Resultados de la necropsia de Aritz

Le precede la entrada Trámites después del parto de Aritz

Poco después de un mes del parto, recibí la llamada del hospital. Habían llegado los resultados, y justo esa semana tenía la cita de postparto con mi ginecólogo, así que no hizo falta que me diese hora. Impacientes, llegamos ese día a la consulta, y tuvimos que esperar un rato que se hizo larguísimo. Iba concienciada de que sería un día desagradable, que el ginecólogo seguramente seguiría en su línea de frialdad, y me predispuse a ser fuerte para afrontarlo.

Cuando entramos, buscó un sobre, era marrón y acolchado, y sacó unos papeles de dentro. Yo no hacía mas que pensar si estarían las huellas, y como no dijo nada, y para no hacerme ilusiones, pensé que no habrían podido. Mientras sacaba y desdoblaba los papeles, nos fue explicando que no habían encontrado nada concluyente. Gran decepción, esperaba que encontrasen una explicación… Dijo que el bebé había muerto a causa del desprendimiento de placenta, cosa que ya sabíamos, y que además le habían encontrado neumonía aguda.

Dijo que era muy extraño, que no entendía a qué podía deberse ya que dentro del útero no respiran (obvio…). Tanto el líquido, como el cordón y las membranas tenían una infección, pero no se sabía como había llegado hasta allí (según él, apareció sin más..). Pensé que debía pensar que éramos tontos, ya que un bebé en el útero no respira, pero si que traga líquido amniótico, el cual estaba infectado, así que por eso nuestro hijo tenía neumonía. Me dio la sensación de que no nos quería dar muchos datos, ni que le hiciésemos preguntas, ya que en seguida cambió de tema. Le pregunté si podía ser debido a mi infección de orina, y me lo negó. No le creí. Dijo que no valía la pena darle más vueltas, que estas cosas pasan, que no tiene por que volvernos a pasar ya que el bebé estaba perfectamente formado y sano hasta entonces, así que simplemente tuvimos mala suerte. Me sonó a discurso psicológico barato, no consideraba mis preguntas, no quería aclarar mis dudas, y respondía con evasivas del tipo: tenéis que olvidaros y buscar otro bebé. Con la «tranquilidad» que nos dio, y sus pocas explicaciones, no era como para ponerse a pensar en un nuevo embarazo, la verdad…

Al menos, tenía para nosotros una grata sorpresa: sacó de entre los papeles medio folio con unas huellitas diminutas… Las dos manitas y los dos pies, que se veían muy bien. Cuando las vi se me llenaron los ojos de lágrimas… Lo habíamos conseguido, eran sus huellas, la única prueba física que tenemos de su existencia. Eso nos hizo compensar las pocas explicaciones que nos dieron, y salimos de la consulta aliviados por tener un recuerdo, nuestro tesoro. Cuando le hecho mucho de menos, las saco, las toco y le digo cuánto le queremos…

Lo comparto con vosotr@s:

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Otra vez, salí de la consulta sin que me preguntase como estaba, y eso que era la visita postparto. No estuvimos allí más de cinco minutos. A mi tampoco se me pasó por la cabeza con tantas emociones. Pero igualmente, como ya os conté en la entrada sobre mi puerperio sin Aritz, ya me había preocupado yo de ir a ver a mi comadrona, a la médico de cabecera, y de pedir una ecografia. Así que si hoy estoy viva y sana, no es precisamente por la atención médica de mi ginecólogo.

Una vez en casa, y con la intranquilidad de no haber sacado nada en claro, me puse a leer detenidamente las hojas del informe. Me pasé una semana consultando en internet cada palabra, cada síntoma que tuve. Me bajé y revisé complicados y extensos textos médicos sobre corioamnionitis, sus causas, consecuencias y el tratamiento. Concluí que la razón más probable por la que mi hijo pudo ponerse enfermo fue mi infección de orina. No tuve ningún otro síntoma ni infección, y como leí, las bacterias pueden llegar hasta el útero, en raras ocasiones, pero puede pasar. Me hicieron montones de tactos las semanas previas al parto, lo que aumenta la probabilidad de que las bacterias puedan subir y llegar al bebé. Tampoco supe cuando fisuré la bolsa, debido al sangrado, que me impedía discernir si tuve pérdida de líquido amniótico,  y si estuve con la bolsa rota un par de días la infección pudo extenderse a sus anchas. Me indicaron tomar paracetamol cada 8horas para los «dolores», que resultaron ser contracciones, así que la última semana antes del parto lo tomé. El paracetamol es antitérmico y por eso nadie cayó en la cuenta de que podía estar con fiebre (infección), sin que tuviese la temperatura alta.  Pero en ningún reconocimiento, ni en mis visitas a urgencias, me hicieron cultivos, ni amniocentesis para saber si tenía infección en la bolsa. De pura suerte me salvé de que la infección pasase a mi sangre y estuviese en riesgo mi vida. Estas son mis conclusiones, ya que no me han dado más explicaciónes. Pero me cuadran a la perfección, y justifican por qué querían despacharme tan rápido y que no me cuestionase por qué no se dieron cuenta antes de que tenía tal infección como para llevarse a mi hijo, y ponerme a mi en peligro.

Lo único que tenemos son sus huellas, y el informe, que es dónde están todos sus datos médicos. Esto, junto con los papeles de mi embarazo y ecografías, lo guardo como oro en paño. Es lo más parecido a su documento de identidad pero con datos tan precisos y extraños como: cuánto pesó su estómago, cerebro, pulmones… Lamentablemente, en el lugar dónde debería aparecer su nombre, se lee: «feto de» y mi nombre…

Os comparto lo datos más significativos, al menos para mi:

Aritz midió 30,2 cm y pesó 640 gramos. Sus pies medían 4,1cm, y su cordón 19cm.

Su peso y medidas eran concordantes a su edad gestacional. Sin malformación alguna ni ningún órgano dañado.

Su diagnósitco:

*Placenta con corioamnionitis aguda moderada, con áreas de infarto focal y hematoma marginal.

*Funisitis aguda.

*Neumonía aguda intrauterina masiva bilateral.

*Sistema nervioso central y glándulas suprarrenales con signos de autolisis que limitan el valor diagnóstico histológico.

Tengo pendiente ir al hospital dónde le realizaron la necropsia, para pedir una segunda opinión, y para ver si guardan en el registro alguna fotografía. Es un trámite doloroso, pero que quiero hacer, ya que es lo único que nos queda por intentar. Se de muchas familias que han conseguido fotografías incluso años después, no en todos los hospitales las tienen, pero por intentarlo, que no quede… Este verano nos decidimos a ir, la verdad es que nos costó mucho y pasamos muchos nervios. Tenemos el hospital a dos horas de casa, y aprovechando que nos surgió una gestión que hacer por allí, fuimos sin llamar antes ni pedir cita, improvisando.

Al llegar allí, vi un edificio con un cartel que indicaba anatomía patológica, y tuve la sensación de que nuestro hijo estaba allí. Me entristeció, pero a la vez, era como visitarle, y me emocionó pensar que posiblemente estábamos muy cerca después de tanto tiempo separados… Como ya os conté, no quisimos enterrarle ni realizar ningún otro ritual, así que el único lugar «físico» donde podía estar, o dónde sabemos que estuvo por última vez, es en ese edificio. Eso me hizo replantearme si me hubiese gustado tener un lugar al que ir a visitarle. Todavía no lo tengo claro, ya que, no me gustaba la idea de relacionar un lugar con él, prefiero imaginarle, y le siento, cerca de mi espiritualmente. Pero, inevitablemente, ahora para mi ese hospital es como su «tumba»… Y no es un lugar bonito de visitar, ni de tenerlo como referencia… Así que no sé que es peor.

Entramos al hospital, y me tocó explicárselo a una administrativa, que me mandó a otra administrativa, la cual, nos dijo que la persona que hacía ese tipo de peticiones no estaba. Le pedí si me podía dar un teléfono y cuando encontrarla para no tener que hacer otro viaje en balde, y me lo facilitó. Pero ahí quedó la cosa, no he vuelto a tener fuerzas para llamar, así que, lo dejo para más adelante. Espero tener fuerzas para poder hacerlo y contároslo algún día…

 

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Abrazos mamíferos ❤

Parto de Aritz, parte II: Quiero despertar de esta pesadilla…

Estamos llegando, veo las majestuosas montañas… Hace sol, debería ser un bonito día de invierno. Me dice que me dejará en la puerta e irá a aparcar, y no me quiero quedar sola, pero no puedo caminar. Bajo y camino lenta y torpemente hacia la puerta. Mientras le espero, veo como va entrando gente. Es domingo y urgencias está bastante lleno. Él llega en seguida, a paso ligero. Entramos, y le pido que hable él, no quiero explicar qué me pasa, otra vez, a la misma mujer de admisiones. Mientras hace cola, me siento en una silla de plástico, en la puntita, qué plástico tan duro… Veo como unos padres están dando sus datos, tienen un bebé y un niño pequeño enfermos, que pena tan pequeñitos y sufriendo… Después va un matrimonio mayor que he visto en la entrada, el hombre se sienta a mi lado, y su mujer me mira de reojo desde la cola… Debo  tener muy mala cara, miro al suelo para que no vean mi cara de dolor. Por fin le toca, no sé que le dice, pero él me señala, y la mujer llama por teléfono. En seguida un celador me viene a buscar con una silla de ruedas, y me deja delante de la puerta de urgencias, en la sala de espera. Hay mucha gente, y siento que todos me miran, por suerte estoy de espaldas a ellos. Espero no encontrarme con nadie ahora… Hay unos carteles que indican el tiempo estimado de espera, los dos lo miramos, las embarazadas con amenaza de parto están de las primeras. De golpe, la barriga se me pone de lado, se la enseño, contenta, porqué ya hacía mucho que no le sentía moverse así. Le acaricio, gracias hijo, me has hecho sonreír.

Abren la puerta, no han tardado nada, y otra vez toca explicar que pasa, odio ésta parte. Estoy de 26+6, sangro muchísimo y tengo mucho dolor. Pasamos a una sala, dónde me tengo que desnudar y el protocolo de siempre: pulso, temperatura, y volver a explicarlo. Ya me conocen de las anteriores veces, y ven que ésta vez es más grave. Me ayudan a subir a la camilla, que es dura como una piedra, completamente plana, y allí el dolor se hace insoportable. En seguida viene la médico, la misma que la última vez que fui me dijo que ni siquiera sangraba… No quiero tacto, pero me lo como con patatas ya que según ella, me miente, es la única manera de saber si estoy dilatando. Me duele mucho más que las otras veces, saca la mano y no dice nada. Evita mi mirada, eso son malas noticias. Inocente, pregunto si el cuello está cerrado, a ver si tengo suerte… pero me dice que no e intenta poner cara amable, después desaparece. Le pregunto nerviosa a la enfermera que qué harían, y me dice que no sabe, pero que en seguida llegará el ginecólogo. Me dice que me pondrá una vía con suero y algo para calmarme, no se si se refiere a los nervios o al dolor, pero me da igual…

Nos dejan solos unos minutos eternos, preocupados e indignados al no saber cómo está nuestro hijo, podrían haber escuchado su corazón… Llega el ginecólogo, justamente es el que lleva mi embarazo. Hace sólo dos días que me revisó con el especulo porqué le insistí con que tenía dolor y sangraba… Entonces me dijo que sólo eran restos, que me dolía la barriga porqué crecía y que debía de estar deshidratada. Me mira sorprendido, y se extraña ya que según él, hace dos días estaba «perfectamente». Se lo dije entonces que no estaba bien, que desde el tacto que me hizo mi comadrona el miércoles el dolor y el sangrado habían ido a más. Pero no me hizo caso, sólo soy una madre primeriza asustada… y ahora no tengo fuerzas para decirle todo lo que pienso.

No me explica nada, está serio, y le tengo que preguntar qué pasa. Me contesta sin un ápice de humanidad que estoy abortando. Me mata, le digo que no puede ser. Tengo que seguir preguntando porqué no me dice nada, ¿podéis darme algo para pararlo? Me dice que no. Me da miedo seguir preguntando, cada vez es peor… Me dice que el «feto», que ya no es un niño como hasta ahora, no es viable. Dice que nos tendrían que trasladar a un hospital con UCI para neonatos, pero que no me lo recomienda. Me cuenta que la semana pasada le pasó lo mismo a una chica con la misma edad gestacional y que aunque la trasladaron, el bebé murió poco después de nacer. Continúa diciendo que no recomienda intentar salvar a un bebé tan prematuro, que tendría demasiados problemas de salud. Para poner la guinda, dice con total frialdad, que él no tiene ninguna obligación legal de reanimarlo siendo tan pequeño. No me puedo creer que esté hablando de un bebé con tan poco respeto, como si fuese un juguete defectuoso. Darlo por perdido antes de saber como está… ¿Cómo un médico puede no luchar por la vida?, ¿cómo se atreve a decirnos que no luchemos por nuestro hijo? ¿Piensa que nos podemos deshacer de él porqué el protocolo dice que no es viable? ¿Porqué le faltan dos semanas? Este ser tan frío y despiadado, ¿se dedica a traer al mundo vidas? Está claro que él no quiere ayudar a nuestro hijo, ya le ha sentenciado. Le digo que quiero el traslado, cuanto más lejos de él, mejor. Yo si que quiero intentar salvar a mi hijo, haría cualquier cosa por intentarlo. Me ve convencida y no le gusta, dice que primero hará una ecografia y entonces hablaremos. Se va, y nos deja esperando con el corazón en un puño.

Por fin, vienen a buscarnos con la silla de ruedas. Otra vez toca bajarme de la camilla, paso los empapadores a la silla, y me siento, que doloroso… Llegamos a la sala del ecógrafo, otra vez subir al potro… Veo que coge el ecógrafo vaginal, que bien, más dolor… Empieza a moverlo, aguanto las ganas de gritar, y se queda en silencio, muy serio. Me pregunta si he roto la bolsa, le digo que en la ducha he notado algo, pero con tanta sangre no he podido distinguir si era líquido o no. Sin decirme nada, se va a llamar por teléfono. Sigue en silencio, hasta que llega un doctor, es el pediatra. Ambos miran la pantalla, y el ginecólogo le dice al pediatra: es negativo. Me quedo helada. No me miran, y les pregunto qué pasa, aunque ya sé la respuesta… No hay latido, ha habido un desprendimiento de placenta, por éso el feto ha muerto. Se me para el corazón, el mundo, se me hace insoportable oír eso y seguir viva… Tiene que ser una broma, o una pesadilla, no le creo. Le digo que no puede ser, que le he sentido moverse hace un rato, no puede ser verdad. Miro a mi pareja, él tampoco se lo cree…

Sigue en silencio, no me da ninguna explicación más. Le pregunto que pasará ahora, y dice que lo tengo que «sacar». Ante nuestras caras de desolación, hace un intento por ser amable y me dice que en un par de reglas podemos volver a intentarlo. Todavía tengo a mi hijo dentro y me está hablando de sustituirlo… Ni una palabra amable. Me siento en una realidad paralela, no puede ser, no puede estar pasando… y éste señor no puede estar tratándonos así, he conocido veterinarios que tratan a sus pacientes con más delicadeza. No se que como irá, estoy asustada, y no me explica nada,  parece que tenga que estar tan acostumbrada como él a la situación. Excepto mi pareja, nadie parece darse cuenta de lo inhumano del trato, al menos, nadie quiere hacerse cargo. Los doctores no tardan demasiado en desaparecer sin decir mucho más, y nos quedamos con el celador. Ya ni siquiera nos tratan como padres, con sonrisas en la cara y felicitaciones, no somos más que un problema del que se quieren deshacer.

El parto de nuestro tan esperado hijo, no será en casa, como queríamos, rodeado de amor, no tendrá un final feliz… sólo será un trámite, el paso de la inmensa felicidad a la desolación y el vacío. No quiero parir, no así… Me gustaría que todo fuese más lentamente, tener tiempo para hacernos a la idea, despedirnos dignamente… Pero mi cuerpo me recuerda, con una contracción, que sigue avanzando.

Me levanto como puedo, con la ayuda de mi pareja. El cuerpo me pesa, la cabeza se me va, mi alma no está conmigo, se quiere ir con la de mi hijo… El pobre celador nos mira compasivo, dice que es una putada, pero que estas cosas pasan. Es lo más empático que nos han dicho hasta el momento.

Volvemos a la sala en urgencias, moverme para volver a subir a la camilla es ya insoportable. Nos dicen que esperemos mientras preparan una habitación, y que me van a ingresar. Odio los hospitales, y lo que estoy viviendo me reafirma. Me he pasado medio embarazo en urgencias, todos los controles y las pruebas salían estupendas, y mi hijo ha muerto. Nos dejan aquí tirados sin soluciones ni explicaciones médicas, sin acompañamiento emocional. Quiero irme a casa y hacerlo a mi manera, pero sé no me dejarían tal como estoy. Ahora tienen miedo por mi salud porqué ha habido desprendimiento de placenta y estoy perdiendo mucha sangre… A buenas horas se preocupan, a mi éso ahora me da igual. He pasado dos meses con contracciones, diciéndoles que perdía mucha sangre, y nadie me hizo caso. Sé que podrían haberlo hecho mejor, pero no me quedan fuerzas ni ganas para pedir explicaciones. Ni siquiera puedo, ya que el cobarde de mi ginecólogo se ha quitado del medio sin decirme ni «hasta luego».

Estoy desolada, igual que mi pareja. Sólo quiero abrazarle y decirle que le quiero. Tenemos un momento de intimidad para llorar a nuestro hijo, y consolarnos el uno al otro… Pero en seguida empiezo a estar muy mal, el dolor me supera.  De golpe tengo muchas ganas de ir al baño, me quiero bajar corriendo de la camilla e irme. Se lo digo a la doctora, y me dice que éso será que tengo ganas de empujar. Tengo el estómago revuelto, e insisto en ir, pero no me deja, dice que me traerá una cuña. ¿en serio? ¿no merezco un momento de intimidad? Necesito estar sola y no me dejan.

Vuelve con ella, y me hace levantar el culo para ponerme ése trasto metálico horrible que se me clava dolorosamente en mi ya dolorido coxis… Lo dejan esperando a ver si hago algo, como si fuese posible en ésa postura, con ése dolor, y todos mirándome. La situación me parece denigrante, cruel… Le digo que lo saque, y pienso que se lo metan ellos por donde les quepa, o lo usen de cojín y vean lo cómodo que es.

 

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Abrazos mamíferos ❤

Parto de Aritz, parte I: ¿Qué me está pasando?

Me despierta un fortísimo dolor, se ha pasado el efecto del último analgésico… Son las 6 de la mañana, y solo hace unos minutos desde que conseguí dormirme. Lloro de agotamiento e impotencia, pienso en Aritz que debe de estar también cansado, y me siento culpable. Doy vueltas en la cama para intentar coger una postura más cómoda, pero me cuesta moverme con éstos dolores, y la barriga me pesa. Cuando me giro, mi hijo se recoloca, y al moverse, siento presión hacia abajo y duele…

Sigo dando vueltas, no estoy nada cómoda en la cama. Me levanto y se me revuelve el estómago, necesito ir corriendo al baño. Allí paso un buen rato, los dolores no me dejan moverme. Sangre, mucha sangre, otra compresa… no sé qué pasa pero no me gusta. Tengo muchas ganas, pero me da miedo apretar… me pregunto otra vez si éstos dolores y la presión que siento son contracciones de parto o otra «falsa alarma». No puede ser, espero que no.

Me levanto entre dolor y dolor y salgo del baño, poco a poco. Camino arriba y abajo, estoy agotada, pero en la cama ya no sé cómo ponerme. En seguida llega otro dolor que no me deja estar de pie, creo que no han pasado ni cinco minutos desde el último. Vuelvo a la cama. Miro el reloj y calculo… mierda, todavía no puedo tomar otro paracetamol. En seguida se me pasará, éstos últimos días cuando salía el sol los dolores se espaciaban y podía dormir un ratito. Viene otro, parece más fuerte, no sé cuánto más aguantaré. Cierro los ojos y pido que no vengan más, necesitamos descansar…

Otro más, cada vez es peor… respiro, respiro… me digo: aguanta un poco más que a las 7 puedes tomar otra pastilla. Siento que viene otro… espero que pase, y busco la maldita pastilla. No puedo incorporarme, es como si tuviese un cuchillo clavado en el coxis. Trago la pastilla como puedo, y con ella mi última esperanza de calmar éste sufrimiento. Empiezo a contar los minutos que faltan hasta que haga efecto.

Le pido a mi hijo que se quede conmigo, le digo que vamos a relajarnos e intentar dormir un poquito, que lo siento mucho por hacerle sufrir… Entre punzadas, me acaricio la barriga y lloro, no sé qué debo hacer ni como acabará esto. Me da miedo, sé que si los dolores no ceden tendremos que volver al hospital. No quiero, ya sé lo que me encontraré, no soportaré otro tacto, ni su condescendencia e incredulidad. Estoy harta de decir que me duele, que sangro, y que me hagan sentir como una niñata llorona.

Ha pasado una hora y la pastilla no ha hecho nada de efecto… Hoy parece que no para, estoy aterrorizada. Son cada vez más fuertes, y empiezo a sollozar, siento a mi bebé empujar, no puede ser, parece que quiere salir… Despierto a mi pareja con mis lamentos, y en seguida veo la preocupación en sus ojos. Me mira con una compasión inmensa y me pregunta qué necesito. Le respondo que no lo sé, pero que se quede a mi lado. Me abraza y se queda conmigo, viendo como me retuerzo de dolor. Adivino por su expresión que ésto va en serio, no es un día más. Tengo mucha angustia acumulada, lloro y él me abraza y espera paciente a que la saque. Me pregunta si Aritz se mueve, le contesto que si, pero parece que menos que normalmente. Las otras veces también pasaba, me dice, es por que siente que estás mal, pero él seguro que está bien. Tiene que estar agotado pobrecillo…

Me dice que tenemos que ir al hospital, y sé que tiene razón, pero le digo que no, que hoy no quiero parir, que el bebé es demasiado pequeño… Pero me doy cuenta de que ésto puede ocurrir, tanto dolor no es normal, así que seguramente estoy ya en trabajo de parto… Me rompo y lloro como una niña que no puede asumir lo que está pasando. Pienso que prefiero parir en casa, pero me da miedo que mi hijo necesite atención médica… no sé lo que quiero, no quiero decidir. No soy capaz de moverme, le pido que llame a una ambulancia. Pero, ¿llegarán a tiempo? No puedo pensar con claridad… Se que él está nervioso sin hacer nada, pero espera a que yo esté preparada. Aguanta mis delirios pacientemente, si por él fuese, seguro que ya hubiésemos salido de casa.

Continúo sangrando muchísimo, he manchado la toalla y está empapando las sábanas, las compresas no dan ni para media hora… pero ya no soy capaz de irme a cambiar. Estoy mareada, me siento débil… ya llevo muchos días sin descansar, y ésta noche he perdido mucha sangre. Necesito energía, le pido que me traiga un yogur ya que no me atrevo con nada sólido. Entre contracción y contracción, él me va dando cucharaditas…

No me siento capaz de nada, pero he entendido que tengo que poder, me intentaré mover entre dolores. Pienso que una ducha caliente me aliviará, éstos días atrás me había funcionado. Además es mi último recurso para saber si ésto se para o continúa, si con la ducha va a peor es que va en serio. Le pido que no me deje sola, tengo miedo de marearme, pero no hace falta que se lo diga, él me vigila. Me prepara ropa limpia, toalla, y enciende el calefactor. Me ayuda a moverme, me desnuda, abre el grifo y se queda muy cerca por si necesito apoyarme en él. El agua caliente me sienta bien, pero los dolores no paran… tengo que cogerme bien para no caerme, y no tengo apenas fuerza para enjabonarme. Él me ayuda a hacerlo, como me cuida, le quiero…

Siento que alguna cosa sale, es pegajoso y denso, no es sangre, es transparente. Instintivamente, cojo un poco y lo huelo, nunca había sentido ése olor, huele a limpio. Me preocupo, creo que puede ser el tapón. De repente me mareo, pienso que me voy a caer y mi cuerpo no reacciona. Él entra en la ducha rápidamente para cogerme y me ayuda a sentarme. Me siento mal por él, veo en su cara que le he asustado. Quiero darle las gracias por haber actuado tan rápido, pero no puedo ni hablar. Ha salido un coágulo enorme, siento como si algo cayese de dentro de mi y mucho dolor en la barriga. Creo que me desmayaré, tengo miedo. Pienso en mi hijo, ¿cómo estará él si yo estoy tan mal?… Aguanta Aritz. Me siento tan culpable de hacerles sufrir a los dos… Estoy mareada, tengo mucho calor y sed…  Me pone un poco de colonia a ver si me sube la tensión. No puedo expresarme, me he quedado con el cuerpo muerto y la cabeza a mil por hora. Quiero salir de ése limbo, que me respondan las piernas y correr al hospital. Me horroriza que a mi hijo le pueda pasar algo. Cuando puedo, le pido que me traiga un poco de zumo, a ver si el azúcar me reactiva. Vuelve con él de prisa, bebo un poquito y en seguida siento que vuelvo en mí misma. Me levanto temblorosa, me aclaro y salgo. Él me viste siguiendo mis órdenes: compresa, braguitas, calcetines, levantame la pierna que no puedo… Me siento inútil, pero muy afortunada de tenerle a mi lado, le quiero tanto…

Lo hemos conseguido, estoy vestida. Cogemos los papeles, zumo, frutos secos y unos plátanos. Antes de salir, pienso que a lo mejor no vuelvo a casa ésta noche, me despido de mis gatos y les digo que no se preocupen si no vuelvo. Bajamos al parking, voy dando pasitos pequeños, con las piernas muy abiertas, no puedo cerrarlas. Me duele mucho la cadera, y la pelvis, nunca me había costado tanto caminar. Sentarme en el coche es muy doloroso, no va a ser un viaje cómodo. Se me hace eterno el trayecto, y muy cortos los momentos entre contracciones. Intento concentrarme en la música para distraerme, pero no sirve de mucho. Cuando viene un dolor, tenso los muslos y levanto el culo, me aguanto sin tocar el asiento porque es insoportable estar sentada. Respiro, me concentro en ello como nos enseñaron en las clases, pero no me sale bien. Le veo nervioso, y le pido que no corra. Me pregunta si prefiero ir por el camino más largo o por el corto que tiene baches, sin duda quiero el largo…

 

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Abrazos mamíferos ❤