mamiferizando…

Debido a mis experiencias en busca de la maternidad, tengo muchas historias que me apetece compartir. Espero con ello, ayudar a madres y padres que como nosotros, no lo están teniendo fácil. Me propongo visibilizar ciertos temas como las pérdidas perinatales, el duelo por ellas, el duro camino de la infertilidad, y la violencia obstétrica. Desde el respeto a todas las opciones, ya que lo que cada mujer elija libre y  debidamente informada es la mejor opción, me inclino por un embarazo y parto conscientes, en los que se informe y respete el deseo materno, sus tiempos y los de el/la bebé y se empodere a la mujer. Nosotras gestamos, nosotras parimos, nosotras decidimos.

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Ecografia, resultados y control a las 26 semanas

Esta semana ha tocado ir de peregrinación médica. Tenía el control mensual con mi ginecólogo, en el que nos han dado los resultados de los análisis del segundo trimestre y el o’sullivan. Como de costumbre también, peso, tensión, medición de la altura uterina y escuchar unos segundos el corazón de Biel (a que poco me saben…).

Las analíticas han salido correctas, urinocultivo negativo (bien!), el azúcar normal (104), y sigo siendo negativa al toxoplasma. Lo único fuera de lo normal, es que tengo la hemoglobina baja (10), por lo que el hematocrito lo tengo a 31 y la ferritina a 7!! (los valores de referencia son 15-150). Algo que me esperaba (es mi punto débil) porque me canso bastante, y me dan unos ataques de sueño de día… Así que toca suplementar con hierro un par de meses para llegar con unas buenas reservas al día del parto.

Una muestra gráfica del aplatanamiento que tengo, así me he quedado al llegar a casa, estirada con Joy, justo antes de una larga siesta:

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Siempre que he tenido anemia, y sabiendo lo mal que me sienta el hierro, tomo Floradix (se encuentra en herbolarios y farmacias en formatos de 250 o 500ml). Es un tipo de hierro que al ser orgánico no me sienta mal para nada, además incluye un montón de vitaminas y plantas medicinales que lo hacen muy completo. Es una especie de jarabe que se toma antes del desayuno y media hora antes de la cena, y su sabor es bastante agradable para ser hierro. La única pega es que es bastante más caro, pero dados los buenos resultados que siempre me da, merece la pena.

Se lo he comentado a mi ginecólogo, y no sabía de que le hablaba, me ha dicho: ¿natural?! ¿y eso funciona?, y le he dicho que claro que si, que es el que mejor me sienta. Ha insistido en recetarme uno que «sienta muy bien» por si acaso, y que tomase el que quisiera. Por suerte que la enfermera si lo conocía y ha corroborado que Floradix es totalmente diferente al hierro convencional, y que si me sienta mal, el que me recetaban, por más digerible que fuese, no tiene comparación.

Mi ginecólogo podría haber aprovechado para «reciclarse» y saber de qué hablábamos… Para poderle dar la opción a las que como a mi, el hierro nos sienta fatal, y ahorrarles el sufrimiento, que en un embarazo un dolor de barriga o ir estreñida es bastante molesto… Hay que ver como se empeñan en recetar aunque les digas que no lo tomarás…

Así que tal como hemos salido de la consulta hemos ido a por el jarabe, y a hacer una compra con alimentos ricos en hierro y vitamina C para absorberlo bien. Yo lo de la alimentación me lo tomo muy en serio, que sino las anemias me pueden.

Por lo demás en la consulta, he cogido un quilo de peso, la altura del útero es correcta (25 cms), el corazón de Biel es imparable, y mi tensión normal. También me ha dicho que para las «treintaipico» semanas dejaré de tomar Adiro para evitar hemorragias mayores en el parto.

Y ya nos hemos despedido hasta el año que viene. En lo que queda de año, solamente me queda ya la visita con la comadrona a finales de diciembre. Así que descansamos de médicos que este mes ha estado cargadito.

Esta semana también, me han hecho la ecografia para controlar las medidas el cuello del útero, que salieron correctas. Y de paso, ver la placenta, que sigue posterior y baja, el líquido (correcto), y las medidas y peso de Biel, que está creciendo perfectamente. Ya pesa 864 gramos (percentil 50), por lo que ha doblado su peso en este último mes, y cada semana lo siento patear más y más fuerte 😀

No pudimos verle en la ecografia… da penita, ya que estábamos, pero son así de «majetes». Van a destajo y a hacer lo que tienen que hacer, sin plantearse la ilusión que tenemos los padres por verles 😦

La anécdota del día de la ecografia, fue que Biel está en podálica, a lo que mi ginecólogo comentó que «ya veremos si tiene que ser cesárea». Mamífero y yo nos miramos con cara de: pero que dice este hombre!! Y le dije que era muy pronto para pensar en eso, que todavía queda mucho. Me dijo que claro, que se podía colocar «bien», pero que ya veríamos…

Es muy triste que estén anclados en protocolos obsoletos, peor, es una injusticia. No saben dar alternativas, o no quieren, ante una presentación de nalgas, con las que hay… Ni siquiera contemplan la posibilidad de un parto así, y de entrada, ya desconfían que el bebé se gire por si solo (yo me giré la noche antes del parto, así que confío plenamente en mi hijo). No dan esperanzas a la mamá, ni soluciones, y nos asustan innecesariamente.

Menos mal que soy consciente de que eso no es determinante y no me lo tomo en serio, pero si no lo llego a ser, me tocaría pasarme el resto del embarazo sufriendo por si es cesárea. Por esta y mil razones mas, pienso: ¡huye de ese hospital!! ¡¡No voy a parir ahí ni harta de vino!!!

 

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Abrazos mamíferos ❤

Publicado el 27 noviembre, 2015 por mamífera en Embarazo, Sin categoría • Etiquetado analíticas, cesárea, control, embarazo, Floradix, ginecólogo, ginesaurio, hematocrito, hemoglobina, hierro, parto de nalgas, placenta baja • 27 comentarios

Embarazo de Aritz: la peor parte…

A las 17 semanas tuvimos el primer susto… Al hacer pipí por la mañana, vi que había manchado un poquito, pero solamente era un resto rosita. Después de comer, fui al baño asustada porqué literalmente, sentí como algo bajaba desde mi útero, igual que como cuando tienes la regla y sientes como desciende la sangre. Era sangre roja, y tenía dolor en la zona de los riñones. Estaba tan asustada que le pedí a mi pareja que llamase al hospital, porqué yo no podía, solamente lloraba. Quien le atendió no fue muy amable ni tranquilizador, sino todo lo contrario, le dijo que qué hacíamos en casa, que teníamos que ir corriendo, que eso era muy peligroso…

Llegamos a urgencias, muy asustados… Me hicieron un tacto, innecesario, el cuello del útero estaba cerrado. Y también, lo más positivo, una ecografia, en la que confirmaron que nuestro hijo estaba perfectamente, y nos dijeron que era niño. Por fin podíamos llamarle por su nombre que con tanto cariño habíamos elegido años atrás, ¡Aritz! Así que volvimos a casa bastante contentos, más tranquilos. Me mandaron hacer reposo, y que si no remitía el sangrado o iba a más, volviese.

Estuvimos bastante tranquilos hasta las 20 semanas, con alguna molestia en los riñones pero ningún sangrado más. La ecografia morfológica salió perfectamente, pero a partir de entonces, los dolores se intensificaron. En la casa en la que estábamos había mucha humedad, sobre todo en nuestra habitación, así que tuvimos que ir a dormir al salón e ir buscando dónde mudarnos rápidamente. En un principio, pensé que el dolor era debido a que estábamos durmiendo en el sofá-cama, y al descansar mal, me resentía. Lo que más me preocupaba es que sentía dolor excesivo en la vagina al hacerme tactos y ecografias vaginales, no era normal. Se lo comenté en varias ocasiones a mi ginecólogo, tanto los dolores vaginales como los de riñones, y él siempre me decía que era por el peso de la barriga, o que era deshidratación… No se lo tomó demasiado en serio, ni me hizo ninguna prueba fuera del seguimiento normal del embarazo.

Aritz a las 20 semanas

Aritz a las 20 semanas

A las 21 semanas, ya estábamos instalados en nuestro piso nuevo, muy contentos, ya que parecía que todo había quedado en un susto. Y esperando que todos esos dolores se fuesen al poder descansar bien. Pero no, incrementaban y con ellos, aparecieron de nuevo los sangrados.

No volvieron a hacerme cultivos de orina, y eso que yo especificaba tener mucho dolor pélvico, de riñones y sabían que tuve infecciones anteriormente. Cada vez que iba a urgencias, me comía un tacto con patatas, y luego una ecografía, para compensar. El bebé estaba perfectamente, así que nunca me sabían decir que pasaba, y creo que me catalogaron como: la mamá primeriza alarmista que pasa los días e urgencias.

Me dejaron bien claro que en la edad gestacional en la que estaba, ellos no podían hacer nada, ni tenían ninguna medicación para evitar un aborto. No me tomaban demasiado en serio, incluso, me llegó a decir la tocóloga que yo no estaba sangrando, sino que eran «restos» de haber sangrado… Pero si que sangraba, empapaba unas cuántas compresas diariamente, sangre roja y en la misma cantidad que una regla fuerte. Volvíamos me iba a casa en las mismas, sin respuestas y sin más indicación que hacer reposo. Para el dolor me recetaron paracetamol, pero aguanté sin tomarlo hasta los últimos días.

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21 semanas de embarazo

La semana antes del parto, fui a ver a la comadrona el día que teníamos las clases de maternidad, y le comenté todo lo que me estaba pasando. Para dejarme tranquila, me dijo que después de la clase me miraría y escucharíamos al bebé. Pase la clase sentada, sin participar en los ejercicios pre-parto ya que debía hacer reposo. Y después pasamos a la consulta, dónde me hizo un tacto con mucha más delicadeza que los que me habían hecho hasta entonces, pero que, igualmente, me dolió muchísimo.

El cuello estaba bien, el bebé también, así que no supo que decirme. Vio los informes que me habían hecho en urgencias, las ecografias… y todo estaba correcto, la placenta posterior, ningún hematoma… no había motivo aparente para preocuparnos. Me dijo lo típico: que muchas veces se dan sangrados pero que no tienen por qué ser mala señal, que me tranquilizase. Le describí el dolor que sentía (que eran contracciones), y sólo me dijo que siguiese con el reposo, y volviese a urgencias cada vez que lo creyese oportuno. Me advirtió que después del tacto podía sangrar más, y así fue, esa misma tarde el sangrado incrementó, así como el dolor.

No sé porqué se empeñan en hacer tactos tan deliberadamente. Yo entonces me dejaba hacer, novata e inocente… Pero no, chicas, no os bajéis las bragas. Los tactos estimulan el cuello uterino, es decir, que te pueden provocar contracciones e iniciar el trabajo de parto. Por la misma razón por la que te recomiendan no tener relaciones sexuales si tienes amenaza de aborto, dolores y sangrado, no deberían hacerse tactos. Además, son dolorosos e inecesarios, ya que un tacto te da la información del cuello uterino en ese momento, pero no sirve para predecir lo que ocurrirá más tarde. Si lo que quieren es ver si ha empezado a dilatarse el cuello, se puede hacer menos invasivamente con un espéculo o bien por ecografia vaginal. Los tactos son la peor de las maneras, la menos fiable y más insegura, ya que además, aumentan el riesgo de infección.

con nuestra preciosa gata Joy

con nuestra preciosa gata Joy

Esa misma semana fui a urgencias dos o tres veces, me vio la comadrona, y al día siguiente, tenía cita con mi ginecólogo. Le dije que no era normal, que estaba con muchos dolores, que eran rítmicos: dolor intenso y después se iba, y volvía a aparecer siempre con espacio entre ellos de entre 10 minutos a 5, siendo por la noche menos espaciados, y durante el día más. Es decir: contracciones, de libro. Pero como nunca había sentido una antes, y para él, era una niñata quejica, pues ni me escuchó. Para que me calmase, me hizo un espéculo, con lo que volvió a llevar la razón: mi cuelllo estaba bien, el bebé también, así que, no me pasaba nada. Me dijo que si, que había restos de sangre en el cérvix, pero que eso podía ser perfectamente un pequeño sangrado por el desplazamiento de la placenta al ir avanzando el embarazo. Pequeño sangrado, tan pequeño, que casi me juego la vida por tenerlo durante todo ese tiempo.

Le pregunté, entonces, a qué se debían los dolores, y le sugerí que podría estar teniendo una infección de orina. Pero no, qué iba a saber yo, ni lo consideró… ¿Podía hacer una tira de orina? Si, pero era simplemente para no darme la razón, a ver si me iba a creer que era yo la que sabía mis síntomas… Recuerdo que, harta de que no me escuchasen, fui a una farmacia con la intención de hacerme la prueba en casa, pero la farmacéutica me dijo que ya no las vendían para impedir que la gente se automedicase las infecciones… Así que, no pudimos tratar la infección de orina que SI tenía, hasta después del parto.

Pasé esa semana de mano en mano, me vieron todos los ginecólogos de guardia, nadie creyó que estaba mal realmente. En ningún momento me sugirieron ingresarme y estar en observación, aún viendo que no remitía el sangrado. Nadie parecía preocuparse, y me hicieron creer que estaba exagerando, que me preocupaba por nada. Pero cada día estaba peor, y nos tocaba desplazarnos hasta allí, y pasar nervios.

Recuerdo las largas esperas, asustados, y como estaba tensa, mi hijo no se movía… Y yo me asustaba más al no sentirlo. Recuerdo uno de esos días, estar preocupadísima, y nadie venía, no nos hacían la ecografía, no escucharon su corazón, me dejaron con la bata puesta a esperar, muerta de frío en pleno invierno… Y de golpe, mi hijo se movió, me hizo saber que estaba perfectamente, para que me relajase… La felicidad que sentí fue tan grande… lloré y le di las gracias por esa señal.

Las contracciones cada día eran más intensas, así como el sangrado. No pude dormir durante un par de semanas, de noche se activaba más el trabajo de parto, y de día era mas llevadero. Conseguía hacer una cabezadita a las 7 de la mañana, un par de horas, y despertándome entre dolores. Aunque me pasaba el día del sofá a la cama, no conseguía descansar. Estaba débil, agotada y me dolía todo el cuerpo muchísimo.

Con las contracciones, sentía unos pinchazos en el pubis que me hicieron creer que tenía disfunción de la sínfisis púbica, o al menos, eso me dijo internet acerca de mi sintomatología… Ya no sabía qué pensar, nadie me decía qué pasaba… Con cualquiera que hablase de tema, me soltaba el típico: conozco a alguien que sangró durante el embarazo y todo fue bien. La gente se empeña en querer animarte, por tu bien, pero te sientes tan incomprendida… Yo sabía que algo no iba bien… Me creí que era tan débil como me hacían sentir esos médicos, que no valía ni para aguantar un embarazo.

Esa misma semana estaba pariendo a mi hijo sin vida. Después de pasar 4 semanas sangrando y con contracciones. Sin ninguna explicación de por qué nadie se dio cuenta de que estaba en pródromos de parto. Todavía la espero, así como las disculpas o el pésame, nadie abrió la boca. Has tenido mala suerte, vuelve a jugar a la lotería…

 

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Abrazos mamíferos ❤

Publicado el 12 octubre, 2015 por mamífera en Embarazo • Etiquetado contracciones, cuello del útero, dolor, ecografia, embarazo, espéculo, ginecólogo, infeccción, pródromos, tacto, urgencias • 16 comentarios

Parto de Aritz, parte V: el primer día de una nueva vida.

Van entrando enfermeras, una distinta cada vez, me preguntan cómo estoy y se extrañan de que esté sola. Son muy dulces y amables conmigo. Una de las que me cogían de la mano durante el parto se disculpa por haberle quitado el papel a mi pareja, dice que le vio desbordado, y que alguien tenía que darme ese soporte. Le digo que hizo bien y le doy las gracias. Aparece también la enfermera que estaba llorando, sigue emocionada. Me pregunta si era nuestro primer hijo, y hablamos un rato de cuánto nos costó concebirle, lo esperado que era… Me remueve mucho, pero me gusta poder hablar de él, le da a su muerte la dignidad que merece. Mientras hablamos se me hace más real y doloroso. Nos emocionamos las dos. Me felicita por lo fuerte que he sido, me dice que ya sé lo que es parir. Me empoderan sus palabras, sé que he estado al límite, ha sido la experiencia más animal de mi vida, y lo he hecho sola, me siento orgullosa de ello. He podido parir, haciéndome ésa afirmación, se esfuman todos los actos desempoderantes de mi ginecólogo. Me cuenta que hace poco, su cuñada perdió a su bebé, y que sabe lo doloroso que es. Pienso en todas las familias que han pasado y pasarán por ésto, que injusto…

La cena llega hacia las 7, y aunque todavía no tengo hambre, me irá bien comer porque todavía me siento débil. De primero otra sopa «buenísima», y de segundo, me sorprenden con una tostada de pan de pagés con tomate y jamón serrano. Recuerdo que durante el embarazo soñaba con jamón, y cómo fantaseaba con comerme un buen bocadillo cuando pariese. Mi madre incluso me dijo que me compraría un jamón cuando naciese mi hijo, para que recuperase fuerzas.  No puedo parar de llorar, es tan diferente a como lo había imaginado…

Entran las enfermeras del turno de noche, todas están informadas. Pasan por la habitación, se presentan, me preguntan por el sangrado, reponen los goteros, me toman la temperatura y la tensión… Y aprovechan para hacer preguntas más personales. Todas son encantadoras y muy respetuosas, pero me empieza a agotar la dinámica de retomar el tema a cada rato. Cuando estoy mal necesito estar sola y dejarlo ir todo, y tantas interrupciones me cortan el proceso. Mientras tanto, voy hablando con mi madre por whattsapp para que sepa que estoy bien.

Me llegan unos mensajes de mi pareja, me ha mandado fotos de nuestros animales: los tres gatos, camaleón y tortuga, cada uno con un post it diciéndome que me quieren, que me echan de menos, que me recupere… Y una foto suya también, pobrecito, tiene una carita… Me hace llorar y sonreír a la vez su detalle. Es tan dulce, cómo sabe que les echo de menos, necesitaba verles. Les quiero tanto, son mi familia, y se me hace tan extraño estar sola. Hablamos un rato de como nos sentimos, de lo que hemos cenado, le pregunto por los gatos que seguro que están extrañados de que no esté. Le siento muy cerca aunque no estemos juntos. Es domingo, y solemos ver Salvados y El Objetivo juntos, así que me pongo a intentar verlo. Pero la televisión no va muy fina, y tampoco yo lo estoy, así que no me entero demasiado.

Pasa a verme otra enfermera y me pregunta por mi pareja, le digo que vendrá mañana a las doce que es cuando empieza el horario de visitas. Me responde que son muy flexibles con las visitas, y más en mi caso, que si quiere estar allí a las seis de la mañana, ningún problema. Me pongo muy contenta y se lo digo a él, que se alegra mucho de poder venir antes. Me como el plátano que cogí de casa, nos damos las buenas noches e intento coger el sueño. El cuerpo me pide descanso pero la cabeza no me deja… Cuando me duermo, entra la enfermera del turno de noches, que llega con mucha energía. Camina rápida, pregunta, revisa… espero a que me tome la tensión y la temperatura, y me dice que en un rato vuelve a cambiarme algo. Me desvelo hasta que vuelve, una hora más tarde. Durante la noche viene un par de veces más, es imposible descansar.

Por la mañana, sobre las seis o las siete, entra la enfermera del turno de mañanas y yo tengo mucho sueño…Me pregunta de dónde soy, ella es del pueblo de al lado, pero no le suena mi cara. Me desvelo. Hablamos del duelo que debemos empezar, que estas cosas necesitan tiempo y hablarlo mucho. No he parado de hablar del tema en estas últimas horas y de momento ya estoy saturada…

No para de entrar gente a la habitación: la mujer de la limpieza, el que trae los desayunos, más enfermeras… y mucho ruido y movimiento por los pasillos. Escucho a enfermos que se quejan, y bebés que lloran… Es imposible descansar más. Ataco el desayuno con un hambre voraz, pero es tan deprimente… Dos tostaditas empaquetadas, mantequilla y mermelada, odio desayunar dulce… Y un café soluble descafeinado, con leche de vaca, y yo que no tomo leche… Ahora mismo hubiese dado lo que fuese por un café bien cargado de cafeína… Me pongo música en el móvil mientras desayuno, Múm, y me entra la llorera. Siempre que lloro aparece alguien, y vuelven al rato para saber si estoy bien… No me siento a gusto tan acompañada.

Recibo mensajes de mis padres y mi pareja para saber como ha ido la noche. Les digo que no he podido descansar demasiado, pero que me encuentro bastante bien y ya no sangro tanto. Mi pareja se toma un café mientras hablamos, le pido que me traiga un bocadillo, que todavía tengo mucho hambre. Nos despedimos cuando se va de casa para venir al hospital. Se me hace eterno, cada vez que alguien entra miro impaciente si es él. Por fin llega, le he hechado tanto de menos… Nos abrazamos fuerte, y me enseña con orgullo que ha traído dos bocadillos de jamón, uno para cada uno. Nos lo comemos, y me sabe a gloria… Me ha traído todo lo que le pedí: cepillo de dientes, el del pelo, ropa limpia… Viene con dos braguitas para que elija, ya que sabe que algunas ya me quedan pequeñas y no sabía cuál coger. Se lo agradezco y me río con él de su dilema, piensa en todo…

Esperamos al médico, que nos dijeron que pasaría por la mañana, pero no aparece hasta mediodía. Es otro ginecólogo,  este es más amable. Nos dice que lo siente, y nos pregunta qué queremos hacer con su cuerpo… Nunca me había planteado estas cosas… No somos creyentes, así que no tenemos la necesidad de enterrarlo ni de hacer ningún ritual. Así que le decimos que se puede hacer cargo el hospital de su cuerpo. Dice que pueden hacer una necropsia para intentar aclarar las causas de su fallecimiento. Decimos que si, que se la hagan, cualquier cosa que pueda darnos información nos interesa. Visualizo que se lo van a llevar, y me quedo absorta… Me arrepiento tanto de no haberle cogido, nunca sabré cómo es su olor… No pude pedir que le sacaran las huellas, una fotografía… No supe reaccionar, estaba superada, y tampoco sabía como quería vivirlo mi pareja. Deberían habernos dejado a solas para hablarlo entre nosotros, hubiésemos decidido estar con él, dignamente, y quedarnos con un bonito recuerdo.

Se le ve incómodo con la situación, dice que para el personal sanitario tampoco es agradable atender casos así. Nos dice que estas cosas pasan, que era inevitable. Que no me preocupe para un futuro embarazo, no tiene que volver a pasar. Voy asintiendo, pero me parece que todas son frases hechas, no me consuelan. No dejo de pensar que todo se desencadenó por la infección de orina, y recuerdo como dos días antes, mi ginecólogo me ignoraba… Ni siquiera quiso hacerme un cultivo para descartarlo. Me dice que pasaré unos 40 días sangrando, que vigile si hay fiebre, que si tengo algún síntoma de infección, o dolor, corra a urgencias. Durante la cuarentena ni baños, ni relaciones sexuales, y reposo. Después de ésos días me revisará mi ginecólogo. Ahora tenemos que esperar a que nos preparen el informe, el alta, y que me quiten la vía para poder irnos.El enfermero llega una hora más tarde para quitármela, cuando lo hace sale un chorro de sangre. Me impacta un poco porque no me lo esperaba, y le comento a mi pareja que tiene gracia que esto me impresione después de toda la sangre que he perdido.

Aprovecho para lavarme, todavía tengo restos de sangre por todo el cuerpo… Quiero ir a casa para darme una buena ducha. Me miro al espejo y estoy pálida, me doy pena… Le digo que parece que me haya escapado del psiquiátrico tan despeinada y demacrada, doy miedo. Me dice que tengo cara de cansada, pero que estoy guapa. Muero de amor, le abrazo. Mientras me visto, me doy cuenta de como ha cambiado mi cuerpo, no tengo la barriga de antes, pero sigue pareciendo que esté embarazada de unos cuatro meses. Le enseño a mi pareja como me va la camiseta que llevaba antes, que me quedaba ceñida, ahora holgada. Los pantalones que tuve que cortar por la cintura porque me apretaban, ahora se me caen.

Cuando acabo, es la hora de comer, traen la comida , los papeles y una encuesta. La comida es horrible, como algo de carne, y una manzana al horno. Quiero irme ya de allí, relleno la encuesta, recogemos, y bajamos a admisiones a pedir cita para dentro de 40 días. En cuanto salimos encontramos a una pareja de conocidos que en seguida nos felicitan por el embarazo, toca dar la mala noticia… Nos despedimos sabiendo que esto volverá a pasar a menudo.

Necesito un café bien fuerte, vamos a un bar a tomarlo. Mientras tanto, hablamos de como me sentí durante el parto, necesito sacarlo, y él me comprende tanto… Comparte mi indignación por el trato que nos dieron. Me dice que tuvo mucho miedo de que me pasase algo a mí también, temía perdernos a los dos a la vez. Cuando acabamos el café, nos dirigimos al coche y él se fuma un cigarrillo. Hace un día soleado, se está muy bien para ser 8 de diciembre. Comentamos lo guapo que es nuestro hijo, al menos lo hemos vivido juntos para poderlo recordar. No me quiero olvidar nunca, me da miedo perder lo poco que me queda de él, su recuerdo…

Siento que todo empieza de nuevo, una nueva vida muy diferente a la anterior. De camino a casa, me doy cuenta de que éramos tres, y ahora somos dos… Estoy por momentos callada, y después tengo una gran necesidad de comunicarme. Supongo que es por la soledad que siento cuando en silencio recuerdo que él ya no está. Creo que él está igual, no habla tanto, pero siento que no le molesto si saco el tema. Estamos de acuerdo en que hemos de hablar todo lo que necesitemos y apoyarnos el uno al otro. Él es positivo, dice que juntos lo superaremos, y le creo, confío en él más que nunca.

 

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Publicado el 27 septiembre, 2015 por mamífera en duelo, muerte perinatal, Parto • Etiquetado alta, barriga, cuarentena, enfermeras, ginecólogo, hospital, mamífera, necrópsia, parto, parto prematuro, postparto, sangrado • 7 comentarios

El solsticio de verano de 2015: ¡nos regala un embarazo!

A los cinco meses del parto de mi hijo Aritz, tuve un retraso, es decir, otro positivo. Otra vez nos invadió la alegría, y evidentemente, también el miedo. Pero queríamos convencernos de que la mala suerte ya había jugado todas sus cartas con nosotros. Ésta felicidad duró días, y tuve un aborto espontáneo en casa (que compartiré más adelante con vosotr@s). Ésto ocurrió en Mayo de 2015.

Tuve una visita con mi ginecólogo cuando acabé el proceso de expulsión (fueron tres de días de sangrado, y una semana de dolores y manchado), para contárselo y que me revisase. Entré en la consulta creyendo que no me haría ni caso, cómo tantas veces, pero, me sorprendió, ya que se lo tomó en serio, y dijo que iba a hacernos más pruebas. No sé como hasta entonces no se le había ocurrido, habiendo tenido abortos de repetición, ver si tenía problemas de coagulación (trombofilia)… Así que me mandó análisis para ver el anticoagulante lúpico, y los anticuerpos cardiolipina  lgG y lgM. Además de eso, tampoco nos habían hecho todavía un cariotipo en sangre periférica, para descartar que ninguno de los dos tuviese alguna anomalía genética. Dijo que seguramente no encontrarían nada, y que entonces deberíamos ir a un especialista en fertilidad, a otro centro, éso suponía entrar en una lista de espera de pruebas e inseminación artificial. Aunque éso no me hacía ninguna gracia, tuve un subidón, ya que parecía que avanzábamos.

Me costó mucho, pasé muchos nervios antes de la cita, ya que al cambiar de ginecólogo sabía que tendría que revivir y contárselo todo de nuevo. Él se limitaba a teclear y preguntar fechas, datos, varias veces lo mismo, ni siquiera me miraba a la cara. Pero como contrapunto, la enfermera, a la cual conocí en el hospital después del parto de mi hijo, fue muy empática y amable. Mientras tecleaba, paró un momento para preguntarme de cuántas semanas estaba cuando tuve el parto prematuro, y qué le había pasado a mi hijo (feto, dijo él). Me mordí la lengua, ya que él mismo fue quien me dio el alta y parecía ni acordarse de mi (él nos mandó las primeras pruebas de infertilidad antes de concebir a Aritz y también me atendió antes, después y durante mi embarazo), mientras que la enfermera me recordaba perfectamente sin haber visto mi historia, simplemente porque me miraba a la cara. Le respondí que estaba de 23 semanas y 6 días, y sin ningún escrúpulo dijo: ah, otro aborto. La cara que puso la enfermera fue una demostración de humanidad y de respeto hacía nuestro dolor… Pero él estaba ocupado tecleando y no se dio cuenta. Así es cómo uno no recuerda a sus pacientes: porque no hay implicación con ellos. Le tuve que repetir cuántos años llevamos intentándolo, cuantos abortos, que pruebas nos han hecho y con qué resultados, y un extenso resumen de todo lo que pude recordar como os conté en mi anterior post… No sé si nada de éso estaba registrado o si simplemente no se paró a consultar y buscar ésos datos.

Los resultados de los anticoagulantes salieron dentro de la normalidad, y los del cariotipo, tardaron algo más de un mes, y también estaban bien. Tras comprobar por ecografia que lo había expulsado completamente y todo estaba correcto, mi comadrona nos aconsejó esperar un ciclo para volver a intentarlo.

Empecé el ciclo después del aborto muy revuelta emocionalmente… Muy triste y agotada de tanta mala suerte. Llevamos tanto tiempo intentándolo, que no es tanto tener que esperar otro ciclo más para poder intentar quedarme embarazada, pero me deprimía verlo más lejos… Pero no fue así, no es que estuviésemos en plan «suicida» ni nada de eso, simplemente no nos lo planteamos, nos dejamos llevar. No teníamos intención de buscar un embarazo, ni siquiera controlé demasiado los días fértiles ya que al haber tenido el aborto, no tenía claro cuándo me tocaba regla u ovulación. Si que noté, que tuve dos semanas distintas de flujo fértil (clara de huevo), y después, haciendo cuentas, me di cuenta que la primera vez que lo tuve coincidía con la fecha de ovulación prevista según mi anterior regla, y la siguiente vez, coincidió exactamente a los 14 días desde el primer día de sangrado del aborto, que fue una semana más tarde. Sólo durante la segunda ovulación, mantuvimos relaciones. Por curiosidad, me hice un test después, y si, estaba ovulando. Entonces se me encogió el estómago, y se me pasó por la cabeza qué podía pasar si me quedaba embarazada ahora que teóricamente, era mejor esperar. Pero pensé que no podía ser, que con nuestra «puntería», después de tantos años buscando embarazos sin demasiado éxito, sería muy extraño.

Aunque me quería hacer a la idea de que no podía pasar nada, no paraba de pensar que me había quedado embarazada. Además, tuve muchísimo sueño, algo que siempre me ha pasado antes de la falta cuando he estado embarazada. Y varias veces tuve asco al olor de comidas que me encantan, con lo que me mosquee todavía más. También empezaron a sangrarme las encías mucho más, pero como las he tenido mal desde mi anterior embarazo, a éso no le di demasiadas vueltas. Cuando se acercaba la fecha en que debía aparecer la regla, empezaron a dolerme los riñones, y quise tomármelo cómo anuncio de una regla inminente. Así que ignoré todos los demás síntomas, pensando en que quizá el miedo me estaba sugestionando a sentir todo éso, y me dispuse a esperar el sangrado.

El día que me tenía que bajar el periodo no vino, y me fui a dormir pensando que llegaría la mañana siguiente, y dudando de si debía hacerme un test o no si no aparecía. No me atrevía, ya que hemos pasado por tantos test de embarazo negativos, y sabemos la desilusión que conlleva, y los nervios que se pasan esperando la regla y pensando si repetir el test o seguir esperando. Si esperas puedes retrasar la regla con los nervios y es un sufrimiento innecesario, pero si haces el test demasiado pronto puede ser que no encuentres respuesta… Así que no decidí nada. A mi pareja no le comenté nada, porqué el me apoya en todo, es decir que me deja a mi la «responsabilidad» de decidir ya que todo le parece bien, así que en él no encontraría la solución.

Al día siguiente amanecí muy extraña: el cuerpo me pesaba, el estómago revuelto y hambre a la vez, cansancio y mareo. Y ninguna señal de que fuese a venir mi regla. Así que ya lo sabía sin lugar a dudas, y decidí hacerme el test. Cuando es que sí no dudo, y no me equivoco. Se lo dije a él, y se quedó desubicado, no lo entendía. Me dijo: ¿pero, éste mes no teníamos que esperar? Entonces le recordé q tuvimos relaciones, y que coincidió con mi ovulación. Y le costó procesar la información, pero al verme tan decidida y tal como me encontraba, se dio cuenta que iba en serio.

En cuanto me hice el test, apareció la mágica rallita, inmediatamente, fue genial no tener que esperar los lentos 5 minutos que siempre se hacen insufribles. Fui directa a la cocina y le dije: ¡es que si!, nos ilusionamos, y a la vez nos acobardamos, todo a la vez. Yo temía ponerme a soñar, con mis antecedentes y un aborto tan reciente, no quería creérmelo tan pronto. Después de los abrazos y el subidón del momento, volvimos a la cama a aterrizar. Estábamos sorprendidos de la puntería que habíamos tenido, no nos creíamos que pudiese haber sido tan fácil.

En seguida, la cabeza empezó a irme a mil, y a pensar demasiadas cosas a la vez. Entonces, me bloqueé, no sabia si pedir cita con el ginecólogo ya que sabía que seguramente tendría que tomar progesterona o alguna otra medicación, o si esperar a la cita que tenía ya concertada más adelante para ver los resultados de las últimas analíticas. Igualmente, tenía que pedir cita con la comadrona para que me hiciese la libreta del embarazo, pero no me creía que «aguantase» el embarazo y me daba miedo coger citas y que me pasase como la anterior vez, que cuando fui ya había perdido el embarazo. Me estaba invadiendo el miedo a perderlo, y que fuese demasiado pronto para un embarazo después del aborto. Me costaba asumirlo, y pensaba esperar un poco para dar la noticia por si acaso, pero semana siguiente era el cumpleaños de mi madre, que venía a celebrarlo, y como la vería, sabía que tendría que decírselo. Podía ser una buena sorpresa de cumpleaños, pero con mis antecedentes, ya no sabía si se alegraría o se preocuparía.

Con tantas cosas que me preocupaban en la cabeza, estuve en shock un ratito, y se lo fui explicando todo a mi pareja. Él con su calma y su sabiduría, me sacó de mi caos diciéndome que a él éste embarazo le daba muchas fuerzas para seguir adelante, ir al trabajo con alegría, y que si me había quedado embarazada era porqué mi cuerpo estaba bien recuperado y con fuerzas para ello. Con ésas palabras me hizo volver a enamorarme, todavía más, es tan positivo y dulce… Entonces me permití volver a sonreír con él, y darnos el pequeño-gran lujo de soñar, contar los meses para saber cuando nacerá…

¡El fuego purificador de San Juan!

La hoguera de San Juan, noche mágica.

El solsticio de verano nos trajo ésta gran noticia, otro hijo nos ha venido a alegrar los días. Poco después de enterarnos, fue el día del padre en EEUU, y justamente, en San Juan es mi Santo, así que nos hizo mucha gracia que éste mes tuviésemos «regalo» los dos. Un solsticio ya es mágico de por si, y éste lo recordaremos siempre.

Aunque nunca hay nada asegurado, hemos aprendido de lo que hemos pasado, que hay que aprovechar cada momento al máximo, y eso hacemos. Aunque el embarazo tenga sus altibajos, pienso aprovechar y disfrutar cada momento, cada síntoma por molesto que sea, y dar gracias cada día a mi hij@ por habernos elegido. No hay nada más empoderante que gestar un hij@, me siento afortunada de tener otra oportunidad. Pase lo que pase, ya somos afortunados de poderlo vivir. Cuando me entran los miedos, intento frenarlos, y hablo con mi hij@, le digo que le esperamos, que le queremos muchísimo y que se quede con nosotros. Y cada día, le envío toda la energía y amor que tengo, para que se sienta querido en todo momento.

 

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Abrazos mamíferos ❤

Publicado el 16 septiembre, 2015 por mamífera en Embarazo, infertilidad • Etiquetado aborto, alegría, anticoagulante lúpico, cardiolipina, cariotipo, embarazo, empoderar, gestación, ginecólogo, infertilidad, mamífera, menstruación, miedos, ovulación, positivo, San Juan, solsticio de verano, test de embarazo, trombofilia, vida • 19 comentarios

Las pruebas de infertilidad y los milagros que ocurren

Después de mi último aborto, que fue el ciclo anterior al embarazo que tengo ahora, tuve que hacerle un extenso resumen a mi ginecólogo de lo que habíamos pasado los últimos años, así que aprovecho para escribir todo lo que recuerdo, y compartirlo con vosotr@s.

Contamos unos tres abortos los dos primeros años de búsqueda activa de embarazo, por decir una cifra, aunque posiblemente fueron más. Como eran de muy poco tiempo, al principio los confundía con reglas demasiado abundantes. Según mi comadrona, eran desajustes, posiblemente debidos al estrés y al ritmo de trabajo, de mucho esfuerzo físico, que llevaba. Durante ésos primeros dos años, sangré tanto, y  durante tanto tiempo, que me mareaba y tuve anemia. Entonces trabajaba de camarera, y lo pasaba francamente mal con los dolores, agotada y teniendo que correr (literalmente, porqué era muchísimo lo que perdía) al baño cada hora o menos. En un par de ocasiones, durante 15 días seguidos de flujo abundante, y un mes completo manchando. Los demás meses, los pasaba con muchos dolores y sangrados entre ciclos, y no tuve casi ninguna regla «normal».

Yo siempre había sido muy exacta, y aunque siempre he tenido mucho dolor y flujo abundante, el patrón de mis ciclos siempre era el mismo. Sabía que algo pasaba, desde que intentábamos concebir nada parecía funcionar en mi cuerpo. Además, me estaba afectando emocionalmente, ya que cada mes que pasaba sentía más y más tristeza. Así que volví a insistir a mi comadrón, ya cansada de escuchar que simplemente me relajase, necesitaba una explicación médica. Entonces, me dijo que lo que me estaba pasando eran microabortos, o abortos bioquímicos, es decir, que lograba concebir, pero por alguna razón no mantenía el embarazo. Suelen confundirse con reglas abundantes ya que coinciden más o menos por fechas, y muchas mujeres no llegan a enterarse de lo que les ocurre, dando por hecho que es una regla o ciclo desajustado, así que son más frecuentes de lo que pensamos.

Me tranquilizó saber que aquellos sangrados, dolores y la inmensa tristeza, tenían una causa física, que no me estaba volviendo loca ni lo provocaba yo con mi intranquilidad (cómo pretendían que creyese en principio…). Así que me mandó a hacerme unos análisis de sangre en ciertos días diferentes de mi ciclo, para ver si la cantidad hormonal era la adecuada. Si no recuerdo mal, me miraron progesterona, prolactina, T3 y T4, además de un hemograma completo para saber como estaba en general.

Estábamos más cerca de saber que pasaba, pero empecé a tener miedo a pasar por más abortos, con sus consecuencias físicas y emocionales. Me preocupaba estar derrumbada emocionalmente mucho tiempo más, ya que mi pareja y yo no estábamos en un buen momento. Yo estaba muy rota, no sabía qué me pasaba y al estar físicamente agotada, había mucha tensión. Él todavía entendía menos la situación, yo estaba vulnerable, me sentía incomprendida, y sola. Afortunadamente, desde que supe que estaba pasando por todo aquello por una razón, empecé a informarme y a entender. Entonces pude empezar a darle forma a lo que sentía, para poder explicarle a él, el tipo de apoyo que necesitaba. De ahí en adelante empezamos llevar la situación juntos, un proyecto en común en el que seguimos inmersos.

Los estudios hormonales salieron bien, dentro de la normalidad. Así que seguíamos sin respuestas, y con el consejo médico de siempre: paciencia. Seguimos intentándolo, yo me cuidaba al máximo, llevaba una alimentación sana y una vida libre de químicos. Controlaba mi temperatura basal cada día, por eso, acabé conociendo muy bien a mi cuerpo y empecé a confiar en él, ya que los datos indicaban que sí ovulaba regularmente. Cómo a nivel médico me habían vuelto a dejar a mi suerte, me compré por mi cuenta un test de FSH,  ya que para ésta hormona (foliculoestimulante o folitropina) no me habían hecho análisis. Éste test se hace el tercer día del ciclo, ya que se trata de medir si ésta hormona, que es la encargada de estimular a los ovocitos y el estrógeno, es demasiado alta, lo que indicaría que hay baja reserva ovárica, ovarios poliquísticos, SOP, quistes ováricos, u otros problemas de infertilidad. En mi caso salió correcto, y me quitó un gran peso de encima.

Seguí controlando mis ciclos a la perfección y creyendo en que mi cuerpo «funcionaba», por tanto, se podía dar el caso de quedar embarazada e incluso mantener el embarazo, así que continuamos intentándolo con mucha fe. Y aunque mis ciclos fueron mejorando, y pasé un buen tiempo sin sangrados sospechosos, no tocábamos diana. Al final, pedimos hora a mi ginecólogo, para que nos hiciese más pruebas. Por fin, después de habérselo pedido anteriormente y decirme que no era necesario, me hizo una ecografia, para descartar anomalías físicas. Todo normal. Mientras me la hace, le pregunto desconfiada que si ve folículos (yo sabía que tenía que ovular en unos días), y me contesta que sí. Éso me da un chute de esperanzas enorme.

Me vuelven a mandar análisis de sangre en días concretos del ciclo, creo recordar que fueron la primera semana, y la última. A mi pareja le toca hacerse un seminograma. Todas las pruebas nos salen dentro de la normalidad. Nos alivia, pero seguimos sin respuestas. Así que, me dice que cuando tenga mi próxima regla, pida hora un día concreto del ciclo para hacerme una histerosalpingografia. Me da unos analgésicos y un enema para tomar antes de la prueba, pero no me explica demasiado de qué va. Una vez en casa, busco información, y me asusta un poco. Se trata de introducir un líquido radioactivo en el útero, y ver si fluye con normalidad. Se hace para ver la permeabilidad de las trompas, y si hubiese adherencias podría ser doloroso. No me hace demasiada ilusión, pero tengo ganas de descartar problemas. Si esa prueba saliese bien, el siguiente paso sería ya ir a otro hospital, y entrar en la larga lista de espera para inseminación artificial. Escuchar eso da vértigo.

En ése momento, ya me veía pasando por el duro proceso de la reproducción asistida, y se me caía el mundo encima al ver que no podíamos lograrlo de manera natural. Sobre todo, me asustaba entrar en tratamientos y que los intentos que la Seguridad Social cubre, no saliesen bien, con lo que nos quedaríamos desamparados. Sólo teníamos el sueldo de mi pareja (a mi me despidieron), con el que íbamos justísimos, y tener que ir a una clínica privada nos supondría tener que ahorrar unos años, es decir, aplazarlo todavía más. Pagar sin la seguridad de conseguir un embarazo, y que salga adelante, es un peso que no es justo añadir a las familias con problemas de infertilidad… El Estado necesita que nazcan bebés, deberíamos de disponer de más medios y ayuda.

Volviendo a ése verano de 2014, era Julio, y recuerdo perfectamente el día que ovulé, un domingo de madrugada. Siempre me hacía los test de ovulación (que junto a las gráficas de temperatura basal, terminaban de darme el momento exacto) por las tardes, mediodías, noches… y nunca encontraba el pico fuerte de ovulación. Esa noche, decidí hacérmelo bien tarde, antes de ir a dormir, sobre las 12. ¡¡Salió positivisimo!! Se lo comenté a mi pareja con mucha ilusión, y no quisimos desaprovechar ése momento. Estábamos tan contentos, que recuerdo que le dije que nunca olvidaría aquella noche, fue mágica. Desde el momento en que me desperté por mañana me sentí diferente. No era ningún síntoma, evidentemente no podía tener ninguno, pero tenia la sensación de que aquella vez lo habíamos conseguido.

El día que me tenía que (no)venir la regla, no vino, y eso en mi, es muy extraño. Lo sabíamos, habíamos acertado, y así nos lo confirmó, levemente, la segunda rallita del test. No hay palabras para describir la felicidad que sentimos aquel día. Así que no tuve que pedir cita para hacerme ésa prueba, ¡mi hijo me salvó de ella!

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la débil rallita de la felicidad 🙂

Cómo la línea del test era muy flojita, escribí al fabricante para preguntarle si podía ser una marca de evaporación, ya que nos daba miedo ilusionarnos por nada. Me respondieron rápido, muy amables, y felicitándome, ya que, según ellos, una marca aunque fuese clarita, era un positivo asegurado. Nos recomendaron esperar un par de días y volver a repetir a ver si la línea oscurecía, y así fue.

Estábamos en una nube, y así fue todo el embarazo, incluso en los momentos de preocupación, estuvimos positivos. Mi pareja estuvo de baja durante todo mi embarazo, así que lo vivimos todo juntos y muy intensamente. Fueron unos meses muy bonitos de felicidad infinita. Tener a nuestro hijo Aritz creciendo en mi interior, era un milagro después de tanto esperar. Lo que se espera, se valora, y se disfruta mucho más.

Éste embarazo, lamentablemente, acabó en un parto prematuro y nuestro hijo falleció. Fue un embarazo complicado, con una historia muy larga que contaré por partes… Tuvimos que pasar un puerperio en duelo, la cuarentena y después una recuperación física de tres meses, junto con la emocional, que todavía dura. Tuve muchos problemas de salud derivados del embarazo, y muchos miedos cuando nos dieron luz verde para volver a intentarlo de nuevo. Según los resultados de la necropsia, no había razones médicas para que se volviese a repetir. Seguíamos sin encontrar explicaciones. Pero nos tiramos a la piscina, con ganas, y aunque doliese y asustase, volvimos a empezar desde cero.

 

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Abrazos mamíferos ❤

Publicado el 16 septiembre, 2015 por mamífera en Embarazo, infertilidad • Etiquetado aborto, aborto bioquímico, duelo, embarazo, FSH, ginecólogo, histerosalpingografia, infertilidad, inseminación artificial, mamífera, maternidad, ovulación, progesterona, prolactina, sangrado, seminograma, temperatura basal • 1 comentario

Embarazo: ¡entrando en el segundo trimestre! (semanas 12 a 16)

Quince felices semanas de embarazo, por fin, ¡ya empieza a correr el tiempo!

Estoy intentando disfrutarlo y a la vez, me pregunto cada día si ésta vez lo conseguiremos. Cuando me asaltan las dudas, me repito que si, que ya está bien de sufrir y me toca. Aunque no me lo creo, porqué se por experiencia que las cosas no se saben de antemano, que no «tocan» las cosas, sino que suceden, imparables. Pero si, intento ser positiva.

Ya he pasado por los temidos tres primeros meses, que han sido muy duros, y por fin me encuentro bien. Ha sido un cambio descomunal que empezó a partir de la semana 12, los mareos y náuseas han ido remitiendo, así como el cansancio. Estoy en el trimestre bonito, el de la tripa que crece y todavía no molesta, el bebé que empieza a moverse… Entro en ésta etapa con muchísimas ganas de vivirla, pero a la vez, con miedo a acercarme a las fechas que me hacen recordar lo que pasó. De momento todo va bien, tan bien como iba en el embarazo de mi hijo. Da miedo, todo era tan normal, como ahora, hasta que no lo fue. Éste es un embarazo que me hace revivir mucho más el anterior, ya que me quedé embarazada un mes antes que en el anterior. Se repiten las fechas, las estaciones, los controles médicos…

Os haré un resumen de como me siento y los cambios que he ido experimentando desde las 12 semanas hasta ahora:

Hace un par de días, justo antes de cumplir las 15 semanas, empece a notar a mi bebé, muy levemente porque es pronto. Ya en el anterior lo empecé a notar con 17 semanas, ésas esperadas burbujitas y remolinos sutiles que te hacen dudar si son tus intestinos trabajando o no, para mi son inconfundibles. Soy muy delgada, quizá por éso lo noto tan pronto, y doy gracias por ello porqué ya sabéis como tranquiliza notarles… Todavía es tan pronto que no es tan seguido como para controlar su bienestar, pero siempre es una sorpresa y un gran alivio. Normalmente lo siento cuando estoy estirada, relajada, y alguna vez estando sentada tranquilamente.

Mi pancita empieza a crecer a ritmo acelerado y me encanta, otra señal de que vamos avanzando. Tengo 85 centímetros de barriga a la altura del ombligo (estando de 15 semanas), y noto como las lumbares empiezan a resentirse un poco con el contrapeso. Me tira la piel, sobre todo la espalda, que me pica constantemente. Con mi hijo usé aceite de rosa mosqueta biológico (que me fue genial, sólo tengo una pequeñísima y casi invisible estría), pero estamos muy justos de dinero, así que he optado por el aceite de oliva, mucho más económico. Éstas últimas semanas tenía la barriga más abultada del lado izquierdo, se veía mucho la diferencia, y en ése lado empecé a notar sus movimientos, así que estuvo «instalad@» en ése lado unas semanas. Ahora ya se me ha igualado, y noto sus movimientos indistintamente hacia ambos lados.

16setmanes 17-09-2015

Barrigota a las 16 semanas

Me siento a tope de energía, y éso es genial ya que así pasa mucho mejor el tiempo. Ahora puedo limpiar, cocinar, fregar cacharros, lavar y guardar ropa… cosas simples que antes se me hacían imposible, y ahora me apetece hacer para sentirme útil y mantenerme ocupada. Normalmente estoy bien, aunque si me paso, mi cuerpo me avisa, y de golpe, me entra un cansancio monumental que me hace parar, ya que va acompañado de mareos y náuseas. Así que voy midiendo mis energías, e intentando sobre todo, ir haciendo descansos, no estar demasiadas horas de pie, y no llegar a mi límite.

Continúo durmiendo mucho, ¡todavía más si cabe! ya que al haber subido el útero, no me despierto tanto por las noches a hacer pipí. El insomnio ya es más puntual, alguna noche me paso en vela, pero normalmente duermo del tirón y muy profundamente.

En cuanto a la comida, ya puedo disfrutar de ella, no me dan ascos, y me sienta bien casi todo. Tengo bastante apetito, aunque no tan voraz como en el primer embarazo, supongo que es por que ahora estoy en un peso más adecuado y mi cuerpo no necesita tanto al tener reservas. Alguna noche he tenido ardores, así que intento que las cenas sean suaves, aunque todavía no me puedo quejar por éso. El agua me sienta mucho mejor, y ya consigo beber el litro y medio diario que me toca. No tengo antojos concretos, más bien, hay días que me da por comer algo con muchas ganas, pero no es siempre lo mismo. Exceptuando la paella, que la comería cada día, ¡me apetece muchísimo!! pero tengo que limitarme… Un día la hice, repetí dos platos, y al día siguiente me acabé el resto, y conseguí un tapón en mi intestino como nunca lo he tenido…

No he subido mucho de peso ya que en el primer trimestre perdí un par de quilos, pero los he recuperado y he añadido 700 gramos. En el anterior embarazo gané peso muy rápido, algo más de 10kg, los cuales he mantenido, y me van muy bien, ya que tenia muy bajo peso. Ahora me siento mucho más a gusto con mi cuerpo, siento que es un «regalo» que me hizo mi niño. Los pechos me aumentaron un par de tallas, pero no me han dolido especialmente.

Sigo con los tironcillos y pinchazos de vez en cuando por el crecimiento del útero, pero son mucho más leves que en el primer embarazo. Lo que si es más doloroso son los tirones del ligamento redondo, cuando hago movimientos bruscos o estornudo, pero sólo son un par de segundos. Ya empieza a molestarme un poco la barriga a la altura de las costillas cuando estoy sentada mucho rato, pero no es nada por ahora, en unos meses pasará a ser más serio. Por suerte no he tenido calambres, rampas, ni ciática (a la cual temo porqué la suelo sufrir). Así que estoy aprovechando para disfrutar de lo bien que me siento y la maravilla que es un embarazo.

Emocionalmente, sigo inestable como buena embarazada, tanto para bien como para mal. No estoy de mal humor, pero si que los bajones de ánimos son tan abruptos como los subidones. Hecho de muchísimo de menos a mi hijo Aritz, pero ya no me dan lloreras tan a menudo, le recuerdo con amor y siempre le tengo en mente. Hasta la semana 13 tuve en el móvil de fondo de pantalla su ecografia, me costó muchísimo cambiarla, no podía, ni quería dejar de verle constantemente… pero el hij@ que espero ahora merece que le tenga presente también. Aún ahora se me hace raro no verle a él, pero me llena de esperanza ver a mi otro hij@.

Ya tenemos bastante ropita que nos regalaron y nos dieron del anterior embarazo, la mayor parte la tiene mi suegra (mi cuñada nos hizo el gran favor de conseguir muchísima ropa de amigas suyas), y mi madre me trajo la semana pasada una cajita llena de las cosas que ella y mi tía nos compraron. Mi tía, que es una artista, tejió unos cuantos conjuntos preciosos, con sus patucos y gorritos a juego, que son una preciosidad. Y ahora que me encuentro tan bien, quiero ponerme a hacer espacio en mi armario para la ropita, lavarla y ordenarla. En cuanto mi pareja esté menos ocupado (ahora solamente tiene un día de fiesta) iremos a ver a su madre y nos traeremos la ropa que tiene, que todavía no hemos podido ver. Me hace mucha ilusión imaginarme como le quedará, y empezar a darle un espacio en casa.

Éstos preciosos conjuntos son dos de las creaciones de mi tia <3

Éstos preciosos conjuntos son dos de las creaciones de mi tia.

En mi anterior embarazo, desde el principio tuve infecciones de orina, y al tomar antiobióticos, me atacaba la molesta cándida. En éste, de momento la infección de orina no ha aparecido, pero si que empecé a tener malestar, picor e irritación en la vulva. No tenía claro si era infección o si era que tenía irritación por la progesterona que me hizo aumentar el flujo y eso me podía producir hongos también… Así que se lo comenté a mi comadrona, y me dijo que me aplicase la crema que había usado en mi anterior embarazo para los hongos, un par de veces durante cinco días, a ver si mejoraba. Y si, ¡funcionó!

Ahora lo que más me preocupa son mis encías, por lo que iré al dentista la semana que viene. En mi anterior embarazo tuve mucha inflamación y sangrado, en la revisión del embarazo no le dieron mayor importancia ya que es muy común. Pero después del parto fui a revisarme y me dijeron que tenía periodontitis, con lo que tuve que hacerme un raspado completo, muy caro y desagradable, pero quise solucionarlo para tener las encías sanas en un futuro embarazo. Después del tratamiento mejoré, pero poco a poco he ido notando que iba empeorando otra vez, sobre todo desde que volví a quedar embarazada. Los primeros meses casi no podía lavarme los dientes porqué me hacía vomitar todavía más, y el cepillito interdental que me aconsejaron usar, ahora es casi imposible que me lo pase, ya que me duele y sangra mucho la encía… Así que ahora me aterroriza ir a la consulta, porqué se que no lo puedo dejar, pero también que si tengo que volver a hacerme el tratamiento es un riesgo añadido. Además de que estamos muy mal de dinero, y no hace ni 6 meses que invertimos en mi boca…

En cuanto al seguimiento, tengo consulta con mi ginecólogo dentro de dos semanas, y la siguiente, será la ecografía morfológica. En la anterior visita con mi comadrona, pudimos escuchar su corazoncito, fue una alegría… Ella que es un cielo, me dijo que si en algún momento me angustiaba, podía ir al CAP el día que pasa visita, y aunque no tuviese cita, en un momentito escucharíamos los latidos para que me quedase tranquila. De momento no he sentido la necesidad, pero me reconforta mucho pensar que si algún día me preocupo, ella podrá atenderme ya que entiende por lo que estamos pasando.

En la siguiente entrada os seguiré contando mis experiencias, espero que positivas 😀

 

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Abrazos mamíferos ❤

Publicado el 13 septiembre, 2015 por mamífera en Embarazo • Etiquetado aborto, antojo, barriga, bebé, cándida, comadrona, duelo, ecografia, embarazo, embrión, gestación, ginecólogo, ginesaurio, hijo, mamífera, maternidad, náuseas, parto, perinatal, síntomas, segundo trimestre, vómitos, violencia obstétrica • 5 comentarios

Embarazo: primer trimestre (semanas 4 a 12)

Han sido tres meses difíciles, por un lado el malestar físico, y por otro la constante duda de si todo iba bien. Es un trimestre en el que no crece la barriga demasiado por lo que es difícil hacerse a la idea de que hay «vida ahí dentro». Por otro lado, la única confirmación de que realmente estás gestando vida, normalmente, suelen ser síntomas desagradables; de ello os voy a empezar a hablar.

Ya en mi primer embarazo sufrí bastante con los mareos y vómitos, pero éste ya ha sido de traca… Estuve con progesterona cada 8 horas hasta la semana 12, con lo que los síntomas se agravaron. Por un lado, la desagradable sensación de mareo constante, como si estuviese con la peor de las resacas. El estómago revuelto, mareos, cansancio y abatimiento total. Por otro lado, se me agudiza muchísimo el olfato, y con eso, me da un asco terrible cualquier cosa con olor, aunque sea comida que me guste. Las que lo habéis experimentado sabéis como es la ecuación, cuanto más vacío tengas el estómago peor te sientes, y cuando te decides a comer algo que no te haga vomitar mientras lo preparas, tienes dos opciones: logras mantenerlo en el estómago aunque te lo revuelva más, o acabas vomitando. En mi caso la segunda opción era la que más elegía mi cuerpo, con lo que al rato, volvía a tener hambre, luego náuseas. Era desesperante, pero me lo tomaba con humor y como indicativo de que todo iba bien, y siempre comía con un cacharrito al lado por si acaso. Las náuseas iban a peor por la noche y cuánto más cansada estuviese, peor.

No me apetecían muchas cosas ya que la mayoría me sentaban mal, sobre todo las verduras, aunque me apetecieron… Un día, se me antojaron sardinas a la plancha, y me las comí con muchas ganas (y eso que no estaba segura de soportar el olor), y cuando estaba a punto de acabar, las vomité todas. No quiero volver a oír hablar de sardinas en unos años… Me pasé unas cuantas semanas a base de pasta, que era lo que mejor lograba retener mi estómago, así como el pan tostado, el arroz, o las sopas, también con pasta o arroz. Moverme ya era una odisea porqué me iban a más las náuseas (si habéis ido en barco, es parecido a viajar con mala mar), y cocinar era insufrible. Abrir la nevera, con su multitud de olores era una prueba de resistencia, me daba asco cualquier cosa que oliese lo más mínimo aunque no fuese un olor desagradable (no soportaba ni colonias ni perfume de ningún tipo). Me apetecían sabores intensos y muy salados (y eso que yo normalmente cocino con poca sal), no soportaba la comida sosa. Muchos días cuando llegaba mi pareja del trabajo tenía que preparar él la cena, además de ocuparse de todo lo que no podía hacer, y me sentía muy culpable por lo cansado que iba él.

Y si comer era difícil, más difícil era beber, misión imposible. No conseguía beber agua sin vomitar, aunque fuese a sorbitos, la sentía caer en mi estómago como si fuesen piedras. En mi primer embarazo, conseguí beber mezclando el agua con zumo de limón, pero ésta vez no funcionó. Algún día conseguí retener algo bebiendo aquarius, pero en seguida le cogía asco (y eso que me encanta), y luego probé con las aguas de sabores, que me iban medio bien hasta que me asqueaba también su sabor, todos ellos. Así que con tantos vómitos y sin reponer líquidos podía deshidratarme fácilmente, y me preocupaba mucho. Me esforzaba en beber todo lo que podía, además (me pilló en pleno verano) tenía calor, y me apetecía, pero muchos días no alcanzaba a beber más de un vaso. Por otro lado, en mi anterior embarazo tuve bastantes infecciones de orina, y después he seguido teniendo, y temía también por eso. Así que en un intento desesperado por hidratarme, me comí medio melón (pequeñito), y me quedé tan a gusto, porqué lo retuve. Pero esa misma noche me desperté con un dolor horrible de barriga, y el resultado fueron: vómitos y diarrea.

Lavarme los dientes también era un problema, ya que si conseguía retener comida y me cepillaba, me daban náuseas y vuelta a empezar. Así que ni las cosas más cotidianas eran fáciles para mi, y me pasé la mayor parte del tiempo estirada en la cama, ya que ni al sofá llegaba. También me daban dolores de cabeza, así que no me apetecía mucho ver la televisión o Internet, por lo que el tiempo pasaba muy lentamente.

Otros síntomas que tuve fueron el sueño y el insomnio, yo ya soy dormilona normalmente, pero estando embarazada puedo dormir 12 horas sin enterarme. Desde antes de la falta, el cansancio y el sueño me aumentaron (también el hambre i el olfato, de hecho sospeché estar embarazada por éso), pero como también tenía más ganas de hacer pipí, me despertaba varias veces. Por la noche me dormía muy pronto, pero cada noche a eso de las 3 de la mañana me despertaba para ir al baño, y después se me hacía imposible dormir. Me pasaba hasta las 7 o 8 de la mañana sin poder coger el sueño, y entonces dormía un par o tres más de horas.

En éste embarazo fui a los primeros controles con mi comadrona y el ginecólogo un poco más tarde (sobre las 6-7 semanas), ya que no estaba segura de que fuese a seguir adelante. Mi embarazo lo han catalogado de alto riesgo debido a mi historial abortivo, y además de la progesterona, debo tomar una aspirina infantil (Adiro) cada día durante todo el embarazo. A las nueve semanas teníamos la primera ecografia (debido a mi historial siempre me hacen una antes de las doce semanas), una de las cosas que más temo después de ver a mi hijo sin latido en una de ellas… Además me tocó el ginecólogo que llevó mi anterior embarazo y atendió mi parto, que es el paradigma de la no-empatía en persona. Así que dormí mal, fuí nerviosa, y al entrar y verle ya se me derrumbó todo. Me preguntó si era el primer hijo, y le tuve que recordar mi parto prematuro y demás abortos. Después con el ecógrafo rebuscando, ése temido silencio… yo ya me preparaba para lo peor. Me pidió que fuese al baño a hacer pipí, yo no tenía, así que volví, temblando, estaba muerta de miedo. Subí a la camilla (aka potro de tortura), como si fuese al matadero, y volvió el a rebuscar… Silencio eterno hasta que dijo: aquí está, ¡se había escondido! En ése momento me relajé y empecé a llorar, ya no pude parar hasta que salimos del hospital. Le vimos, escuchamos su latido, y fue muy emotivo. Un día duro, y bonito al final, del que tenemos una preciosa ecografia en la que se le ve perfectamente.

Ecografia a las 9 semanas :)

Ecografia a las 9 semanas 🙂

Las analíticas del primer trimestre y cultivo de orina salieron bien, también seguía siendo negativa al toxoplasma. La siguiente ecografia fue a las doce semanas, y estuve tan nerviosa que me pasé la noche en el baño con diarrea y vómitos. Pero todo fue muy bien, el/la bebé estaba perfectamente, aunque debido a mis nervios muy inquiet@, así que se lo puso difícil al ginecólogo para medir el pliegue nucal. Al menos ésa vez, en seguida supe rápido que estaba bien (nunca entenderé por qué les cuesta tanto decir: todo bien, y luego que pasen el tiempo que quieran en silencio), ya que lo primero que dijo es que no paraba de moverse, y entonces pude tranquilizarme y pedirle a mi bebé que se calmase. De esa ecografia no tengo ninguna imagen demasiado buena, ya que se movía mucho, y el ginecólogo no tuvo demasiada paciencia para «pillarlo» bien.

La barriguita se me empezó a notar antes de las doce semanas, pero como todavía tenía un poco de barriga de mi anterior embarazo, no cambió mucho en todo ése tiempo. De peso, empecé estando en 53kg, pero perdí un par de quilos con tantos vómitos. Los pinchacitos conforme va aumentando el útero los recuerdo más fuertes en mi primer embarazo, así que eso no me ha preocupado lo más mínimo.

Las primeras semanas estuve haciéndome test de embarazo cada varios días (tenía bastantes de mi larga búsqueda), ya que antes de éste embarazo volví a tener un aborto, y estaba atenta a que ésas dos rallitas no bajasen de intensidad. Estábamos los dos, ya tan «quemados» de malas experiencias, que nos lo hemos ido «creyendo» muy poco a poco. En mi primer embarazo estábamos en una nube, y empezamos a hacer fotos de mi barriga cada semana, en éste sin embargo, no tengo todavía ninguna (y ahora ya estoy en la semana 15). También con mi primer hijo, empecé un diario dónde le escribía mis sensaciones, y en éste, apenas he escrito. Me da pena tener tan pocos recuerdos, pero no me he sentido capaz de vivirlo tan intensamente, al menos, no con ésa inocencia. Supongo que conforme vayan pasando las semanas, sobre todo a partir de que el/la bebé sea viable, me iré relajando, o eso espero.

Uno de los tests positivos, éste se lo envíe a mi pareja mientras trabajaba para alegrarle el dia.

Uno de los test positivos, éste se lo envié a mi pareja mientras trabajaba para alegrarle el día.

Emocionalmente estoy sensiblona, algo normal con el cóctel hormonal. Pero éstos primeros meses no he parado de revivir mi embarazo con Aritz, lo cerca que lo tuvimos, y cuánto le queremos. A ratos, cuando me quedo sola me emociono mucho… le recuerdo, en mi barriga, en las ecografias, todas las cosas que habíamos imaginado con él… y también tengo grabada, ya en el hospital, su carita perfecta, el suave tacto de su piel, sus diminutas manitas y frágiles deditos… De alguna manera mi cabeza me lleva a él, ahora que llevo a otr@ hij@ en mi vientre, le tengo más presente que antes. Le he echado de menos cada día, y ahora se me hace muy real que el/la que vendrá es otra personita, y él no nos dará nuevos recuerdos.  Me siento extraña al tener que dividir mi amor en dos hijos.

El parto también lo tengo muy presente, de hecho no he parado de revivirlo por lo traumático que fue. Pero además es el recuerdo más «real» que tengo de él, y me arrepiento de no haberme podido quedar con más recuerdos, de no haber podido despedirme cómo él se merecía…. Lo mejor es que él me enseñó que sé parir, y también lo que quiero y lo que no en mi próximo parto. Por eso no paro de darle vueltas a la idea de pedir un traslado a otro hospital muy respetuoso, ya que el lugar me trae malos recuerdos y el personal no me inspira confianza.

Hasta aquí el resumen de los cambios y sensaciones que he ido teniendo éstos tres primeros meses.

Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂

Abrazos mamíferos ❤

Publicado el 12 septiembre, 2015 por mamífera en Embarazo • Etiquetado aborto, Adiro, antojo, barriga, bebé, cándida, comadrona, duelo, ecografia, embarazo, embrión, feto, gestación, ginecólogo, ginesaurio, hijo, madre, mamífera, maternidad, muerte perinatal, náuseas, parto, parto respetado, perinatal, primer trimestre, progesterona, síntomas, test de embarazo, vómitos, violencia obstétrica • 1 comentario

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la débil rallita :)
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Aritz a las 20 semanas
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Pulpos y medusas

Debido a mis experiencias en busca de la maternidad, tengo muchas historias que me apetece compartir. Espero con ello, ayudar a madres y padres que como nosotros, no lo están teniendo fácil. Me propongo visibilizar ciertos temas como las pérdidas perinatales, el duelo por ellas, el duro camino de la infertilidad, y la violencia obstétrica. Desde el respeto a todas las opciones, ya que lo que cada mujer elija libre y  debidamente informada es la mejor opción, me inclino por un embarazo y parto conscientes, en los que se informe y respete el deseo materno, sus tiempos y los de el/la bebé y se empodere a la mujer. Nosotras gestamos, nosotras parimos, nosotras decidimos.

Debido a mis experiencias en busca de la maternidad, tengo muchas historias que me apetece compartir. Espero con ello, ayudar a madres y padres que como nosotros, no lo están teniendo fácil. Me propongo visibilizar ciertos temas como las pérdidas perinatales, el duelo por ellas, el duro camino de la infertilidad, y la violencia obstétrica. Desde el respeto a todas las opciones, ya que lo que cada mujer elija libre y  debidamente informada es la mejor opción, me inclino por un embarazo y parto conscientes, en los que se informe y respete el deseo materno, sus tiempos y los de el/la bebé y se empodere a la mujer. Nosotras gestamos, nosotras parimos, nosotras decidimos.

Opciones menstruales

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