3 meses, se hace mayor… y ¿ya se ha acabado mi puerperio?

Son las 2 de la mañana del 24 de mayo, a las 3:50 Biel cumplirá su tercer mes de vida extrauterina. Se nos hace grande, y se nota. Ha empezado a dar pasos de gigante en todos los aspectos, además de estar poniéndose cada día más redondito, grande y fuerte, además de gracioso. Ya no es un recién nacido dormilón, que no percibe apenas lo que pasa. Es un bebote atento a todo, vacilón, con muchas ganas de guasa, de interactuar constantemente y aprender muchas cosas.

Han pasado 3 lunas desde que nació. Había luna llena cuando empecé con contracciones, dos días antes de su nacimiento, tal como vaticinamos Mamífero y yo que me pondría de parto. Mis ciclos siempre han ido muy ligados a la luna, casi siempre me ha venido la regla cuando está llena ya que tengo ciclos de 28 días. Y en este ciclo, el sábado pasado que hubo luna llena, mi cuerpo ha decidió empezar a menstruar de nuevo. No esperaba que fuese tan pronto haciendo lactancia materna exclusiva, pero no me he librado…

Antes de que me viniese la regla, llevaba un par de días sintiéndome un poco más cansada y extraña. Pero ha sido una regla bastante suave y corta, como las que tuve ya después del embarazo de Aritz. Comparadas con mis reglas de antes, que eran abundantes, destroyers, dolorosísimas y de 7 días… esto es gloria! Apenas un leve sangrado de 3 días, un dolor lumbar suavecito y algo más de sueño y cansancio.

Dicen que el puerperio se acaba cuando tu cuerpo vuelve a ser el de antes… entonces, ¿se ha acabado ya mi puerperio?… Yo me encuentro estupendamente, pero, de todas formas, ni mi cuerpo, ni mi mente, ni nuestra vida es la misma de antes, en ningún sentido.

Volviendo a los avances de mi monete… esta mañana a las 8, se ha despertado a comer y se ha desvelado como de costumbre, un par de horitas en las que jugamos un ratito, y luego, si hay suerte, volvemos a dormir un par de horas más. Mientras jugábamos, se ha encontrado un pie, un gran momento en su vida!! De su cuerpo, hasta ahora solamente tocaba, jugueteaba y se miraba sus propias manos, y hoy se ha tocado su propio pie 😀

Cuando ha tocado ir a dormir otra vez, no estaba por la labor, el mundo es demasiado emocionante y excitante para él… Así que hemos probado con su amiga la teta, a la que ha dado toda la conversación que ha podido, por lo que no se ha relajado en absoluto. Como seguía sin vistas de dormirse, he probado relajándome yo (fácil, porque estaba medio dormida), estirada a su lado, usando un combo de dos técnicas: la respiración lenta y profunda (y haciendo mucho ruido), acompañada por el ruido blanco de fondo (podéis encontrar vídeos en youtube si queréis probar 😉 )

Se ha quedado muy calmado, mirando la pantalla del ordenador, de espaldas a mi, hasta que se le han caído los ojos. Él solito!!! Sin teta, sin acunarlo, sin paseos, ni mochila, caricias, o interminables intentos de despegarme de él sin que lo note. He alucinado, ha sido un gran logro que se durmiese sin estar enganchado a mi. En el par de horas que hemos estado cabeceando, ha ido despertándose cada 30 minutos para tomar teta, y luego, se giraba a mirar el ruido blanco, y se dormía.

Me encanta que estemos tan apegados y que se duerma tan a gusto a mi lado, pero también me alegra que pueda coger el sueño sin estar tan literalmente encima mío.Claro que todavía me necesitará mucho más, es muy pequeñito, pero si en ocasiones puntuales puede relajarse solito, ya es mucho!!

Después, por la tarde, se me ha dormido en brazos tomando teta, he estado un rato con él encima, y pretendía colgármelo en la mochila para hacer limpieza en casa como hacemos cada día. Lo he dejado un momento en el sofá para ponerme la mochila rápido, porque normalmente cuando nota que le dejo, llora. Pero no, se ha quedado plácidamente dormido. Me ha sorprendido mucho, y me he quedado unos minutos sopesando, pensando que poco duraría ese estado… Hasta que un (maldito) anuncio en el vídeo del ruido blanco (que gracia poner un vídeo para dormir a un bebé que te lo despierte porque entre medias hay publicidad…) le ha despertado. Como estaba a su lado, le he tocado diciéndole que no pasaba nada, y me ha mirado, ha sonreído, y se le han caído las persianas todavía con la sonrisa en la boca ❤

Le he dejado bien rodeado y con cojines para que estuviese seguro a la par que contenido, y he decidido aprovechar y ponerme a limpiar. Algo que me daba bastante pereza hacer con la mochila por el dolor de riñones que tenía, pero sin él encima, ha sido todo mucho más rápido y ágil. Ha estado casi una hora durmiendo, he podido barrer y fregar toda la casa, organizar cosas y poner una lavadora.

Cuando se ha despertado, plácidamente y de buen humor, sin sentirse extrañado por estar solito, en seguida me he acercado a darle besitos. Se ha puesto muy contento de verme, y ha seguido tranquilito, estirado durante 45 minutos… Tocando las flores dibujadas del sofá, hablándoles, cogiendo y chupando la manta, su sonajero de gatito y el elefante gritón-ahogado (se supone que pita cuando lo aplastas, pero lo metí en la lavadora y ahora suena a mojado…). Mientras tanto, he ido fregando los platos y limpiando la cocina, contestándole cuando hablaba, y asomándome a menudo para que viese que estaba allí. Él me miraba contento de saberme cerca, pero seguía a lo suyo, muy independiente, tan mayor!!

Un rato después, lo he dejado en su mantita de actividades con muñecos colgando, y se ha pasado también un buen rato entretenido dándoles golpes con manos y pies, cogiéndolos, y diciéndoles cositas. Más tarde, también ha estado estirado en mis brazos tranquilamente una hora mientras yo estaba con el portátil. Dando un par de chupadas a la teta, mirando un paquete de pañales e intentando agarrarlo, agarrando cualquier cosa con ambas manos y llevándoselo a la boca para probar que es… sin quejarse por nada. Y mientras cenábamos (si cenando los dos a la vez!!) se ha quedado a mi lado en el sofá con sus muñecos y abrazando a su amada manta (le gusta tanto que la coge diciendo AAAI se la lleva a la boca, la mira, le sonríe, la chupa… tiene una relación muy especial con su mantita lila ❤ ).

Después de cenar, y mientras me duchaba, se ha dormido en brazos de Mamífero, lo ha dejado en la cama, y allí se ha quedado. Hasta que se ha despertado y ha estirado los brazos y la cabeza haciendo una flexión (estaba boca abajo), y ha mirado a ambos lados de la cama para ver dónde estábamos. Me he acercado, y se pone tan contento de verme que me derrito… Obviamente, se no iba a durar mucho dormido porque querría teta, pero hemos vuelto a comprobar que se queda muy relajado, y que aunque nota que le dejamos, no salta la alarma de: no me abandonéis!! ni se despierta enfadado o asustado al verse solo. Seguramente, esto no sea así todas las veces, es normal que necesite nuestra presencia, pero es un gran avance que no siempre llore si nos alejamos un poco.

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Así leha dejado Mamífero en la cama ❤ 

Creo que ha sido el día que menos nos ha reclamado, y más rato ha estado por su cuenta, mucho más que nunca hasta ahora. Y lo importante es que ha estado a su rollo, pero a gusto, y no por necesidad nuestra, sino porque le apetecía. No ha llorado en todo el día, no se ha asustado por encontrarse solo, y se le ve feliz descubriendo cosas y consciente de que aunque no nos vea por un momento, estamos cerca.

Qué paz!! Viéndole dormir solo, me he he acordado de todas las veces que en estos tres meses, he aguantado a su lado incómoda, con hambre, sed, ganas de ir al baño… solamente porque sabía que me necesitaba a su lado un rato más hasta coger el sueño, y sentirse acompañado y seguro. Me he sentido muy bien de haberle dado lo que necesitaba, y seguiré haciéndolo, para que a su ritmo, pueda prescindir de mi presencia para relajarse. Creo que va entendiendo que estamos siempre, que no le abandonaremos y le daremos la compañía siempre que lo requiera.

Oh! ha decidido despertarse a las 3:50, que casualidad!! felicidades hijo 😀

Me lo pongo al pecho recordando la madrugada en que nació y al instante estaba chupando del mismo pecho, en la misma posición… Tres meses, se nos hace mayor este bebé… no me puedo creer todo lo que hemos vivido juntos ya, y lo que nos queda!!

Gracias por habernos elegido como padres hijo ❤

Así de apegados nos hemos despertado esta mañana, como buenos mamíferos altriciales, con Maru ronroneando encima de la cabecita de Biel ^_^

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Abrazos mamíferos ❤

Puerperio sin Aritz

Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera noche… Cada acción y todas las siguientes me recordaban que él no estaba con nosotros.

Cada vez que me quedaba un rato sola, lloraba, me hundía, me enfurecía, me desbordaba la cruda realidad y me consumía la impotencia. Yo dejaba las lágrimas salir, y pasaba horas en la más profunda tristeza, vivéndola, dejándole el espacio que necesitaba. Cuando mi pareja notaba que había estado llorando, me abrazaba, me acompañaba y nos desahogábamos juntos.

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Los desajustes hormonales propios del puerperio, ya te dejan bastante emocional aunque no hayas tenido un parto traumático. Y cuando no tienes a tu bebé para compensar con ésos subidones de oxitocina y endorfinas, la situación y la carga hormonal te superan. Los días de sangrado y los dolores de los entuertos lo hacían más insoportable. Es mucho tiempo, y quieres retomar el ritmo habitual, pero el cuerpo te recuerda tus limitaciones.  Estaba no-embarazada, pero tampoco me ubicaba en ningún punto del ciclo menstrual. Me hacia sentirme todavía más perdida, ajena a mi cuerpo. Estar casi durante cuarenta días expulsando todo aquello que acompañaba a mi hijo dentro de mi, era como despedirme lentamente, día a día, de lo poco que en éste mundo físico quedaba de él. Ahora me doy cuenta de que, simbólicamente es sanador, el cuerpo tiene su ritmo, no pasas de cero a cien en un día. Es un proceso paulatino de reencuentro contigo misma y de adaptación a la nueva realidad.

Un par de días después del parto, tuve un poco de fiebre, y se empezaron a hinchar mis pechos… Mi mente, y mi cuerpo esperaban a mi hijo, todo estaba preparado, y él no estaba. Tuve leche durante un par de semanas, fue doloroso físicamente, y emocionalmente devastador… Pero de ésto ya hablaré en otro post más detalladamente. Además, como os conté en la entrada Resultados de la necropsia de Aritz, tuvimos que hacer las gestiones para autorizarla, lo que supuso tener que volver a ese hospital dos días después del parto, ver a mi ginecólogo, y volver para recoger los resultados un mes más tarde.

La primera semana, cogí un resfriado fortísimo, y también me apareció un eccema muy molesto en la cara. Además tenía mucho dolor pélvico.  Aprovechando que hablé con mi comadrona, le pedí cita para verme, revisarme y hablar un poco. Me hizo un tacto para ver si se iba cerrando el cuello del útero, y me hizo muchísimo daño. Le insistí en que el dolor que tenía me preocupaba, que lo tenía desde antes del parto. Cada vez que orinaba, me sentaba o levantaba, sentía fuertes pinchazos. Así que me hizo una tira de orina y salíó que tenía infección. Me indigné, ya que lo intuía, mi ginecólogo me dió largas los últimos meses del embarazo (habiendo tenido infecciones recurrentes durante el embarazo), llevaba un par de meses quejándome, yendo a urgencias, y no hicieron cultivo hasta que fue demasiado tarde…

Empecé a notar también, que además de sangre, empecé a expulsar unos trozos de tejido de un par de centímetros. Me preocupé, ya que mi ginecólogo traccionó el cordón umbilical, y eso podría haber hecho que quedasen trozos de placenta, con el peligro que éso conlleva. Me agobié mucho, no quería volver a ése hospital, y la posibilidad de tener que pasar por un legrado, después de todo, me ponía de los nervios.

Conseguí que me diesen hora un par de días después para una ecografia, para descartar que hubiesen restos. Mientras tanto, y gracias a la asociación Dona Llum, tuve la suerte de que una comadrona fantástica, me ofreciese su numero personal. Así que pude consultarle a ella, le envié fotografías de lo que iba expulsando, y me aconsejó con mucho cariño y profesionalidad. Me recomendó también tomar probióticos, ya que con los antibióticos (siempre debe hacerse, pero nunca nadie me lo dijo) la flora se desequilibra y por eso después de cada toma, enlazaba con los hongos. Mientras esperaba al día de la ecografia, me dijo que estuviese atenta y acudiese a urgencias si tenía hemorragias fuertes, dolores intensos, mal olor, fiebre… Ella me transmitía seguridad y mucho de soporte emocional, simplemente haciéndome sentir escuchada, y se preocupó de ir sabiendo como evolucionaba. Esa atención tan personalizada y humana no la he encontrado jamás en la seguridad social.

En la ecografía no encontraron restos de placenta, todavía quedaba algo por expulsar, pero se suponía que eran sólo coágulos. Así que volví a casa algo más tranquila, y vigilando los síntomas hasta que acabase la cuarentena.

Pasaron un par de semanas y, aunque noté mucha mejoría después del antibiótico y el probiótico, y conforme fui expulsando los coágulos los dolores aflojaron, no acababa de sentirme bien del todo. Además estaba débil, después de tanto sangrado, seguro que tenía anemia. Así que pedí cita con mi doctora de cabecera. Ella consultó mi historial, y vió que el día del parto me habían hecho citologia y cultivos y di positivo en cándidas e infección de orina. Menos mal que decidí insistirle a mi comadrona y ella me encontró la infección semanas antes, que si fuese por los del hospital todavía la tendría…  Me dijo que los antibióticos que tomé eran los adecuados para la bacteria que tenía, así que la infección debía de estar solventada. Me recetó óvulos para los hongos, pero como no tenía molestias (los probióticos debieron irme muy bien para regular la flora), me dijo que no hacía falta que los usase si no volvían a aparecer.

Fue muy amable, escuchó todos mis síntomas, y me programó analíticas y estudio hormonal para ver como estaba de todo. Me dijo que era normal tener el cuerpo «loco», y que en mi caso, el estrés que había sufrido podía desencadenar que me bajasen las defensas y enfermase. En los resultados me detectaron algunas hormonas alteradas, debido a que hacía muy poco del embarazo y aún tardarían en volver a la normalidad. Las defensas altas, por las infecciones recientes. Y anemia, así que empecé a tomar hierro durante un par de meses.

Después me revisé en el dentista, que me dijo que tenía periodontitis. Debido a las hormonas del embarazo me había avanzado muy rápido. Eso me deprimió bastante, quería estar sana, y me daba la sensación de que no acabaría nunca. Así que me tuve que hacer un raspado completo, muy desagradable y caro, pero era necesario de cara a un futuro embarazo tener las encías sanas.

Sufrí durante meses, pesadillas por la noche y flashbacks durante el día con imágenes del parto. Los días, las horas, los minutos…. se hacían eternos. Deseaba que pasase el tiempo para estar más lejos de ése presente tan doloroso. El peor momento del día era la noche, irme a dormir sintiéndome vacía… se me hacía muy duro. Me había acostumbrado a dormirme hablándole, acariciándome la barriga, darle las buenas noches y decirle cuánto le queríamos… Recordaba como era coger postura en la cama y sentir como él se recolocaba, adaptándonos el uno al otro. Me sentía muy sola sin él, me costaba horrores dormirme.

Por las mañanas no era mucho mejor, despertarme literalmente de una pesadilla, tensa y agotada, y darme cuenta que mi vida era una pesadilla en sí misma. No sabía si era peor seguir dormida o despertarme. Mi pareja, que siempre se despierta antes que yo, iba viniendo a ver si me podía despertar. Me dejaba toda la tregua que pedía, fue muy comprensivo. Vivir ésa realidad era insoportable, todo me recordaba a mi hijo, al parto… Cuando estaba embarazada de Aritz, por la mañana, me quedaba un rato estirada, pendiente de sus movimientos, ésos momentos eran pura felicidad. Después venía mi pareja con el desayuno, y le explicaba orgullosa, todo lo que había hecho nuestro hijo. Así que el cambio drástico de rutinas hacía que por la noche tuviese insomnio, y por las mañanas estaba tan agotada y deprimida que no podía levantarme.

Con mi pareja pude hablar de todo lo que sentía, lloramos juntos todo lo que necesitábamos, y estuvimos muy unidos. Por suerte, él estaba de baja, así que pudimos permitirnos vivirlo en casa, juntos y sin prisa. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos sanarlo, y quedarnos con la parte bonita. La felicidad que nos trajo su llegada a nuestra vida, como nos unió, la alegría de los meses de embarazo y de cada pequeño avance, todo lo que hemos aprendido… Por respeto a nuestro hijo, no queremos recordarle con tristeza, él nos trajo luz, así que debemos recordarle con una sonrisa. Para poder llegar a ése punto, tenemos que soltar todo lo negativo, y conseguir estar cada día más en paz con lo que sucedió. Tenemos claro que el dolor y su ausencia son imborrables, pero intentamos vivirlo con naturalidad, sin pretender no estar rotos, pero tampoco anclarnos en la rabia o la depresión.

Necesitábamos, nos faltaba, tener un recuerdo suyo. Nos dolía quedarnos con las manos tan vacías. Le dije a mi pareja que quizá podíamos pedir que nos guardasen sus huellas, o una fotografía, y estuvo de acuerdo conmigo en pedirlo. Nos daba miedo que fuese demasiado tarde, pero queríamos intentarlo. Nos hacía muchísima ilusión podernos hacer un tatuaje en su honor con sus huellas. Y lo pedimos, nos costó y no nos aseguraron nada, (os lo cuento aquí). Todavía tenemos pendiente hacernos el tatuaje, en cuanto podamos.

Tanto él como yo, preferimos pasar esos momentos en la intimidad. No quisimos ver ni a familiares ni amigos. A lo mejor otros buscan apoyo, pero nosotros no lo necesitamos. En casa nos sentíamos cómodos, seguros y libres de empezar el duelo a nuestro ritmo. No es que nos encerrásemos en nuestra tristeza, es que no nos sentíamos preparados para compartirlo. Pero, yo parí el 7 de diciembre, así que, en poco tiempo se nos echaba encima la Navidad. No nos apetecía en absoluto. Ése año tenían que ser unas fiestas especiales, con nuestro hijo, y todos nos habían preparado regalos para él. Así que se hacía muy cuesta arriba, nos hubiese gustado posponerlas, parar el tiempo, saltar ésos días…

Poco más de un mes después del parto, el 10 de enero, empecé a manchar un poquito, y tres días más tarde vino mi primera menstruación. Me alegró mucho poder volver a coger el «ritmo», identificarme otra vez con mis ciclos. Fue muy suave, yo siempre las he tenido muy abundantes, de una semana larga y mucho dolor. Las siguientes también fueron así, solamente un día fuerte, un par de manchado ligerito y sin dolor. Me sorprendió gratamente que fuese tan fácil y agradable volver a menstruar. A partir de entonces, ya podíamos empezar la cuenta atrás, 3 ciclos para volver a buscar un nuevo embarazo. Me daba vértigo, mucho miedo… pero era la única ilusión que teníamos a la que acogernos. Así que le echamos paciencia, ganas, ilusión, y valentía. Así que empezamos a hacernos a la idea de hacia dónde iba nuestra nueva vida… y nos ha llevado a reencontrar la felicidad con el bebé que estamos esperando.

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Abrazos mamíferos ❤