compartir vida, espacio y las cosas del día a día, he hecho una lista de las cosas cotidianas que me hacen feliz de vivir con él. Son cosas simples que me llenan, espero que os guste, y sobre todo, que le guste a Mamífero ❤

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Cuando estás en casa y vienes a despertarme.

Que me beses la barriga para saludar a Biel.

Reírme contigo por cosas absurdas.

Tus gorgojeos palomeros que dicen: te quiero.

Que vayas a hacer algo y pases a darme un beso, y cuando vuelves, repites.

Tu felicidad cuando cocino algo que te gusta, que es casi todo.

Tu ceño fruncido cuando enfocas o te molesta el sol.

Que te tomes tan en serio las reglas de un juego.

Cuando no entiendes una broma o eres demasiado literal.

Las ganas que tienes de hacer cosas con tu hijo y enseñarle juegos.

Que me mandes mensajes cuando sales de trabajar y cuando no tienes mucho trabajo.

Escuchar juntos la música que te has bajado.

La sorpresa de encontrar un colador dentro de una olla porque no sabes donde se guardan los cacharros de cocina.

Los ruiditos que haces cuando duermes, ronquidos a parte.

Que tamborilees con los dedos cualquier cosa, incluso a mi.

Cuando pensamos en lo mismo a la vez.

Que me mires con complicidad desde el otro sofá de vez en cuando.

Lo guapo que estás cuando te ríes.

Que seas tan feliz con tan poco.

Tu manía de cerrarme puertas, armarios y luces aunque todavía no haya acabado.

Como te diviertes jugando con los gatetes y cuánto les quieres.

Estar cocinando y que vengas a darme un mimito.

Que me preguntes qué ha hecho Biel hoy.

Tus rutinas, tus costumbres y tus manías.

Que confundas el verde con el gris y el gris con el azul.

Cuando coges cualquier cosa como si fuese una bandeja de bar, y lo próximo será coger así a tu hijo!

Que me preguntes si necesito algo cuando te levantas, que te pida amor y vengas sonriendo a dármelo.

Lo feliz que eres en estando en la naturaleza.

La facilidad que tienes para dormirte en cualquier sitio y posturas imposibles.

Tus abrazos y miradas, tan intensos como el primer día.

Cuando te acuerdas de lo que has soñado y me lo cuentas emocionado.

Que me des un beso cuando te despiertas y vuelvas a darme otro cuando te vas a trabajar.

Lo serio que te pones conduciendo, tan concentrado.

Que tus zapatillas siempre sean una de cada color.

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

 

 

 

25N, día contra la violencia obstétrica

 

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He sido víctima de la violencia obstétrica, por desgracia, como muchas mamás y bebés. Algunas no llegan a ser conscientes de haberla sufrido, otras se sienten mal después de su parto y se lo cargan a las espaldas, la mayoría desconocen que es la violencia obstétrica. Algun@s dicen que no es violencia, otras que exageramos, otr@s que no es violencia de género.

Si no es violencia dar un trato inhumano a una mujer en momentos de vulnerabilidad como el embarazo, parto o una revisión ginecológica, ¿que es? La violencia no solamente es física. Si ha tenido la fortuna de no sufrirla en tu vida, me alegra, pero no la niegues, no la invisibilices. 

Si  no es violencia de género, ¿porque solamente nos afecta a nosotras? Si, existen también actos de violencia en otras especialidades, pero se dan indistintamente en hombres y mujeres. En cuanto a salud reproductiva, por ser nosotras las únicas implicadas estamos ante un problema con discriminación de género. 

La violencia de género se ejerce por hombres y mujeres, y lo es en el momento en el que un sector amplio de la población tiene mayor probabilidad de sufrirla por el simple hecho de ser de un determinado género. A un hombre no le cortan el periné sin consentimiento, ni le pueden humillar porque le duele una contracción.

El trato paternalista y discriminatorio que se ejerce sobre la mujer, demasiado a menudo, vulnera nuestros derechos, pero también los de los bebés. Si, ellos son de ambos géneros, pero debemos tener en cuenta que los recién nacidos son totalmente dependientes de su madre, es su hábitat. Si la maltratan a ella, afectará directamente al bebé.

La violencia obstétrica abarca un extensísimo número de prácticas tanto en el plano físico, como el emocional. Desde no informar debidamente, hasta realizar una maniobra peligrosa y no consentida. La mayoría de veces pasamos por alto estos actos por ser considerados de menor relevancia o por no tener un efecto visible en nuestro cuerpo, pero no por eso son aceptables.

Cuántas veces una embarazada ha salido llorando de su cita de control porque le han «echado bronca» (por haber engordado «demasiado», por ejemplo). Cuántas parturientas han sentido invadida su privacidad, o han sentido miedo porque nadie les explicaba que ocurría con su bebé. Cuantas mujeres hemos salido de la consulta ginecológica sin habernos sentido escuchadas, e incluso nos han ninguneado por ir «solamente porque te duele la regla».

Eso por no hablar de temas obvios como: episiotomias brutales y muchas veces sin consentimiento, infecciones con grandes riesgos por mala praxis, bebés lesionados e incluso fallecidos, mamás con costillas rotas por presionar su abdomen, problemas sexuales o de incontinencia por un parto instrumentalizado o excesivamente intervenido, cesáreas innecesarias, moratones, cicatrices, privación de alimentos y bebidas, inmovilización, separación del cónyugue y del bebé sin justificación, amenazas de que si no haces X pones en peligro a tu bebé, ocultación de información, administración de medicinas sin previo consentimiento, coacción para acelerar el trabajo de parto…

En mi caso particular, me tocó vivir un parto no respetado, con el agravante de que debía dar a luz a mi hijo ya fallecido. Esa situación tan dolorosa no hizo que me tratasen mejor, con tacto, como merece todo ser humano. Por suerte no tengo secuelas físicas, pero las emocionales son profundas.

Mi ginecólogo fue especialmente desagradable, ni siquiera nos comunicó directamente que nuestro hijo no vivía, se limitó a comentarlo con un compañero. Ni siquiera nos miró a la cara, no hubo un: «lo siento». No nos dieron tiempo para asimilar la noticia, ni se nos dio una explicación. Se limitó a decirme que lo tendría que parir, y se fue.

No me dejaban moverme, ni permitieron ir al baño cuando lo necesité, me pusieron un cacharro para que hiciese de vientre, estirada en la camilla, rodeada de gente. No me permitieron beber ni comer nada, a pesar de estar mareada, en ayunas, y no querer epidural. No me informaron de ninguna de las medicaciones que me administraban por la vía. No me explicaron como sería el proceso, ni me pidieron consentimiento para romper la bolsa, o introducir manos y objetos en mi vagina, aún gritando que no lo hiciesen.

Aceleraron el proceso, aunque mi trabajo de parto evolucionaba rápido, mediante coacción y intervenciones innecesarias. Traccionaron el cordón para extraer la placenta, bajo amenazas de llevarme a quirófano si no la sacaba pronto. No nos dejaron tiempo ni intimidad para despedirnos de nuestro hijo… No nos ofrecieron apoyo, ni una palabra amable ante tal desgracia.

Tampoco respondieron a nuestras dudas cuando tuvimos los resultados de la necropsia de nuestro hijo. Ni siquiera me hicieron una revisión postparto, y tuve que ir por mi cuenta a mi médico de cabecera para tratarme una infección que ellos sabían que tenía, y no me comunicaron.

Me sentí violada, humillada, ninguneada, y maltratada.

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Si como yo lo has vivido, o simplemente empatizas con lo que siente una víctima de la violencia obstétrica, hoy es un buen día para manifestar tu apoyo. Hay múltiples maneras, como ponerse una foto de perfil con el mensaje (como la de abajo que está en varios idiomas, por ejemplo), compartir información y mensajes al respecto, usar los hastags (#25N, #roserev, #endabuse, #yanonoscallaran, #StopObstetricViolence, #unarosaporti) en twitter, e incluso puedes dejar una rosa, una nota, un escrito en tu hospital denunciando la violencia obstétrica, y compartirlo en las redes sociales.

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Mas información sobre violencia obstétrica, parto respetado y eventos en:

http://www.rosesrevolution.com/#!events/suvsx

http://pujaviolenciaobstetrica.tumblr.com/

http://www.jesusaricoy.com/

http://lucarrerases.wix.com/25nproject

https://www.donallum.org/tag/violencia-obstetrica/

https://www.elpartoesnuestro.es/blog/2014/11/28/como-definir-la-violencia-obstetrica-avances-y-desafios-en-ecuador

 

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

 

 

 

 

Vulnerable

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Vulnerable. Así me siento, así llevo uno años sintiéndome y hoy me ha dolido el alma de tanta vulnerabilidad.

Soy fuerte, pero como los muros de la fotografía de arriba, me puedo desmoronar. Estoy hecha de un material resistente, que ha aguantado muchos golpes de la vida, resistiendo. Pero al final, cedo, me rompo y me caigo.

Desde que empecé con esto de «intentar»/ser madre, he pasado por situaciones límite que me han ido debilitando: hemorragias fortísimas, anemias, embarazos de alto riesgo, amenazas de aborto y abortos, un parto, infecciones, cuarentenas, puerperios sin bebé, desajustes hormonales, vacío, miedo, ansiedad, soledad, dolor físico y emocional, juicios sobre mi persona, culpabilidad, duelos, rabia, frustración, comparaciones odiosas, incomprensión, tristeza…

No me he instalado en el papel de víctima, agradezco lo vivido porque me ha fortalecido como persona. Pero tampoco me adapto a la fragilidad que de mi situación de embarazada de alto riesgo. Yo soñaba un embarazo sano, con los controles rutinarios, confiando en mi cuerpo, en mi bebé… y me ha tocado todo lo contrario, como de costumbre.

Debes hacer reposo, tienes que cuidarte, mira por ti, no te canses, no hagas esfuerzos, no te agobies, cuidado con hacer eso, no cojas peso, tómatelo con calma, el estrés no es bueno…

Si, no hay otro camino, pero es agotador estar permanentemente autolimitándote. Tener que pedir ayuda porque no debes, o no puedes, cuesta, hay que aprender a hacerlo. No se me da bien, y es eso, o hacer algo que no debes porque «no es para tanto» y en vez de sentirte una heroína, verte como una temeraria.

Soy consciente de que debo trabajar eso, que no me puedo menospreciar a mi misma por estar en una situación de vulnerabilidad, con los demás no soy tan mala. Además, yo me lo he buscado, estoy en esto porque quiero, no me puedo quejar.

La sociedad, tan competitiva, tan egocéntrica y poco respetuosa con sus cuerpos, no valora a los vulnerables. Y hay que ser muy fuerte para ser vulnerable.

Tantas mujeres que te dicen orgullosas: pues yo trabajé hasta que salí de cuentas. Tantas personas que pueden con tantas cosas, como yo pude en el pasado, y te empequeñecen con su fortaleza. Tanta lucha de egos, tanto yoísmo, tanto ver desde una perspectiva sesgada, desde el ombligo propio para compararse con el otro y subirse así la autoestima, a costa de los demás…

Ya he aceptado hace mucho que no estoy en ese grupo de afortunadas que tienen un embarazo perfecto. No es algo que yo pueda controlar y me alegro por las embarazadas trabajadoras, sanas y fuertes. No quiero ser más una «puedo con todo», porque es mentira, puedes, pero después de duele la espalda, te deprimes o coges una gripe, es una mentira. Y me dan pena aquellos que necesitan sentirse por encima de los demás para crecerse. No, ese no es mi problema.

Simplemente se me hace difícil sentirme dependiente durante tanto, tanto tiempo. Normalmente voy por el camino de la aceptación, me repito que es temporal, aunque se esté alargando demasiado. Pero a veces me desvío, y me siento mal por sobrecargar a Mamífero.

Se que él está en esto conmigo y hace todo lo que necesite con gusto, pero a veces nos sobrepasa, a los dos. Cansa, es terrible psicológicamente, es un castigo.

Soy consciente de que no estoy en una situación límite, que simplemente tengo que «medir mis energías», y precisamente por eso, me cuesta tanto. Es decir, puedo hacer, pero limitándome, y eso me genera frustración. Lo mío no es medir mis fuerzas, lo mío es trascender, superarme, sacar pecho ante la adversidad. He sacado los genes de mi madre que es una luchadora…

 

Soy de matarme a limpiar a fondo, de pegarme caminatas por la montaña, de mover los muebles de toda la casa sola 10 veces al año, de cargar peso y agotarme, e irme a dormir con dolor de espalda, pero satisfecha de todo lo que he podido hacer.

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Cuando me pierdo de vista, busco fotos como esta, que me recuerdan lo que he superado en la vida. Quizá este sea de los momentos más insignificantes, pero tiene un gran significado simbólico para mí.

En ese instante, sonreía porque estaba aterrorizada por pasar un paso que daba a un acantilado, pero estaba lográndolo, dejando mi terror a las alturas a un lado y disfrutando del paisaje, de la aventura, de la superación. Ese día, la montaña y su climatología nos puso muy al límite, y con respeto y prudencia, pero con determinación y esfuerzo a la vez, lo conseguimos.

En esta aventura de la maternidad, llevo mucho tiempo dejando de lado cosas que me llenan, que me hacen sentir fuerte. Como por ejemplo subir una montaña. Si, no pasa nada, no es tan grave, ya las subiré. Pero a veces echo de menos poder hacer esas cosas aunque solo fuese por un día, y decirme: si, sigues ahí antigua yo.

Cualquiera estaría encantad@ con las «vacaciones» que me estoy pegando, yo no. Querría hacer tantas cosas, y me tengo que frenar continuamente… Me cabrea tener que sentarme porque me agota limpiar la casa, me da rabia subir unas escaleras y que me falte el aire, me deprime tener que dejar las cosas a medias porque no doy abasto, me desmotiva verme tan lejos de lo que era.

Sabiéndome una persona fuerte, tanto en lo físico como en lo emocional, me cuesta encontrarme conmigo misma en esta situación. Y cada cierto tiempo, reviento por no poder ser quien era, quien soy realmente. Me planteo si algún día volveré a ser la de antes… Me hago mayor, lo vivido me pasa factura, y estos años de inactividad me lo ponen difícil para remontar.

Normalmente me río de mi misma, de mis limitaciones para quitarle hierro al asunto, pero hoy no. Si, es una pataleta sin sentido. Estoy haciendo un drama de algo insignificante. Que problema de mierda el mío.

Debería estar contenta por poder contar con la ayuda de Mamífero, por sentirme tan protegida y cuidada, le estoy agradecida, muchísimo. Y en el fondo, se que mi nueva yo es mucho más fuerte que la de antes. Pero es como me siento a veces, y lo tenía que soltar.

 

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

 

Animales Mamíferos: Maru

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Maru (arriba a la izquierda) con sus hermanitos

 

Maru fue encontrada en la calle con su mamá y sus hermanos recién nacidos. Su madre, una preciosa tricolor como ella, estaba ciega y recién parida, la habían hechado de casa (no era callejera). Seguramente se deshicieron de ella para no tener que ocuparse de la infección que tenía en los ojos, que solamente requería una visita veterinaria y unas gotas.

Vimos un post en la protectora del pueblo de mi madre, Geligats, que , por cierto, hacen una labor increíble. Le enseñé las fotografias a Mamífero, y nos liamos… Quedamos para ir a conocerlos, y elegir cuál nos llamaba. Pero desde que vimos la foto ya lo sabíamos, la tricolor con la M en la frente, y ella era Maru.

Maru nació el 4 de abril del año pasado, esperamos un tiempo para que lactase, pero llegó a casa con menos de tres meses. Nos la llevamos tan pronto porque estaban muy saturados, estaba acogida en una casa particular que da refugio a los rescatados. Había muchos de gatos, y en una sola habitación convivían 3 gatos adultos, la mamá de Maru y los bebés.

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Desde el primer momento se apegó mucho a nosotros, le faltaba su mamá, y con ese vacío, nos adoptó como nuevos padres. Flip en seguida la lamió y la seguía a todas partes, vigilante, y Joy, la ignoraba. Se espaviló en seguida, recuerdo que la primera noche yo temía que no pudiese subir y bajar de nuestra cama, y le monté una rampita, pero no la necesitó, es muy atrevida.

Es la pequeña de los tres, tanto en edad como en tamaño, y sigue todavía comportándose como un bebé. Necesita el contacto, siempre se estira encima de alguna parte del cuerpo, preferiblemente mis manos y brazos. Si las retiro, estira una patita para seguir tocándome. Le encanta coger mi mano con sus patas, lamerme y darme mordisquitos de amor. Así que duermo con dos de los tres gatos pegados literalmente a mi 🙂

Es muy juguetona, corre, salta, se eriza, le pega capones a Flip y se va corriendo… Cualquier cosa le vale para entretenerse:  un palito, un trozo de plástico, papel, pelotas… Pero sus juegos preferidos son perseguir un trozo de trapillo y un cardo seco que trajimos de la montaña, le vuelve loca… y como se le queda debajo de los muebles al jugar, cuando lo volvemos a encontrar es la más feliz del mundo.

Le gusta mucho jugar con el agua también, ahora no lo hace tanto, pero el año pasado tal como me despertaba e iba al lavabo, me perseguía corriendo. Se sentaba en el lavamanos y miraba curiosa, con la cabeza de lado, el agua iba a parar dentro de ese agujero misterioso. Después intentaba cazarla metiendo la patita en el desagüe, y mojándose entera debajo al estar debajo del grifo. Ahora estamos en una casa distinta, y ha cambiado ese juego por el de sacar el tapón (es de esos que está siempre puesto) y jugar con él.

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La llamamos Maru por un gato que tiene un canal el Youtube, que juega con cajas y está regordete. Significa redond@ en japonés, y ha coincidido que se le ha puesto una barrigota redonda y le encanta jugar con las cajas. Siempre que llega una caja a casa se la dejamos para que juegue y se esconda dentro. Os dejo un video divertidísimo para que veáis como se lo pasa con una caja de cartón 😀

 

Las cortinas también son su pasión, la de la ducha la rompió el primer día, así que nos acostumbramos a dejarla recogida arriba para que durase. Y las del salón y habitación, son para su disfrute, pusimos unas muy baratas y si se rompen nos da igual. El juego es algo bueno para ellos y no lo pueden evitar, si te pasas el día intentando prohibirles algo (nunca lo conseguirás con los gatos,  y más empeño pondrán) solamente generas frustración y tensiones en la relación.

 

A Maru le causan curiosidad muchos ruiditos, y cuando los oye, ataca a cualquier objeto que ella imagina que está generándolo. Hacer algún ruido nos sirve para que venga o desviar su atención y que deje de hacer algo que no queremos que haga.

Hay maneras muy respetuosas de redirigir al animal si algo en concreto no debe hacerlo. En vez de un «no» o una bronca, es mejor reconducir al gat@ para que entienda tus preferencias hacia lo que sí puede hacer, y sobre todo ser coherente, constante y mantener la calma. Ellos intentan hacerlo «bien» si les enseñas y les das alternativas (rascadores, juguetes, atención…), pero deben percibirlo como un beneficio mútuo no como una orden.

 

Algunas conductas que por instinto o rutina, nunca conseguirás eliminar y ahí debes sopesar si vale la pena frustrar a tu gato, enfadarte y no conseguir nada, o bien ceder. Suelen ser cosas que si las valoras no son tan graves, como subirse a lugares altos, curiosear, cazar algo en movimiento… Hay gente que pretende que no suban a la mesa, cocina… Para mi es absurdo y contraproducente frustrarlos por algo así.

Hay que valorar antes de tener un animal, si es acorde con tus necesidades y estilo de vida. Por ejemplo, yo acepto que como tengo gatos no voy a tener unas cortinas de seda intactas, o habrá pelo en la tapicería, y me da igual, si eso me importase, no los tendría.

Si les dejas explorar y hacer a su antojo, pasan esas fases destructoras. Antes Maru se encaramaba a las cortinas, hasta arriba, ahora ya no, se limita a esconderse detrás, pasar corriendo y moverlas o darles algún manotazo cazando algo mientras está escondida. Así que no las ha roto, solamente tienen alguna marquita. Ya ha experimentado hasta dónde puede trepar, y ahora que lo sabe se dedica a descubrir cosas nuevas.

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Con los gatos, sobre todo si los tienes desde cachorros, es muy importante crear una relación de igualdad, y apego. Si tu gato se siente respetado y confía en ti podrás conseguir mucho, si intentas ejercer dominancia, será un desastre.

Es esencial desde que son pequeños que entiendan hasta dónde llega el juego, igual que lo aprenden con sus madres y hermanos. Simplemente con hacerles saber cuándo hacen daño y cuándo no es momento de jugar (sin violencia ni movimientos bruscos para no provocar más), ellos entienden perfectamente los límites.

Maru cuando quiere jugar ya sea con nosotros o con sus juguetes, los pisa con las patas traseras. Con la pelota lo hace mucho, y es muy gracioso porque parece que juegue a fútbol. Y cuando quiere jugar con nosotros nos pisa los pies. Si no le hacemos caso, lo siguiente es atacarlos (ya sabe controlar la fuerza, es sólo un ataque simbólico y a veces volviendo a medir sus limites), y ahí es cuando nos tenemos que quedar quietos, retirarla, y darle otra cosa o motivarla a jugar de otra manera.

Nunca se debe incitar al juego de ataque con las manos o cualquier parte del cuerpo (que no asocien «caza» contigo), y si te muerden o arañan fuerte, jamás apartarte bruscamente (aunque sangre y duela), nunca demostrar miedo o dolor, o pasarás a ser una presa a la fuga. Son cazadores y territoriales, por eso es fundamental que no te vean como un rival o una presa y para eso hay que actuar con extrema calma, sobre todo en situaciones límite.

Como buena cazadora, a Maru le fascinan los insectos, los persigue, y se los come cuando los atrapa, todos menos las arañas que deben saber fatal. Cuando ve uno por la pared o el techo y no llega se queda obcecada mirándolo, llorando, maúlla y nos dice que se lo bajemos (no lo hacemos, pero siempre nos lo dice). Lo mismo hace con las cosas que quiere ver o coger y están altas, y si te agachas, sube a tu espalda y lo coge.

En la casita que vivíamos antes teníamos jardín y podían salir a cazar, jugar y tomar el sol. Maru se lo pasaba genial, cazaba insectos (nos llegó a traer lagartijas a casa…), se subía a los árboles, corría… Se que lo hecha de menos porque cuando traemos ropa o calzado que huele a «naturaleza» lo huele con pasión.

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Es muy curiosa, y se fija mucho para aprender. Si me pongo a cocinar se sube al taburete de la cocina y me mira, si me voy a limpiar el lavabo lo mismo, allí donde vaya la tengo pegada observando. Como se fija tanto, ha aprendió que si rascaba una puerta se la abríamos, y ahora se pasa el día pidiendo paso… lo malo es que ha enseñado a Flip a hacerlo también…

Desde bebé, tiene muy claro que no le gusta que la cojan en brazos, y grita porque le da miedo. Aunque cada vez se deja más, Mamífero lo hace muy bien, la coge de vez en cuando y le enseña las cosas que están por arriba de su rango de acción, con lo que le compensa, le genera interés y disfruta de la «altura».

Además de ser divertidísima, Maru es extremadamente cariñosa y sociable. Le gusta tanto el contacto que el simple hecho de mirarla y darle atención la hace ronronear. Muchas veces no puede decidir, y va de uno a otro, sentándose encima y volviendo a cambiar porque quiere estar con los dos a la vez, es puro amor ❤

Al ser tan jovencita, cada día hace un montón de cosas que nos hacen reír con sus inventivas, juegos, miedos, reacciones… Por lo que lo pasamos bien y las penas son menos con ella en casa, es un antidepresivo natural. Todavía le quedan unos añitos de trastear hasta que sea mayorcita, y una vida entera con su presencia en casa.

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

 

La niña buena

Del útero a tus brazos

Desde pequeña siempre me han llamado niña buena, para mí era normal escuchar los comentarios sobre lo obediente que era, lo noble, lo calladita… hoy día, mirando hacia atrás me pregunto qué diferencia hay entre ese “ser buena” y ser pasiva, complaciente en demasía, sumisa. Por otra parte, para que haya alguien “bueno” tiene que haber también alguien “malo”, pero eso, es otra historia…

Quizás por mi carácter “bueno” a veces me da mucha rabia ser “demasiado” respetuosa y “bien educada” y no soltar a tiempo la respuesta adecuada en el momento preciso. Es como si mi mente en ese momento se “enlenteciera” por miedo a faltarle el respeto al otr@ o a caer mal.

Y nada mejor que poner un ejemplo para ilustrar lo acobardado de mi carácter en ocasiones (algo que me estoy trabajando a nivel personal). En una reciente visita al centro de salud, en la que…

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Animales mamíferos: Joy

Ella llegó a nuestras vidas hace 4 años, y aunque lo primero que hizo fue bufarnos, nos enamoró desde el primer momento. Una amiga me dijo que se daba en adopción, una gatita de 7 años, de pelo largo, negra, preciosa.

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Mamífero y yo ya estábamos hablando de aumentar la familia gatuna, pensando en que Flip era mayor y me aterrorizaba que le pasase algo y no tener un alma felina en casa. Así que no me lo pensé y me puse en contacto con su familia. En seguida me dieron muy buenas vibraciones, su papá humano me habló de ella, y yo le conté sobre nuestro gato.

Ellos tenían que irse a Emiratos Árabes por temas laborales, y era inviable trasladarla a un lugar así. Así que con todo el dolor del mundo, le estaban buscando un hogar, y se preocuparon mucho de seleccionar a una buena familia. Así que quedamos en su piso para conocernos y ver como conectábamos. Son una familia muy agradable, y nos hablaron con mucho cariño de Joy, de como era, nos enseñaron incluso fotos de cuando llegó a su casa, tan pequeñita.

Joy es una gata muy tímida con los desconocidos, así que no quiso establecer demasiado contacto, solamente se acercó un momentito a coger unas chucherías de nuestra mano. Mamífero y yo sabemos que a los gatos hay que darles tiempo y espacio, así que no nos preocupó su timidez.

Días después, nos llamaron para decirnos que nos elegían para cuidar de su gatita, que difícil decisión. La despedida fue muy emotiva, tiene que ser horrible tener que separarte de tu gata… Sentíamos mucho que tuviesen que pasar por eso, fue realmente duro para ellos.

Nos dieron sus cositas: juguetes, rascador, papeles… e incluso unas bambitas de su hijo al que Joy adoraba, y es que además, a Joy le encantan los zapatos. Nos dieron también el contacto de una familiar por si por alguna razón no pudiésemos hacernos cargo de Joy, tener a quien recurrir. Pensaron en hacer todo lo mejor para ella, les estamos muy agradecidos por confiar en nosotros, y haberle dado tanto amor a Joy durante sus primeros años.

La llegada de Joy a casa fue dura, le costó mucho adaptarse. Ella se sentía extraña, en un lugar desconocido, con nueva familia, sin los suyos, y con olores de animales a los que no conocía. Los gatos son extremadamente sensibles, sobre todo ante los cambios, necesitan sus rutinas, sus olores, su territorio para sentirse seguros. Y a ella le venían muchos cambios de golpe, por lo que lo pasó muy mal.

Teníamos aprendidas las reglas básicas para adaptar a un gato a una nueva casa y familia, e intentamos hacerlo lo más poco a poco posible para no agobiarla. Primero estuvo un par de meses en una habitación grande, tranquila y solamente para ella y sus objetos conocidos con sus olores  (platos, rascador, arenero, juguetes…). A nosotros no quería ni vernos, le daba pánico todo, gruñía, bufaba, arañaba, se escondía…

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Decidimos no forzarla, para una gata asustada, lo mejor es dejarla que haga, a su ritmo. Mamífero y yo íbamos a pasar ratos a su habitación, cada día un rato más, siguiendo unas pautas para que se acostumbrase. Al principio tal como nos escuchaba llegar se escondía debajo de la cama y gruñía durante todo el rato. Nosotros nos limitábamos a estar, sin decirle nada, simplemente para que escuchase nuestra voz, sintiese nuestro olor y fuese viendo que no éramos una amenaza.

Así estuvimos unas semanas, sin apenas tener relación directa con ella. Nos llevábamos la comida, la cena y pasábamos ratos en su nuevo territorio. Hasta que poco a poco, sintió curiosidad, empezó a no esconderse tanto, y un día se acercó a oler la comida. Ese instante fue mágico, no pasó nada más, pero significó mucho: ella sentía interés.

Los acercamientos se volvieron rutina, y empezamos a premiarla cada vez que venía dándole algo de nuestra comida o chucherías. Pero no la podíamos tocar ni movernos mientras que ella estaba cerca, estaba todavía muy asustada. Lo siguiente fue jugar con su plumita, es algo que le encanta, y se le hacía irresistible no cazarla. Era otra manera de que nos asociase con algo divertido y a la vez, quemase toda la tensión que acumulaba.10891998_10205582440191463_1203559830463763994_n

Fuimos ganándonosla poco a poco, con avances y retrocesos. Cuando estuvo más segura con nosotros, la trasladamos al comedor, otra zona que tuvo que conocer poco a poco. Esos primeros meses, manteníamos a Flip en otra planta de la casa para que se hiciese suyo el terreno.

Cuando ella empezó a hacerse suyo el comedor y con nosotros la cosa iba más fluída, nos centramos en la convivencia de ambos gatos. Sabíamos que sería muy difícil, Joy no había socializado con gatos, así que se le hacía muy difícil tolerarlo. Empezaron oliéndose detrás de la puerta primero, intercambiando cosas con el olor del otro, tierras… Pero cara a cara siempre acababan mal, ella asustada, escondida, y Flip nervioso al sentir su pánico.

Y tras bastantes sustos y peleas, empezaron a compartir comedor, siempre con nosotros supervisando, pero los acercamientos eran imposibles, siempre a una distancia de rigor. Alguna vez han conseguido estar a menos de un metro comiendo, e incluso una noche, dormimos los cuatro en la misma cama sin problemas, pero no es lo habitual.

Aunque no tolera que se le acerquen demasiado, ha hecho grandes avances ya que es capaz de sentirse tranquila y segura estando con dos gatos más en la misma habitación. Su terreno sigue siendo el comedor-cocina en el que se siente segura, y cada vez más, hace inspecciones por el resto de la casa.

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Con Maru se lleva algo mejor, y nos las hemos llegado a encontrar durmiendo en el mismo sofá, incluso Joy se acerca a olerla por voluntad propia. Las podemos dejar juntas con tranquilidad, solamente hay algún bufido por parte de para marcar el terreno y la distancia.

A nosotros nos quiere muchísimo, es una gata dulce, mimosa, juguetona, divertida, curiosa, sociable, (con nosotros, cuando vienen visitas lo pasa mal)… Y es muy comunicativa, siempre que nos ve pasar, aunque esté dormida, nos llama para que nos acerquemos a acariciarla.

Es muy glotona y cuando cocinamos y comemos siempre está pendiente de lo que se cuece. Lo que más le gusta son los embutidos y todo tipo de carnes, pescado, el queso y los huevos. No somos partidarios de dar comida nuestra a los gatos, pero como con ella nos la ganamos por eso, de tanto en tanto le cae un caprichito.

Le dan ataques de locura jugando, corre, salta y araña la pared de la entrada, es su circuito personal. Sigue siendo muy asustadiza por lo que por cualquier ruido o movimiento inesperado la hace brincar y salir corriendo. También le gusta jugar a cazar hilos, plumas, y moscas, le vuelven loca, y si encuentra telarañas, ¡se las come!

Cuando está cariñosa es realmente muy, muy insistente (y nos encanta), no nos deja que paremos de tocarla, es muy tierna. Le encanta ponerse encima nuestro y no para de dar cabezazos pidiendo amor. Eso si, solamente quiere caricias en la cabeza, y lomo. Aunque le encante hacer la croqueta y enseñarnos la pancita, las otras partes del cuerpo casi siempre están prohibidas.

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Le encantan los abrazos, que la estrujemos con suavidad. En sus ataques de amor, a veces nos lame, y de vez en cuando nos da unas sutiles mordiditas que significan: te quiero pero ya me estoy agobiando, y entonces tienes que parar antes de que se enfade.

Tiene una manía muy entrañable, cuando ponemos un vídeo en el portátil o el móvil viene corriendo y empieza a darle cabezazos. Parece que le preocupan los sonidos agudos, las voces, y se quiere asegurar de que todo anda bien.

Tiene un tamaño grande, y es muy elegante. Su pelaje es sedoso y brillante, aunque se le hacen rastas de vez en cuando y nos va dejando manojitos de pelo negro por toda la casa. Toda ella es negra, pelo, patitas, nariz… pero tiene una manchita blanca en la barriguita muy graciosa.

Como es tan peludita, es la única que no busca el calor de la estufa o del fuego, y con el clima tan fresquito que tenemos aquí, está genial. Le gusta estar en la ventana o balcón tomando el fresco cuando es verano, y en invierno ponerse encima nuestro, o dentro de cajas de cartón a dormir.

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Es una gata adorable, somos muy afortunados de tenerla en casa. Los que no la conocen, la ven como una gata arisca, pero ella no es así, solamente tiene miedo a lo desconocido. Muchos al no saber como es en la intimidad, con nosotros, no entienden que la podamos querer tanto y que hayamos hecho tanto por integrarla, pero ella lo merece. Sufrió mucho separándose de su familia y le hemos dado todo lo mejor de nosotros para compensarlo. Jamás nos hemos arrepentido de traerla a casa, es una más de la família desde el primer día.

 

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Abrazos mamíferos ❤