3 meses, se hace mayor… y ¿ya se ha acabado mi puerperio?

Son las 2 de la mañana del 24 de mayo, a las 3:50 Biel cumplirá su tercer mes de vida extrauterina. Se nos hace grande, y se nota. Ha empezado a dar pasos de gigante en todos los aspectos, además de estar poniéndose cada día más redondito, grande y fuerte, además de gracioso. Ya no es un recién nacido dormilón, que no percibe apenas lo que pasa. Es un bebote atento a todo, vacilón, con muchas ganas de guasa, de interactuar constantemente y aprender muchas cosas.

Han pasado 3 lunas desde que nació. Había luna llena cuando empecé con contracciones, dos días antes de su nacimiento, tal como vaticinamos Mamífero y yo que me pondría de parto. Mis ciclos siempre han ido muy ligados a la luna, casi siempre me ha venido la regla cuando está llena ya que tengo ciclos de 28 días. Y en este ciclo, el sábado pasado que hubo luna llena, mi cuerpo ha decidió empezar a menstruar de nuevo. No esperaba que fuese tan pronto haciendo lactancia materna exclusiva, pero no me he librado…

Antes de que me viniese la regla, llevaba un par de días sintiéndome un poco más cansada y extraña. Pero ha sido una regla bastante suave y corta, como las que tuve ya después del embarazo de Aritz. Comparadas con mis reglas de antes, que eran abundantes, destroyers, dolorosísimas y de 7 días… esto es gloria! Apenas un leve sangrado de 3 días, un dolor lumbar suavecito y algo más de sueño y cansancio.

Dicen que el puerperio se acaba cuando tu cuerpo vuelve a ser el de antes… entonces, ¿se ha acabado ya mi puerperio?… Yo me encuentro estupendamente, pero, de todas formas, ni mi cuerpo, ni mi mente, ni nuestra vida es la misma de antes, en ningún sentido.

Volviendo a los avances de mi monete… esta mañana a las 8, se ha despertado a comer y se ha desvelado como de costumbre, un par de horitas en las que jugamos un ratito, y luego, si hay suerte, volvemos a dormir un par de horas más. Mientras jugábamos, se ha encontrado un pie, un gran momento en su vida!! De su cuerpo, hasta ahora solamente tocaba, jugueteaba y se miraba sus propias manos, y hoy se ha tocado su propio pie 😀

Cuando ha tocado ir a dormir otra vez, no estaba por la labor, el mundo es demasiado emocionante y excitante para él… Así que hemos probado con su amiga la teta, a la que ha dado toda la conversación que ha podido, por lo que no se ha relajado en absoluto. Como seguía sin vistas de dormirse, he probado relajándome yo (fácil, porque estaba medio dormida), estirada a su lado, usando un combo de dos técnicas: la respiración lenta y profunda (y haciendo mucho ruido), acompañada por el ruido blanco de fondo (podéis encontrar vídeos en youtube si queréis probar 😉 )

Se ha quedado muy calmado, mirando la pantalla del ordenador, de espaldas a mi, hasta que se le han caído los ojos. Él solito!!! Sin teta, sin acunarlo, sin paseos, ni mochila, caricias, o interminables intentos de despegarme de él sin que lo note. He alucinado, ha sido un gran logro que se durmiese sin estar enganchado a mi. En el par de horas que hemos estado cabeceando, ha ido despertándose cada 30 minutos para tomar teta, y luego, se giraba a mirar el ruido blanco, y se dormía.

Me encanta que estemos tan apegados y que se duerma tan a gusto a mi lado, pero también me alegra que pueda coger el sueño sin estar tan literalmente encima mío.Claro que todavía me necesitará mucho más, es muy pequeñito, pero si en ocasiones puntuales puede relajarse solito, ya es mucho!!

Después, por la tarde, se me ha dormido en brazos tomando teta, he estado un rato con él encima, y pretendía colgármelo en la mochila para hacer limpieza en casa como hacemos cada día. Lo he dejado un momento en el sofá para ponerme la mochila rápido, porque normalmente cuando nota que le dejo, llora. Pero no, se ha quedado plácidamente dormido. Me ha sorprendido mucho, y me he quedado unos minutos sopesando, pensando que poco duraría ese estado… Hasta que un (maldito) anuncio en el vídeo del ruido blanco (que gracia poner un vídeo para dormir a un bebé que te lo despierte porque entre medias hay publicidad…) le ha despertado. Como estaba a su lado, le he tocado diciéndole que no pasaba nada, y me ha mirado, ha sonreído, y se le han caído las persianas todavía con la sonrisa en la boca ❤

Le he dejado bien rodeado y con cojines para que estuviese seguro a la par que contenido, y he decidido aprovechar y ponerme a limpiar. Algo que me daba bastante pereza hacer con la mochila por el dolor de riñones que tenía, pero sin él encima, ha sido todo mucho más rápido y ágil. Ha estado casi una hora durmiendo, he podido barrer y fregar toda la casa, organizar cosas y poner una lavadora.

Cuando se ha despertado, plácidamente y de buen humor, sin sentirse extrañado por estar solito, en seguida me he acercado a darle besitos. Se ha puesto muy contento de verme, y ha seguido tranquilito, estirado durante 45 minutos… Tocando las flores dibujadas del sofá, hablándoles, cogiendo y chupando la manta, su sonajero de gatito y el elefante gritón-ahogado (se supone que pita cuando lo aplastas, pero lo metí en la lavadora y ahora suena a mojado…). Mientras tanto, he ido fregando los platos y limpiando la cocina, contestándole cuando hablaba, y asomándome a menudo para que viese que estaba allí. Él me miraba contento de saberme cerca, pero seguía a lo suyo, muy independiente, tan mayor!!

Un rato después, lo he dejado en su mantita de actividades con muñecos colgando, y se ha pasado también un buen rato entretenido dándoles golpes con manos y pies, cogiéndolos, y diciéndoles cositas. Más tarde, también ha estado estirado en mis brazos tranquilamente una hora mientras yo estaba con el portátil. Dando un par de chupadas a la teta, mirando un paquete de pañales e intentando agarrarlo, agarrando cualquier cosa con ambas manos y llevándoselo a la boca para probar que es… sin quejarse por nada. Y mientras cenábamos (si cenando los dos a la vez!!) se ha quedado a mi lado en el sofá con sus muñecos y abrazando a su amada manta (le gusta tanto que la coge diciendo AAAI se la lleva a la boca, la mira, le sonríe, la chupa… tiene una relación muy especial con su mantita lila ❤ ).

Después de cenar, y mientras me duchaba, se ha dormido en brazos de Mamífero, lo ha dejado en la cama, y allí se ha quedado. Hasta que se ha despertado y ha estirado los brazos y la cabeza haciendo una flexión (estaba boca abajo), y ha mirado a ambos lados de la cama para ver dónde estábamos. Me he acercado, y se pone tan contento de verme que me derrito… Obviamente, se no iba a durar mucho dormido porque querría teta, pero hemos vuelto a comprobar que se queda muy relajado, y que aunque nota que le dejamos, no salta la alarma de: no me abandonéis!! ni se despierta enfadado o asustado al verse solo. Seguramente, esto no sea así todas las veces, es normal que necesite nuestra presencia, pero es un gran avance que no siempre llore si nos alejamos un poco.

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Así leha dejado Mamífero en la cama ❤ 

Creo que ha sido el día que menos nos ha reclamado, y más rato ha estado por su cuenta, mucho más que nunca hasta ahora. Y lo importante es que ha estado a su rollo, pero a gusto, y no por necesidad nuestra, sino porque le apetecía. No ha llorado en todo el día, no se ha asustado por encontrarse solo, y se le ve feliz descubriendo cosas y consciente de que aunque no nos vea por un momento, estamos cerca.

Qué paz!! Viéndole dormir solo, me he he acordado de todas las veces que en estos tres meses, he aguantado a su lado incómoda, con hambre, sed, ganas de ir al baño… solamente porque sabía que me necesitaba a su lado un rato más hasta coger el sueño, y sentirse acompañado y seguro. Me he sentido muy bien de haberle dado lo que necesitaba, y seguiré haciéndolo, para que a su ritmo, pueda prescindir de mi presencia para relajarse. Creo que va entendiendo que estamos siempre, que no le abandonaremos y le daremos la compañía siempre que lo requiera.

Oh! ha decidido despertarse a las 3:50, que casualidad!! felicidades hijo 😀

Me lo pongo al pecho recordando la madrugada en que nació y al instante estaba chupando del mismo pecho, en la misma posición… Tres meses, se nos hace mayor este bebé… no me puedo creer todo lo que hemos vivido juntos ya, y lo que nos queda!!

Gracias por habernos elegido como padres hijo ❤

Así de apegados nos hemos despertado esta mañana, como buenos mamíferos altriciales, con Maru ronroneando encima de la cabecita de Biel ^_^

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Abrazos mamíferos ❤

Puerperio con y sin bebé

Desde que llegó Biel no puedo evitar comparar los embarazos, partos, y  sobre todo, este puerperio con el de Aritz, que distintos… Del embarazo ya he hablado durante todos estos meses, y del parto tengo pendiente escribir largo y tendido; así que me centraré en los post-partos por hoy.

Tampoco puedo evitar comparar a mis dos hijos, me emociono al mirar a Biel, que tiene los ojos iguales que su hermano, achinaditos como Mamífero. Según como lo mire, sobretodo mientras duerme, parece que esté viendo a Aritz y me parece tan bonito que pueda revivir esos instantes en que vi su carita…

El tercer día cuando me había subido la leche, me di una ducha, y al verme los pechos tan hinchados, recordé como me sentí cuando mis pechos se llenaron y Aritz no estaba. Reviví el vacío, el dolor de tener el cuerpo preparado para alimentar a mi hijo y no tenerle a él. Comparé la subida bestial que tuve con Aritz: que me produjo fiebre, quemazón y dolor durante días al no poder vaciarlos; con la plácida llegada de la leche con Biel: sin dolor, con mi hijo saciado y mi satisfacción al poder alimentarle. Tan diferente estaba siendo todo, que lloré de pena y de alegría a la vez, de tanta espera y tensión acumulada estallé, y solté…

Los loquios, es decir, la sangre y restos que se expulsan después de dar a luz, también han sido distintos. Con Aritz fueron más días, con coágulos, y un nudo en el estómago cada vez que veía la sangre que me recordaba lo vacía que me había quedado. Con Biel apenas me ha molestado, y la cantidad de sangrado disminuyó pocos días después del parto, pasando a ser un manchadito ligero.

Los entuertos, esos dolorcillos que son mini-contracciones para reubicar el útero y que vuelva a su tamaño, han sido mucho más efectivos al dar el pecho. Con Aritz sentía como me palpitaba el útero de tanto en tanto, recordándome las pataditas que ya no sentía. Se me hizo eterno el proceso, y la barriga que tantas emociones removía, parecía que no disminuía nunca. Tres meses después del parto, recuerdo perfectamente como me puse un vestido ajustado y se notaba tanto, que temía que me preguntasen si estaba embarazada…

Esta vez, sin embargo, los dolores de las contracciones al dar el pecho eran potentes, pero creo que no duraron ni una semana, lo mismo que tardó en desaparecer la barriga. En pocos días me quedé con el mismo peso que antes del embarazo, y ni un triste michelín de reservas de energía me ha quedado. Ahora soy feliz al poder vestirme con la ropa de siempre, mientras que en el postparto de Aritz me quedé en un limbo de no estar embarazada pero seguir barrigona.

En este postparto inmediato he sufrido las hemorroides más terribles que he tenido nunca, fruto de un expulsivo brutal de 5 horas, que han sido la secuela más molesta. Además también de unos puntitos por un desgarro de primer grado, ya que Biel salió bruscamente con ventosa… Suerte que tengo el suelo pélvico y el periné en muy buena forma y no he tenido mayores consecuencias, porqué con lo que llegué a empujar… Los primeros días sentía los bajos inflamadísimos, y no era para menos, porque tener el aparato ahí metido succionando un buen rato, y el tirón final, sin anestesia, y de golpe, fue muy doloroso.

Luego quedaron por curar los puntos, que molestaban al sentarme, levantarme, al estar mucho rato andando sentía presión, y escocían, además, uno de ellos estaba al lado de mis amigas almorranas. Para curarlos me lavaba con agua y jabón, y los primeros días también con infusión de tomillo, y secaba a conciencia con gasas estériles. Usé compresas de algodón ecológico y sin plásticos para que estuviese bien aireada la zona y sin productos agresivos. Y algo que me fue muy bien, tanto para los puntos como para las hemorroides, fue un gel de lidocaina, un anestésico local que me calmaba un poco el dolor. A los 10 días más o menos, dejaron de doler, pero picaban muchísimo y sentía la zona muy tirante, sobre todo después de lavarme. A los 15 días ya habían desaparecido y  las molestias también, solamente se perciben unos bultitos allí donde estaban.

El agotamiento y los dolores han sido llevaderos, supongo que las hormonas y tener a nuestro hijo me han ayudado mucho. Las primeras semanas sentía que los bajos me pesaban, mucha presión, como si se fuese a salir todo por ahí… Sobre todo después de andar un rato, al agacharme, sentarme, tener a Biel en brazos o en el fular un par de horas en pie…Esas molestias supongo que eran de la salida tan abrupta por el canal de parto, y desaparecieron también a partir de la segunda semana. Creo que la recuperación han sido buena y ràpida, y en gran parte se debe a que me sentí muy cuidada y respetada en el parto,  por lo que no he tenido que sanar emocionalmente ninguna herida, y he tenido mucha suerte en lo físico.

Con Aritz tardé mucho en recuperarme físicamente, tuve dolores pélvicos durante tiempo, tan molestos que pedí que me revisasen con una ecografía para ver si quedaban restos o algo estaba mal. Además tuve infección de orina, cándidas, una gripe, el cuerpo trastocado, la mente desubicada, las hormonas locas, además de anemia y la dichosa periodontitis. Me sentía agotada, tenía muchos achaques y síntomas que seguramente se magnificaban por la situación emocional en la que estaba. Puérpera, pasando mi cuarentena sin bebé, y escuchando desde primer momento eso de: eres jóven, ya tendrás otro.

Cuidar de un bebé es difícil, agotador física y mentalmente, y hemos tenido algunas crisis durillas, con lloreras y desesperación de mamá Mamífera al no saber que hacer. No tenemos tiempo para hacer lo mínimo, no duermo más de dos o tres horas seguidas, incluso menos, y estoy en un bucle permanente de: teta-pañal-consolar llantos y volver a empezar… Hay momentos en los que te preguntas hasta cuando aguantarás, pero, no se como, tiro adelante. A ver como se me da cuando me quede sola… supongo que simplemente, sobreviviré.

Pero, en general, el cansancio, la tristeza, el malestar, los dolores… todo, está siendo infinitamente más llevadero, más dulce, hasta los peores momentos, no tienen nada que ver. Tener a nuestro hijo con nosotros me da fuerzas para aguantar el dolor, el sueño, la desesperación y cualquier bache que venga. En cambio, sin Artiz no tenía dónde agarrarme, solamente por amor a él y por Mamífero me prometí seguir adelante.

 

 

Carta de agradecimiento a nuestro hijo Aritz

Hoy, ya que es un día señalado en conmemoración a nuestros hijos, quiero compartir con vosotr@s una carta que escribí para nuestro hijo Aritz. Dos semanas después de su partida, la madrugada del 21 de diciembre de 2014.

No os olvidéis hoy de encender una velita por todos ellos, a las 19h. en cualquier parte del mundo ❤

Os copio primero un fragmento que encontré después de escribir mi carta, que es muy simbólico, sobre el cambio de ciclo. Es una especie de oración wicca para el solsticio de invierno (Yule), que me parece muy hermosa, enlaza y describe muy bien como me sentía en esa transición…

» Esta es la noche del solsticio, la noche más larga del año. Ahora las tinieblas triunfan, y aún así queda todavía un poco de luz. La respiración de la naturaleza está suspendida, todo espera, todo duerme. El rey oscuro vive en cada pequeña luz. Esperamos al alba, cuando la gran madre dará nuevamente, a luz al sol, con la promesa de una nueva primavera. Así es el nacimiento eterno, donde el tiempo nunca se detiene, en un círculo que lo envuelve todo. Giramos la rueda para sujetar la luz. Llamamos al sol del vientre de la noche. Así sea. «

Rueda de la vida pagana

Rueda del año pagana

Esta es la carta de agradecimiento que le dediqué a nuestro hijo. La transcribo de mi libreta, traducida, ya que siempre escribo en catalán.

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Solsticio de invierno, la noche más larga, y el día más corto.

Hace dos semanas que te fuiste, y parece una eternidad… Han sido noches realmente oscuras y largas sin ti. Días, horas y minutos densos y difíciles. Una pesadilla que dura demasiado tiempo, y muy poco, para poder asimilarlo como algo real. Un fin demasiado abrupto.

Mi útero palpita, empequeñeciéndose por tu ausencia, y me recuerda cuando jugabas dentro de mí… A veces, sonrío recordándolo, y otras lloro, pensando en lo felices que éramos contigo y cuánto te echamos de menos. Tu nos enseñaste a serlo, cuánta felicidad cabía en nosotros, pequeño-gran maestro.

Nos regalaste seis meses de la más absoluta dicha, que aunque ahora parezca lejana y dormida, todavía revive con tu recuerdo. En cuanto recuperemos las fuerzas, la retomaremos, y crecerá con nosotros tu legado. Tú siempre estás, y permanecerás con nosotros, vivirás en nuestra alegría, y luciremos nuestra felicidad para que puedas expresarte en nuestras sonrisas.

Con nosotros queda el recuerdo de esos meses felices, en los que saboreamos contigo cada momento mientras te esperábamos, celebramos tu crecimiento cada semana, cada recuerdo, anécdota… Disfrutamos pensando en todo lo que queríamos hacer contigo, y para ti. Aprovechamos cada instante, por suerte, juntos los tres, cada día, amándonos. Tu padre nos cuidó muchísimo, no lo tuvo fácil, pero lo hizo a la perfección. Gracias a él llegaste a este mundo, y con su ayuda, creciste y viviste sano dentro de mí. Es un gran compañero, un padre amoroso y entregado… Sin duda, es con quién quiero seguir el camino de aumentar nuestra familia.

Gracias a ti hijo mío, he aprendido a vivir desde la calma, a sopesar lo que realmente importa. A dejar atrás lo malo, y quedarme con lo bueno, lo único que importa. Desde esta nueva perspectiva, me he reencontrado con tu padre, sin intención de cambiar nada de nosotros mismos. La única pretensión que tengo, es exprimir cada instante de felicidad, y apoyarnos en los baches. Con lo que hemos vivido, me he dado cuenta de que es el hombre de mi vida ( junto a ti ). No le ha superado el dolor, ha madurado con él. Es más fuerte de lo que pensaba, ha sabido contenerme en situaciones límite, desde el amor más puro. Le amo infinitamente, cada día que pasa más.

Tu etapa de vida terrenal, ha supuesto para nosotros una unión más firme, y nos ha hecho más fuertes. Hemos crecido, gracias a ti. Desde que anidaste en mi vientre, empecé a querer mejorar como persona, a moldear mis defectos. No quería hacerte daño con mis miedos, por ser demasiado ansiosa o negativa. Quise ver la vida de otro color para transmitirte la mejor versión de este mundo. Te estoy inmensamente agradecida por enseñarme a disfrutar el ahora, a valorar lo que tenemos. Eso ya es parte de mi nueva yo, la que quiero seguir siendo de ahora en adelante. He aprendido a confiar en mí misma, en mi fortaleza natural. A agradecer y respetar mi cuerpo como templo de la vida que es. 

Tu me diste la seguridad que me faltaba, y por eso, ni siquiera en los peores momentos, tuve miedo. No me asustaba el dolor, ni siquiera cuando estaba en urgencias se me pasaba por la cabeza  la idea de perderte. Confiaba, los dos lo hacíamos, queríamos creer que estabas bien. Solamente me angustiaba tu bienestar, que no sufrieras. Nunca temí por mi misma, sabía que podía con todo.

Fue una gran lección hijo mío, ahora sabemos que en un futuro, debemos confiar en nuestra capacidad, no dejar lugar al sufrimiento, es lo único que podemos hacer. El miedo a lo que pueda pasar no os llevará a ninguna parte, no cambiará nada. Solamente aportaría más angustia, y eso no quise trsnsmitírtelo a ti, ni lo haré con tu/s herman@/s.

De la confianza y la seguridad, debemos sacar la fuerza y la entereza para luchar por nuestros derechos y una atención médica y emocional dignas. Contigo he vivido una dura experiencia, sumada a un trato indigno, que no vamos a volver a permitir. Me enseñaste que puedo parir, mi cuerpo sabe hacerlo. Nadie me va a decir como hacerlo, no me van a hacer sentir que ese proceso no me pertenece, nunca más. Gracias por permitirme tener esa experiencia tan empoderante.

Has sido tan buen maestro, en una vida tan corta, has cambiado tanto… y lo sigues haciendo. Soy otra, ya no somos los mismos. Seguiremos ese camino que nos has mostrado, contigo en otra dimensión, pero a nuestro lado. Y allí estarás, como referencia, cuando la cruda realidad nos vuelva a dar en la cara. Con lo que hemos aprendido, y lo que seguiremos cosechando, sabremos enfrentar y aprovechar lo que venga. 

Pasan los días, dolorosamente, nos alejan en un espacio físico y temporal. Tu alma, está con nosotros, eterna. Tan eterno como el vacío físico que dejaste en nuestra familia, eres irreemplazable. De la misma manera que la tristeza y la nostalgia me atrapan, también me invade la gratitud de haberte dado la vida, de haberte gestado, amado, parido y conocido. Todo lo que hemos vivido contigo e incluso, lo que imaginamos y nunca ocurrirá, es un bonito recuerdo. 

A partir de hoy, afortunadamente, las tristes noches, la parte del día más difícil de superar, se acortarán. Darán paso a la luz, día a día, en una transición lenta y dolorosa. La naturaleza es así, todo sigue, transmuta, y cuando te das cuenta, estás en algo totalmente distinto. Pasarán días eternos, llenos de dolor, indignación, ira, resentimiento, pena y vacío… sin ti. Cada uno de los días a partir de ahora, estará cojo, falto de una pieza clave. Espero que aprendamos a transitar esta nueva realidad imperfecta. Poco a poco, el cambio de ciclo nos llevará a la dulce primavera. Aquella en la que deberías haber nacido, si todo no se hubiese precipitado… Y entonces volveremos a llorarte, y a sonreírte. 

Cada día te recordaremos, existirás en nuestras nuevas alegrías y deseos, serás la luz guía de nuestras esperanzas. Seguramente caigamos muchas veces, empezar nuevos ciclos sin ti será duro. Pero sabremos disfrutarlos también en tu honor, como hacíamos tiempo atrás contigo. Aprovechando cada momento, cada oportunidad. 

Te queremos hijo, eres y serás parte de nuestra vida. El primer tesoro vital que hemos creado. Nunca, jamás, te olvidaremos. Siento una inmensa gratitud de haberte dado la vida, junto a tu padre. Si volviese atrás en el tiempo, volvería a buscarte y a disfrutarte, aunque implique volver a perderte.

Pequeño Aritz, eres un alma preciosa, irrepetible, un bebé perfecto. Gracias por existir. 

T’estimem, ara i sempre Aritz.

Emabarazada de tres meses :)

Embarazada de tres meses de ti 🙂

 

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Abrazos mamíferos ❤

Resultados de la necropsia de Aritz

Le precede la entrada Trámites después del parto de Aritz

Poco después de un mes del parto, recibí la llamada del hospital. Habían llegado los resultados, y justo esa semana tenía la cita de postparto con mi ginecólogo, así que no hizo falta que me diese hora. Impacientes, llegamos ese día a la consulta, y tuvimos que esperar un rato que se hizo larguísimo. Iba concienciada de que sería un día desagradable, que el ginecólogo seguramente seguiría en su línea de frialdad, y me predispuse a ser fuerte para afrontarlo.

Cuando entramos, buscó un sobre, era marrón y acolchado, y sacó unos papeles de dentro. Yo no hacía mas que pensar si estarían las huellas, y como no dijo nada, y para no hacerme ilusiones, pensé que no habrían podido. Mientras sacaba y desdoblaba los papeles, nos fue explicando que no habían encontrado nada concluyente. Gran decepción, esperaba que encontrasen una explicación… Dijo que el bebé había muerto a causa del desprendimiento de placenta, cosa que ya sabíamos, y que además le habían encontrado neumonía aguda.

Dijo que era muy extraño, que no entendía a qué podía deberse ya que dentro del útero no respiran (obvio…). Tanto el líquido, como el cordón y las membranas tenían una infección, pero no se sabía como había llegado hasta allí (según él, apareció sin más..). Pensé que debía pensar que éramos tontos, ya que un bebé en el útero no respira, pero si que traga líquido amniótico, el cual estaba infectado, así que por eso nuestro hijo tenía neumonía. Me dio la sensación de que no nos quería dar muchos datos, ni que le hiciésemos preguntas, ya que en seguida cambió de tema. Le pregunté si podía ser debido a mi infección de orina, y me lo negó. No le creí. Dijo que no valía la pena darle más vueltas, que estas cosas pasan, que no tiene por que volvernos a pasar ya que el bebé estaba perfectamente formado y sano hasta entonces, así que simplemente tuvimos mala suerte. Me sonó a discurso psicológico barato, no consideraba mis preguntas, no quería aclarar mis dudas, y respondía con evasivas del tipo: tenéis que olvidaros y buscar otro bebé. Con la «tranquilidad» que nos dio, y sus pocas explicaciones, no era como para ponerse a pensar en un nuevo embarazo, la verdad…

Al menos, tenía para nosotros una grata sorpresa: sacó de entre los papeles medio folio con unas huellitas diminutas… Las dos manitas y los dos pies, que se veían muy bien. Cuando las vi se me llenaron los ojos de lágrimas… Lo habíamos conseguido, eran sus huellas, la única prueba física que tenemos de su existencia. Eso nos hizo compensar las pocas explicaciones que nos dieron, y salimos de la consulta aliviados por tener un recuerdo, nuestro tesoro. Cuando le hecho mucho de menos, las saco, las toco y le digo cuánto le queremos…

Lo comparto con vosotr@s:

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Otra vez, salí de la consulta sin que me preguntase como estaba, y eso que era la visita postparto. No estuvimos allí más de cinco minutos. A mi tampoco se me pasó por la cabeza con tantas emociones. Pero igualmente, como ya os conté en la entrada sobre mi puerperio sin Aritz, ya me había preocupado yo de ir a ver a mi comadrona, a la médico de cabecera, y de pedir una ecografia. Así que si hoy estoy viva y sana, no es precisamente por la atención médica de mi ginecólogo.

Una vez en casa, y con la intranquilidad de no haber sacado nada en claro, me puse a leer detenidamente las hojas del informe. Me pasé una semana consultando en internet cada palabra, cada síntoma que tuve. Me bajé y revisé complicados y extensos textos médicos sobre corioamnionitis, sus causas, consecuencias y el tratamiento. Concluí que la razón más probable por la que mi hijo pudo ponerse enfermo fue mi infección de orina. No tuve ningún otro síntoma ni infección, y como leí, las bacterias pueden llegar hasta el útero, en raras ocasiones, pero puede pasar. Me hicieron montones de tactos las semanas previas al parto, lo que aumenta la probabilidad de que las bacterias puedan subir y llegar al bebé. Tampoco supe cuando fisuré la bolsa, debido al sangrado, que me impedía discernir si tuve pérdida de líquido amniótico,  y si estuve con la bolsa rota un par de días la infección pudo extenderse a sus anchas. Me indicaron tomar paracetamol cada 8horas para los «dolores», que resultaron ser contracciones, así que la última semana antes del parto lo tomé. El paracetamol es antitérmico y por eso nadie cayó en la cuenta de que podía estar con fiebre (infección), sin que tuviese la temperatura alta.  Pero en ningún reconocimiento, ni en mis visitas a urgencias, me hicieron cultivos, ni amniocentesis para saber si tenía infección en la bolsa. De pura suerte me salvé de que la infección pasase a mi sangre y estuviese en riesgo mi vida. Estas son mis conclusiones, ya que no me han dado más explicaciónes. Pero me cuadran a la perfección, y justifican por qué querían despacharme tan rápido y que no me cuestionase por qué no se dieron cuenta antes de que tenía tal infección como para llevarse a mi hijo, y ponerme a mi en peligro.

Lo único que tenemos son sus huellas, y el informe, que es dónde están todos sus datos médicos. Esto, junto con los papeles de mi embarazo y ecografías, lo guardo como oro en paño. Es lo más parecido a su documento de identidad pero con datos tan precisos y extraños como: cuánto pesó su estómago, cerebro, pulmones… Lamentablemente, en el lugar dónde debería aparecer su nombre, se lee: «feto de» y mi nombre…

Os comparto lo datos más significativos, al menos para mi:

Aritz midió 30,2 cm y pesó 640 gramos. Sus pies medían 4,1cm, y su cordón 19cm.

Su peso y medidas eran concordantes a su edad gestacional. Sin malformación alguna ni ningún órgano dañado.

Su diagnósitco:

*Placenta con corioamnionitis aguda moderada, con áreas de infarto focal y hematoma marginal.

*Funisitis aguda.

*Neumonía aguda intrauterina masiva bilateral.

*Sistema nervioso central y glándulas suprarrenales con signos de autolisis que limitan el valor diagnóstico histológico.

Tengo pendiente ir al hospital dónde le realizaron la necropsia, para pedir una segunda opinión, y para ver si guardan en el registro alguna fotografía. Es un trámite doloroso, pero que quiero hacer, ya que es lo único que nos queda por intentar. Se de muchas familias que han conseguido fotografías incluso años después, no en todos los hospitales las tienen, pero por intentarlo, que no quede… Este verano nos decidimos a ir, la verdad es que nos costó mucho y pasamos muchos nervios. Tenemos el hospital a dos horas de casa, y aprovechando que nos surgió una gestión que hacer por allí, fuimos sin llamar antes ni pedir cita, improvisando.

Al llegar allí, vi un edificio con un cartel que indicaba anatomía patológica, y tuve la sensación de que nuestro hijo estaba allí. Me entristeció, pero a la vez, era como visitarle, y me emocionó pensar que posiblemente estábamos muy cerca después de tanto tiempo separados… Como ya os conté, no quisimos enterrarle ni realizar ningún otro ritual, así que el único lugar «físico» donde podía estar, o dónde sabemos que estuvo por última vez, es en ese edificio. Eso me hizo replantearme si me hubiese gustado tener un lugar al que ir a visitarle. Todavía no lo tengo claro, ya que, no me gustaba la idea de relacionar un lugar con él, prefiero imaginarle, y le siento, cerca de mi espiritualmente. Pero, inevitablemente, ahora para mi ese hospital es como su «tumba»… Y no es un lugar bonito de visitar, ni de tenerlo como referencia… Así que no sé que es peor.

Entramos al hospital, y me tocó explicárselo a una administrativa, que me mandó a otra administrativa, la cual, nos dijo que la persona que hacía ese tipo de peticiones no estaba. Le pedí si me podía dar un teléfono y cuando encontrarla para no tener que hacer otro viaje en balde, y me lo facilitó. Pero ahí quedó la cosa, no he vuelto a tener fuerzas para llamar, así que, lo dejo para más adelante. Espero tener fuerzas para poder hacerlo y contároslo algún día…

 

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Abrazos mamíferos ❤

Puerperio sin Aritz

Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera noche… Cada acción y todas las siguientes me recordaban que él no estaba con nosotros.

Cada vez que me quedaba un rato sola, lloraba, me hundía, me enfurecía, me desbordaba la cruda realidad y me consumía la impotencia. Yo dejaba las lágrimas salir, y pasaba horas en la más profunda tristeza, vivéndola, dejándole el espacio que necesitaba. Cuando mi pareja notaba que había estado llorando, me abrazaba, me acompañaba y nos desahogábamos juntos.

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Los desajustes hormonales propios del puerperio, ya te dejan bastante emocional aunque no hayas tenido un parto traumático. Y cuando no tienes a tu bebé para compensar con ésos subidones de oxitocina y endorfinas, la situación y la carga hormonal te superan. Los días de sangrado y los dolores de los entuertos lo hacían más insoportable. Es mucho tiempo, y quieres retomar el ritmo habitual, pero el cuerpo te recuerda tus limitaciones.  Estaba no-embarazada, pero tampoco me ubicaba en ningún punto del ciclo menstrual. Me hacia sentirme todavía más perdida, ajena a mi cuerpo. Estar casi durante cuarenta días expulsando todo aquello que acompañaba a mi hijo dentro de mi, era como despedirme lentamente, día a día, de lo poco que en éste mundo físico quedaba de él. Ahora me doy cuenta de que, simbólicamente es sanador, el cuerpo tiene su ritmo, no pasas de cero a cien en un día. Es un proceso paulatino de reencuentro contigo misma y de adaptación a la nueva realidad.

Un par de días después del parto, tuve un poco de fiebre, y se empezaron a hinchar mis pechos… Mi mente, y mi cuerpo esperaban a mi hijo, todo estaba preparado, y él no estaba. Tuve leche durante un par de semanas, fue doloroso físicamente, y emocionalmente devastador… Pero de ésto ya hablaré en otro post más detalladamente. Además, como os conté en la entrada Resultados de la necropsia de Aritz, tuvimos que hacer las gestiones para autorizarla, lo que supuso tener que volver a ese hospital dos días después del parto, ver a mi ginecólogo, y volver para recoger los resultados un mes más tarde.

La primera semana, cogí un resfriado fortísimo, y también me apareció un eccema muy molesto en la cara. Además tenía mucho dolor pélvico.  Aprovechando que hablé con mi comadrona, le pedí cita para verme, revisarme y hablar un poco. Me hizo un tacto para ver si se iba cerrando el cuello del útero, y me hizo muchísimo daño. Le insistí en que el dolor que tenía me preocupaba, que lo tenía desde antes del parto. Cada vez que orinaba, me sentaba o levantaba, sentía fuertes pinchazos. Así que me hizo una tira de orina y salíó que tenía infección. Me indigné, ya que lo intuía, mi ginecólogo me dió largas los últimos meses del embarazo (habiendo tenido infecciones recurrentes durante el embarazo), llevaba un par de meses quejándome, yendo a urgencias, y no hicieron cultivo hasta que fue demasiado tarde…

Empecé a notar también, que además de sangre, empecé a expulsar unos trozos de tejido de un par de centímetros. Me preocupé, ya que mi ginecólogo traccionó el cordón umbilical, y eso podría haber hecho que quedasen trozos de placenta, con el peligro que éso conlleva. Me agobié mucho, no quería volver a ése hospital, y la posibilidad de tener que pasar por un legrado, después de todo, me ponía de los nervios.

Conseguí que me diesen hora un par de días después para una ecografia, para descartar que hubiesen restos. Mientras tanto, y gracias a la asociación Dona Llum, tuve la suerte de que una comadrona fantástica, me ofreciese su numero personal. Así que pude consultarle a ella, le envié fotografías de lo que iba expulsando, y me aconsejó con mucho cariño y profesionalidad. Me recomendó también tomar probióticos, ya que con los antibióticos (siempre debe hacerse, pero nunca nadie me lo dijo) la flora se desequilibra y por eso después de cada toma, enlazaba con los hongos. Mientras esperaba al día de la ecografia, me dijo que estuviese atenta y acudiese a urgencias si tenía hemorragias fuertes, dolores intensos, mal olor, fiebre… Ella me transmitía seguridad y mucho de soporte emocional, simplemente haciéndome sentir escuchada, y se preocupó de ir sabiendo como evolucionaba. Esa atención tan personalizada y humana no la he encontrado jamás en la seguridad social.

En la ecografía no encontraron restos de placenta, todavía quedaba algo por expulsar, pero se suponía que eran sólo coágulos. Así que volví a casa algo más tranquila, y vigilando los síntomas hasta que acabase la cuarentena.

Pasaron un par de semanas y, aunque noté mucha mejoría después del antibiótico y el probiótico, y conforme fui expulsando los coágulos los dolores aflojaron, no acababa de sentirme bien del todo. Además estaba débil, después de tanto sangrado, seguro que tenía anemia. Así que pedí cita con mi doctora de cabecera. Ella consultó mi historial, y vió que el día del parto me habían hecho citologia y cultivos y di positivo en cándidas e infección de orina. Menos mal que decidí insistirle a mi comadrona y ella me encontró la infección semanas antes, que si fuese por los del hospital todavía la tendría…  Me dijo que los antibióticos que tomé eran los adecuados para la bacteria que tenía, así que la infección debía de estar solventada. Me recetó óvulos para los hongos, pero como no tenía molestias (los probióticos debieron irme muy bien para regular la flora), me dijo que no hacía falta que los usase si no volvían a aparecer.

Fue muy amable, escuchó todos mis síntomas, y me programó analíticas y estudio hormonal para ver como estaba de todo. Me dijo que era normal tener el cuerpo «loco», y que en mi caso, el estrés que había sufrido podía desencadenar que me bajasen las defensas y enfermase. En los resultados me detectaron algunas hormonas alteradas, debido a que hacía muy poco del embarazo y aún tardarían en volver a la normalidad. Las defensas altas, por las infecciones recientes. Y anemia, así que empecé a tomar hierro durante un par de meses.

Después me revisé en el dentista, que me dijo que tenía periodontitis. Debido a las hormonas del embarazo me había avanzado muy rápido. Eso me deprimió bastante, quería estar sana, y me daba la sensación de que no acabaría nunca. Así que me tuve que hacer un raspado completo, muy desagradable y caro, pero era necesario de cara a un futuro embarazo tener las encías sanas.

Sufrí durante meses, pesadillas por la noche y flashbacks durante el día con imágenes del parto. Los días, las horas, los minutos…. se hacían eternos. Deseaba que pasase el tiempo para estar más lejos de ése presente tan doloroso. El peor momento del día era la noche, irme a dormir sintiéndome vacía… se me hacía muy duro. Me había acostumbrado a dormirme hablándole, acariciándome la barriga, darle las buenas noches y decirle cuánto le queríamos… Recordaba como era coger postura en la cama y sentir como él se recolocaba, adaptándonos el uno al otro. Me sentía muy sola sin él, me costaba horrores dormirme.

Por las mañanas no era mucho mejor, despertarme literalmente de una pesadilla, tensa y agotada, y darme cuenta que mi vida era una pesadilla en sí misma. No sabía si era peor seguir dormida o despertarme. Mi pareja, que siempre se despierta antes que yo, iba viniendo a ver si me podía despertar. Me dejaba toda la tregua que pedía, fue muy comprensivo. Vivir ésa realidad era insoportable, todo me recordaba a mi hijo, al parto… Cuando estaba embarazada de Aritz, por la mañana, me quedaba un rato estirada, pendiente de sus movimientos, ésos momentos eran pura felicidad. Después venía mi pareja con el desayuno, y le explicaba orgullosa, todo lo que había hecho nuestro hijo. Así que el cambio drástico de rutinas hacía que por la noche tuviese insomnio, y por las mañanas estaba tan agotada y deprimida que no podía levantarme.

Con mi pareja pude hablar de todo lo que sentía, lloramos juntos todo lo que necesitábamos, y estuvimos muy unidos. Por suerte, él estaba de baja, así que pudimos permitirnos vivirlo en casa, juntos y sin prisa. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos sanarlo, y quedarnos con la parte bonita. La felicidad que nos trajo su llegada a nuestra vida, como nos unió, la alegría de los meses de embarazo y de cada pequeño avance, todo lo que hemos aprendido… Por respeto a nuestro hijo, no queremos recordarle con tristeza, él nos trajo luz, así que debemos recordarle con una sonrisa. Para poder llegar a ése punto, tenemos que soltar todo lo negativo, y conseguir estar cada día más en paz con lo que sucedió. Tenemos claro que el dolor y su ausencia son imborrables, pero intentamos vivirlo con naturalidad, sin pretender no estar rotos, pero tampoco anclarnos en la rabia o la depresión.

Necesitábamos, nos faltaba, tener un recuerdo suyo. Nos dolía quedarnos con las manos tan vacías. Le dije a mi pareja que quizá podíamos pedir que nos guardasen sus huellas, o una fotografía, y estuvo de acuerdo conmigo en pedirlo. Nos daba miedo que fuese demasiado tarde, pero queríamos intentarlo. Nos hacía muchísima ilusión podernos hacer un tatuaje en su honor con sus huellas. Y lo pedimos, nos costó y no nos aseguraron nada, (os lo cuento aquí). Todavía tenemos pendiente hacernos el tatuaje, en cuanto podamos.

Tanto él como yo, preferimos pasar esos momentos en la intimidad. No quisimos ver ni a familiares ni amigos. A lo mejor otros buscan apoyo, pero nosotros no lo necesitamos. En casa nos sentíamos cómodos, seguros y libres de empezar el duelo a nuestro ritmo. No es que nos encerrásemos en nuestra tristeza, es que no nos sentíamos preparados para compartirlo. Pero, yo parí el 7 de diciembre, así que, en poco tiempo se nos echaba encima la Navidad. No nos apetecía en absoluto. Ése año tenían que ser unas fiestas especiales, con nuestro hijo, y todos nos habían preparado regalos para él. Así que se hacía muy cuesta arriba, nos hubiese gustado posponerlas, parar el tiempo, saltar ésos días…

Poco más de un mes después del parto, el 10 de enero, empecé a manchar un poquito, y tres días más tarde vino mi primera menstruación. Me alegró mucho poder volver a coger el «ritmo», identificarme otra vez con mis ciclos. Fue muy suave, yo siempre las he tenido muy abundantes, de una semana larga y mucho dolor. Las siguientes también fueron así, solamente un día fuerte, un par de manchado ligerito y sin dolor. Me sorprendió gratamente que fuese tan fácil y agradable volver a menstruar. A partir de entonces, ya podíamos empezar la cuenta atrás, 3 ciclos para volver a buscar un nuevo embarazo. Me daba vértigo, mucho miedo… pero era la única ilusión que teníamos a la que acogernos. Así que le echamos paciencia, ganas, ilusión, y valentía. Así que empezamos a hacernos a la idea de hacia dónde iba nuestra nueva vida… y nos ha llevado a reencontrar la felicidad con el bebé que estamos esperando.

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Abrazos mamíferos ❤