Pocos recuerdan la fecha, pero hoy hace un año que nació y murió nuestro hijo Aritz. Llevo toda la semana pensando en él, echándole de menos, y acariciando a su hermano que es el único que puede recibir todo lo que no le pude dar a él. Hace un año estaba yo pariendo, hace un año que le conocimos y nos tuvimos que despedir de él también.
Han pasado muchas cosas desde entonces, pero para mi parece que fue ayer. Tengo grabada su preciosa cara, tan relajada, en paz. Tenía la boquita de Mamífero, los ojos pequeños y achinados como los de su padre también. Las manos más diminutas que he visto jamás, y la piel más suave que el terciopelo. A nadie le importa, nadie pregunta como era… Por eso lo digo, nuestro hijo era hermoso. Perfecto todo él, un bebé normal, nada parecía indicar que estaba tan enfermo…
Ahora debería estar celebrando un cumpleaños, cuidando y disfrutando a un bebé de un año… Pero hace un año que nació, y ya estoy preparándome para un nuevo nacimiento. A mi cuerpo no le he dado a penas tiempo de volver a la normalidad, es como si llevase dos años embarazada.. De hecho en este período, he pasado más de doce meses gestando vida. Mucha espera, paciencia y energías invertidas. Y sobre todo, hemos generado mucho amor, que espero poder volcar en Biel.
El año pasado perdimos lo más importante que unos padres pueden perder, pero también hemos ganado. Este año hemos aprendido a sobrevivir esa ausencia. Quizá desde fuera no se valora, pero ser padres sin hijo es una batalla diaria que duele cada día. Pero hemos ganado un hijo eterno, hemos aprendido a amar lo intangible.
Con todo el dolor de mi alma escribo para él como lo he hecho desde su marcha. Soltando, sin apenas rectificar una palabra, para que se vayan las lágrimas, y se quede solamente su esencia. Lo único que importa es recordarle con amor, siempre, y vivir agradecidos por todo lo que nos ha enseñado.
Todavía en duelo, aún puérpera y embarazada a la vez, me siento en paz. Con dolor, si, con miedos, también, y con las emociones a flor de piel, pero feliz. Muchos me llaman fuerte, valiente, luchadora… Otros se dirigen a mi como la de siempre, sin apenas darse cuenta de que estoy, todavía inmersa en algo muy intenso.
No merezco esos adjetivos, cualquiera en mi situación lo llevaría igual, incluso mejor. Si he sido valiente, es porque tocaba, no porque tenga una capacidad superior, y si sigo en pie, luchando, es porque se lo debo a Aritz. A los que pasáis por alto y normalizáis la situación, me gustaría pediros que se respetéis el dolor que todavía atravesamos, que no se haga el silencio ante su recuerdo. Es el mejor regalo, que le recordéis y le nombréis como alguien que vivió y existe para nosotros. Y lo mejor que nos podéis decir, es llamarnos padres, en presente, porque es como nos sentimos.
Con mucho que decir, acabo esta entrada, por hoy, porque es imposible acabar de expresar lo que siento.
Te echamos de menos hijo, t’estimem.
Si te ha gustado lo que has leído, no dudes en compartir, comentar, darle a me gusta y seguir mi blog! Gracias por leerme 🙂
Abrazos mamíferos ❤