Puerperio con y sin bebé

Desde que llegó Biel no puedo evitar comparar los embarazos, partos, y  sobre todo, este puerperio con el de Aritz, que distintos… Del embarazo ya he hablado durante todos estos meses, y del parto tengo pendiente escribir largo y tendido; así que me centraré en los post-partos por hoy.

Tampoco puedo evitar comparar a mis dos hijos, me emociono al mirar a Biel, que tiene los ojos iguales que su hermano, achinaditos como Mamífero. Según como lo mire, sobretodo mientras duerme, parece que esté viendo a Aritz y me parece tan bonito que pueda revivir esos instantes en que vi su carita…

El tercer día cuando me había subido la leche, me di una ducha, y al verme los pechos tan hinchados, recordé como me sentí cuando mis pechos se llenaron y Aritz no estaba. Reviví el vacío, el dolor de tener el cuerpo preparado para alimentar a mi hijo y no tenerle a él. Comparé la subida bestial que tuve con Aritz: que me produjo fiebre, quemazón y dolor durante días al no poder vaciarlos; con la plácida llegada de la leche con Biel: sin dolor, con mi hijo saciado y mi satisfacción al poder alimentarle. Tan diferente estaba siendo todo, que lloré de pena y de alegría a la vez, de tanta espera y tensión acumulada estallé, y solté…

Los loquios, es decir, la sangre y restos que se expulsan después de dar a luz, también han sido distintos. Con Aritz fueron más días, con coágulos, y un nudo en el estómago cada vez que veía la sangre que me recordaba lo vacía que me había quedado. Con Biel apenas me ha molestado, y la cantidad de sangrado disminuyó pocos días después del parto, pasando a ser un manchadito ligero.

Los entuertos, esos dolorcillos que son mini-contracciones para reubicar el útero y que vuelva a su tamaño, han sido mucho más efectivos al dar el pecho. Con Aritz sentía como me palpitaba el útero de tanto en tanto, recordándome las pataditas que ya no sentía. Se me hizo eterno el proceso, y la barriga que tantas emociones removía, parecía que no disminuía nunca. Tres meses después del parto, recuerdo perfectamente como me puse un vestido ajustado y se notaba tanto, que temía que me preguntasen si estaba embarazada…

Esta vez, sin embargo, los dolores de las contracciones al dar el pecho eran potentes, pero creo que no duraron ni una semana, lo mismo que tardó en desaparecer la barriga. En pocos días me quedé con el mismo peso que antes del embarazo, y ni un triste michelín de reservas de energía me ha quedado. Ahora soy feliz al poder vestirme con la ropa de siempre, mientras que en el postparto de Aritz me quedé en un limbo de no estar embarazada pero seguir barrigona.

En este postparto inmediato he sufrido las hemorroides más terribles que he tenido nunca, fruto de un expulsivo brutal de 5 horas, que han sido la secuela más molesta. Además también de unos puntitos por un desgarro de primer grado, ya que Biel salió bruscamente con ventosa… Suerte que tengo el suelo pélvico y el periné en muy buena forma y no he tenido mayores consecuencias, porqué con lo que llegué a empujar… Los primeros días sentía los bajos inflamadísimos, y no era para menos, porque tener el aparato ahí metido succionando un buen rato, y el tirón final, sin anestesia, y de golpe, fue muy doloroso.

Luego quedaron por curar los puntos, que molestaban al sentarme, levantarme, al estar mucho rato andando sentía presión, y escocían, además, uno de ellos estaba al lado de mis amigas almorranas. Para curarlos me lavaba con agua y jabón, y los primeros días también con infusión de tomillo, y secaba a conciencia con gasas estériles. Usé compresas de algodón ecológico y sin plásticos para que estuviese bien aireada la zona y sin productos agresivos. Y algo que me fue muy bien, tanto para los puntos como para las hemorroides, fue un gel de lidocaina, un anestésico local que me calmaba un poco el dolor. A los 10 días más o menos, dejaron de doler, pero picaban muchísimo y sentía la zona muy tirante, sobre todo después de lavarme. A los 15 días ya habían desaparecido y  las molestias también, solamente se perciben unos bultitos allí donde estaban.

El agotamiento y los dolores han sido llevaderos, supongo que las hormonas y tener a nuestro hijo me han ayudado mucho. Las primeras semanas sentía que los bajos me pesaban, mucha presión, como si se fuese a salir todo por ahí… Sobre todo después de andar un rato, al agacharme, sentarme, tener a Biel en brazos o en el fular un par de horas en pie…Esas molestias supongo que eran de la salida tan abrupta por el canal de parto, y desaparecieron también a partir de la segunda semana. Creo que la recuperación han sido buena y ràpida, y en gran parte se debe a que me sentí muy cuidada y respetada en el parto,  por lo que no he tenido que sanar emocionalmente ninguna herida, y he tenido mucha suerte en lo físico.

Con Aritz tardé mucho en recuperarme físicamente, tuve dolores pélvicos durante tiempo, tan molestos que pedí que me revisasen con una ecografía para ver si quedaban restos o algo estaba mal. Además tuve infección de orina, cándidas, una gripe, el cuerpo trastocado, la mente desubicada, las hormonas locas, además de anemia y la dichosa periodontitis. Me sentía agotada, tenía muchos achaques y síntomas que seguramente se magnificaban por la situación emocional en la que estaba. Puérpera, pasando mi cuarentena sin bebé, y escuchando desde primer momento eso de: eres jóven, ya tendrás otro.

Cuidar de un bebé es difícil, agotador física y mentalmente, y hemos tenido algunas crisis durillas, con lloreras y desesperación de mamá Mamífera al no saber que hacer. No tenemos tiempo para hacer lo mínimo, no duermo más de dos o tres horas seguidas, incluso menos, y estoy en un bucle permanente de: teta-pañal-consolar llantos y volver a empezar… Hay momentos en los que te preguntas hasta cuando aguantarás, pero, no se como, tiro adelante. A ver como se me da cuando me quede sola… supongo que simplemente, sobreviviré.

Pero, en general, el cansancio, la tristeza, el malestar, los dolores… todo, está siendo infinitamente más llevadero, más dulce, hasta los peores momentos, no tienen nada que ver. Tener a nuestro hijo con nosotros me da fuerzas para aguantar el dolor, el sueño, la desesperación y cualquier bache que venga. En cambio, sin Artiz no tenía dónde agarrarme, solamente por amor a él y por Mamífero me prometí seguir adelante.

 

 

Pródromos de parto, ¡falsa alarma!!

Ya llevamos unos días en los que todo el mundo está en vilo, a Mamífero en el trabajo le preguntan los compañeros cada día, y la jefa si le ve andando con prisas ya piensa que me he puesto de parto. Se acerca la luna llena, y ayer la miraba pensando que va a ser la última que pase con Biel en mi tripa. Según me ha dicho hoy Mamífero, ayer al atardecer que vimos la puesta de sol, él estaba pensando que a lo mejor era la última que veía sin Biel aquí fuera. Antes de ir a dormir, me preguntó como estaba, porque voy teniendo dolores al largo del día y por la noche aumentan, y está pendiente de ir corriendo al hospital. Siento que hay muchas expectativas, y me sabe mal que él esté intranquilo, y todos los que están pendientes también.

Yo la verdad es que estoy muy zen, lo estoy llevando mucho mejor de lo que pensaba. No tengo ansiedad, ni me preocupa cuando va a ser, solamente tengo ganas de que pase, y lo espero con ilusión. No tengo miedo, ni me preocupa el parto. Se que va a ir bien, Biel está sano y que nos tratarán estupendamente. La verdad es que he pasado más nervios durante el embarazo, o antes de las ecografias que ahora que esto ya llega a su fin. Pienso en que se acaba este embarazo tan duro y siento paz, alivio y tranquilidad, no me angustia en absoluto.

He estado un par de días resfriada, hacía muchísimo que no cogía nada, y ha llegado en el momento más pesado del embarazo… Ayer por la noche estaba rara, que es cuando me da el bajón, dolor de cabeza de la mocosidad, y contracciones, así que no le di más importancia. Esta madrugada, además de los despertares de costumbre, a las 3 me ha dado una arcada, que no ha llegado a más, pero el estómago se me ha quedado revuelto hasta la mañana.

Me he despertado poco antes de las 7 con dolorcitos  suaves como de costumbre y la barriga revuelta, pero no me ha parecido nada fuera de lo normal. Me he tomado un vaso de leche de arroz para que se me asentase el estómago con la intención de intentar después, dormir algo más. Entonces he notado que mojaba las braguitas, pensaba que era flujo pero al notarlo más líquido he mirado, y he visto que estaba teñido con algo de sangre, color rosadito.

He respirado hondo y no me he puesto nerviosa, me he agachado para comprobar si salía más (por si había roto bolsa), y no parecía salir en mucha cantidad. Al poco rato he tenido dolores como de regla, pero era muy suavecitos. Mi guardiana Maru se ha pegado a mi ronroneando, y Flip me vigilaba a un palmo, ambos sintiendo que estaba rara, pero tranquilos, dándome paz. He avisado a Mamífero que se estaba preparando para ir a trabajar, y le he dado un buen susto, pobre… Su reacción a los pocos minutos ha sido vomitar en aspersión el café que se acababa de tomar. Que pena me ha dado que estuviese tan nervioso, y a la vez me ha parecido muy cómico, sobre todo porque la ha liado parda al no poder aguantarse. Después de esto, Maru se ha ido a darle mimitos a Mamífero que estaba peor que yo xD

No sabíamos que debíamos hacer, lo que si que tenía claro es que quería comprobar que no fuese fisura o bolsa rota, para no correr riesgo de infección como pasó con Aritz. Así que he llamado al hospital, y he hablado con la matrona de guardia, muy amable, que me ha dicho que lo mejor era que fuésemos y lo comprobarían.

Mamífero ha avisado en el trabajo, y como no tenia dolores fuertes, hemos ido con la calma, esperando a ver si las contracciones se hacían más fuertes y rítmicas. He intentado desayunar, pero nada más me ha entrado un yogur. Luego hemos acabado de pasar la música que quiero tener para el parto, preparado la comida y las últimas cosas que llevar al hospital, hemos dejado a los gatos con suficiente comida y agua… Y nos hemos pegado una ducha, a ver si se activaba la cosa con el agua caliente, y pensando en ponernos guapos y limpitos para recibir a Biel.

Al principio estábamos casi convencidos de que aquella era la última ducha con Biel en mi barriga y que volveríamos a casa con él en brazos, ¡que ilusión pensar en eso!! Pero después de la ducha los dolores han disminuido, y ya hemos empezado a pensar que a lo mejor nos volvíamos a casa poco después. De camino me ha entrado mucha hambre y he podido desayunar, mejor ir con las pilas cargadas por si acaso.

Hemos llegado casi a las 11 de la mañana al hospital, había bastante gente en urgencias con una hora y media estimada de espera. Pero a mi en seguida me han llamado y tras cuatro preguntas de rigor, nos han pasado a paritorios. Una auxiliar de enfermeria me ha tomado las constantes, y después ha venido la matrona de guardia. Me ha tomado una muestra del líquido para comprobar si era o no fisura, y me ha puesto los monitores media hora para ver como iba.

He tenido unas 4 contracciones en ese tiempo, y el corazón de Biel respondía bien. El resultado ha dado negativo, o sea que no he roto bolsa, así que me ha hecho un tacto para ver si había empezado el trabajo de parto con esas contracciones o si no. Ha sido muy doloroso y me ha recordado a los tactos horribles del embarazo de Aritz… Con el agravante de que la mujer ha tenido que apretar muchísimo para llegar al final (me ha pasado como a mi compañera del Pollito Mamífero…). Y cuando no se llega al final, pues claro, es que el cuello está posterior y bien cerradito…

La conclusión ha sido que no estaba en trabajo de parto, sino con pródromos, con el cuello algo acortado, pero todavía no en marcha. El manchado, según la matrona, se debería a que las contracciones que voy teniendo ya están ablandándolo y por eso sangro un poquito. En resumen: que podíamos volver a casa, y a esperar que las contracciones sean más seguidas y dolorosas. Eso puede ser hoy mismo, como me puedo pasar así un par de semanas más, así que a echarle paciencia, e intentar ayudar a que se ponga en marcha la cosa (chocolate, andar, risas, amor, canela, hacer sentadillas…).

De momento sigo manchando lo mismo, y con los dolorcillos que para mi no son de parto, esperando que vayan a más. Y mientras tanto, tengo a Mamífero atacado y preocupado por si me pongo o no de parto, ¡que mal me sabe!! Creo que ahora intentaré dormir algo no vaya a ser que por la noche esto se active y me pille con la batería baja.

Ahora lo que me preocupa es seguir sangrando durante muchos días(dados los antecedentes de mi anterior parto) y no saber hasta qué punto es normal. Se por experiencia que por más que aumente el sangrado, si el cuello sigue cerrado, me harán volver a casa, y no quiero que pase como con Aritz que acabó con infección por la fisura de la bolsa y desprendimiento de placenta por las contracciones.

Esto de estar dudando creo que es la peor parte… lo bueno es que el bebé ya está cocinado, y si me pongo de parto no hay problema. ¿Vosotras tuvisteis muchas falsas alarmas?

 

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Abrazos mamíferos ❤

 

Embarazo: semanas 21 a la 24

¡Hemos llegado a la semana 24!!

Superadas las 23+6, que fue cuando perdimos a Aritz, lo que viene a partir de ahora es nuevo, y muy emocionante 🙂

En la semana 21+6, fuimos a la visita con la comadrona. Escuchamos su latido, pero muy poquito porque el peque estaba de fiesta, se movía mucho y hacía que el cacharrito hiciese ruido y se perdiese el sonido de su corazón. Mamífero lo grabó, y quería colgarlo pero no puedo compartir por aquí archivos de audio, ¿alguien sabe como?

Me ofreció ponerme las vacunas de la gripe y tosferina, a lo que me negué, y tuvimos una larga conversación. Le dije que estaba informada, que no me veía como un grupo de riesgo ni era mi manera de actuar vacunar por miedo a «por si acaso». Las evidencias en las que me baso, así como mis motivos para no vacunarme os los expongo en esta entrada.

Fue un poco tenso… la de la gripe coincidimos en que era prescindible, pero según ella, la ley de Murphy podía hacer que mi hijo enfermase de tosferina (ella está ahí, esperando a que no me vacune…) y entonces YO me sentiría culpable. No me pareció ni argumento, ni buenas maneras coaccionarme mediante el miedo, y más sabiendo que hemos pasado por abortos y perdido un hijo…

Es una decisión que yo ya había meditado y tomado en el pasado embarazo, estando debidamente informada, y no es ético que te amenacen e infantilicen por algo que puedes decidir hacer o no. A eso se sumó un interrogatorio lamentable sobre si vacunaríamos al bebé, algo en lo que ni ella ni nadie debe meterse. Al ver que tanto Mamífero como yo somos muy críticos con la vacunación temprana y sistemática, y tras mucho insistir en las bondades de la vacunar, acabó por decirnos que tenemos suerte, ya que la pediatra que nos tocará es bastante «antivacunas». Como si nos hubiese tocado la lotería con la pediatra, o ella pudiese darnos el «permiso»… La comadrona respetuosa y amable a la que estábamos acostumbrados ha enseñado su lado paternalista, y se ha roto la magia…

Me programó las próximas visitas, la ecografia vaginal y las analíticas del segundo trimestre, con el maravilloso o’sullivan… No me hace ninguna gracia hacerlo por la cantidad de azúcar que hay que tomar, y se que se puede hacer habiendo tomado un desayuno copioso en vez de ese zumo (así lo hacen en muchos países, aunque no todos someten a las embarazadas sistemáticamente a esta prueba link de El parto es nuestro), o bien, controlando el azúcar en casa durante un tiempo.

Pero me he dejado hacer por el método: «azúcar en vena» en vez de pedir una alternativa. Porque sabía que me pondría pegas y solo conseguiría cabrearme, y ya habíamos tenido suficiente con lo de las vacunas. Yo que me paso los días evitando dulces y reduciendo carbohidratos, por salud, (y sobre todo teniendo en cuenta que tengo problemas de encías, y propensión a los hongos durante el embarazo) me voy a tomar la ración de azúcar de un par de días en una sentada… La bebida azucarada contiene 50 gramos, y la OMS recomienda, aunque la mayoría se exceden, que no se superen los 25 gramos diarios. Es una verdadera barbaridad, por nosotras y por nuestros bebés, además de ser una prueba poco fiable en sus resultados.

También nos dijo que empezaba el curso de educación maternal justo al día siguiente, que podíamos ir a ese grupo o empezar con el siguiente dentro de mes y pico. Decidimos ir al de más adelante, ya que ese día Mamífero trabajaba, y queremos ir juntos. En el embarazo de Aritz fuimos solamente a 3 o 4 clases, y fueron bastante bien. El enfoque de mi comadrona es muy pro-parto natural, el primer día nos puso un par de vídeos de partos en casa. Solamente éramos 4 mujeres, y dos hombres, y era agradable ser tan poquitos. Nos preguntó si queríamos epidural, a lo que dos contestaron que rotundamente si, y yo y otra chica dijimos que de entrada no. Ella, habiendo parido 4 veces, nos dijo que había disfrutado mucho más en los partos sin epidural, y que, pese al dolor (que para mi es lo de menos), lo recomendaba.

Fui también al dentista, a hacerme la higiene, y no pudo hacer demasiado. Tengo las encías tan inflamadas y sensibles que no se atrevió a hacerlo demasiado a fondo… Me dijo que lo tengo fatal, y que me tocará hacer otro raspado después del embarazo, cada vez confío menos en sus métodos…

Por lo demás, la barriga me ha crecido de 92 centímetros en la semana 21, a 94 en la 24. Y este mes, he engordado un poquito más, de los 55,600Kg, he subido a 57,400 🙂

El bebé sigue juguetón por las noches, es muy movido, ¡y me encanta! Me encuentro muy bien, sin ardores, ni molestias excesivas, nada más siento la espalda más cargada, sobre todo los días que ando un poco más de la cuenta o hago algo extra.

La madrugada que cumplí las 23+6, vi un poquito de sangre al ir al baño, una gotita de nada, y me asusté muchísimo. Me remonté al primer manchado que tuve con Aritz, y al día del parto… y me entró pánico, pensé que de ahí todo iría mal, que algo pasaba conmigo que hacía que no aguantase el embarazo más allá de esa fecha. Sé que no tiene ningún sentido, que fue una coincidencia, pero me quedé muy intranquila. Lloré y pedí que no pasase nada, hablé con mi hijo, y le dije cuánto le queremos…

Después del mal rato, comprobé que no había sangrado, había sido nada más una gotita, y no tenía ninguna molestia, ni contracciones, por lo que intenté tranquilizarme. Es difícil no preocuparme cada vez que voy al baño, pero no he vuelto a ver ninguna manchita más, por suerte.

Ayer fuimos a comprar las cositas que faltaban con mi madre y mi tía: ¡ya tenemos cuna y armario para el bebé! Nos regalaron además un montón de cosas: toallitas, toalla de baño, sábanas, baberos, una mantita, unos gatitos-sonajero… Y un par de bolsas más de ropa del hijo de una amiga que es preciosa!! (gracias S! ❤ ) Solamente queda por comprar el lote de pañales y el mei-tai, por lo que estoy más tranquila. Mamífero está montando los muebles, y yo ya me voy a poner a organizar cosas y lavar la ropita 🙂

En dos semanas veremos al ginecólogo y me harán también la ecografía vaginal para ver como va el cuello del útero, ya os contaré 😉

 

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Abrazos mamíferos ❤

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Puerperio sin Aritz

Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera noche… Cada acción y todas las siguientes me recordaban que él no estaba con nosotros.

Cada vez que me quedaba un rato sola, lloraba, me hundía, me enfurecía, me desbordaba la cruda realidad y me consumía la impotencia. Yo dejaba las lágrimas salir, y pasaba horas en la más profunda tristeza, vivéndola, dejándole el espacio que necesitaba. Cuando mi pareja notaba que había estado llorando, me abrazaba, me acompañaba y nos desahogábamos juntos.

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Los desajustes hormonales propios del puerperio, ya te dejan bastante emocional aunque no hayas tenido un parto traumático. Y cuando no tienes a tu bebé para compensar con ésos subidones de oxitocina y endorfinas, la situación y la carga hormonal te superan. Los días de sangrado y los dolores de los entuertos lo hacían más insoportable. Es mucho tiempo, y quieres retomar el ritmo habitual, pero el cuerpo te recuerda tus limitaciones.  Estaba no-embarazada, pero tampoco me ubicaba en ningún punto del ciclo menstrual. Me hacia sentirme todavía más perdida, ajena a mi cuerpo. Estar casi durante cuarenta días expulsando todo aquello que acompañaba a mi hijo dentro de mi, era como despedirme lentamente, día a día, de lo poco que en éste mundo físico quedaba de él. Ahora me doy cuenta de que, simbólicamente es sanador, el cuerpo tiene su ritmo, no pasas de cero a cien en un día. Es un proceso paulatino de reencuentro contigo misma y de adaptación a la nueva realidad.

Un par de días después del parto, tuve un poco de fiebre, y se empezaron a hinchar mis pechos… Mi mente, y mi cuerpo esperaban a mi hijo, todo estaba preparado, y él no estaba. Tuve leche durante un par de semanas, fue doloroso físicamente, y emocionalmente devastador… Pero de ésto ya hablaré en otro post más detalladamente. Además, como os conté en la entrada Resultados de la necropsia de Aritz, tuvimos que hacer las gestiones para autorizarla, lo que supuso tener que volver a ese hospital dos días después del parto, ver a mi ginecólogo, y volver para recoger los resultados un mes más tarde.

La primera semana, cogí un resfriado fortísimo, y también me apareció un eccema muy molesto en la cara. Además tenía mucho dolor pélvico.  Aprovechando que hablé con mi comadrona, le pedí cita para verme, revisarme y hablar un poco. Me hizo un tacto para ver si se iba cerrando el cuello del útero, y me hizo muchísimo daño. Le insistí en que el dolor que tenía me preocupaba, que lo tenía desde antes del parto. Cada vez que orinaba, me sentaba o levantaba, sentía fuertes pinchazos. Así que me hizo una tira de orina y salíó que tenía infección. Me indigné, ya que lo intuía, mi ginecólogo me dió largas los últimos meses del embarazo (habiendo tenido infecciones recurrentes durante el embarazo), llevaba un par de meses quejándome, yendo a urgencias, y no hicieron cultivo hasta que fue demasiado tarde…

Empecé a notar también, que además de sangre, empecé a expulsar unos trozos de tejido de un par de centímetros. Me preocupé, ya que mi ginecólogo traccionó el cordón umbilical, y eso podría haber hecho que quedasen trozos de placenta, con el peligro que éso conlleva. Me agobié mucho, no quería volver a ése hospital, y la posibilidad de tener que pasar por un legrado, después de todo, me ponía de los nervios.

Conseguí que me diesen hora un par de días después para una ecografia, para descartar que hubiesen restos. Mientras tanto, y gracias a la asociación Dona Llum, tuve la suerte de que una comadrona fantástica, me ofreciese su numero personal. Así que pude consultarle a ella, le envié fotografías de lo que iba expulsando, y me aconsejó con mucho cariño y profesionalidad. Me recomendó también tomar probióticos, ya que con los antibióticos (siempre debe hacerse, pero nunca nadie me lo dijo) la flora se desequilibra y por eso después de cada toma, enlazaba con los hongos. Mientras esperaba al día de la ecografia, me dijo que estuviese atenta y acudiese a urgencias si tenía hemorragias fuertes, dolores intensos, mal olor, fiebre… Ella me transmitía seguridad y mucho de soporte emocional, simplemente haciéndome sentir escuchada, y se preocupó de ir sabiendo como evolucionaba. Esa atención tan personalizada y humana no la he encontrado jamás en la seguridad social.

En la ecografía no encontraron restos de placenta, todavía quedaba algo por expulsar, pero se suponía que eran sólo coágulos. Así que volví a casa algo más tranquila, y vigilando los síntomas hasta que acabase la cuarentena.

Pasaron un par de semanas y, aunque noté mucha mejoría después del antibiótico y el probiótico, y conforme fui expulsando los coágulos los dolores aflojaron, no acababa de sentirme bien del todo. Además estaba débil, después de tanto sangrado, seguro que tenía anemia. Así que pedí cita con mi doctora de cabecera. Ella consultó mi historial, y vió que el día del parto me habían hecho citologia y cultivos y di positivo en cándidas e infección de orina. Menos mal que decidí insistirle a mi comadrona y ella me encontró la infección semanas antes, que si fuese por los del hospital todavía la tendría…  Me dijo que los antibióticos que tomé eran los adecuados para la bacteria que tenía, así que la infección debía de estar solventada. Me recetó óvulos para los hongos, pero como no tenía molestias (los probióticos debieron irme muy bien para regular la flora), me dijo que no hacía falta que los usase si no volvían a aparecer.

Fue muy amable, escuchó todos mis síntomas, y me programó analíticas y estudio hormonal para ver como estaba de todo. Me dijo que era normal tener el cuerpo «loco», y que en mi caso, el estrés que había sufrido podía desencadenar que me bajasen las defensas y enfermase. En los resultados me detectaron algunas hormonas alteradas, debido a que hacía muy poco del embarazo y aún tardarían en volver a la normalidad. Las defensas altas, por las infecciones recientes. Y anemia, así que empecé a tomar hierro durante un par de meses.

Después me revisé en el dentista, que me dijo que tenía periodontitis. Debido a las hormonas del embarazo me había avanzado muy rápido. Eso me deprimió bastante, quería estar sana, y me daba la sensación de que no acabaría nunca. Así que me tuve que hacer un raspado completo, muy desagradable y caro, pero era necesario de cara a un futuro embarazo tener las encías sanas.

Sufrí durante meses, pesadillas por la noche y flashbacks durante el día con imágenes del parto. Los días, las horas, los minutos…. se hacían eternos. Deseaba que pasase el tiempo para estar más lejos de ése presente tan doloroso. El peor momento del día era la noche, irme a dormir sintiéndome vacía… se me hacía muy duro. Me había acostumbrado a dormirme hablándole, acariciándome la barriga, darle las buenas noches y decirle cuánto le queríamos… Recordaba como era coger postura en la cama y sentir como él se recolocaba, adaptándonos el uno al otro. Me sentía muy sola sin él, me costaba horrores dormirme.

Por las mañanas no era mucho mejor, despertarme literalmente de una pesadilla, tensa y agotada, y darme cuenta que mi vida era una pesadilla en sí misma. No sabía si era peor seguir dormida o despertarme. Mi pareja, que siempre se despierta antes que yo, iba viniendo a ver si me podía despertar. Me dejaba toda la tregua que pedía, fue muy comprensivo. Vivir ésa realidad era insoportable, todo me recordaba a mi hijo, al parto… Cuando estaba embarazada de Aritz, por la mañana, me quedaba un rato estirada, pendiente de sus movimientos, ésos momentos eran pura felicidad. Después venía mi pareja con el desayuno, y le explicaba orgullosa, todo lo que había hecho nuestro hijo. Así que el cambio drástico de rutinas hacía que por la noche tuviese insomnio, y por las mañanas estaba tan agotada y deprimida que no podía levantarme.

Con mi pareja pude hablar de todo lo que sentía, lloramos juntos todo lo que necesitábamos, y estuvimos muy unidos. Por suerte, él estaba de baja, así que pudimos permitirnos vivirlo en casa, juntos y sin prisa. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos sanarlo, y quedarnos con la parte bonita. La felicidad que nos trajo su llegada a nuestra vida, como nos unió, la alegría de los meses de embarazo y de cada pequeño avance, todo lo que hemos aprendido… Por respeto a nuestro hijo, no queremos recordarle con tristeza, él nos trajo luz, así que debemos recordarle con una sonrisa. Para poder llegar a ése punto, tenemos que soltar todo lo negativo, y conseguir estar cada día más en paz con lo que sucedió. Tenemos claro que el dolor y su ausencia son imborrables, pero intentamos vivirlo con naturalidad, sin pretender no estar rotos, pero tampoco anclarnos en la rabia o la depresión.

Necesitábamos, nos faltaba, tener un recuerdo suyo. Nos dolía quedarnos con las manos tan vacías. Le dije a mi pareja que quizá podíamos pedir que nos guardasen sus huellas, o una fotografía, y estuvo de acuerdo conmigo en pedirlo. Nos daba miedo que fuese demasiado tarde, pero queríamos intentarlo. Nos hacía muchísima ilusión podernos hacer un tatuaje en su honor con sus huellas. Y lo pedimos, nos costó y no nos aseguraron nada, (os lo cuento aquí). Todavía tenemos pendiente hacernos el tatuaje, en cuanto podamos.

Tanto él como yo, preferimos pasar esos momentos en la intimidad. No quisimos ver ni a familiares ni amigos. A lo mejor otros buscan apoyo, pero nosotros no lo necesitamos. En casa nos sentíamos cómodos, seguros y libres de empezar el duelo a nuestro ritmo. No es que nos encerrásemos en nuestra tristeza, es que no nos sentíamos preparados para compartirlo. Pero, yo parí el 7 de diciembre, así que, en poco tiempo se nos echaba encima la Navidad. No nos apetecía en absoluto. Ése año tenían que ser unas fiestas especiales, con nuestro hijo, y todos nos habían preparado regalos para él. Así que se hacía muy cuesta arriba, nos hubiese gustado posponerlas, parar el tiempo, saltar ésos días…

Poco más de un mes después del parto, el 10 de enero, empecé a manchar un poquito, y tres días más tarde vino mi primera menstruación. Me alegró mucho poder volver a coger el «ritmo», identificarme otra vez con mis ciclos. Fue muy suave, yo siempre las he tenido muy abundantes, de una semana larga y mucho dolor. Las siguientes también fueron así, solamente un día fuerte, un par de manchado ligerito y sin dolor. Me sorprendió gratamente que fuese tan fácil y agradable volver a menstruar. A partir de entonces, ya podíamos empezar la cuenta atrás, 3 ciclos para volver a buscar un nuevo embarazo. Me daba vértigo, mucho miedo… pero era la única ilusión que teníamos a la que acogernos. Así que le echamos paciencia, ganas, ilusión, y valentía. Así que empezamos a hacernos a la idea de hacia dónde iba nuestra nueva vida… y nos ha llevado a reencontrar la felicidad con el bebé que estamos esperando.

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Abrazos mamíferos ❤