A los cinco meses del parto de mi hijo Aritz, tuve un retraso, es decir, otro positivo. Otra vez nos invadió la alegría, y evidentemente, también el miedo. Pero queríamos convencernos de que la mala suerte ya había jugado todas sus cartas con nosotros. Ésta felicidad duró días, y tuve un aborto espontáneo en casa (que compartiré más adelante con vosotr@s). Ésto ocurrió en Mayo de 2015.
Tuve una visita con mi ginecólogo cuando acabé el proceso de expulsión (fueron tres de días de sangrado, y una semana de dolores y manchado), para contárselo y que me revisase. Entré en la consulta creyendo que no me haría ni caso, cómo tantas veces, pero, me sorprendió, ya que se lo tomó en serio, y dijo que iba a hacernos más pruebas. No sé como hasta entonces no se le había ocurrido, habiendo tenido abortos de repetición, ver si tenía problemas de coagulación (trombofilia)… Así que me mandó análisis para ver el anticoagulante lúpico, y los anticuerpos cardiolipina lgG y lgM. Además de eso, tampoco nos habían hecho todavía un cariotipo en sangre periférica, para descartar que ninguno de los dos tuviese alguna anomalía genética. Dijo que seguramente no encontrarían nada, y que entonces deberíamos ir a un especialista en fertilidad, a otro centro, éso suponía entrar en una lista de espera de pruebas e inseminación artificial. Aunque éso no me hacía ninguna gracia, tuve un subidón, ya que parecía que avanzábamos.
Me costó mucho, pasé muchos nervios antes de la cita, ya que al cambiar de ginecólogo sabía que tendría que revivir y contárselo todo de nuevo. Él se limitaba a teclear y preguntar fechas, datos, varias veces lo mismo, ni siquiera me miraba a la cara. Pero como contrapunto, la enfermera, a la cual conocí en el hospital después del parto de mi hijo, fue muy empática y amable. Mientras tecleaba, paró un momento para preguntarme de cuántas semanas estaba cuando tuve el parto prematuro, y qué le había pasado a mi hijo (feto, dijo él). Me mordí la lengua, ya que él mismo fue quien me dio el alta y parecía ni acordarse de mi (él nos mandó las primeras pruebas de infertilidad antes de concebir a Aritz y también me atendió antes, después y durante mi embarazo), mientras que la enfermera me recordaba perfectamente sin haber visto mi historia, simplemente porque me miraba a la cara. Le respondí que estaba de 23 semanas y 6 días, y sin ningún escrúpulo dijo: ah, otro aborto. La cara que puso la enfermera fue una demostración de humanidad y de respeto hacía nuestro dolor… Pero él estaba ocupado tecleando y no se dio cuenta. Así es cómo uno no recuerda a sus pacientes: porque no hay implicación con ellos. Le tuve que repetir cuántos años llevamos intentándolo, cuantos abortos, que pruebas nos han hecho y con qué resultados, y un extenso resumen de todo lo que pude recordar como os conté en mi anterior post… No sé si nada de éso estaba registrado o si simplemente no se paró a consultar y buscar ésos datos.
Los resultados de los anticoagulantes salieron dentro de la normalidad, y los del cariotipo, tardaron algo más de un mes, y también estaban bien. Tras comprobar por ecografia que lo había expulsado completamente y todo estaba correcto, mi comadrona nos aconsejó esperar un ciclo para volver a intentarlo.
Empecé el ciclo después del aborto muy revuelta emocionalmente… Muy triste y agotada de tanta mala suerte. Llevamos tanto tiempo intentándolo, que no es tanto tener que esperar otro ciclo más para poder intentar quedarme embarazada, pero me deprimía verlo más lejos… Pero no fue así, no es que estuviésemos en plan «suicida» ni nada de eso, simplemente no nos lo planteamos, nos dejamos llevar. No teníamos intención de buscar un embarazo, ni siquiera controlé demasiado los días fértiles ya que al haber tenido el aborto, no tenía claro cuándo me tocaba regla u ovulación. Si que noté, que tuve dos semanas distintas de flujo fértil (clara de huevo), y después, haciendo cuentas, me di cuenta que la primera vez que lo tuve coincidía con la fecha de ovulación prevista según mi anterior regla, y la siguiente vez, coincidió exactamente a los 14 días desde el primer día de sangrado del aborto, que fue una semana más tarde. Sólo durante la segunda ovulación, mantuvimos relaciones. Por curiosidad, me hice un test después, y si, estaba ovulando. Entonces se me encogió el estómago, y se me pasó por la cabeza qué podía pasar si me quedaba embarazada ahora que teóricamente, era mejor esperar. Pero pensé que no podía ser, que con nuestra «puntería», después de tantos años buscando embarazos sin demasiado éxito, sería muy extraño.
Aunque me quería hacer a la idea de que no podía pasar nada, no paraba de pensar que me había quedado embarazada. Además, tuve muchísimo sueño, algo que siempre me ha pasado antes de la falta cuando he estado embarazada. Y varias veces tuve asco al olor de comidas que me encantan, con lo que me mosquee todavía más. También empezaron a sangrarme las encías mucho más, pero como las he tenido mal desde mi anterior embarazo, a éso no le di demasiadas vueltas. Cuando se acercaba la fecha en que debía aparecer la regla, empezaron a dolerme los riñones, y quise tomármelo cómo anuncio de una regla inminente. Así que ignoré todos los demás síntomas, pensando en que quizá el miedo me estaba sugestionando a sentir todo éso, y me dispuse a esperar el sangrado.
El día que me tenía que bajar el periodo no vino, y me fui a dormir pensando que llegaría la mañana siguiente, y dudando de si debía hacerme un test o no si no aparecía. No me atrevía, ya que hemos pasado por tantos test de embarazo negativos, y sabemos la desilusión que conlleva, y los nervios que se pasan esperando la regla y pensando si repetir el test o seguir esperando. Si esperas puedes retrasar la regla con los nervios y es un sufrimiento innecesario, pero si haces el test demasiado pronto puede ser que no encuentres respuesta… Así que no decidí nada. A mi pareja no le comenté nada, porqué el me apoya en todo, es decir que me deja a mi la «responsabilidad» de decidir ya que todo le parece bien, así que en él no encontraría la solución.
Al día siguiente amanecí muy extraña: el cuerpo me pesaba, el estómago revuelto y hambre a la vez, cansancio y mareo. Y ninguna señal de que fuese a venir mi regla. Así que ya lo sabía sin lugar a dudas, y decidí hacerme el test. Cuando es que sí no dudo, y no me equivoco. Se lo dije a él, y se quedó desubicado, no lo entendía. Me dijo: ¿pero, éste mes no teníamos que esperar? Entonces le recordé q tuvimos relaciones, y que coincidió con mi ovulación. Y le costó procesar la información, pero al verme tan decidida y tal como me encontraba, se dio cuenta que iba en serio.
En cuanto me hice el test, apareció la mágica rallita, inmediatamente, fue genial no tener que esperar los lentos 5 minutos que siempre se hacen insufribles. Fui directa a la cocina y le dije: ¡es que si!, nos ilusionamos, y a la vez nos acobardamos, todo a la vez. Yo temía ponerme a soñar, con mis antecedentes y un aborto tan reciente, no quería creérmelo tan pronto. Después de los abrazos y el subidón del momento, volvimos a la cama a aterrizar. Estábamos sorprendidos de la puntería que habíamos tenido, no nos creíamos que pudiese haber sido tan fácil.
En seguida, la cabeza empezó a irme a mil, y a pensar demasiadas cosas a la vez. Entonces, me bloqueé, no sabia si pedir cita con el ginecólogo ya que sabía que seguramente tendría que tomar progesterona o alguna otra medicación, o si esperar a la cita que tenía ya concertada más adelante para ver los resultados de las últimas analíticas. Igualmente, tenía que pedir cita con la comadrona para que me hiciese la libreta del embarazo, pero no me creía que «aguantase» el embarazo y me daba miedo coger citas y que me pasase como la anterior vez, que cuando fui ya había perdido el embarazo. Me estaba invadiendo el miedo a perderlo, y que fuese demasiado pronto para un embarazo después del aborto. Me costaba asumirlo, y pensaba esperar un poco para dar la noticia por si acaso, pero semana siguiente era el cumpleaños de mi madre, que venía a celebrarlo, y como la vería, sabía que tendría que decírselo. Podía ser una buena sorpresa de cumpleaños, pero con mis antecedentes, ya no sabía si se alegraría o se preocuparía.
Con tantas cosas que me preocupaban en la cabeza, estuve en shock un ratito, y se lo fui explicando todo a mi pareja. Él con su calma y su sabiduría, me sacó de mi caos diciéndome que a él éste embarazo le daba muchas fuerzas para seguir adelante, ir al trabajo con alegría, y que si me había quedado embarazada era porqué mi cuerpo estaba bien recuperado y con fuerzas para ello. Con ésas palabras me hizo volver a enamorarme, todavía más, es tan positivo y dulce… Entonces me permití volver a sonreír con él, y darnos el pequeño-gran lujo de soñar, contar los meses para saber cuando nacerá…
El solsticio de verano nos trajo ésta gran noticia, otro hijo nos ha venido a alegrar los días. Poco después de enterarnos, fue el día del padre en EEUU, y justamente, en San Juan es mi Santo, así que nos hizo mucha gracia que éste mes tuviésemos «regalo» los dos. Un solsticio ya es mágico de por si, y éste lo recordaremos siempre.
Aunque nunca hay nada asegurado, hemos aprendido de lo que hemos pasado, que hay que aprovechar cada momento al máximo, y eso hacemos. Aunque el embarazo tenga sus altibajos, pienso aprovechar y disfrutar cada momento, cada síntoma por molesto que sea, y dar gracias cada día a mi hij@ por habernos elegido. No hay nada más empoderante que gestar un hij@, me siento afortunada de tener otra oportunidad. Pase lo que pase, ya somos afortunados de poderlo vivir. Cuando me entran los miedos, intento frenarlos, y hablo con mi hij@, le digo que le esperamos, que le queremos muchísimo y que se quede con nosotros. Y cada día, le envío toda la energía y amor que tengo, para que se sienta querido en todo momento.
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Abrazos mamíferos ❤