
Maru (arriba a la izquierda) con sus hermanitos
Maru fue encontrada en la calle con su mamá y sus hermanos recién nacidos. Su madre, una preciosa tricolor como ella, estaba ciega y recién parida, la habían hechado de casa (no era callejera). Seguramente se deshicieron de ella para no tener que ocuparse de la infección que tenía en los ojos, que solamente requería una visita veterinaria y unas gotas.
Vimos un post en la protectora del pueblo de mi madre, Geligats, que , por cierto, hacen una labor increíble. Le enseñé las fotografias a Mamífero, y nos liamos… Quedamos para ir a conocerlos, y elegir cuál nos llamaba. Pero desde que vimos la foto ya lo sabíamos, la tricolor con la M en la frente, y ella era Maru.
Maru nació el 4 de abril del año pasado, esperamos un tiempo para que lactase, pero llegó a casa con menos de tres meses. Nos la llevamos tan pronto porque estaban muy saturados, estaba acogida en una casa particular que da refugio a los rescatados. Había muchos de gatos, y en una sola habitación convivían 3 gatos adultos, la mamá de Maru y los bebés.
Desde el primer momento se apegó mucho a nosotros, le faltaba su mamá, y con ese vacío, nos adoptó como nuevos padres. Flip en seguida la lamió y la seguía a todas partes, vigilante, y Joy, la ignoraba. Se espaviló en seguida, recuerdo que la primera noche yo temía que no pudiese subir y bajar de nuestra cama, y le monté una rampita, pero no la necesitó, es muy atrevida.
Es la pequeña de los tres, tanto en edad como en tamaño, y sigue todavía comportándose como un bebé. Necesita el contacto, siempre se estira encima de alguna parte del cuerpo, preferiblemente mis manos y brazos. Si las retiro, estira una patita para seguir tocándome. Le encanta coger mi mano con sus patas, lamerme y darme mordisquitos de amor. Así que duermo con dos de los tres gatos pegados literalmente a mi 🙂
Es muy juguetona, corre, salta, se eriza, le pega capones a Flip y se va corriendo… Cualquier cosa le vale para entretenerse: un palito, un trozo de plástico, papel, pelotas… Pero sus juegos preferidos son perseguir un trozo de trapillo y un cardo seco que trajimos de la montaña, le vuelve loca… y como se le queda debajo de los muebles al jugar, cuando lo volvemos a encontrar es la más feliz del mundo.
Le gusta mucho jugar con el agua también, ahora no lo hace tanto, pero el año pasado tal como me despertaba e iba al lavabo, me perseguía corriendo. Se sentaba en el lavamanos y miraba curiosa, con la cabeza de lado, el agua iba a parar dentro de ese agujero misterioso. Después intentaba cazarla metiendo la patita en el desagüe, y mojándose entera debajo al estar debajo del grifo. Ahora estamos en una casa distinta, y ha cambiado ese juego por el de sacar el tapón (es de esos que está siempre puesto) y jugar con él.
La llamamos Maru por un gato que tiene un canal el Youtube, que juega con cajas y está regordete. Significa redond@ en japonés, y ha coincidido que se le ha puesto una barrigota redonda y le encanta jugar con las cajas. Siempre que llega una caja a casa se la dejamos para que juegue y se esconda dentro. Os dejo un video divertidísimo para que veáis como se lo pasa con una caja de cartón 😀
Las cortinas también son su pasión, la de la ducha la rompió el primer día, así que nos acostumbramos a dejarla recogida arriba para que durase. Y las del salón y habitación, son para su disfrute, pusimos unas muy baratas y si se rompen nos da igual. El juego es algo bueno para ellos y no lo pueden evitar, si te pasas el día intentando prohibirles algo (nunca lo conseguirás con los gatos, y más empeño pondrán) solamente generas frustración y tensiones en la relación.
A Maru le causan curiosidad muchos ruiditos, y cuando los oye, ataca a cualquier objeto que ella imagina que está generándolo. Hacer algún ruido nos sirve para que venga o desviar su atención y que deje de hacer algo que no queremos que haga.
Hay maneras muy respetuosas de redirigir al animal si algo en concreto no debe hacerlo. En vez de un «no» o una bronca, es mejor reconducir al gat@ para que entienda tus preferencias hacia lo que sí puede hacer, y sobre todo ser coherente, constante y mantener la calma. Ellos intentan hacerlo «bien» si les enseñas y les das alternativas (rascadores, juguetes, atención…), pero deben percibirlo como un beneficio mútuo no como una orden.
Algunas conductas que por instinto o rutina, nunca conseguirás eliminar y ahí debes sopesar si vale la pena frustrar a tu gato, enfadarte y no conseguir nada, o bien ceder. Suelen ser cosas que si las valoras no son tan graves, como subirse a lugares altos, curiosear, cazar algo en movimiento… Hay gente que pretende que no suban a la mesa, cocina… Para mi es absurdo y contraproducente frustrarlos por algo así.
Hay que valorar antes de tener un animal, si es acorde con tus necesidades y estilo de vida. Por ejemplo, yo acepto que como tengo gatos no voy a tener unas cortinas de seda intactas, o habrá pelo en la tapicería, y me da igual, si eso me importase, no los tendría.
Si les dejas explorar y hacer a su antojo, pasan esas fases destructoras. Antes Maru se encaramaba a las cortinas, hasta arriba, ahora ya no, se limita a esconderse detrás, pasar corriendo y moverlas o darles algún manotazo cazando algo mientras está escondida. Así que no las ha roto, solamente tienen alguna marquita. Ya ha experimentado hasta dónde puede trepar, y ahora que lo sabe se dedica a descubrir cosas nuevas.
Con los gatos, sobre todo si los tienes desde cachorros, es muy importante crear una relación de igualdad, y apego. Si tu gato se siente respetado y confía en ti podrás conseguir mucho, si intentas ejercer dominancia, será un desastre.
Es esencial desde que son pequeños que entiendan hasta dónde llega el juego, igual que lo aprenden con sus madres y hermanos. Simplemente con hacerles saber cuándo hacen daño y cuándo no es momento de jugar (sin violencia ni movimientos bruscos para no provocar más), ellos entienden perfectamente los límites.
Maru cuando quiere jugar ya sea con nosotros o con sus juguetes, los pisa con las patas traseras. Con la pelota lo hace mucho, y es muy gracioso porque parece que juegue a fútbol. Y cuando quiere jugar con nosotros nos pisa los pies. Si no le hacemos caso, lo siguiente es atacarlos (ya sabe controlar la fuerza, es sólo un ataque simbólico y a veces volviendo a medir sus limites), y ahí es cuando nos tenemos que quedar quietos, retirarla, y darle otra cosa o motivarla a jugar de otra manera.
Nunca se debe incitar al juego de ataque con las manos o cualquier parte del cuerpo (que no asocien «caza» contigo), y si te muerden o arañan fuerte, jamás apartarte bruscamente (aunque sangre y duela), nunca demostrar miedo o dolor, o pasarás a ser una presa a la fuga. Son cazadores y territoriales, por eso es fundamental que no te vean como un rival o una presa y para eso hay que actuar con extrema calma, sobre todo en situaciones límite.
Como buena cazadora, a Maru le fascinan los insectos, los persigue, y se los come cuando los atrapa, todos menos las arañas que deben saber fatal. Cuando ve uno por la pared o el techo y no llega se queda obcecada mirándolo, llorando, maúlla y nos dice que se lo bajemos (no lo hacemos, pero siempre nos lo dice). Lo mismo hace con las cosas que quiere ver o coger y están altas, y si te agachas, sube a tu espalda y lo coge.
En la casita que vivíamos antes teníamos jardín y podían salir a cazar, jugar y tomar el sol. Maru se lo pasaba genial, cazaba insectos (nos llegó a traer lagartijas a casa…), se subía a los árboles, corría… Se que lo hecha de menos porque cuando traemos ropa o calzado que huele a «naturaleza» lo huele con pasión.
Es muy curiosa, y se fija mucho para aprender. Si me pongo a cocinar se sube al taburete de la cocina y me mira, si me voy a limpiar el lavabo lo mismo, allí donde vaya la tengo pegada observando. Como se fija tanto, ha aprendió que si rascaba una puerta se la abríamos, y ahora se pasa el día pidiendo paso… lo malo es que ha enseñado a Flip a hacerlo también…
Desde bebé, tiene muy claro que no le gusta que la cojan en brazos, y grita porque le da miedo. Aunque cada vez se deja más, Mamífero lo hace muy bien, la coge de vez en cuando y le enseña las cosas que están por arriba de su rango de acción, con lo que le compensa, le genera interés y disfruta de la «altura».
Además de ser divertidísima, Maru es extremadamente cariñosa y sociable. Le gusta tanto el contacto que el simple hecho de mirarla y darle atención la hace ronronear. Muchas veces no puede decidir, y va de uno a otro, sentándose encima y volviendo a cambiar porque quiere estar con los dos a la vez, es puro amor ❤
Al ser tan jovencita, cada día hace un montón de cosas que nos hacen reír con sus inventivas, juegos, miedos, reacciones… Por lo que lo pasamos bien y las penas son menos con ella en casa, es un antidepresivo natural. Todavía le quedan unos añitos de trastear hasta que sea mayorcita, y una vida entera con su presencia en casa.
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Abrazos mamíferos ❤
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