Han sido tres meses difíciles, por un lado el malestar físico, y por otro la constante duda de si todo iba bien. Es un trimestre en el que no crece la barriga demasiado por lo que es difícil hacerse a la idea de que hay «vida ahí dentro». Por otro lado, la única confirmación de que realmente estás gestando vida, normalmente, suelen ser síntomas desagradables; de ello os voy a empezar a hablar.
Ya en mi primer embarazo sufrí bastante con los mareos y vómitos, pero éste ya ha sido de traca… Estuve con progesterona cada 8 horas hasta la semana 12, con lo que los síntomas se agravaron. Por un lado, la desagradable sensación de mareo constante, como si estuviese con la peor de las resacas. El estómago revuelto, mareos, cansancio y abatimiento total. Por otro lado, se me agudiza muchísimo el olfato, y con eso, me da un asco terrible cualquier cosa con olor, aunque sea comida que me guste. Las que lo habéis experimentado sabéis como es la ecuación, cuanto más vacío tengas el estómago peor te sientes, y cuando te decides a comer algo que no te haga vomitar mientras lo preparas, tienes dos opciones: logras mantenerlo en el estómago aunque te lo revuelva más, o acabas vomitando. En mi caso la segunda opción era la que más elegía mi cuerpo, con lo que al rato, volvía a tener hambre, luego náuseas. Era desesperante, pero me lo tomaba con humor y como indicativo de que todo iba bien, y siempre comía con un cacharrito al lado por si acaso. Las náuseas iban a peor por la noche y cuánto más cansada estuviese, peor.
No me apetecían muchas cosas ya que la mayoría me sentaban mal, sobre todo las verduras, aunque me apetecieron… Un día, se me antojaron sardinas a la plancha, y me las comí con muchas ganas (y eso que no estaba segura de soportar el olor), y cuando estaba a punto de acabar, las vomité todas. No quiero volver a oír hablar de sardinas en unos años… Me pasé unas cuantas semanas a base de pasta, que era lo que mejor lograba retener mi estómago, así como el pan tostado, el arroz, o las sopas, también con pasta o arroz. Moverme ya era una odisea porqué me iban a más las náuseas (si habéis ido en barco, es parecido a viajar con mala mar), y cocinar era insufrible. Abrir la nevera, con su multitud de olores era una prueba de resistencia, me daba asco cualquier cosa que oliese lo más mínimo aunque no fuese un olor desagradable (no soportaba ni colonias ni perfume de ningún tipo). Me apetecían sabores intensos y muy salados (y eso que yo normalmente cocino con poca sal), no soportaba la comida sosa. Muchos días cuando llegaba mi pareja del trabajo tenía que preparar él la cena, además de ocuparse de todo lo que no podía hacer, y me sentía muy culpable por lo cansado que iba él.
Y si comer era difícil, más difícil era beber, misión imposible. No conseguía beber agua sin vomitar, aunque fuese a sorbitos, la sentía caer en mi estómago como si fuesen piedras. En mi primer embarazo, conseguí beber mezclando el agua con zumo de limón, pero ésta vez no funcionó. Algún día conseguí retener algo bebiendo aquarius, pero en seguida le cogía asco (y eso que me encanta), y luego probé con las aguas de sabores, que me iban medio bien hasta que me asqueaba también su sabor, todos ellos. Así que con tantos vómitos y sin reponer líquidos podía deshidratarme fácilmente, y me preocupaba mucho. Me esforzaba en beber todo lo que podía, además (me pilló en pleno verano) tenía calor, y me apetecía, pero muchos días no alcanzaba a beber más de un vaso. Por otro lado, en mi anterior embarazo tuve bastantes infecciones de orina, y después he seguido teniendo, y temía también por eso. Así que en un intento desesperado por hidratarme, me comí medio melón (pequeñito), y me quedé tan a gusto, porqué lo retuve. Pero esa misma noche me desperté con un dolor horrible de barriga, y el resultado fueron: vómitos y diarrea.
Lavarme los dientes también era un problema, ya que si conseguía retener comida y me cepillaba, me daban náuseas y vuelta a empezar. Así que ni las cosas más cotidianas eran fáciles para mi, y me pasé la mayor parte del tiempo estirada en la cama, ya que ni al sofá llegaba. También me daban dolores de cabeza, así que no me apetecía mucho ver la televisión o Internet, por lo que el tiempo pasaba muy lentamente.
Otros síntomas que tuve fueron el sueño y el insomnio, yo ya soy dormilona normalmente, pero estando embarazada puedo dormir 12 horas sin enterarme. Desde antes de la falta, el cansancio y el sueño me aumentaron (también el hambre i el olfato, de hecho sospeché estar embarazada por éso), pero como también tenía más ganas de hacer pipí, me despertaba varias veces. Por la noche me dormía muy pronto, pero cada noche a eso de las 3 de la mañana me despertaba para ir al baño, y después se me hacía imposible dormir. Me pasaba hasta las 7 o 8 de la mañana sin poder coger el sueño, y entonces dormía un par o tres más de horas.
En éste embarazo fui a los primeros controles con mi comadrona y el ginecólogo un poco más tarde (sobre las 6-7 semanas), ya que no estaba segura de que fuese a seguir adelante. Mi embarazo lo han catalogado de alto riesgo debido a mi historial abortivo, y además de la progesterona, debo tomar una aspirina infantil (Adiro) cada día durante todo el embarazo. A las nueve semanas teníamos la primera ecografia (debido a mi historial siempre me hacen una antes de las doce semanas), una de las cosas que más temo después de ver a mi hijo sin latido en una de ellas… Además me tocó el ginecólogo que llevó mi anterior embarazo y atendió mi parto, que es el paradigma de la no-empatía en persona. Así que dormí mal, fuí nerviosa, y al entrar y verle ya se me derrumbó todo. Me preguntó si era el primer hijo, y le tuve que recordar mi parto prematuro y demás abortos. Después con el ecógrafo rebuscando, ése temido silencio… yo ya me preparaba para lo peor. Me pidió que fuese al baño a hacer pipí, yo no tenía, así que volví, temblando, estaba muerta de miedo. Subí a la camilla (aka potro de tortura), como si fuese al matadero, y volvió el a rebuscar… Silencio eterno hasta que dijo: aquí está, ¡se había escondido! En ése momento me relajé y empecé a llorar, ya no pude parar hasta que salimos del hospital. Le vimos, escuchamos su latido, y fue muy emotivo. Un día duro, y bonito al final, del que tenemos una preciosa ecografia en la que se le ve perfectamente.

Ecografia a las 9 semanas 🙂
Las analíticas del primer trimestre y cultivo de orina salieron bien, también seguía siendo negativa al toxoplasma. La siguiente ecografia fue a las doce semanas, y estuve tan nerviosa que me pasé la noche en el baño con diarrea y vómitos. Pero todo fue muy bien, el/la bebé estaba perfectamente, aunque debido a mis nervios muy inquiet@, así que se lo puso difícil al ginecólogo para medir el pliegue nucal. Al menos ésa vez, en seguida supe rápido que estaba bien (nunca entenderé por qué les cuesta tanto decir: todo bien, y luego que pasen el tiempo que quieran en silencio), ya que lo primero que dijo es que no paraba de moverse, y entonces pude tranquilizarme y pedirle a mi bebé que se calmase. De esa ecografia no tengo ninguna imagen demasiado buena, ya que se movía mucho, y el ginecólogo no tuvo demasiada paciencia para «pillarlo» bien.
La barriguita se me empezó a notar antes de las doce semanas, pero como todavía tenía un poco de barriga de mi anterior embarazo, no cambió mucho en todo ése tiempo. De peso, empecé estando en 53kg, pero perdí un par de quilos con tantos vómitos. Los pinchacitos conforme va aumentando el útero los recuerdo más fuertes en mi primer embarazo, así que eso no me ha preocupado lo más mínimo.
Las primeras semanas estuve haciéndome test de embarazo cada varios días (tenía bastantes de mi larga búsqueda), ya que antes de éste embarazo volví a tener un aborto, y estaba atenta a que ésas dos rallitas no bajasen de intensidad. Estábamos los dos, ya tan «quemados» de malas experiencias, que nos lo hemos ido «creyendo» muy poco a poco. En mi primer embarazo estábamos en una nube, y empezamos a hacer fotos de mi barriga cada semana, en éste sin embargo, no tengo todavía ninguna (y ahora ya estoy en la semana 15). También con mi primer hijo, empecé un diario dónde le escribía mis sensaciones, y en éste, apenas he escrito. Me da pena tener tan pocos recuerdos, pero no me he sentido capaz de vivirlo tan intensamente, al menos, no con ésa inocencia. Supongo que conforme vayan pasando las semanas, sobre todo a partir de que el/la bebé sea viable, me iré relajando, o eso espero.

Uno de los test positivos, éste se lo envié a mi pareja mientras trabajaba para alegrarle el día.
Emocionalmente estoy sensiblona, algo normal con el cóctel hormonal. Pero éstos primeros meses no he parado de revivir mi embarazo con Aritz, lo cerca que lo tuvimos, y cuánto le queremos. A ratos, cuando me quedo sola me emociono mucho… le recuerdo, en mi barriga, en las ecografias, todas las cosas que habíamos imaginado con él… y también tengo grabada, ya en el hospital, su carita perfecta, el suave tacto de su piel, sus diminutas manitas y frágiles deditos… De alguna manera mi cabeza me lleva a él, ahora que llevo a otr@ hij@ en mi vientre, le tengo más presente que antes. Le he echado de menos cada día, y ahora se me hace muy real que el/la que vendrá es otra personita, y él no nos dará nuevos recuerdos. Me siento extraña al tener que dividir mi amor en dos hijos.
El parto también lo tengo muy presente, de hecho no he parado de revivirlo por lo traumático que fue. Pero además es el recuerdo más «real» que tengo de él, y me arrepiento de no haberme podido quedar con más recuerdos, de no haber podido despedirme cómo él se merecía…. Lo mejor es que él me enseñó que sé parir, y también lo que quiero y lo que no en mi próximo parto. Por eso no paro de darle vueltas a la idea de pedir un traslado a otro hospital muy respetuoso, ya que el lugar me trae malos recuerdos y el personal no me inspira confianza.
Hasta aquí el resumen de los cambios y sensaciones que he ido teniendo éstos tres primeros meses.
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Abrazos mamíferos ❤