Ha sido un día agotador, y aquí sigo, como un ave nocturna… ¡necesito dormir y no puedo!!
La noche pasada dormí apenas 6 horas, poco para recuperar las 48 horas sin apenas dormir, pero me sentaron bastante bien. Eso si, con el pipí mañanero de las 8, he vuelto a retozar a la cama con ánimo de dormir pero sin éxito… Harta de dar vueltas y con la cabeza a tope de cosas pendientes, ideas, ilusiones, miedos, emociones y desvaríos… He llamado a Mamífero, que ya estaba despierto, para que viniese a darme unos achuchones de buenos días.
Eso si que es empezar el día bien, cuando tiene fiesta y no tenemos madrugón hospitalario, lo que más deseo del mundo es despertar y abrazarle encamados un rato largo. Le echo tanto de menos cuando está trabajando, y sé que nos queda tan poco ya de esta tranquilidad de despertarnos con mimitos y solos… Que pausaría esos momentos y me quedaría ahí las semanas que nos quedan hasta que de a luz.
Al hilo de lo que escribí el otro día en esta entrada, hemos estado hablando de que este embarazo ha sido tan difícil emocionalmente hablando, que apenas hemos hecho nada, nos hemos limitado a sobrevivirlo. Y es injusto para nuestro hijo Biel que haya sido una carrera de obstáculos en vez de un paseo entrañable. El embarazo de Aritz fue tan dulce, tan inocente y lo vivimos tan a tope… y en este no hemos sido capaces de estar a la altura. Tampoco hemos estado obsesionados ni amargados, pero no ha sido lo mismo, ni de lejos.
Hemos recordado momentos bonitos del pasado, y nos hemos dado cuenta que desde que Aritz se fue no hemos salido apenas ni planeamos días de disfrute. No ha sido un año fácil en muchos aspectos, y el embarazo nos ha absorbido mucho tiempo y energía. Ni siquiera hemos salido casi a dar un paseo juntos, no hemos ido a celebrar los buenos momentos después de las ecografías, nos ha costado hacernos fotografías… Estábamos en permanente acecho, esperando a pasar las semanas y que saliese todo bien. Dedicando el tiempo libre a médicos, mantener la casa en orden, preparando su llegada y poco más, se nos han ido pasando estos nueve meses, casi como un trámite para llegar al parto.
Ahora me da mucha pena, pero no he sabido hacerlo mejor. En todo momento me he sentido conectada con mi hijo, no he parado de disfrutar sus movimientos, sus avances, he reído con sus pataditas, y le he dicho mil veces al día cuanto le queremos. Pero me ha sido imposible vivirlo a tope.
Mamífero me ha propuesto entonces salir a comer, que nos diera el aire, y darnos ese caprichito. Y hemos comido un plato combinado en una terraza, aprovechando el sol y la buena temperatura. Luego teníamos clase de educación maternal allí al lado, o más bien inmediatamente después porque empieza a las 3, con el sopor digestivo.
Hoy hemos hablado de lactancia, y aunque no ha estado mal, no hemos aprendido nada nuevo. Mamífero se sorprende de como sin haber leído nada al respecto, sabe ya todo lo que explican en las clases. Si, ya se las tragó el año pasado, pero la sensación era la misma entonces. Lo único que no sabía, y le ha hecho gracia ha sido la postura de rugby para dar el pecho.
Básicamente hemos repasado los beneficios de la lactancia, posturas básicas, correcto agarre, y los problemas que pueden surgir: mastitis, grietas, o ingurgitaciones. Nos ha dicho como actuar ante los problemas, y como lograr una correcta lactancia, producción de leche y extracción. Hemos repasado experiencias de las madres repetidoras y sus angustias ante las dificultades.
Después hemos ido a la capital de comarca a hacer recados, algo que para mi es ya agotador por el hecho de subir y bajar del coche y andar de tienda en tienda. No hemos conseguido hacer todo lo que nos hemos propuesto, pero algo hemos solucionado. Por lo pronto ya tenemos todo lo que nos faltaba para completar las bolsas del hospital: una tarjeta de memoria para la cámara, cargadores para móviles, las cartulinas para la impresión de la placenta, aceite de almendras y jabón para Biel, gasas y alcohol de 70º para las curas del ombligo, y empapadores.
Esto último me ha costado una aventura, y me han salido gratis, porque casi se han negado a vendérmelos, ya que no han entendido para qué los quería… Cosas absurdas de la vida, tu pides algo, y en vez de vendértelo, te hacen un interrogatorio para saber por qué lo quieres (ni que hubiese intentado comprar morfina…). Tu explicas que lo quieres para los posibles derrames de sangre y leche en el postparto para resumir, porqué les voy a dar otros usos también, pero te tratan de tonta primeriza que se le ha ido la olla.
Dicen que para la leche existen discos de lactancia, les digo que los tengo. Obviando detalles de mi vida privada como: oye, ¿y si quiero dormir sin sujetador y dejarlas al aire (ya sea por grietas, comodidad, o por que si) y no quiero que la cama se empape de leche o regurgitaciones del bebé?… Me explican que para la sangre hay braguitas deshechables, les digo que ya, que usaré compresas. Me responden que las compresas van pegadas a las braguitas (mmm si?), y que los empapadores son muy grandes, pensándose, que se yo, que pretendía ponérmelos como un pañal… Les doy más explicaciones, innecesarias, obviando el tema de que a una le puede apetecer dormir en pelotas, que las posibles cicatrices agradecerán el aireo nocturno después de pasar el día compresa va compresa viene… Y razono, que en el caso de escape de sangrado, algo que a todas nos ha pasado con la regla, no quiero manchar la cama cada día.
Parece que mis explicaciones les parecen absurdas. Ya no les explico que también los quiero para llevar un par en el bolso, por si de camino al hospital rompo aguas en el coche y la lio parda. Y ni se me ocurre la opción de decirles que tienen múltiples usos como cuando el cambiador está para lavar o hay un desastre-emergencia de cacota explosiva de bebé. O lo más surrealista, que tengo un gato viejuno con incontinencia urinaria que precisa de una mantita especial para dormir si no quiero que todo huela a su pis, y que cuando vaya de culo con un bebé y tenga sus mantitas sucias, pues un empapador me haría el avío la mar de bien.
Pero no, ellas, dos farmacéuticas-madres experimentadas, contra una mamá primeriza, han ganado la batalla. Y me han sentenciado: mira, un paquete no te lo puedes llevar porque hay muchos y ¡¿qué vas a hacer con ellos?! Pero te voy a dar un par de muestra gratis para que veas lo que son. En sus cabezas la frase terminaba con: Para que veas que eso no lo necesitas para nada, loca!!
Flipando me he quedado con su don de ventas. Superada y saturada, les he dado la razón, mirándome con Mamífero en plan: ¿WTF?!! y hemos salido riéndonos de la situación surrealista. Al final he pensado, bueno, mejor, ya tengo un par gratis para echar en la bolsa del hospital por si hay una emergencia. Si luego veo que realmente no los necesito nada, y sino, los compro por internet que son infinitamente más baratos y no te cosen a preguntas…
Hemos seguido con los recados, he comprado plátanos y mandarinas para mi dieta-plan de absorción de hierro total (por cierto que mal me ha sentado el hierro nuevo y que malo estaba…). Y hemos continuado pateando hasta el otro lado del pueblo para encontrar que el locutorio dónde íbamos a imprimir el plan de parto estaba cerrado. Y hemos vuelto a casa, dejando por hacer para el resto de la semana: la compra, el lavado de coche, la instalación de la silla, el plan de parto sin imprimir, el pienso de los gatos por comprar, un butano por cargar y la casa medio patas arriba.
Pero al menos, las bolsas del hospital tienen lo indispensable para salir en caso de emergencia, y eso me da mucha tranquilidad 🙂
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Abrazos mamíferos ❤