Después de mi último aborto, que fue el ciclo anterior al embarazo que tengo ahora, tuve que hacerle un extenso resumen a mi ginecólogo de lo que habíamos pasado los últimos años, así que aprovecho para escribir todo lo que recuerdo, y compartirlo con vosotr@s.
Contamos unos tres abortos los dos primeros años de búsqueda activa de embarazo, por decir una cifra, aunque posiblemente fueron más. Como eran de muy poco tiempo, al principio los confundía con reglas demasiado abundantes. Según mi comadrona, eran desajustes, posiblemente debidos al estrés y al ritmo de trabajo, de mucho esfuerzo físico, que llevaba. Durante ésos primeros dos años, sangré tanto, y durante tanto tiempo, que me mareaba y tuve anemia. Entonces trabajaba de camarera, y lo pasaba francamente mal con los dolores, agotada y teniendo que correr (literalmente, porqué era muchísimo lo que perdía) al baño cada hora o menos. En un par de ocasiones, durante 15 días seguidos de flujo abundante, y un mes completo manchando. Los demás meses, los pasaba con muchos dolores y sangrados entre ciclos, y no tuve casi ninguna regla «normal».
Yo siempre había sido muy exacta, y aunque siempre he tenido mucho dolor y flujo abundante, el patrón de mis ciclos siempre era el mismo. Sabía que algo pasaba, desde que intentábamos concebir nada parecía funcionar en mi cuerpo. Además, me estaba afectando emocionalmente, ya que cada mes que pasaba sentía más y más tristeza. Así que volví a insistir a mi comadrón, ya cansada de escuchar que simplemente me relajase, necesitaba una explicación médica. Entonces, me dijo que lo que me estaba pasando eran microabortos, o abortos bioquímicos, es decir, que lograba concebir, pero por alguna razón no mantenía el embarazo. Suelen confundirse con reglas abundantes ya que coinciden más o menos por fechas, y muchas mujeres no llegan a enterarse de lo que les ocurre, dando por hecho que es una regla o ciclo desajustado, así que son más frecuentes de lo que pensamos.
Me tranquilizó saber que aquellos sangrados, dolores y la inmensa tristeza, tenían una causa física, que no me estaba volviendo loca ni lo provocaba yo con mi intranquilidad (cómo pretendían que creyese en principio…). Así que me mandó a hacerme unos análisis de sangre en ciertos días diferentes de mi ciclo, para ver si la cantidad hormonal era la adecuada. Si no recuerdo mal, me miraron progesterona, prolactina, T3 y T4, además de un hemograma completo para saber como estaba en general.
Estábamos más cerca de saber que pasaba, pero empecé a tener miedo a pasar por más abortos, con sus consecuencias físicas y emocionales. Me preocupaba estar derrumbada emocionalmente mucho tiempo más, ya que mi pareja y yo no estábamos en un buen momento. Yo estaba muy rota, no sabía qué me pasaba y al estar físicamente agotada, había mucha tensión. Él todavía entendía menos la situación, yo estaba vulnerable, me sentía incomprendida, y sola. Afortunadamente, desde que supe que estaba pasando por todo aquello por una razón, empecé a informarme y a entender. Entonces pude empezar a darle forma a lo que sentía, para poder explicarle a él, el tipo de apoyo que necesitaba. De ahí en adelante empezamos llevar la situación juntos, un proyecto en común en el que seguimos inmersos.
Los estudios hormonales salieron bien, dentro de la normalidad. Así que seguíamos sin respuestas, y con el consejo médico de siempre: paciencia. Seguimos intentándolo, yo me cuidaba al máximo, llevaba una alimentación sana y una vida libre de químicos. Controlaba mi temperatura basal cada día, por eso, acabé conociendo muy bien a mi cuerpo y empecé a confiar en él, ya que los datos indicaban que sí ovulaba regularmente. Cómo a nivel médico me habían vuelto a dejar a mi suerte, me compré por mi cuenta un test de FSH, ya que para ésta hormona (foliculoestimulante o folitropina) no me habían hecho análisis. Éste test se hace el tercer día del ciclo, ya que se trata de medir si ésta hormona, que es la encargada de estimular a los ovocitos y el estrógeno, es demasiado alta, lo que indicaría que hay baja reserva ovárica, ovarios poliquísticos, SOP, quistes ováricos, u otros problemas de infertilidad. En mi caso salió correcto, y me quitó un gran peso de encima.
Seguí controlando mis ciclos a la perfección y creyendo en que mi cuerpo «funcionaba», por tanto, se podía dar el caso de quedar embarazada e incluso mantener el embarazo, así que continuamos intentándolo con mucha fe. Y aunque mis ciclos fueron mejorando, y pasé un buen tiempo sin sangrados sospechosos, no tocábamos diana. Al final, pedimos hora a mi ginecólogo, para que nos hiciese más pruebas. Por fin, después de habérselo pedido anteriormente y decirme que no era necesario, me hizo una ecografia, para descartar anomalías físicas. Todo normal. Mientras me la hace, le pregunto desconfiada que si ve folículos (yo sabía que tenía que ovular en unos días), y me contesta que sí. Éso me da un chute de esperanzas enorme.
Me vuelven a mandar análisis de sangre en días concretos del ciclo, creo recordar que fueron la primera semana, y la última. A mi pareja le toca hacerse un seminograma. Todas las pruebas nos salen dentro de la normalidad. Nos alivia, pero seguimos sin respuestas. Así que, me dice que cuando tenga mi próxima regla, pida hora un día concreto del ciclo para hacerme una histerosalpingografia. Me da unos analgésicos y un enema para tomar antes de la prueba, pero no me explica demasiado de qué va. Una vez en casa, busco información, y me asusta un poco. Se trata de introducir un líquido radioactivo en el útero, y ver si fluye con normalidad. Se hace para ver la permeabilidad de las trompas, y si hubiese adherencias podría ser doloroso. No me hace demasiada ilusión, pero tengo ganas de descartar problemas. Si esa prueba saliese bien, el siguiente paso sería ya ir a otro hospital, y entrar en la larga lista de espera para inseminación artificial. Escuchar eso da vértigo.
En ése momento, ya me veía pasando por el duro proceso de la reproducción asistida, y se me caía el mundo encima al ver que no podíamos lograrlo de manera natural. Sobre todo, me asustaba entrar en tratamientos y que los intentos que la Seguridad Social cubre, no saliesen bien, con lo que nos quedaríamos desamparados. Sólo teníamos el sueldo de mi pareja (a mi me despidieron), con el que íbamos justísimos, y tener que ir a una clínica privada nos supondría tener que ahorrar unos años, es decir, aplazarlo todavía más. Pagar sin la seguridad de conseguir un embarazo, y que salga adelante, es un peso que no es justo añadir a las familias con problemas de infertilidad… El Estado necesita que nazcan bebés, deberíamos de disponer de más medios y ayuda.
Volviendo a ése verano de 2014, era Julio, y recuerdo perfectamente el día que ovulé, un domingo de madrugada. Siempre me hacía los test de ovulación (que junto a las gráficas de temperatura basal, terminaban de darme el momento exacto) por las tardes, mediodías, noches… y nunca encontraba el pico fuerte de ovulación. Esa noche, decidí hacérmelo bien tarde, antes de ir a dormir, sobre las 12. ¡¡Salió positivisimo!! Se lo comenté a mi pareja con mucha ilusión, y no quisimos desaprovechar ése momento. Estábamos tan contentos, que recuerdo que le dije que nunca olvidaría aquella noche, fue mágica. Desde el momento en que me desperté por mañana me sentí diferente. No era ningún síntoma, evidentemente no podía tener ninguno, pero tenia la sensación de que aquella vez lo habíamos conseguido.
El día que me tenía que (no)venir la regla, no vino, y eso en mi, es muy extraño. Lo sabíamos, habíamos acertado, y así nos lo confirmó, levemente, la segunda rallita del test. No hay palabras para describir la felicidad que sentimos aquel día. Así que no tuve que pedir cita para hacerme ésa prueba, ¡mi hijo me salvó de ella!

la débil rallita de la felicidad 🙂
Cómo la línea del test era muy flojita, escribí al fabricante para preguntarle si podía ser una marca de evaporación, ya que nos daba miedo ilusionarnos por nada. Me respondieron rápido, muy amables, y felicitándome, ya que, según ellos, una marca aunque fuese clarita, era un positivo asegurado. Nos recomendaron esperar un par de días y volver a repetir a ver si la línea oscurecía, y así fue.
Estábamos en una nube, y así fue todo el embarazo, incluso en los momentos de preocupación, estuvimos positivos. Mi pareja estuvo de baja durante todo mi embarazo, así que lo vivimos todo juntos y muy intensamente. Fueron unos meses muy bonitos de felicidad infinita. Tener a nuestro hijo Aritz creciendo en mi interior, era un milagro después de tanto esperar. Lo que se espera, se valora, y se disfruta mucho más.
Éste embarazo, lamentablemente, acabó en un parto prematuro y nuestro hijo falleció. Fue un embarazo complicado, con una historia muy larga que contaré por partes… Tuvimos que pasar un puerperio en duelo, la cuarentena y después una recuperación física de tres meses, junto con la emocional, que todavía dura. Tuve muchos problemas de salud derivados del embarazo, y muchos miedos cuando nos dieron luz verde para volver a intentarlo de nuevo. Según los resultados de la necropsia, no había razones médicas para que se volviese a repetir. Seguíamos sin encontrar explicaciones. Pero nos tiramos a la piscina, con ganas, y aunque doliese y asustase, volvimos a empezar desde cero.
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Abrazos mamíferos ❤