Más síntomas de embarazo

Después de publicar la entrada de ayer, me di cuenta de que me dejé varias cosas por contar. No son de gran importancia, pero son síntomas y sensaciones que quiero tener recopilados en el blog, para cuando quiera revivir el embarazo, y así de paso, me contáis si os pasan o han pasado también.

Algo que me agobia bastante es la falta de aire, que hace meses que me pasa, pero cada vez es más y más angustiosa. Empezó siendo un ahogo cuando subía escaleras, o hacía algún esfuercillo, lo normal en un embarazo. Y ahora es mucho más fuerte, y me pasa haciendo cosas mínimas, como estar demasiado rato de pie. Sobre todo ahora que Biel pesa sus dos quilos y pico, y se mueve más cuando estoy de pie, siento como se me cansa la barriga con sus zarandeos y me cuesta respirar.

Me pasa también cuando entro en sitios que tienen calefacción, ya de por si la tolero poco, me entra mucho agobio del contraste de temperaturas, y ahora además, me pongo colorada y siento que me falta oxígeno. También si estoy mucho rato sentada, con la presión en las costillas siento que no lleno los pulmones del todo. Como mejor estoy es estirada de lado con las piernas semiflexionadas y un cojín entre ellas, pero también se me resienten las lumbares y el culo por el peso extra. Cualquier postura mantenida demasiado tiempo me acaba dando algún dolorcillo, así que tengo que estar cambiando a cada rato.

Por suerte ni los dolores de espalda ni la ciática me están dando mucha guerra, lo normal siendo el final del embarazo, estirando bien, vigilando la postura y los movimientos, lo llevo bastante bien. Imaginaba que lo pasaría peor con eso ya que siempre he tenido muchos problemas.

No está siendo un invierno especialmente frío, por lo que no me abrigo demasiado y evito los golpes de calor. También siento que por las noches tengo calores, duermo sin ropa apenas, braguitas y camiseta de tirantes, y cuando me despierto para ir al baño en medio de la noche, siento la piel ardiendo, sobre todo la barriga, no llego a sudar, pero desprendo muchísimo calor corporal. Sé que es normal estar alta de temperatura durante todo el embarazo, pero últimamente lo noto más que en meses anteriores.

Otra cosa que me pasa, de esto hace mucho, es que cuando bebo agua, o tomo algo fresquito Biel pega botes. Es debido a que como le queda el estómago encima, debe de sentir el frescor, y se queja pegándole golpecitos al vecino de arriba. Es algo normal que les pasa a casi todas, pero me hace gracia. Especialmente desde que se que está en cefálica, y que justo debajo de mis costillas está su culete, por lo que me lo imagino notando el frescor en las posaderas, y revolviéndose indignado.

Hace un par de semanas, calculo que desde que se giró y encajó la cabeza, me apetece mucho sentarme modo indio. Con las piernas cruzadas y bien abiertas, algo que siempre he hecho, pero que ahora me lo pide el cuerpo, como si necesitase darle más espacio. Creo que hace un efecto similar al de la pelota de pilates, que hace que se encaje bien abajo.

En estas últimas semanas también, he escuchado los movimientos de Biel. Es decir, cuando se mueve bruscamente, me suena la tripa, como un ruido hueco de vísceras (una especie de clic), no se como describirlo…

Han vuelto las náuseas, no son tan fuertes como en el primer trimestre por suerte, ni de lejos. Pero si que por las mañanas con el estómago vacío me dan asquitos, y algún día me han entrado ganas de vomitar, aunque no lo he hecho. Sobre todo cuando como de prisa, Biel se mueve mucho, o tengo muchísimo hambre. También ha regresado el olfato perruno, se ha vuelto a agudizar como en el primer trimestre, por suerte, no vomito con los malos olores ni me mareo tanto con los perfumes como las primeras semanas.

No he tenido ni una contracción, ni una!! Ni dolorosas, ni de Braxton Hicks, ni un amago de dolorcillo por el estilo, ni la barriga dura, ni me duele la barriga cuando me canso o Biel se mueve bruscamente… Nada de nada. Dicen que muchas ni las notamos aunque las tengamos, vete a saber. Yo espero seguir así al menos hasta que cumpla las 37 semanas. Se que son normales, que preparan el útero, pero yo soy feliz sin sentirlas. Ya tuve muchas en el embarazo de Aritz, y nunca fueron de las indoloras, pasé directamente a contracciones de parto dolorosas desde la semana 17. Así que no se ni como son las que no duelen. En este embarazo creo que me libraré de ellas hasta el parto o poco antes.

Y bueno, los topicazos del embarazo que están desde primer momento y seguirán son:

  • Muero por un bocata de jamón, es lo primero que quiero cuando haya parido. Cuando paso en el supermercado por la sección de ibéricos, o por alguna tienda de embutidos de por aquí, babeo, literalmente… El cuerpo me lo pide, es superior a mi.
  • Me río mucho, risa tontorrona y fácil que es difícil de parar cuando me da. Es de lo mejor que tiene el embarazo, me pego unas risas con Mamífero, e incluso sola!! que ni estando contentilla, es muy divertido.
  • Me desconcentro mucho, no puedo acabar los libros que tengo a medias… Así que me he pasado a buscar cosillas por internet, leer blogs y cositas amenas porque me pierdo en seguida, tengo la cabeza demasiado a tope. Por lo mismo, estoy despistada, olvidadiza, y torpe también, además de tener el equilibrio anulado del todo.
  • No me crece el bello, y si lo hace, lo hace muy lentamente y en menor cantidad. En el embarazo de Aritz también me pasó, y seguí así unos meses postparto también. Había leído que a muchas mujeres les crece todavía más, pues a mi, al contrario, lo que es de agradecer. En las piernas me crece solamente en algunas zonas, y en las axilas, pues no lo se, porque desde que me depilé hace… ¿3 meses? (algo que he hago de uvas a peras porque no me obsesiona ser una barbie lampiña), no veo pelos. Tampoco me ha salido línea alba, ni creo que lo haga a estas alturas.
  • Como el estómago ha ido desplazándose e instalándose donde buenamente podía, me cuesta identificar el hambre, y es muy raro escuchar que suena en sitios distintos. De las 20 a las 30 semanas más o menos, lo sentía un poco más arriba de los riñones hacía detrás, y lo confundía a veces con dolor de espalda. Ahora está muy arriba, y es difícil a veces diferenciar si tengo mucho hambre o estoy llenísima.
  • Gases, a tope, aumentando el efecto invernadero como las vacas, metano puro. Con las digestiones tan lentas y el poco espacio físico para contenerlos, salen por arriba y abajo sin parar. Y es que, si no salen duele, y no entra nada más, eso seguro, hay que hacer espacio.
  • Estoy amorosa, ñoña, sensible, oxitocínica perdida. Es mirar a Mamífero y me derrito. Le miro y pienso: pero que guapo se está últimamente mi mozo! Y si, está guapo, pero guapo como siempre, pero yo lo veo más. Y ya cuando tiene gestos amorosos, de cuidarme o de padrazo, eso ya es el colmo de la ternura… Como están las hormonas de alborotadas…
  • Me agobio y me preocupo extremamente por tonterías, y me dan taquicardias pensando lo peor. Por ejemplo, si no encuentro a uno de los gatos (cosa que pasa a menudo porque ellos son así, se esconden y no salen por más que les llames), me vuelvo loca dando vueltas por la casa, me da la paranoia de que se han escapado, se han tirado por el balcón, o cualquier desgracia… Y eso que he tenido gatos toda la vida y se que no debo preocuparme por esas cosas, que siempre aparecen en cualquier rincón…
  • Sueño cosas raras, intensas, muchas son pesadillas, y a menudo también sueño que como, mucho en grandes cantidades cosas que me gustan mucho. Sobre todo dulces, y eso que no soy golosa, pero si que últimamente me apetecen guarrerías dulzonas. Yo querría tener sueños bonitos, plácidos, con mi bebé, pero mi cabeza va por libre… He soñado con abortos y momentos angustiantes en el hospital del horror, citas en el dentista terroríficas, abandonos, Mamífero teniendo un lío con otra chica, broncas familiares… Y el otro día soñé con mi parto, pero este no era desagradable, era bonito.

 

Seguro que se me ocurren más cosas… ya haré más posts si hace falta XD

Contadme vuestras cosillas rarunas de embarazada, o las de vuestra pareja, seguro que os pasan un montón de cosas curiosas que antes no, ¿verdad?

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

 

 

 

Un aborto más…

Como os dije en la entrada de ayer, hoy os comparto como me sentía quince días después de mi último aborto…

Mañana tengo que ir al hospital, la última vez que pisé ese lugar fue para recoger la necropsia de nuestro hijo. Nada más pensarlo me entra pánico, y se agolpan en mi cabeza imágenes. Revivo el parto, la primera ecografia y el feliz sonido de su corazón, y la última en la que no había latido… el miedo y la angustia de las visitas a urgencias, la ilusión con la que acudíamos a los controles, la frialdad de mi ginecólogo diciéndome que era un «aborto», cuando nos dijeron que era un niño y pudimos llamarte Aritz… 

Recuerdo tanto lo bueno como lo peor, supongo que mi cabeza necesita compensar tanto dolor con las imágenes felices. Gana la tristeza ahora mismo, la melancolía, el vacío, le hecho de menos… Nunca más volveré a tener un embarazo tan feliz, las buenas esperanzas siempre andarán teñidas de inseguridad, miedo y angustia.

He vuelto a perder un embarazo, otra vez. Duele, son tantas veces, tanto tiempo luchando… Pensaba que con el embarazo de Aritz, los abortos tempranos se habían solucionado, que algo había cambiado, pero no. 

Pasamos el proceso en casa, lejos de ese hospital maldito, ya conozco a mi cuerpo y se lo que debo hacer. Quise afrontarlo en la intimidad, a mi ritmo, con calma, sin protocolos ni violencia. Mi cuerpo y mi mente, así como ese bebé, me pedían nido, paz, cariño. Sabía que debía evitar los miedos y el estrés, para poder fluir. 

Tuve que defenderme de los miedos de mi madre, no la culpo por temer a algo tan horrible y desconocido, pero necesitaba apoyo. Intenté explicarle que me encontraba bien, y que estaría atenta a cualquier hemorragia o síntoma de infección. No había motivos para alarmarnos todavía, y no tenía porque pasar por una intervención y sus riesgos innecesariamente. 

Mientras defendía mi derecho a dejar a mi bebé marcharse en paz, y aún sabiendo que ya he pasado por esto, afloraban mis miedos… ¿y si no lo expulso del todo? ¿y si tenemos que acabar en urgencias? ¿Y si pasa algo que afecte a mi, ya pobre, fertilidad?… Pensar en eso no me convenía, sabía por propia experiencia que tenia la capacidad y tiempo de sobra para hacerlo sola.

Me dejó agotada discutir eso en un momento así, no volví a mencionar el tema para callar a la inseguridad,  volver a confiar en mi misma, y conectar con mi cuerpo. Tanto me afectó, que no se lo dije a mi padre, por no volver a pasar por lo mismo… Pasaron unos días hasta que tuve fuerzas para decírselo, pero ya se lo había dicho ella. Así que estaba preocupado, enfadado y seco conmigo. Aunque le pedí disculpas por no haberle avisado, y le dije mis motivos, estaba dolido. Me pareció injusto que en un momento así nadie escuchase lo que necesitaba. Entiendo que se preocupe, pero no que se enfade. Otro problema añadido. No hemos vuelto a hablar desde entonces… 

Apenas hacía unos días que me sabía embarazada, y empecé a sospechar cuando al repetir el test días después, la línea apareció más leve. Repetimos unos cuantos los días siguientes, pensando que era defecto de los test, ya que estaban a punto de caducar. Fuimos a comprar uno a la farmacia, queriendo creer que ese si que se marcaría bien. Pero nos dio el mismo resultado… Un miércoles, el dia 27 de Mayo, me hice el test por la mañana y ya estaba completamente blanco. Ese blanco que a las que buscamos durante tanto tiempo un embarazo, nos duele tanto…

Esa noche, tuve el primer manchado, y horas después empezó todo. Los dolores me indicaban que sería rápido, y así fue. Esa misma noche salió un pequeño coágulo, i a su lado una nube de tejido rojizo. Sin duda aquello era nuestro bebé… Se lo enseñé a Mamífero, y con mucho dolor, me despedí de él… 

Sangré durante un par de días más, con dolores parecidos a los de una regla. Le siguieron cinco días más de restos, poca cantidad, y dolores más suaves. Fue relativamente fácil físicamente, estoy agradecida de que no se complicase ni se alargase demasiado.

Al principio me lo tomé bastante «bien», con lo que he pasado ya, era consciente de que estas cosas pasan. Pero esta semana me ha invadido una honda tristeza, vacío infinito, desesperanza, rabia, impotencia… La gran duda de si conseguiremos ser padres de un bebé vivo. No entiendo el sentido de todo esto, no se que camino debemos tomar si esto se alarga más años. 

El detonante fue la visita con mi comadrona, una semana después del aborto. Ya tenía hora de visita concertada, quise ir pronto para empezar los controles cuanto antes y tomar medidas para cuidar ese embarazo. Tuvimos que esperar nuestro turno un buen rato, como de costumbre, reviviendo cuando esperábamos con ilusión para escuchar el corazón de Aritz. 

No sabía como reaccionaría ella, ni como explicárselo, temía que ella tampoco entendiese porque no había ido al hospital. Cuando pasamos a la consulta, ella se alegró mucho de vernos al pensar que volvíamos con un embarazo, se lo conté de golpe y cambió su cara. Por suerte, no me echó en cara no haber ido al hospital, aunque si que le desconcertó mi manera de actuar, imagino que por no ser lo habitual. 

Hablamos de los anteriores abortos, y nos dijo que si queríamos ser padres, que fuésemos a por todas, directos a fertilidad. Otra vez, pensar en pruebas, esperas… Pero era lo que debíamos hacer, para evitar perder más embarazos teníamos que dar con el problema. Ya nos habían hecho algunas pruebas sin encontrar nada, sabíamos que para las siguientes debíamos ir a un centro distinto, y entrar en la lista de espera, es desesperanzador… Es como volver a empezar de cero, una vez más. 

Nos dio hora para comprobar con una ecografia si había expulsado todo, una semana después. Es mañana, volveremos a pisar esa sala en la que supimos que nuestro hijo ya no tenía vida. Como odio esa sala, ese hospital. Me avisó que me ponía la hora en obstétricas, es decir, que estaríamos en la sala de espera con felices embarazadas, y yo vacía. Pero eso ya me ha pasado muchas veces en estos años. 

Lo más deprimente es que ahora debemos dejar pasar un ciclo, hasta volverlo a intentar. Apenas hace un par de ciclos que dejamos de esperar el tiempo que nos recomendaron después del parto de Aritz, y volvemos a estar encallados. Me siento como si no pudiésemos avanzar, no podemos seguir peleando por nuestro sueño. Se que solamente es un ciclo más, de entre tantos que hemos esperado, pero me entristece. Se me hace una eternidad…

Si tuviésemos algo de dinero podríamos salir a comer, despejarnos, irnos un par de días, intentar distraernos… Pero es el peor de los meses, hemos cobrado medio sueldo, y encerrados en casa esto se hace insoportable. No puedo dormir, me levanto sin ganas de nada, tarde, y cuando me animo a salir a pasear, se pone a llover como si fuese el fin del mundo. Comería hasta reventar para calmar la ansiedad, pero la despensa está bajo mínimos… parece que no tengo derecho a compensar mis penas con ningún placer. 

Suerte de Mamífero, que está muy pendiente de mi, es mi gran apoyo. Me despierta paciente y amoroso, sabiendo que no quiero abrir los ojos porque me cuesta vivir esta realidad. Mientras duermo, al menos, el tiempo pasa rápido, cuando consigo dormirme, claro. El cansancio que acumulo hace que coja un sueño muy profundo. Él me deja dormir un poco más, es el único vicio que tengo, dejarme descansar. Vuelve más tarde con abrazos, sonrisas y caricias… Consigue hacerme reír otra vez…  por las mañanas, alargamos esos momentos felices todo lo que podemos. Hace que tenga ganas de volver a empezar, tenerle a mi lado es el motor que me permite seguir adelante. 

Mientras tanto, la gente opina, los que nos quieren nos ofrecen consejos, y normalmente, aunque no sea su intención, hacen daño. Nos repiten una y mil veces:

«sois jóvenes» (claaro), «no tiene porque volver a pasar» (no tiene porqué pero ya llevamos unas cuantas…), «no os obsesionéis» (como si fuese anormal preocuparse con lo que nos pasa), «podéis tener otro hijo» (si, otro), «tenéis que pasar página y tirar adelante» (venga, el siguiente!!), «no os podéis hundir» (no tenemos derecho ni motivos suficientes…), «mujer abortada, mujer preñada» (que bonita y graciosa la rima!) …

Lo dicen con cariño, no saben que decir, pero duele igualmente, y cansa…  Cuando tienes tal dolor, cada uno lo gestiona como puede, y nadie debe de cuantificar tu dolor, ni decirte como llevarlo. Si simplemente se limitasen a estar presentes, a ofrecer ayuda, escuchar si quieres decir algo, decir lo siento, dar un abrazo… Pero tener que escuchar esas frases hechas, lo que en ese momento no quieres ni necesitas oír, te hace sentir incomprendida. Reabren heridas, y atrasan el proceso.

Además tienes que considerarlo un gesto amable, escondiendo lo que sientes, que es lo que nunca se debe de hacer cuando estás mal.  Te dicen que no te hundas cuando es dónde estás, en la mierda, y es lo normal estar así, lo que toca. Pero sientes que, a sus ojos, lo estás llevando fatal. Nadie puede opinar cuánto tiempo debes estar triste, nadie sabe como es tu dolor, es tuyo. Necesitas comprensión, no que te juzguen, que te permitan estar en el lugar que estás. 

Alguien que se levanta cada mañana con una pena tan grande no debería ser juzgada, el simple hecho de seguir viviendo, de conseguir salir de la cama, sonreír un instante… Son grandes victorias a tener en cuenta, son un gran esfuerzo por salir adelante, aunque después te caigas mil veces más. Las recaídas son parte del proceso, es dejar ir lo que sientes sin aparentar lo que no es. 

Después de seis meses de haber perdido a nuestro hijo, sumamos un aborto más a nuestras espaldas. Hemos estado esforzándonos mucho para seguir este camino de subidas y recaídas, y seguimos adelante. Habíamos conseguido recuperar de nuevo la alegría por un nuevo embarazo, y de nuevo otro mazazo. 

Mañana nos toca enfrentarnos a ese hospital, a esa sala, a ese doctor… La última vez que estuve ante ese ecografo, fue para confirmar también, que no quedaban restos de lo que acompañaba a mi hijo. Mi útero estaba vacío, y verlo así, fue lo más triste que me pasó después de días de haber parido. Como si fuese una broma macabra, el ginecólogo me dio la imagen de mi útero vacío… Guardo esa ecografia, es la última que cierra el ciclo del crecimiento de nuestro hijo. 

Tengo miedo de revivir demasiadas emociones, solo quiero que pase el día, la semana, el mes… Me aterroriza pensar que queden restos y tener que pasar por un legrado después de todo… o que encuentre algo que no esté bien, y eso nos aleje más de nuestro sueño. 

Por momentos, me viene a la cabeza la estúpida idea de que podría estar embarazada, que quizá solo ha sido un sangrado y algo sigue vivo ahí dentro. A lo mejor, pienso inocente, la vida nos da una sorpresa, y mañana es un día feliz. No estoy loca, se que no es posible, que es enfermizo, pero es mi único consuelo ahora mismo. Prefiero tener vivo un único pensamiento positivo que luche contra todo lo negativo. No me cojo a eso como una esperanza, pero sería bonito, ¿verdad?

Siendo realista y práctica, necesito ir a esa ecografia y verlo por mi misma. Otra vez, confirmar que mi útero sigue deshabitado, para poder empezar a asumir otra pérdida, y como dicen, seguir adelante.

 

1456141_10202537802037412_387156677_n.jpg

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

 

 

Lo que nunca se debe de decir, pero se dice.

Una de las cosas que nos suele suceder en un período de duelo, es que recibimos consejos, comentarios, y frases hechas con ánimo de ayudarnos. El principal problema, y en el que coincidimos la mayoría, es que nos suelen doler más ciertas palabras que el silencio. Para mí, una regla básica en cuánto a qué decir y que no a alguien que está pasando por un mal momento es: no digas algo que en otra situación no dirías.

Se suele decir cuando pierdes a un bebé, o eres infértil: «Sois muy jóvenes, tenéis tiempo.» ¿Diríamos éso a alguien que acaba de perder a su pareja? Realmente, ¿es un consuelo ser «muy joven»? ¿Es acertado, en el caso de haber perdido una pareja, decirle al viud@, que todavía es joven para buscar otro compañer@?… Nos sonaría fuera de lugar, una falta de respeto. La respuesta es no, no y no. Cuando una pareja se decide a tener un bebé, no consideran que son muy jóvenes, sino que es el momento idóneo. Así que, añadido al duelo de no poder concebir o de que tengan que enfrentar a la muerte de su bebé, se añade el duelo de tener que esperar más tiempo, de posponerlo; ver lo que consideraban presente inmediato como un futuro incierto. Además es un argumento absurdo, ya que la juventud biológica o la fertilidad no se mide en años. Por ejemplo, puedes tener 25 años y tener una reserva ovárica como la de una mujer de 40 o 50 años. El tiempo suele pesarnos mucho emocionalmente, los bebés no se conciben ni se gestan de un día para otro, así que hablar de juventud es hurgar en la herida.

A los padres que han perdido un bebé, lo que más nos dicen es: «no te preocupes ya tendrás otro». Eso tampoco se lo diríamos a una viuda: «bueno, ya tendrás otro marido». Como si el hecho de «tener otro» pudiese borrar lo que sentimos.  Es de lo más doloroso que te pueden decir, y es la frase más repetida. Lo que pasa es que los que la dicen, con la mejor de las intenciones, no están en nuestro lugar, no saben cuántas veces lo escuchamos. Ya lo sabemos, y sino ya está todo el mundo para recordárnoslo: el ginecólogo, la vecina, la panadera, tu mejor amigo, tus padres…  Si, seguramente, tendremos otro, eso mismo: otro. Y en ese momento solamente queremos recuperar al que se fue. Hablar de otro, sin que los papás lo mencionen, es pisotear el recuerdo de el que se fue.

Otra variante, es minimizar el hecho doloroso comparando. Por ejemplo: «A mi vecina/amiga/etc… le pasó lo mismo que a ti, después de X tiempo consiguió tener un bebé y ahora es muy feliz». Volviendo a la premisa de antes, ¿le diríamos éso a alguien que acaba de perder a su pareja o cualquier otro ser querido? Yo no lo haría. Que a alguien le haya pasado algo similar a lo que tu vives, no tiene nada que ver con lo que tu en ese momento vives. Es decir, la misma premisa no da, a ciencia cierta, una consecuencia igual, ni siquiera similar. Cada uno siente de una manera, y todos tenemos un montón de variables que nos influencian. Así que querer comparar o vaticinar de esa manera, es una falacia, y de las grandes. Existe, por ejemplo, la posibilidad real de no poder concebir un hijo, cosa que a tu vecina parece ser que no le pasó. Hay tantas posibilidades, y muchas son tan ajenas a nuestra voluntad, que es altamente improbable que el ejemplo de tu vecina se repita en tu amiga.

Featured image

Se tiende a minimizar tu dolor dándo ejemplos de casos peores, como: «Mi vecina perdió a su bebé con X (más que tú) semanas de gestación, eso si que es duro…» Normalmente, quién se atreve con comparativas de este tipo, además de no respetar tu dolor en absoluto, suele no haber pasado por eso en primera persona. Nadie mide el amor a su hijo por semanas, ni mucho menos es mensurable lo que se va a sufrir en relación con eso. Tengo amigas, conocidas, y he visto multitud de casos de mujeres que, habiendo tenido un aborto en el primer trimestre, años después siguen sufriendo por ello. De hecho ninguna olvida nunca, pase el tiempo que pase, que gestó a un/a hij@ que no está. Algunas no se atreven a volverlo a intentar, y están en todo su derecho de sentirse así. Otras, habiendo tenido varias pérdidas en el trimestre que sean, o enfrentándose la muerte neonatal, han seguido adelante buscado un nuevo embarazo. Y no quiere decir que sufran menos, o que sean más fuertes. Cada una lo gestiona como puede, y nadie debe juzgar sus actos, opinar, o comparar su dolor con el de otr@s. Todas tienen mi respeto, todas están luchando por sobrevivir a algo terrible, todas son valientes. A cada una le duele lo suyo y a su manera, así que, respetemos los ritmos y las decisiones de cada persona.

Algunas personas hacen comentarios del tipo: «Al menos no…» o » Hubiese sido peor si…» Realmente ¿diríamos a alguien que ha perdido a un ser querido que al menos no ha vivido lo suficiente para encariñarnos con él? O que «hubiese sido peor más adelante»… Sonaría insensible, ¿verdad? Entonces no debes decirle nunca a nadie algo así, aunque no comprendas su dolor.

Algo que me han dicho también, intentando hacerme sentir que soy muy fuerte, es: «si me pasa a mi me muero». Y puedo asegurar, que cuando se te va un hij@, te quieres morir, y lo peor es que no, sigues en esa triste realidad. Y sigues adelante por los demás: tu pareja, familia y amigos. Pero piensas una y mil veces que preferirías que hubiese vivido tu hij@ y morir tu, que sin él o ella, nada tiene sentido. Cuando se ven desde fuera, las desgracias siempre nos hacen pensar que nosotros en ésa situación no lo soportaríamos. Y cuando te tocan a tí, te das cuenta de que no se tiene elección, la realidad te obliga a salir adelante, quieras o no, por ti misma o por los que te rodean. Al final podemos con más de lo que nos imaginamos, y lo mejor, es que además, podemos aprender mucho de los golpes de la vida.

Normalmente, estos comentarios se hacen para quitar hierro al asunto, para animar, para dar una perspectiva positiva. Pero, lo cierto, es que lo que necesita alguien que está triste, con motivos de peso, es que validen su dolor, que le permitan sentirlo. Con ese tipo de comentarios, negamos su emoción actual, y les hacemos sentir incomprendidos. Eso es muy contraproducente, ya que cada etapa del duelo debe ser vivida. Es imposible saltarlas sin consecuencias negativas, y el/la doliente es el/la únic@ que debe decidir tanto en la manera como el tiempo que se dedique a cada etapa. Por la misma razón, es absurdo decir que: «se debe pasar página, que tiene que superarlo, con el tiempo que hace deberías estar bien, ya es hora de olvidar, tienes que ser positiv@, con esa actitud no vas bien…» Cada un@ hace ya todo lo posible por seguir adelante, querer acelerarlo no es lo más acertado.

Algo que ayuda mucho, y es difícil de escuchar es: «Comprendo tu dolor, y te voy a acompañar mientras lo sientes». Que te hagan saber que puedes contar con esa persona, en tu peor momento, sin pretender estar mejor o sonreír si no puedes. Hay muchas personas dispuestas a llevarte a un lugar más agradable, más cómodo para ellas. Te invitan a salir, a distraerte, a hablar de otras cosas… Pero son muy pocas las que admiten y aceptan que estás destrozad@, y aún así se van a estar contigo sin querer cambiar ni negar tu realidad. Cuando acompañas a alguien en su dolor, es suficiente con ofrecer apoyo, presencia, escucha, un abrazo, un espacio para dejar al/la doliente que exprese su dolor. Cualquiera de éstas opciones es infinitamente de más ayuda que una frase hecha ya que validan las emociones que el/la doliente siente.

Sé que somos much@s los que recibimos comentarios que nos hieren, es una queja que leo a menudo en páginas sobre duelo. Y cuando la mayoría o tus principales apoyos te acribillan, puede ser muy difícil elaborar el duelo en paz. Muchas veces callamos la opinión por no ser descortés, porque aprecias el gesto y la voluntad con la que lo dicen, por no entrar en discusiones o simplemente por olvidar el tema, que duele. Cuantas más experiencias conozco, más me alarma lo que nos llegan a decir, empezando por algunos «profesionales» sanitarios. Así que, quizá escriba más entradas sobre este tema más adelante, ya que da para mucho… No es algo en lo que se eduque, así que se extienden la opinologia y el consejo gratuito.  Me gustaría que opinásemos nosotr@s también. Así que, si queréis comentad qué cosas os han dicho o hecho, que os duelan, y por qué. O bien, lo que sí os ha ayudado o qué os hubiese gustado escuchar, y hablamos sobre ello.

 

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

Foro: superando un aborto.

Quiero compartir con vosotr@s, para los que no lo sepáis, que el foro http://superandounaborto.foroactivo.com/, es un cálido refugio para familias en duelo. Es un sitio dónde además de participar activamente contando nuestras experiencias o consultando cualquier duda, hay muchísima información. Encontrareis subforos que hablan de infertilidad, manejo expectante del aborto, libros y enlaces de gran ayuda, nuevos embarazos, pruebas médicas, duelo… y podéis usar el buscador para ir a los mensajes que contengan la palabra clave que os interesa. Os lo recomiendo muy mucho, porque en nuestra situación es muy valioso tanto disponer de los recursos y la información, como tener un espacio de desahogo y comprensión.Seguro que si entráis, seréis bien acogid@s ya que allí hablamos el mismo idioma emocional, y tanto l@s administradores como l@s miembros del foro son encantadores. Espero que os sea de tanta ayuda como lo ha sido, y sigue siendo para mi. Desde aquí mi agradecimiento a los fundadores de superando un aborto y a todos sus integrantes, gracias por existir.  Nos leemos, por aquí o por allí 😉

 

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

Desmintiendo tópicos… El embarazo tras una pérdida gestacional.

imgres

Cuando te vuelves a quedar embarazada después de perder un hij@, todo son buenas esperanzas, alegría e ilusión. Y aunque así lo vivas la mayor parte del tiempo, y te sientas afortunada y feliz, un embarazo no pone fin a un duelo. Así que no siempre estás en esa nube. Te das cuenta de que por lo general, sólo por estar esperando un bebé, se suele dar por hecho, que estás mejor, que lo has superado, ya que ahora tienes una nueva alegría y las penas deben quedarse atrás. Y en parte es verdad, seguramente una nueva alegría, ya sea un hijo o cualquier proyecto que te ilusione, te hace los días más llevaderos. Pero que los días pasen más livianos, no implica que el vacío no siga existiendo, y que tengas días en los que la tristeza haga sombra a la felicidad. Un sentimiento no sustituye al otro, ya que un hij@ es insustituible, y lo que le pasa a una familia en ésta situación es que tiene el corazón dividido. Por una parte vives el momento, lo disfrutas y agradeces, pero por la otra, sigues echando de menos al que te falta. Precisamente ahora que estoy embarazada, es cuando más le hecho de menos, es inevitable. No puedo no pensar que éste nuevo ser, tiene un hermanito, que no es mi primer hij@.  Aunque pase el tiempo, el dolor se revive cada vez que lo recuerdas. Aunque aprendas a sobrellevarlo, llores menos, o pienses menos, el amor que sientes siempre será el mismo, así como su vacío. Lo que se ve por fuera, no refleja todo lo que sentimos. Que yo hoy sonría, solamente implica que he transformado mi llanto en algo distinto, o que ahora no necesito manifestarlo de ésa manera. Pero tampoco significa que no le vaya a llorar más. Por eso, pensar que alguien que rehace su vida, olvida, supera, o deja atrás el dolor, es una mala premisa. Ya que lo que estamos haciendo es, precisamente, lidiar con ése vacío lo mejor que podemos,  pero éso no implica que no tengamos presente la ausencia de nuestro hij@.

Además, ocurre que, la mayoría no vuelven a preguntar cómo lo llevas, o nunca más mencionan al hij@ que se fué. Y aunque muchos no lo hacen precisamente para no revolver las heridas, duele más que eviten nombrarlo. Se queda en el olvido ése ser al que tu nunca olvidarás, y que llevas cada día en tu mente como parte inseparable de tí mism@. Y es bonito que te recuerden que creaste un ser único e irrepetible, que ya no está, pero que los que te quieren también le tienen presente. Te quedas sol@ en el proceso de duelo porqué se supone que estás en un momento mejor, y si, quizá estás mejor, pero nunca se acaba ése proceso, pueden haber altibajos y el apoyo siempre viene bien.

Ante la noticia de un nuevo embarazo, lo más probable que te digan es algo como: «Éste embarazo si que irá bien.», «No tiene por qué volver a pasar.»,  y en general, se anima a la familia como si se tuviese la seguridad de conocer el futuro. Aunque obviamente tengan la intención de ofrecernos seguridad y buenas esperanzas, nos puede incomodar, al menos, a mí me pasa. Y es que, a veces dudas, te hundes, y te preparas para lo peor, nada más que «por si acaso», no nos lo vayamos a creer del todo.

No hay nadie más realista que una madre que ha sufrido una pérdida, y si son varias como en mi caso, sabes que nunca hay nada seguro. Siempre dudas, y cuando escuchas una afirmación así, piensas: no, nadie lo sabe. Aunque la intención sea buena, es solamente un buen deseo. Y claro que soy positiva, ser realista no me quita la esperanza ni las ganas de pensar que sí, puede ir bien ésta vez. Pero me lo tomo como una posibilidad, no como un hecho, ya que duele demasiado dar por sentado algo tan delicado para mí. Agradezco infinitamente a tod@s los que creéis que va a ir bien y así me lo decís, de verdad que sé que es un bonito gesto. Pero para mí, creerlo o no, no cambia las cosas, yo creí que mi hijo sobreviviría hasta el último momento, y te das cuenta que al final, lo que tiene que ser, es. Así que prefiero ni siquiera plantearme si va a salir adelante este bebé o no, solamente disfruto y vivo el momento. Así que, creo, que en cualquier caso, es siempre mejor escuchar y preguntar cómo lo vives, cual es el enfoque de la persona en particular, antes de hacer frases hechas, por muy buena intención que lleven.

Otro tópico que encuentro a menudo, es el de que un hijo que no está no ocupa un lugar al mismo nivel que los que viven.Este nuevo hij@, aunque lleve más semanas de gestación, aunque viva una larga vida a nuestro lado, no es más hijo que el que perdimos. Normalmente los que no han perdido un hij@, no lo ven así. Pero para muchas familias, el que se fue, siempre tiene un lugar. Al igual que entre hermanos los padres no hacen distinción, una familia en duelo quiere y tiene presentes a todos sus hijos. Cuando unos papás esperan el nacimiento de un hij@, ya le han dado un nombre, han imaginado su vida con él o ella, le han dado un lugar en sus vidas, y tantas cosas más, que ése hueco es imborrable e insustituible. Comparar a un hijo con vida con uno que no puede volver a hacer todo lo que el vivo hará, duele, y es injusto. Por eso no podemos quererle menos por lo que no pudo ser, sino que le queremos sólo porqué existió y nos dejó su huella. Es difícil de entender desde fuera, por no decir imposible, ya que sólo los padres saben la implicación que tenían con su bebé y lo presente que lo tienen. Evidentemente hay personas que deciden gestionarlo de distinta manera, y para algunas, es más práctico intentar olvidar, o minimizar la pérdida y eso también es respetable.

Algo que suele pasar, es que acostumbran a no considerarte madre simplemente por no tener un hijo vivo. La mayoría no te ven así, y siguen esperando que el embarazo acabe en final feliz para hacerte merecer ése título.  Suelen dar la enhorabuena cuando pares un hijo vivo, y al estar esperando un bebé, se dice que vas a ser mamá, en un futuro.  Yo, personalmente, llevo muy mal que no se entienda que una cambia en cuanto gesta una vida, incluso antes, cuando te planteas buscar un embarazo, tu perspectiva y tus prioridades se ven drásticamente modificadas por ése deseo. Para mí, el día de la madre, fue muy doloroso vivirlo sin mi hijo, y todavía lo agudizó más el hecho de que nadie me felicitó… Nadie pensó en mi como madre, excepto mi pareja, que sabe lo doloroso que es, y me mandó un precioso mensaje felicitándome por ser la mamá de nuestro hijo y de los que quedan por venir. Obviamente no tengo ciertas experiencias maternales como cuidar a mi bebé, pero tengo las mías, que desgraciadamente son otras, y me han cambiado la vida por completo. Debemos abrir la mente y dejar de entender el papel de madre, únicamente como lo percibimos en la amplia mayoría de la población, hay muchas maneras de vivir la maternidad. El duelo por muerte perinatal, es una experiencia que es inherente al hecho de ser, de sentirse madre y amar a un hijo, así que es innegable que, una es madre con o sin hijos vivos.

Al haber pasado por una pérdida, te insisten mucho en que debes vivirlo con alegría, calma, paz… y no sucumbir a los miedos por el bien de tu bebé. Y es muy negativo sentir la obligación de tener que estar tranquila porqué no quieres que tu bebé sufra por tu culpa. Sobre todo, porqué es imposible estar siempre bien, y te sientes muy culpable y angustiada cuando te asaltan los fantasmas, que son incontrolables. Así que es importante no presionar diciendo cómo debería sentirse a la mamá embarazada, que una ya se autoexige mucho. El duelo transcurre con altibajos y es sano y normal sentir inseguridad y expresarlo, que nadie te frene.

A todas las que estamos en ésta situación me gustaría darles mi apoyo, y el consejo de que no se juzguen, que se permitan sentir y soltar, que no se sientan obligadas a estar en una nube por esperar otro bebé. Si nos quedamos las cosas dentro acabarán doliendo y pueden salir en el peor de los momentos, como en el puerperio. Es mejor llorar si lo necesitas, que reprimirlo, ya que tu hijo va a saber igualmente que a mamá le preocupa algo. Los nuevos embarazos siempre remueven cosas, y después de una pérdida, todavía más. Así que si nos vuelven los miedos, no pensemos que hemos vuelto atrás, simplemente prestemos atención a lo que nos quieren decir, ya que, creo que son una buena oportunidad para trabajarlos más a fondo.

 

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

Parto de Aritz, parte II: Quiero despertar de esta pesadilla…

Estamos llegando, veo las majestuosas montañas… Hace sol, debería ser un bonito día de invierno. Me dice que me dejará en la puerta e irá a aparcar, y no me quiero quedar sola, pero no puedo caminar. Bajo y camino lenta y torpemente hacia la puerta. Mientras le espero, veo como va entrando gente. Es domingo y urgencias está bastante lleno. Él llega en seguida, a paso ligero. Entramos, y le pido que hable él, no quiero explicar qué me pasa, otra vez, a la misma mujer de admisiones. Mientras hace cola, me siento en una silla de plástico, en la puntita, qué plástico tan duro… Veo como unos padres están dando sus datos, tienen un bebé y un niño pequeño enfermos, que pena tan pequeñitos y sufriendo… Después va un matrimonio mayor que he visto en la entrada, el hombre se sienta a mi lado, y su mujer me mira de reojo desde la cola… Debo  tener muy mala cara, miro al suelo para que no vean mi cara de dolor. Por fin le toca, no sé que le dice, pero él me señala, y la mujer llama por teléfono. En seguida un celador me viene a buscar con una silla de ruedas, y me deja delante de la puerta de urgencias, en la sala de espera. Hay mucha gente, y siento que todos me miran, por suerte estoy de espaldas a ellos. Espero no encontrarme con nadie ahora… Hay unos carteles que indican el tiempo estimado de espera, los dos lo miramos, las embarazadas con amenaza de parto están de las primeras. De golpe, la barriga se me pone de lado, se la enseño, contenta, porqué ya hacía mucho que no le sentía moverse así. Le acaricio, gracias hijo, me has hecho sonreír.

Abren la puerta, no han tardado nada, y otra vez toca explicar que pasa, odio ésta parte. Estoy de 26+6, sangro muchísimo y tengo mucho dolor. Pasamos a una sala, dónde me tengo que desnudar y el protocolo de siempre: pulso, temperatura, y volver a explicarlo. Ya me conocen de las anteriores veces, y ven que ésta vez es más grave. Me ayudan a subir a la camilla, que es dura como una piedra, completamente plana, y allí el dolor se hace insoportable. En seguida viene la médico, la misma que la última vez que fui me dijo que ni siquiera sangraba… No quiero tacto, pero me lo como con patatas ya que según ella, me miente, es la única manera de saber si estoy dilatando. Me duele mucho más que las otras veces, saca la mano y no dice nada. Evita mi mirada, eso son malas noticias. Inocente, pregunto si el cuello está cerrado, a ver si tengo suerte… pero me dice que no e intenta poner cara amable, después desaparece. Le pregunto nerviosa a la enfermera que qué harían, y me dice que no sabe, pero que en seguida llegará el ginecólogo. Me dice que me pondrá una vía con suero y algo para calmarme, no se si se refiere a los nervios o al dolor, pero me da igual…

Nos dejan solos unos minutos eternos, preocupados e indignados al no saber cómo está nuestro hijo, podrían haber escuchado su corazón… Llega el ginecólogo, justamente es el que lleva mi embarazo. Hace sólo dos días que me revisó con el especulo porqué le insistí con que tenía dolor y sangraba… Entonces me dijo que sólo eran restos, que me dolía la barriga porqué crecía y que debía de estar deshidratada. Me mira sorprendido, y se extraña ya que según él, hace dos días estaba «perfectamente». Se lo dije entonces que no estaba bien, que desde el tacto que me hizo mi comadrona el miércoles el dolor y el sangrado habían ido a más. Pero no me hizo caso, sólo soy una madre primeriza asustada… y ahora no tengo fuerzas para decirle todo lo que pienso.

No me explica nada, está serio, y le tengo que preguntar qué pasa. Me contesta sin un ápice de humanidad que estoy abortando. Me mata, le digo que no puede ser. Tengo que seguir preguntando porqué no me dice nada, ¿podéis darme algo para pararlo? Me dice que no. Me da miedo seguir preguntando, cada vez es peor… Me dice que el «feto», que ya no es un niño como hasta ahora, no es viable. Dice que nos tendrían que trasladar a un hospital con UCI para neonatos, pero que no me lo recomienda. Me cuenta que la semana pasada le pasó lo mismo a una chica con la misma edad gestacional y que aunque la trasladaron, el bebé murió poco después de nacer. Continúa diciendo que no recomienda intentar salvar a un bebé tan prematuro, que tendría demasiados problemas de salud. Para poner la guinda, dice con total frialdad, que él no tiene ninguna obligación legal de reanimarlo siendo tan pequeño. No me puedo creer que esté hablando de un bebé con tan poco respeto, como si fuese un juguete defectuoso. Darlo por perdido antes de saber como está… ¿Cómo un médico puede no luchar por la vida?, ¿cómo se atreve a decirnos que no luchemos por nuestro hijo? ¿Piensa que nos podemos deshacer de él porqué el protocolo dice que no es viable? ¿Porqué le faltan dos semanas? Este ser tan frío y despiadado, ¿se dedica a traer al mundo vidas? Está claro que él no quiere ayudar a nuestro hijo, ya le ha sentenciado. Le digo que quiero el traslado, cuanto más lejos de él, mejor. Yo si que quiero intentar salvar a mi hijo, haría cualquier cosa por intentarlo. Me ve convencida y no le gusta, dice que primero hará una ecografia y entonces hablaremos. Se va, y nos deja esperando con el corazón en un puño.

Por fin, vienen a buscarnos con la silla de ruedas. Otra vez toca bajarme de la camilla, paso los empapadores a la silla, y me siento, que doloroso… Llegamos a la sala del ecógrafo, otra vez subir al potro… Veo que coge el ecógrafo vaginal, que bien, más dolor… Empieza a moverlo, aguanto las ganas de gritar, y se queda en silencio, muy serio. Me pregunta si he roto la bolsa, le digo que en la ducha he notado algo, pero con tanta sangre no he podido distinguir si era líquido o no. Sin decirme nada, se va a llamar por teléfono. Sigue en silencio, hasta que llega un doctor, es el pediatra. Ambos miran la pantalla, y el ginecólogo le dice al pediatra: es negativo. Me quedo helada. No me miran, y les pregunto qué pasa, aunque ya sé la respuesta… No hay latido, ha habido un desprendimiento de placenta, por éso el feto ha muerto. Se me para el corazón, el mundo, se me hace insoportable oír eso y seguir viva… Tiene que ser una broma, o una pesadilla, no le creo. Le digo que no puede ser, que le he sentido moverse hace un rato, no puede ser verdad. Miro a mi pareja, él tampoco se lo cree…

Sigue en silencio, no me da ninguna explicación más. Le pregunto que pasará ahora, y dice que lo tengo que «sacar». Ante nuestras caras de desolación, hace un intento por ser amable y me dice que en un par de reglas podemos volver a intentarlo. Todavía tengo a mi hijo dentro y me está hablando de sustituirlo… Ni una palabra amable. Me siento en una realidad paralela, no puede ser, no puede estar pasando… y éste señor no puede estar tratándonos así, he conocido veterinarios que tratan a sus pacientes con más delicadeza. No se que como irá, estoy asustada, y no me explica nada,  parece que tenga que estar tan acostumbrada como él a la situación. Excepto mi pareja, nadie parece darse cuenta de lo inhumano del trato, al menos, nadie quiere hacerse cargo. Los doctores no tardan demasiado en desaparecer sin decir mucho más, y nos quedamos con el celador. Ya ni siquiera nos tratan como padres, con sonrisas en la cara y felicitaciones, no somos más que un problema del que se quieren deshacer.

El parto de nuestro tan esperado hijo, no será en casa, como queríamos, rodeado de amor, no tendrá un final feliz… sólo será un trámite, el paso de la inmensa felicidad a la desolación y el vacío. No quiero parir, no así… Me gustaría que todo fuese más lentamente, tener tiempo para hacernos a la idea, despedirnos dignamente… Pero mi cuerpo me recuerda, con una contracción, que sigue avanzando.

Me levanto como puedo, con la ayuda de mi pareja. El cuerpo me pesa, la cabeza se me va, mi alma no está conmigo, se quiere ir con la de mi hijo… El pobre celador nos mira compasivo, dice que es una putada, pero que estas cosas pasan. Es lo más empático que nos han dicho hasta el momento.

Volvemos a la sala en urgencias, moverme para volver a subir a la camilla es ya insoportable. Nos dicen que esperemos mientras preparan una habitación, y que me van a ingresar. Odio los hospitales, y lo que estoy viviendo me reafirma. Me he pasado medio embarazo en urgencias, todos los controles y las pruebas salían estupendas, y mi hijo ha muerto. Nos dejan aquí tirados sin soluciones ni explicaciones médicas, sin acompañamiento emocional. Quiero irme a casa y hacerlo a mi manera, pero sé no me dejarían tal como estoy. Ahora tienen miedo por mi salud porqué ha habido desprendimiento de placenta y estoy perdiendo mucha sangre… A buenas horas se preocupan, a mi éso ahora me da igual. He pasado dos meses con contracciones, diciéndoles que perdía mucha sangre, y nadie me hizo caso. Sé que podrían haberlo hecho mejor, pero no me quedan fuerzas ni ganas para pedir explicaciones. Ni siquiera puedo, ya que el cobarde de mi ginecólogo se ha quitado del medio sin decirme ni «hasta luego».

Estoy desolada, igual que mi pareja. Sólo quiero abrazarle y decirle que le quiero. Tenemos un momento de intimidad para llorar a nuestro hijo, y consolarnos el uno al otro… Pero en seguida empiezo a estar muy mal, el dolor me supera.  De golpe tengo muchas ganas de ir al baño, me quiero bajar corriendo de la camilla e irme. Se lo digo a la doctora, y me dice que éso será que tengo ganas de empujar. Tengo el estómago revuelto, e insisto en ir, pero no me deja, dice que me traerá una cuña. ¿en serio? ¿no merezco un momento de intimidad? Necesito estar sola y no me dejan.

Vuelve con ella, y me hace levantar el culo para ponerme ése trasto metálico horrible que se me clava dolorosamente en mi ya dolorido coxis… Lo dejan esperando a ver si hago algo, como si fuese posible en ésa postura, con ése dolor, y todos mirándome. La situación me parece denigrante, cruel… Le digo que lo saque, y pienso que se lo metan ellos por donde les quepa, o lo usen de cojín y vean lo cómodo que es.

 

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

Por qué escribo sobre duelo, muerte perinatal e infertilidad.

Quiero hablar de la maternidad en un amplio espectro, y eso incluye, ser padres en duelo (la infertilidad también requiere un proceso de duelo). Cuando una familia pierde un hijo o la posibilidad de engendrarlo, la razón tiene pocos argumentos y consejos que sirvan para transitar ése duelo. Más allá de nuestra cultura occidental en la que la muerte (sobre todo de si es de un bebé) y el sufrimiento son un tabú, hay una emoción ancestral que compartimos con los demás mamíferos. Hablaré mucho de nuestra condición de mamíferos, de la parte más instintiva, para indagar en nuestro comportamiento más «animal», ya que al fin y al cabo somos animales-mamíferos de especie humana.

Ése dolor, ésa pena, enfadarse, recordar… no son piedras en el camino, no nos hacen volver atrás, sino que nos ayudan a avanzar y gestionar la pérdida. Ésas pulsiones que nos invaden por más racionales que seamos, tienen que recobrar su lugar y la importancia que merecen. No me refiero a anclarse en el dolor, sino a dejarlo salir, darle espacio, y poderlo expresar. Si dolemos es porque amamos, incluso a los hijos que no hemos podido concebir los amamos antes de que existan físicamente. Por eso es sano permitirnos sentir libremente y durante el tiempo que necesitemos.

No son temas agradables, quizá sería más fácil o entretenido para mi y para quien me lea, ir a parar a un blog con un toque más humorístico, ameno y alegre. Pero hay de todo en éste mundo, y las pérdidas perinatales existen, así como el duelo y la infertilidad, y con ello, la necesidad tanto de leer como de escribir sobre ello. Y éstas son las principales razones por las que he decidido hablar ello:

  • Mi necesidad: Cada persona tiene una manera que le funciona para «dejar ir», la mía siempre ha sido escribir, aunque siempre lo hacía para mi. Normalmente gestiono mis conflictos personales poniendo mis ideas en orden en un texto, reflexionando, y según que casos, hablando con un amig@ en confianza. Pero en el momento en que decidí formar una familia y las cosas se torcieron tanto, he ido acumulando vivencias que pesan demasiado si me las quedo para mí. Las he ido escribiendo conforme han pasado o tiempo después, y me ha aliviado muchísimo soltarlo. Por ejemplo, voy a ir compartiendo el macro-relato de el parto de mi hijo Aritz por partes, y veréis que es muy extenso y con muchos detalles. No sé si puede ser interesante, pesado de leer o sin sentido para los demás, pero yo quiero compartirlo. Ése día marcó un antes y un después en mi vida. Pasé los primeros meses reviviendo día y noche detalles dolorosos, todavía de vez en cuando tengo pesadillas y recuerdos que asaltan mi mente involuntariamente. Hasta que decidí empezar a escribir todo lo que recordaba. Tardé más de un mes en acabar de ponerle palabras a ésas horas, y fue un proceso doloroso pero sanador. A medida que fui expresándolo, dejé de revivirlo tan a menudo. Necesitaba inconscientemente recordarme ciertas cosas, para que no me olvidase que hacen daño y han marcado mi vida. Al haberle prestado la atención que merecían, la intensidad, y el tiempo de gestión, he conseguido poder recordar más a menudo y mejor los detalles bonitos como la cara de mi hijo.
  • Ayudar a quién esté pasando por lo mismo: No a todo el mundo le va bien sumergirse en ésto, pero hay muchas familias que sí lo necesitan. He encontrado muchos grupos y foros de ayuda dónde la gente acudía tanto para expresar cómo para leer y sentirse menos solos en éstas situaciones. A mi misma me ayudaron muchísimo los relatos de otr@s, porque te sientes identificada, y puedes encontrar en los demás puntos de vista y maneras distintas de gestionarlo que te pueden ayudar. Además, cuando te ves en éstas situaciones buscas muchas respuestas, información… Puedes necesitar saber exáctamente cosas como: que pasa durante y después de sufrir un aborto, a que te enfrentas cuando te diagnostican infertilidad, qué derechos tienes cuando tu hijo fallece… Si mis experiencias pueden servirle a alguien, aunque sea una sola persona, me doy por satisfecha.
  • Visibilizar e informar: Si cuento experiencias tan íntimas no es porque me guste airearlas, es porqué falta mucha información y quiero poner mi granito de arena. Éstos temas no son tratados abiertamente y por eso, tenemos pocos recursos para hablar de ellos. Siempre se repite el consejo que no es aplicable: pasa página, relájate, no te hundas, tienes que superarlo… No se aborda el tema en su profundidad, muchas veces porque no se sabe como manejarlo, y las demás porque no queremos que nuestros allegados sufran, y les queremos dar ánimos. Pero es que, los duelos se transitan, no se superan, se convive con ello. Y no son finitos, no llega el día en que dices: ¡ya está!. Y día a día no hay un espacio para el proceso, para recordar, poner sobre la mesa e ir dándole forma a todo lo que sentimos. No hay un intercambio natural de información como lo hay en otros procesos de la vida. Se tiende a evitar temas dolorosos por no remover al que los vive, por no saber que decir, o porque a uno mismo le incomodan. Pero estaría bien poder hablar con naturalidad, y preguntar al doliente si le apetece, si lo necesita o está cómodo hablando de ello en ese momento. Necesitamos visibilizarlo, dar información, que haya cierta «cultura» emocional para poder abordarlo. Cuando alguien está en un proceso de éste tipo, se reciben muchas opinones y consejos, pero poca información relevante, por éso quiero tratar éstos temas. Además, nunca se sabe que puedes encontrarte en el camino, y creo que está bien tener conocimientos y saber de antemano ciertas cosas que nunca te habías planteado.
Memorial del niño no nacido, de Martin Hudáček

Memorial del niño no nacido, de Martin Hudáček

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤