El hospital donde nacerá Biel y visita con la nueva matrona

Llegamos media hora antes de la cita al nuevo hospital, ya que fuimos con tiempo, y tardamos menos de media hora en llegar, ya que había poquísimo tráfico. Está a las afueras de la ciudad, rodeado de montañas, campos y naturaleza. Así que el lugar es de por si relajante, invita a dar a luz, la verdad. El edificio es muy nuevo, de construcción sencilla, sin ornamentos, pero con muchos ventanales por dónde entra la luz natural y se puede disfrutar del paisaje. Hacía un día cálido y soleado, y me imaginé lo bonito que sería despertar allí el día después del parto, con esas vistas, y sobre todo, con Biel pegadito a nosotros…

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Vistas desde una terracita de hospital

Nada más llegar, introduces la tarjeta sanitaria en una máquina, que registra cuando has llegado, y te da un papelito, en el que tienes un código. En esa misma máquina, después, puedes recoger el justificante de visita para llevarlo al trabajo según vi hacer a una señora, y seguramente tenga otras utilidades. Vas a la sala de espera en la que está el consultorio que te toca, y hay unas pantallas en las que van saliendo los códigos asignados cuando llega el turno. Todo muy práctico, ya que al estar informatizado, el médico o enfermera no tiene que salir a llamar, y si llegas antes, ellos pueden saberlo y agilizar las consultas. Quizá ya habéis visto este sistema en vuestros hospitales, yo no, y me parece un método sencillo y cómodo para todos. Si que he visto cosas parecidas en otros lugares como la seguridad social, pero nunca antes en centros sanitarios.

Así que, aunque íbamos con tiempo, nos llamaron en seguida. La matrona que me llevará el final del embarazo es una chica joven, muy agradable y se la veía interesada e implicada en su trabajo. Le expliqué de dónde venía, por qué, de cuántas semanas estaba, y los controles que me tocaba pasar. Estuvo un rato leyendo la cartilla para empaparse de mi historial obstétrico, que tiene miga, e iba haciendo preguntas para saber algunos datos más, incluso, anotó cosas que faltaban y eran importantes. Seguimos con la rutina de las visitas: tensión, peso, altura uterina, y escuchar el corazón de Biel. Todo correcto 🙂

Como os dije ayer, le comenté ese dolor que tenía, y al palparme la barriga y auscultar a Biel, me dijo que era muy probable que estuviese en cefálica, algo que me alegró mucho. Después, para completar el historial, me hizo más preguntas, y fue anotando todos los datos de la cartilla para más tarde poderlos introducir en mi historial. No escatimó en tiempo para que todo quedase bien documentado, algo que me dio mucha tranquilidad.

Después, empezó a programarme citas: la visita con la que será mi ginecóloga, analítica y ecografía. Le comenté que me deberían haber hecho una este mes pasado, pero que ya al ser muy tarde, veía que se solapaba con la del tercer trimestre. Me dijo que si, que ya no era necesario hacerla dos veces, y que en la última ecografia me verían el cuello del útero sin problemas. Hizo una llamada para agilizarlo, así que tenemos la ecografía para el viernes que viene, ¡que ganas!! En semanas sucesivas, tengo la analítica, en la que, según me dijo, me verían la hepatitis B y C, ya que en mi hospital no la miran, pero ellos lo hacen de rutina. Y para principios de febrero, conoceremos a mi ginecóloga, que ya tendrá los resultados.

Me preguntó por la vacuna de la tosferina, a lo que le contesté que no me la quería poner, y bien, sin juicio alguno, pasamos a otro tema. Hablamos del parto, me dio el plan de parto del hospital, que es bastante respetuoso de por si y viene a ser un 80% de lo que yo he puesto en el mío. El resto que falta, simplemente es por omisión, porque son partidarios de todos los puntos que cito en el mío. También nos dio una hoja con información sobre la administración de la vitamina k al recién nacido, nos explicó las dos vías de administración, para que rellenemos la opción que elegimos. Dijo que tanto su protocolo con las casillas que deseemos marcadas, como lo de la vitamina K y mi propio plan de parto, los lleve el día que nazca Biel. Añadió que cualquier cosa, la hable con las matronas que me asistan, que velarán porque se respeten nuestros deseos.

Por último, le comenté que queríamos ver las salas de parto, y familiarizarnos con el lugar, saber por dónde se entra a urgencias… y sin problemas, llamó a paritorios para comprobar que estuviese libre y limpio, y sin problema, nos mandó para allí a hacer la visita. Nos atendió una matrona muy simpática y con muchas ganas de explicarnos todo el material del que disponen, resolver dudas, y sobre todo, dejarnos muy claro que el objetivo era hacernos sentir a gusto, respetar nuestras necesidades, y dar una bienvenida al mundo cálida y serena a los bebés.

En paritorios había una ginecóloga, y 4 chicas más, supongo que eran matronas y enfermeras. Disponen de 4 salas, 3 de ellas de parto-dilatación, circundando el mostrador, las salas de material, limpieza, y sus dominios (una salita en la que comen y descansan). Hacen guardias de 12 horas, y según nos dijo, tienen una media de 1 parto y medio al día, con lo que la tranquilidad está prácticamente garantizada. Los paritorios están al lado de los quirófanos, y es un lugar a parte en el que intentan guardar silencio y tener un ambiente agradable. Todo está limpio, y no hay material quirúrgico a la vista en las salas para hacerlas más agradables, sino que tienen unos carritos con todo lo que puedan necesitar en la puerta de cada una.

La única sala que no pudimos ver, porque estaba ocupada, es la del ecógrafo, en la que  hacen la primera valoración según llegan las mujeres. Las otras tres, ya son destinadas a dilatación y partos, cada una con un tipo de material adecuado a las necesidades de cada mujer. Todas las salas, disponen de baño privado con ducha, una cunita térmica por si el bebé la necesitase, monitores para el control del bebé, muebles con material (gasas, empapadores…), sillones cómodos para la pareja, y camas de parto, reclinables, y ajustables para que puedas parir en la posición que desees.

No hay ningún potro de «tortura». En lugar de eso, el final de la cama se puede adaptar para subir unas plataformas en las que puedes apoyar los pies para poder empujar mejor. En todas las salas puedes disponer del material básico: silla de partos, pelota de dilatación, espejos para ver el nacimiento, poner música, aromaterapia, calor para el dolor… Y en todas ellas se puede regular la temperatura, las luces, y por supuesto, comer y beber durante la labor de parto. Lo que no tienen, por ejemplo, es el óxido nitroso, porque están en una planta que queda un poco bajo tierra, además está cerca de los quirófanos, y podría ser problemático por la poca ventilación.

La primera sala es la más sencillla, viene a ser la que usaría una mujer que desee la epidural, ya que puede usar todos los métodos que he mencionado mientras dilate, y una vez se la anestesie, pariría en la cama. Como nos dijo la matrona, el objetivo es hacer lo que desee la mujer, si ella quiere monitoreo constante y una matrona pegada a ella, eso tendrá, y si prefiere estar a solas con su pareja e ir haciendo el trabajo sin que se les moleste, ellas estarán al margen respetando su deseo de intimidad.

La segunda sala, dispone además de todo lo anterior, de un fular colgado al techo con el que te puedes ayudar colgándote, instalado encima de una silla de parto, con un sillón detrás para la pareja. También tienen una pelota con base que se puede poner en lugar de la silla de partos, y una mecedora para pasar las horas más cómodos. Esta sala y la primera, disponen de un tragaluz por el que entra luz natural.

La tercera es la más completa, y es la de la introspección total, allí no entra luz, solamente habrá la que la pareja quiera, regulándola mediante un foco orientable. Esta dispone de todo lo que tienen las otras dos, y además, tiene una bañera de dilatación espectacular. Muy grande, con asiento blandito, luces…  Mientras nos enseñaba las salas, la matrona iba enseñándonos posturas para dilatar, como usar los materiales, y en esta última sala, apagó las luces para que viésemos el ambiente tan íntimo  que se creaba. De momento, según nos comentó, todavía no les dejan atender partos en el agua, pero es un buen método paliativo del dolor, y muy relajante. En este punto, nos dijo que todo era empezar, que lo que deseaban era que a la larga les diesen el permiso desde dirección para atender partos en el agua, lo que demuestra que desean avanzar, y eso es muy bueno.

Como véis, no es que sea un gran equipamiento, realmente no es tan difícil ni tan caro tener salas de parto natural, es sencillo tener a todas las mujeres contentas. Lo que realmente marca la diferencia es la actitud, el mimo con el que se toman el trabajo de traer personitas al mundo, el respeto por ese momento sagrado y la voluntad de que sea una grata experiencia. Por supuesto que hay personal así de cualificado en muchos centros, pero, siempre dependes de quien te toque ese día. Y claro, si el protocolo de nacimiento del hospital no contempla ciertas cosas como indispensables y obliga a otras, eso lo condiciona todo. Allí, por lo que hemos visto y las experiencias que nos han contado, todos son partidarios del parto respetado, de escuchar a las mujeres, y que el proceso sea lo menos intervenido posible (si es lo que se desea y no es necesario) para que sea un acto fisiológico. De hecho, en nuestra provincia, es el hospital que más ha logrado aumentar el número de nacimientos, ya que muchas parejas de otras poblaciones nos desplazamos allí para dar a luz de una manera más respetada.

Nunca se sabe como irá un parto, pero aquí al menos, sabemos que de ir bien, de entrada no nos interrumpirán, no me vestirán de «paciente» si no deseo la bata, no me monitorizarán contínuamente si no hay motivos de peso, no me harán tactos si no los deseo, me explicarán cualquier procedimiento y pedirán permiso en cada uno, no nos separarán de nuestro bebé ni entre nosotros, no iremos a quirófano si no es por necesidad de una cesárea, no me negarán ir al baño, deambular, comer ni beber, no tendrán prisa por acelerar nada, no dirigirán la labor de parto si no lo solicito, no entrarán a la sala si no es necesario y lo harán pidiendo permiso, se guardará silencio, no habrá intervenciones si no son una emergencia médica, nadie estará de espectador innecesariamente, ni se alumbrarán mis partes si para su comodidad visual… y un largo etcétera.

La filosofía del centro es: haz lo que tu cuerpo te pida, y dinos lo que necesitas, nosotros estamos para tu comodidad y seguridad. Es sencillo, no intervenir si no es necesario, confiar en la capacidad de la mujer, dejarla ser protagonista junto a su pareja, y que se sienta tan cómoda y arropada, que su cerebro desconecte y el trabajo de parto fluya por si solo. La matrona nos dijo todo lo que quisimos escuchar, y más. Con lo que hemos vivido en mi anterior hospital, esa actitud me pareció un viaje al futuro, o un sueño. Nos dio tal confianza, seguridad, y nos dejó tan claro que lo principal era que estuviésemos a gusto, que parecía que en vez de una sala de partos fuese un hotel.

Además estuvimos un buen rato hablando de mi anterior parto, de las cosas que pueden suceder, como actuarían, las opciones que teníamos… Pude hacer todas las preguntas que me apeteció, sin prisas, ni juicios ni intentos de justificarse de antemano para que no esperásemos demasiado, al revés, pintaba las expectativas de éxito muy altas. Todas sus respuestas me parecieron correctísimas, y dentro de los esquemas de lo que para mi, es un parto respetado.

Como os dije, muchas de las matronas que trabajan allí, lo hacen también atendiendo partos a domicilio, por lo que tienen una visión clara de lo que puede necesitar una pareja que no desea un parto excesivamente medicalizado o intervenido sin necesidad, y a la vez, disponen de medios para atender a quienes si deseen un parto más controlado. Parten de la base que las cosas suelen ir bien, y que el éxito es mayor si discurre todo en un ambiente «como en casa», de hecho, nos confirmó que son poquísimas las veces que tienen emergencias serias.

Pregunté si atienden partos de nalgas, y nos dijo que siempre lo intentan, que tiene que complicarse mucho el parto para que se vaya a cesárea solamente por una presentación de nalgas. Que dejan la cesárea como ultimísima opción, siempre que la mamá esté dispuesta a intentar el parto vaginal claro, y que en todo caso, se esperan a que la labor de parto empiece por si misma en vez de ir a quirófano de manera programada.

También nos dijo que si deseamos emplear algún método alternativo para el dolor o de relajación (acupuntura, meditación, moxibustión, masajes, homeopatía, reflexología…), no tienen ningún problema en que hagas lo que necesitas. Ellos no tienen personal preparado para ello, pero si el acompañante o la mujer tienen esos medios, pueden hacer lo que deseen.

Por último, le pregunté que hacer en caso de emergencia, o duda de si estoy de parto, si iba directamente, o avisaba… Me dijo que podía llamar a cualquier hora, ya que siempre están de guardia, y pedir hablar con una matrona. Que me harían ciertas preguntas, verían mi historia y me darían consejo sobre que hacer, sin problema.

Nos dieron mucha confianza, el lugar, el personal y sus protocolos. Nos fuimos encantados, y comentando lo sencillo que sería dar una atención así para todas las familias. Está claro que este tipo de atención se da mejor con poca presión asistencial, pero, igualmente, es uno de los hospitales con mayor asistencia (y mejor resultado) en partos de nuestra provincia. Atiende más del doble de nacimientos que el hospital en el que di a luz a Aritz, y no hay color. En el caso de los hospitales que atienden muchísimos más partos, es una pena que se baje el nivel por el volumen de trabajo, más bien debería de adecuarse a las necesidades de asistencia, no dar una peor atención por ese motivo.

Por supuesto, si la atención es así de buena como nos la pintan, pienso poner una hoja de aclamación para felicitar al personal y al centro. Es una manera de que los estándards de atención al parto mejoren, o al menos, que sigan avanzando en esta línea.

Estoy deseando que llegue el día del parto y disfrutar de la experiencia, me parece un lugar perfecto para sanar mi anterior parto 🙂

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Parte del edificio

 

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Abrazos mamíferos ❤

¡Resumen del día!!

Hoy ha sido un día intenso, así que esta entrada viene a ser un resumen a modo de adelanto porque estoy rendida…

Quería compartir ante todo, que estoy muy contenta, más que satisfecha, muy feliz con el nuevo Hospital. Tanto mi nueva matrona, como las instalaciones, y el entorno son de 10. Nos hemos sentido muy bien tratados, mejor que nunca, escuchados y el ambiente que se respira allí es de calma y respeto. Ya os contaré los detalles de la visita y demás en una próxima entrada, porque merece la pena. Sólo deciros que hemos salido emocionados con el enfoque del hospital respecto al parto,  la actitud de todo el personal, el cariño con el que trabajan, es otro mundo… y que creo que a partir de ahora voy a soñar con esas salas de parto!! XD

Por otro lado, esta mañana me he despertado con un dolor bastante insoportable en el costado izquierdo. Ha sido al darme la vuelta (reposando sobre mi lado derecho), y ha aparecido un dolor punzante que iba a más si me movía o incorporaba. Solamente se me ha calmado un poco al volver a estirarme sobre el lado izquierdo. Ya me veía de visita en el hospital y, de paso, a conocer las urgencias…

Era un dolor que nunca había sentido, como una presión parecida a un flato muy muy fuerte, y solamente a un lado. Me costaba andar, moverme, vestirme… pero tenía claro que no eran contracciones. Después de darle muchas vueltas, hemos llegado a la conclusión de que debía ser la postura de Biel, que presionaba ese lado. De hecho, tenía la barriga torcida, y creo que lo que ha pasado es que ha intentado girarse, y se ha quedado atrancado a medio camino. Me he ido fijando en como se movía, y si, parecía tener el culete en diagonal hacia el lado que me dolía, y la cabeza en el sentido opuesto y hacía abajo. Se iba moviendo lentamente, como si le costase mucho y hacía fuerza hacia fuera. Más tarde lo he comentado con la matrona, y tal como me ha palpado y por la altura del corazón de Biel, nos ha dicho que es probable que se haya girado (¡bieeeen!!), y que el dolor sería de los propios movimientos para colocarse.

Así que me he quedado tranquila, dolorida, pero tranquila. Ahora me sigue doliendo pero ya no siento esa presión, es como si tuviese agujetas y moratones en ese lado. Y cuando me muevo, toso o Biel da pataditas por ahí veo las estrellas… Supongo que en un par de días se me pasará.

Por otro lado, esta mañana nos ha llegado un pedido que hicimos a GU Planet (Green Umbrella), una tienda online dedicada a productos ecológicos para el hogar, bebés, higiene íntima… Tenía unos vales de descuento, y con otras promociones nos salía muy bien de precio, y hemos aprovechado para pedir varias cosas que necesitábamos. El paquete llevaba: toallitas, un jabón, un paquete de pañales talla 2 (de 3 a 6 quilos), compresas post parto, normales, de noche y salva slips (arsenal para los loquios). Todo ello con materiales sostenibles (algodón y celulosa orgánicos), reciclables, y libres de perfumes, blanqueantes y químicos.

Y mañana, empezamos las clases de maternidad, así que ya os contaré. Espero encontrarme mejor e ir haciendo posts, porque se me acumulan las cosas!!

 

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Abrazos mamíferos ❤

 

Complicándome la vida

Hoy, un nuevo capítulo de «La ineptitud mi hospital y su mal trato al paciente». No estoy cabreada, estoy lo siguiente…

Os cuento, como os dije (aquí), estaba esperando que me programasen la ecografia que se supone que deben hacerme mensualmente para controlar el cuello del útero. Algo que dado mi historial obstétrico y por tratarse de un embarazo de alto riesgo, deberían tomarse en serio, pero no. Hace un mes y medio de la última que me hicieron, y parece que va para largo…

Ante la negativa de mi comadrona a programármela (tal como os conté aquí), y la imposibilidad de concertar cita en el nuevo hospital por la saturación de las fiestas, acudí a mi ginecólogo a que mi hiciese la petición. Después de dos semanas esperando la llamada, ayer veo que me habían llamado del hospital (no he recibido ninguna llamada antes). Como pasé mala noche, no pude atenderlas ya que dormí hasta la 1 del mediodía, y cuando llamé ya era demasiado tarde porque solamente programan por las mañanas.

No obstante, ayer mismo me mandaron también un mensaje de texto, programándome la ecografía para el día siguiente… Si, con menos de 24 horas de margen y sin hablar conmigo. Es algo que suelen hacer, mandan un SMS, con la coletilla conteste SI o NO. Contesté que no, dado que ni me iba bien, ni Mamífero podía acompañarme, y obviamente, con el terror que tengo a a las ecografias, yo no voy sola… No se si piensan que una vive allí al lado, y que tiene todos los días libres para organizarse de un momento a otro…

Evidentemente, hoy no he podido ir, pero he llamado para que me diesen otra cita. He explicado que ayer contesté al mensaje para anular la hora, y que llamaba para concretar otra. Y de entrada me han dicho que ese mensaje no servía para anular… Ah, muy buen sistema entonces, cierran las líneas a mediodía, y no leen los mensajes que ellos mismos de mandan, y piden que contestes…

Me ha atendido la mujer con menos tacto del mundo, con mala baba, sorna y cero empatía. Lo primero que me ha dicho es: Esta ecografia la has perdido tu, deberías haber venido… eso no se puede hacer (le ha faltado decirme niña mala, estás castigada sin ecografia). Como si una tuviese que estar disponible por obligación a las horas que ellos dan de un día para otro sin ni siquiera consultar si te van bien… Y que claro, como era YO la que había perdido la hora, no me podía programar otra.

Su solución: pide cita con el ginecólogo (mañana claro, porque hoy ya no damos horas…) y que él vuelva a hacer la petición. Absurdo, una pérdida de tiempo coger cita solamente para eso, y tener que esperar ¿cuánto, un mes más para ver a mi ginecólogo y que me vuelvan a programar… ? Le he explicado que estaba esperando esa ecografia, que es importante, y que si hago eso estando de ya de 32 semanas se va a alargar demasiado… Su respuesta ha sido, literalmente, decirle a quien tenía al lado: esta ahora me quiere dar lecciones… Muy maja, muy empática y profesional ella.

Podría haberme pasado la llamada con un ginecólogo de guardia y que hiciesen la petición in situ, facilitarme algo, o al menos, parecer amable y comprensiva ante mi situación. Pero me ha tocado la amargada de turno, borde, y sin ganas de hacer su trabajo con un poco de cariño.

La señora no quería razonar, y se ve que no les dejan concertar citas sin la petición de un médico. Eso puedo entenderlo, lo que no es de recibo, es que encima me trate con malos modos, y como a una irresponsable por no acudir. Al final me ha dicho que hable con mi comadrona (suerte que la veo la semana que viene en el cursillo de maternidad) y a ver que hacía ella… Nada, que me espabile.

Por cierto, la semana pasada tenía cita con mi comadrona, pero decidieron que ese día no visitaba. Porque si, no es que estuviese enferma o algo de última hora. Según la administrativa, la agenda de ese día estaba cerrada, sin anular las citas ni nada. Mamífero habiendo cuadrado su día de fiesta para poder acompañarme, y no había visitas. Nos pegamos el madrugón para nada. Fue error del hospital que no nos hubiesen avisado, pero bueno, esperas a la siguiente cita ¡que no pasa nada! Y así van en este hospital, todo muy bien.

Estoy relativamente tranquila porque no tengo ningún malestar, contracciones, ni nada que me haga sospechar que el parto se va a adelantar, de momento. Pero como pase algo, esta vez monto un pollo, por negligentes, ineptos, e irresponsables.

A este paso, se me juntará con la ecografia del último trimestre, y es absurdo hacerme dos tan seguidas… Y este mes entre cursillo de maternidad, citas en ambos hospitales, y pruebas vamos a tener los días de fiesta de Mamífero a tope… Y yo necesito estar estas últimas semanas, relajada, preparándome para el parto, y arreglando todo para recibir a Biel. Y me estoy agobiando de que venga todo tan de golpe.

Se que llegaremos a todo, y que si me pongo de parto de improvisto mi hijo lo tendrá todo cubierto teniendo a sus papás…  Debo relativizar, porque a todas nos pasa factura esta ansiedad por tenerlo todo controlado ( amigas que estáis en la recta final, no decaigáis!! ). Pero es un rollo que la «dulce espera» sea tan agobiante, y encima te compliquen la vida tanto con las citas… 😦

Espero que los Reyes Magos os traigan alegrias y no disgustos como a mi, ¿será que me he portado tan mal? :p

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Abrazos mamíferos ❤

Desahogo…

Como os dije el otro día, hoy tenía que llamar a la comadrona del hospital nuevo, a ver si tenía poca faena y podíamos ir. Estaba muy contenta por la supuesta visita, por atar cabos, conocer el centro, al personal, aclarar dudas, llevar los informes y tener mi historia allí por lo que pueda pasar.

Mamífero tuvo que cambiar un día de fiesta para que hoy pudiésemos ir al hospital, si todo iba bien. Pero esta mañana me ha dicho que tenían un parto, y que no iba a ser posible la visita… Que si el parto se aligeraba, me llamaría para ir aunque fuese a última hora, y he estado esperando, pero a las horas que son ya, lo dudo…

No ha servido de nada organizar los horarios, que nos hubiesen ido mejor tal como estaban de saber que no íbamos a poder ir. En esta semana seguro que no, y seguramente la siguiente, ya no podremos ir en vistas a las fiestas… Por lo que lo dejamos para el año que viene…

Me ha dado primera visita para el 12 de enero, con la comadrona, y a partir de ahí, ya veremos si tardan más o menos en darme con el ginecólogo… Eso es lo de menos, porque sigo teniendo los controles programados en mi centro de referencia. Lo que me preocupa, es que, debería de hacerme una ecografía este mes para ver el cuello del útero, y mi comadrona (la del centro de referencia) no la programó, ya que según ella, es absurdo que me la hagan ellos si quiero parir en otro centro. Encima, me apuró para que me moviese, diciéndome que voy tarde, que no puede ser que hasta ahora no haya hecho ninguna visita en el otro hospital… Yo he intentado atarlo pronto, y solo he conseguido agobiarme, porque no he conseguido nada.

La comadrona del otro centro me dice que no hay prisa (es totalmente opuesta su percepción…), que puedo seguir con los controles y pruebas en mi centro, sin problema. Que ahora con las fiestas no puede agilizarlo más, y que no es necesario tener prisa. Yo pensaba eso hasta que la otra me metió prisas, y me dejó sin programar la ecografia. Ahora me siento entre dos aguas.

Entiendo perfectamente que no me puedan dar horas pronto, y en estas fechas, es lógico. Y me da lo mismo hacerme los controles que sea donde sea. Lo que no entiendo, es la actitud de mi comadrona de programarme las visitas, pero no la ecografia, que es lo que me urge. Total, me vi con ella hace una semana, y esta semana tengo cita con mi ginecólogo, para pesarme y tomarme la tensión otra vez. Y a final de mes, otra vez visita con ella… Es bastante absurdo ir a tantos controles sin haber hecho ninguna prueba.

Cada una me dice una cosa… Entiendo la posición de la comadrona del nuevo hospital, que mientras tanto puedo seguir con los controles aquí, y que no me apure. Y claro que no, pero estaría más tranquila si supiese quien me va a controlar, sea en el hospital que sea. Siendo un embarazo de alto riesgo, y habiendo tenido un parto prematuro, no me da la calma como para verme de 33 semanas y sin ecografías ni analíticas por programar… Y sin saber como está el cuello uterino, como va mi placenta, o si Biel se ha dado la vuelta…

Se que no es gran problema, que me tienen que dar cita, no me dejarán tirada. Pero no le hubiese costado nada a mi comadrona programarme ya la ecografia que me tocaba. Viendo que vienen fiestas, era previsible que no me diesen cita de un día para otro. Se solucionará, pero me he quedado desinflada…

Además he pasado una noche horrible, con mucha acidez, y dolor de estómago… He pasado otras noches malas con ardores, y malas digestiones, pero hoy ha sido muy bestia. Me he despertado a las tres de la mañana, con los jugos gástricos en la boca, no sabía si iba a vomitar o que estaba pasando… Sentía como subía el el acido, y unos pinchazos horribles en el estómago.

No podía estar estirada, así que me he incorporado, y he pasado hasta las 7 de la mañana sentada, echando cabezadas entre retortijón y retortijón… Me he despertado con la espalda hecha polvo, el estómago dolorido, la cabeza cargada… Y cuando han parado los ardores, y mejor había cogido el sueño, me tenía que levantar para llamar al hospital, y no ha servido de nada 😦

Ya está, ya me he desahogado!!

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

 

Un aborto más…

Como os dije en la entrada de ayer, hoy os comparto como me sentía quince días después de mi último aborto…

Mañana tengo que ir al hospital, la última vez que pisé ese lugar fue para recoger la necropsia de nuestro hijo. Nada más pensarlo me entra pánico, y se agolpan en mi cabeza imágenes. Revivo el parto, la primera ecografia y el feliz sonido de su corazón, y la última en la que no había latido… el miedo y la angustia de las visitas a urgencias, la ilusión con la que acudíamos a los controles, la frialdad de mi ginecólogo diciéndome que era un «aborto», cuando nos dijeron que era un niño y pudimos llamarte Aritz… 

Recuerdo tanto lo bueno como lo peor, supongo que mi cabeza necesita compensar tanto dolor con las imágenes felices. Gana la tristeza ahora mismo, la melancolía, el vacío, le hecho de menos… Nunca más volveré a tener un embarazo tan feliz, las buenas esperanzas siempre andarán teñidas de inseguridad, miedo y angustia.

He vuelto a perder un embarazo, otra vez. Duele, son tantas veces, tanto tiempo luchando… Pensaba que con el embarazo de Aritz, los abortos tempranos se habían solucionado, que algo había cambiado, pero no. 

Pasamos el proceso en casa, lejos de ese hospital maldito, ya conozco a mi cuerpo y se lo que debo hacer. Quise afrontarlo en la intimidad, a mi ritmo, con calma, sin protocolos ni violencia. Mi cuerpo y mi mente, así como ese bebé, me pedían nido, paz, cariño. Sabía que debía evitar los miedos y el estrés, para poder fluir. 

Tuve que defenderme de los miedos de mi madre, no la culpo por temer a algo tan horrible y desconocido, pero necesitaba apoyo. Intenté explicarle que me encontraba bien, y que estaría atenta a cualquier hemorragia o síntoma de infección. No había motivos para alarmarnos todavía, y no tenía porque pasar por una intervención y sus riesgos innecesariamente. 

Mientras defendía mi derecho a dejar a mi bebé marcharse en paz, y aún sabiendo que ya he pasado por esto, afloraban mis miedos… ¿y si no lo expulso del todo? ¿y si tenemos que acabar en urgencias? ¿Y si pasa algo que afecte a mi, ya pobre, fertilidad?… Pensar en eso no me convenía, sabía por propia experiencia que tenia la capacidad y tiempo de sobra para hacerlo sola.

Me dejó agotada discutir eso en un momento así, no volví a mencionar el tema para callar a la inseguridad,  volver a confiar en mi misma, y conectar con mi cuerpo. Tanto me afectó, que no se lo dije a mi padre, por no volver a pasar por lo mismo… Pasaron unos días hasta que tuve fuerzas para decírselo, pero ya se lo había dicho ella. Así que estaba preocupado, enfadado y seco conmigo. Aunque le pedí disculpas por no haberle avisado, y le dije mis motivos, estaba dolido. Me pareció injusto que en un momento así nadie escuchase lo que necesitaba. Entiendo que se preocupe, pero no que se enfade. Otro problema añadido. No hemos vuelto a hablar desde entonces… 

Apenas hacía unos días que me sabía embarazada, y empecé a sospechar cuando al repetir el test días después, la línea apareció más leve. Repetimos unos cuantos los días siguientes, pensando que era defecto de los test, ya que estaban a punto de caducar. Fuimos a comprar uno a la farmacia, queriendo creer que ese si que se marcaría bien. Pero nos dio el mismo resultado… Un miércoles, el dia 27 de Mayo, me hice el test por la mañana y ya estaba completamente blanco. Ese blanco que a las que buscamos durante tanto tiempo un embarazo, nos duele tanto…

Esa noche, tuve el primer manchado, y horas después empezó todo. Los dolores me indicaban que sería rápido, y así fue. Esa misma noche salió un pequeño coágulo, i a su lado una nube de tejido rojizo. Sin duda aquello era nuestro bebé… Se lo enseñé a Mamífero, y con mucho dolor, me despedí de él… 

Sangré durante un par de días más, con dolores parecidos a los de una regla. Le siguieron cinco días más de restos, poca cantidad, y dolores más suaves. Fue relativamente fácil físicamente, estoy agradecida de que no se complicase ni se alargase demasiado.

Al principio me lo tomé bastante «bien», con lo que he pasado ya, era consciente de que estas cosas pasan. Pero esta semana me ha invadido una honda tristeza, vacío infinito, desesperanza, rabia, impotencia… La gran duda de si conseguiremos ser padres de un bebé vivo. No entiendo el sentido de todo esto, no se que camino debemos tomar si esto se alarga más años. 

El detonante fue la visita con mi comadrona, una semana después del aborto. Ya tenía hora de visita concertada, quise ir pronto para empezar los controles cuanto antes y tomar medidas para cuidar ese embarazo. Tuvimos que esperar nuestro turno un buen rato, como de costumbre, reviviendo cuando esperábamos con ilusión para escuchar el corazón de Aritz. 

No sabía como reaccionaría ella, ni como explicárselo, temía que ella tampoco entendiese porque no había ido al hospital. Cuando pasamos a la consulta, ella se alegró mucho de vernos al pensar que volvíamos con un embarazo, se lo conté de golpe y cambió su cara. Por suerte, no me echó en cara no haber ido al hospital, aunque si que le desconcertó mi manera de actuar, imagino que por no ser lo habitual. 

Hablamos de los anteriores abortos, y nos dijo que si queríamos ser padres, que fuésemos a por todas, directos a fertilidad. Otra vez, pensar en pruebas, esperas… Pero era lo que debíamos hacer, para evitar perder más embarazos teníamos que dar con el problema. Ya nos habían hecho algunas pruebas sin encontrar nada, sabíamos que para las siguientes debíamos ir a un centro distinto, y entrar en la lista de espera, es desesperanzador… Es como volver a empezar de cero, una vez más. 

Nos dio hora para comprobar con una ecografia si había expulsado todo, una semana después. Es mañana, volveremos a pisar esa sala en la que supimos que nuestro hijo ya no tenía vida. Como odio esa sala, ese hospital. Me avisó que me ponía la hora en obstétricas, es decir, que estaríamos en la sala de espera con felices embarazadas, y yo vacía. Pero eso ya me ha pasado muchas veces en estos años. 

Lo más deprimente es que ahora debemos dejar pasar un ciclo, hasta volverlo a intentar. Apenas hace un par de ciclos que dejamos de esperar el tiempo que nos recomendaron después del parto de Aritz, y volvemos a estar encallados. Me siento como si no pudiésemos avanzar, no podemos seguir peleando por nuestro sueño. Se que solamente es un ciclo más, de entre tantos que hemos esperado, pero me entristece. Se me hace una eternidad…

Si tuviésemos algo de dinero podríamos salir a comer, despejarnos, irnos un par de días, intentar distraernos… Pero es el peor de los meses, hemos cobrado medio sueldo, y encerrados en casa esto se hace insoportable. No puedo dormir, me levanto sin ganas de nada, tarde, y cuando me animo a salir a pasear, se pone a llover como si fuese el fin del mundo. Comería hasta reventar para calmar la ansiedad, pero la despensa está bajo mínimos… parece que no tengo derecho a compensar mis penas con ningún placer. 

Suerte de Mamífero, que está muy pendiente de mi, es mi gran apoyo. Me despierta paciente y amoroso, sabiendo que no quiero abrir los ojos porque me cuesta vivir esta realidad. Mientras duermo, al menos, el tiempo pasa rápido, cuando consigo dormirme, claro. El cansancio que acumulo hace que coja un sueño muy profundo. Él me deja dormir un poco más, es el único vicio que tengo, dejarme descansar. Vuelve más tarde con abrazos, sonrisas y caricias… Consigue hacerme reír otra vez…  por las mañanas, alargamos esos momentos felices todo lo que podemos. Hace que tenga ganas de volver a empezar, tenerle a mi lado es el motor que me permite seguir adelante. 

Mientras tanto, la gente opina, los que nos quieren nos ofrecen consejos, y normalmente, aunque no sea su intención, hacen daño. Nos repiten una y mil veces:

«sois jóvenes» (claaro), «no tiene porque volver a pasar» (no tiene porqué pero ya llevamos unas cuantas…), «no os obsesionéis» (como si fuese anormal preocuparse con lo que nos pasa), «podéis tener otro hijo» (si, otro), «tenéis que pasar página y tirar adelante» (venga, el siguiente!!), «no os podéis hundir» (no tenemos derecho ni motivos suficientes…), «mujer abortada, mujer preñada» (que bonita y graciosa la rima!) …

Lo dicen con cariño, no saben que decir, pero duele igualmente, y cansa…  Cuando tienes tal dolor, cada uno lo gestiona como puede, y nadie debe de cuantificar tu dolor, ni decirte como llevarlo. Si simplemente se limitasen a estar presentes, a ofrecer ayuda, escuchar si quieres decir algo, decir lo siento, dar un abrazo… Pero tener que escuchar esas frases hechas, lo que en ese momento no quieres ni necesitas oír, te hace sentir incomprendida. Reabren heridas, y atrasan el proceso.

Además tienes que considerarlo un gesto amable, escondiendo lo que sientes, que es lo que nunca se debe de hacer cuando estás mal.  Te dicen que no te hundas cuando es dónde estás, en la mierda, y es lo normal estar así, lo que toca. Pero sientes que, a sus ojos, lo estás llevando fatal. Nadie puede opinar cuánto tiempo debes estar triste, nadie sabe como es tu dolor, es tuyo. Necesitas comprensión, no que te juzguen, que te permitan estar en el lugar que estás. 

Alguien que se levanta cada mañana con una pena tan grande no debería ser juzgada, el simple hecho de seguir viviendo, de conseguir salir de la cama, sonreír un instante… Son grandes victorias a tener en cuenta, son un gran esfuerzo por salir adelante, aunque después te caigas mil veces más. Las recaídas son parte del proceso, es dejar ir lo que sientes sin aparentar lo que no es. 

Después de seis meses de haber perdido a nuestro hijo, sumamos un aborto más a nuestras espaldas. Hemos estado esforzándonos mucho para seguir este camino de subidas y recaídas, y seguimos adelante. Habíamos conseguido recuperar de nuevo la alegría por un nuevo embarazo, y de nuevo otro mazazo. 

Mañana nos toca enfrentarnos a ese hospital, a esa sala, a ese doctor… La última vez que estuve ante ese ecografo, fue para confirmar también, que no quedaban restos de lo que acompañaba a mi hijo. Mi útero estaba vacío, y verlo así, fue lo más triste que me pasó después de días de haber parido. Como si fuese una broma macabra, el ginecólogo me dio la imagen de mi útero vacío… Guardo esa ecografia, es la última que cierra el ciclo del crecimiento de nuestro hijo. 

Tengo miedo de revivir demasiadas emociones, solo quiero que pase el día, la semana, el mes… Me aterroriza pensar que queden restos y tener que pasar por un legrado después de todo… o que encuentre algo que no esté bien, y eso nos aleje más de nuestro sueño. 

Por momentos, me viene a la cabeza la estúpida idea de que podría estar embarazada, que quizá solo ha sido un sangrado y algo sigue vivo ahí dentro. A lo mejor, pienso inocente, la vida nos da una sorpresa, y mañana es un día feliz. No estoy loca, se que no es posible, que es enfermizo, pero es mi único consuelo ahora mismo. Prefiero tener vivo un único pensamiento positivo que luche contra todo lo negativo. No me cojo a eso como una esperanza, pero sería bonito, ¿verdad?

Siendo realista y práctica, necesito ir a esa ecografia y verlo por mi misma. Otra vez, confirmar que mi útero sigue deshabitado, para poder empezar a asumir otra pérdida, y como dicen, seguir adelante.

 

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Abrazos mamíferos ❤

 

 

Trámites después del parto de Aritz

La primera mañana en casa después del parto, me despertó una llamada de teléfono, no lo cogí. No tenía ganas de hablar con nadie. Pero, arrepentida, y miré el número, un móvil, y llamé por si era del hopital. Me responde alguien que debía ser el ginecólogo de guardia, le explico quién soy y le pregunto si sabe por qué me han llamado. No sabe nada, pero llego a la conclusión de que había llamado mi ginecólogo. Llamo al hospital directamente, como siempre, tardan en coger la llamada. Cuando consigo hablar con alguien, me pasan la llamada a la consulta. Tardan en cogerla, y al final, me atiende la enfermera, que dice que ya se ha marchado. Le explico, y en seguida me dice que lo siente mucho. Me dice que sabe que me ha llamado por algo de la necropsia, pero nada más, así que me quedo con la duda. Me dice que me llamará al día siguiente.

Así fue, me llamó por la mañana, para decirme que teníamos que ir al hospital a firmar el consentimiento y rellenar unos papeles. Me dice que es bastante urgente porque hasta que no lo hagamos no se lo pueden llevar. Yo me pensaba que ya lo habíamos hecho, al menos lo hablamos… Podríamos haber hecho este trámite cuando estaba ingresada, y así no tendríamos que volver a ese lugar y ver a ese hombre… Además, justamente teníamos el coche en el taller, ya que las desgracias no nunca vienen solas. Así que, le dije que ese mismo día no podríamos ir, que al siguiente estaríamos allí. Aproveché y le pedí por favor que le sacasen las huellas a nuestro hijo. Me contestó que sería complicado, que estaba en formol y eso podía deformar los tejidos. Otra vez su falta de tacto, y poca predisposición a ayudarnos. La imagen de mi hijo en formol me parte el alma…  Aunque sé que hablo con una piedra, insisto, que lo intenten al menos, que es nuestro único deseo. Se sacó la responsabilidad de encima contestándome que lo diría a los de anatomía patológica del hospital al que lo mandarían. Le di las gracias, y nos despedimos hasta el día siguiente. Ni siquiera me preguntó cómo me encontraba…

Se lo conté todo a mi pareja, que se indignó tanto como yo al pensar que podrían haber hecho esa gestión mientras estábamos allí. Ese día lo pasé nerviosa al pensar que teníamos que volver allí, era lo último que queríamos hacer… Pasé muy mala noche, y me desperté muy nerviosa. Tomé un cafe, y cuando me vestí no me entraba ningún pantalón. De un día para otro mis caderas se habían ensanchado muchísimo… Me puse el más ancho que encontré, aunque no me cerraba y parecía que iba a romperse de un momento a otro. De camino allí, hablamos de que teníamos que hacer todo lo posible para conseguir sus huellas, era nuestro derecho, y deberían habérnoslo ofrecido ellos. Parece obsesivo, pero sentía que no podía, otra vez, perder la oportunidad de conservar algún recuerdo suyo.

Cuando llegamos al hospital preguntamos por él, nos hacen esperar mientras le avisan. Yo tiemblo, él está también nervioso. Cuando por fin llega, nos dirigimos hacia un despacho, nos sentamos, y saca un formulario. Nos dice que es un trámite burocrático que debe hacer, pero que le parecen absurdas algunas preguntas como si estoy casada o no, desde cuándo estamos en pareja… que es como de la época de Franco. Con desgana, empieza a rellenarlo, con datos míos, datos del parto, de mi pareja… Son un par de hojas a dos caras, y veo arriba del todo un espacio dónde indicar el nombre del bebé. El sin dudar, ni preguntar nada, escribe hijo de… y mi nombre, sólo el mío, y se queda tan ancho. A mi me duele ese detalle, tiene dos padres, y un nombre muy bonito, que pensamos para él especialmente, mucho antes de concebirlo. Ahora, además de no aparecer en el registro de nuestra familia por ser demasiado prematuro, en el único documento en el que constará su existencia, consta como hijo de… Cuando acaba de rellenarlo, firmamos los dos, y nos dice que aproximadamente en un mes recibiremos los resultados.

Le vuelvo a comentar lo de las huellas, y nos mira con incredulidad, contestando que no es el protocolo, que no nos puede asegurar nada. Mira a mi pareja, como si él fuese el más «racional» de los dos, ya que es el que está más callado. Y continúa argumentando que es muy tarde, que deberíamos haberlo pedido antes, que el formol puede impedir que salgan bien… Mi pareja responde, enfadado, que lo intente, que no le cuesta nada pedirlo, y que las queremos salgan como salgan. Al ver su determinación, parece que entra en razones y se lo toma más en serio. Nos dice que esperemos fuera, que va a llamar al hospital a ver qué le dicen. Le vemos desde fuera,  se pasa un buen rato al teléfono, se nos hace muy largo. Mientras tanto, aparece por el pasillo un vecino del pueblo al que tenemos mucho aprecio, que se acerca a nosotros sonriendo. Tal como se acerca, me doy cuenta de que se fija en mi barriga, en segundos,me parece que hace cálculos y llega a la conclusión de que debería estar más gordita… Nuestras caras debían acabar de darle los datos necesarios, y parece que lo entiende todo sin que abramos la boca. Nos saludamos con un par de besos, y nos despedimos con un par de palabras. Siento que ha sido muy respetuoso al no hacernos ninguna pregunta, se lo agradezco de corazón.

Sale mi ginecólogo, diciendo que han sido muy amables y han accedido a intentarlo. Respiramos aliviados, mientras nos aclara que nos están haciendo un favor, que eso está fuera de todo protocolo… Le damos las gracias por pedirlo, y nos despedimos fríamente. En ningún momento me preguntó como me encontraba, si tenía fiebre, algún dolor, qué tal el sangrado… Parecía un administrativo más que un médico.

Nos fuimos bastante aliviados, con la enorme esperanza de recuperar un valioso recuerdo que dábamos por perdido. Pero debíamos esperar un mes largo para saber si lo conseguiríamos, y qué le había pasado a nuestro hijo. Se hizo muy largo, y tuve mucho tiempo para indagar en internet sobre lo que pudo haber pasado. También encontré páginas de apoyo, foros, casos similares, y valiosa información. Lo único que en ese momento me podía tranquilizar era darle una explicación a aquella desgracia.

Leyendo mucho sobre el tema, vi que en otros países, cuando un bebé fallecía, aunque los padres no quisieran, el hospital se encargaba de guardar recuerdos del bebé. Toman fotografías, mechones de pelo, huellas, y hacen una cajita o álbum bonito con todos esos tesoros. Si los padres en el momento no lo quieren, se guarda como parte del archivo, y si algún día lo desean, pase el tiempo que pase, pueden ir a buscarlo. Además, cuando los padres lo necesitan, les dejan quedarse en una habitación con su bebé, el tiempo que necesiten. Son habitaciones bonitas, confortables, con una cama de matrimonio y baño. Y pueden estar allí el tiempo que necesiten para despedirse de su hij@, incluso pueden bañarlo, vestirle, hacerse fotografías, y les dejan un cuaderno dónde pueden escribir, poner sus huellas, o lo que deseen. Me parece hermoso, y humano. Un espacio dónde empezar a asumir y salir del hospital con un duelo bien empezado. Es muy triste que aquí no sea normal tener ese trato deferente y respetuoso hacia las familias. Se hace muy duro salir de golpe al mundo, con los brazos vacíos, y aterrizar en una casa, que normalmente, está cargada recuerdos. Algunos hospitales y personal sanitario empiezan a concienciarse, pero el protocolo «normal», no lo tiene en cuenta. Y, realmente, cuando no te queda nada de tu hij@, tener cualquier cosa suya es un recurso vital para poder elaborar el duelo. De hecho, los psicólogos así lo aconsejan, e incluso animan al personal sanitario a que ofrezcan y les expliquen a los padres que les irá bien conocer a su hij@. Creo que es importante guardar un recuerdo bonito del día que nació, ya que lo que pesa es la parte nefasta, y es sanador tener algo positivo a lo que agarrarse. Al menos, para mí, es importante tener la imagen grabada de nuestro hijo, fue lo único bueno de ese día.

***Se me hacía muy larga la entrada, como de costumbre, así que, en esta entrada os cuento los resultados de la necropsia de Aritz.

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Abrazos mamíferos ❤

 

Puerperio sin Aritz

Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera noche… Cada acción y todas las siguientes me recordaban que él no estaba con nosotros.

Cada vez que me quedaba un rato sola, lloraba, me hundía, me enfurecía, me desbordaba la cruda realidad y me consumía la impotencia. Yo dejaba las lágrimas salir, y pasaba horas en la más profunda tristeza, vivéndola, dejándole el espacio que necesitaba. Cuando mi pareja notaba que había estado llorando, me abrazaba, me acompañaba y nos desahogábamos juntos.

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Los desajustes hormonales propios del puerperio, ya te dejan bastante emocional aunque no hayas tenido un parto traumático. Y cuando no tienes a tu bebé para compensar con ésos subidones de oxitocina y endorfinas, la situación y la carga hormonal te superan. Los días de sangrado y los dolores de los entuertos lo hacían más insoportable. Es mucho tiempo, y quieres retomar el ritmo habitual, pero el cuerpo te recuerda tus limitaciones.  Estaba no-embarazada, pero tampoco me ubicaba en ningún punto del ciclo menstrual. Me hacia sentirme todavía más perdida, ajena a mi cuerpo. Estar casi durante cuarenta días expulsando todo aquello que acompañaba a mi hijo dentro de mi, era como despedirme lentamente, día a día, de lo poco que en éste mundo físico quedaba de él. Ahora me doy cuenta de que, simbólicamente es sanador, el cuerpo tiene su ritmo, no pasas de cero a cien en un día. Es un proceso paulatino de reencuentro contigo misma y de adaptación a la nueva realidad.

Un par de días después del parto, tuve un poco de fiebre, y se empezaron a hinchar mis pechos… Mi mente, y mi cuerpo esperaban a mi hijo, todo estaba preparado, y él no estaba. Tuve leche durante un par de semanas, fue doloroso físicamente, y emocionalmente devastador… Pero de ésto ya hablaré en otro post más detalladamente. Además, como os conté en la entrada Resultados de la necropsia de Aritz, tuvimos que hacer las gestiones para autorizarla, lo que supuso tener que volver a ese hospital dos días después del parto, ver a mi ginecólogo, y volver para recoger los resultados un mes más tarde.

La primera semana, cogí un resfriado fortísimo, y también me apareció un eccema muy molesto en la cara. Además tenía mucho dolor pélvico.  Aprovechando que hablé con mi comadrona, le pedí cita para verme, revisarme y hablar un poco. Me hizo un tacto para ver si se iba cerrando el cuello del útero, y me hizo muchísimo daño. Le insistí en que el dolor que tenía me preocupaba, que lo tenía desde antes del parto. Cada vez que orinaba, me sentaba o levantaba, sentía fuertes pinchazos. Así que me hizo una tira de orina y salíó que tenía infección. Me indigné, ya que lo intuía, mi ginecólogo me dió largas los últimos meses del embarazo (habiendo tenido infecciones recurrentes durante el embarazo), llevaba un par de meses quejándome, yendo a urgencias, y no hicieron cultivo hasta que fue demasiado tarde…

Empecé a notar también, que además de sangre, empecé a expulsar unos trozos de tejido de un par de centímetros. Me preocupé, ya que mi ginecólogo traccionó el cordón umbilical, y eso podría haber hecho que quedasen trozos de placenta, con el peligro que éso conlleva. Me agobié mucho, no quería volver a ése hospital, y la posibilidad de tener que pasar por un legrado, después de todo, me ponía de los nervios.

Conseguí que me diesen hora un par de días después para una ecografia, para descartar que hubiesen restos. Mientras tanto, y gracias a la asociación Dona Llum, tuve la suerte de que una comadrona fantástica, me ofreciese su numero personal. Así que pude consultarle a ella, le envié fotografías de lo que iba expulsando, y me aconsejó con mucho cariño y profesionalidad. Me recomendó también tomar probióticos, ya que con los antibióticos (siempre debe hacerse, pero nunca nadie me lo dijo) la flora se desequilibra y por eso después de cada toma, enlazaba con los hongos. Mientras esperaba al día de la ecografia, me dijo que estuviese atenta y acudiese a urgencias si tenía hemorragias fuertes, dolores intensos, mal olor, fiebre… Ella me transmitía seguridad y mucho de soporte emocional, simplemente haciéndome sentir escuchada, y se preocupó de ir sabiendo como evolucionaba. Esa atención tan personalizada y humana no la he encontrado jamás en la seguridad social.

En la ecografía no encontraron restos de placenta, todavía quedaba algo por expulsar, pero se suponía que eran sólo coágulos. Así que volví a casa algo más tranquila, y vigilando los síntomas hasta que acabase la cuarentena.

Pasaron un par de semanas y, aunque noté mucha mejoría después del antibiótico y el probiótico, y conforme fui expulsando los coágulos los dolores aflojaron, no acababa de sentirme bien del todo. Además estaba débil, después de tanto sangrado, seguro que tenía anemia. Así que pedí cita con mi doctora de cabecera. Ella consultó mi historial, y vió que el día del parto me habían hecho citologia y cultivos y di positivo en cándidas e infección de orina. Menos mal que decidí insistirle a mi comadrona y ella me encontró la infección semanas antes, que si fuese por los del hospital todavía la tendría…  Me dijo que los antibióticos que tomé eran los adecuados para la bacteria que tenía, así que la infección debía de estar solventada. Me recetó óvulos para los hongos, pero como no tenía molestias (los probióticos debieron irme muy bien para regular la flora), me dijo que no hacía falta que los usase si no volvían a aparecer.

Fue muy amable, escuchó todos mis síntomas, y me programó analíticas y estudio hormonal para ver como estaba de todo. Me dijo que era normal tener el cuerpo «loco», y que en mi caso, el estrés que había sufrido podía desencadenar que me bajasen las defensas y enfermase. En los resultados me detectaron algunas hormonas alteradas, debido a que hacía muy poco del embarazo y aún tardarían en volver a la normalidad. Las defensas altas, por las infecciones recientes. Y anemia, así que empecé a tomar hierro durante un par de meses.

Después me revisé en el dentista, que me dijo que tenía periodontitis. Debido a las hormonas del embarazo me había avanzado muy rápido. Eso me deprimió bastante, quería estar sana, y me daba la sensación de que no acabaría nunca. Así que me tuve que hacer un raspado completo, muy desagradable y caro, pero era necesario de cara a un futuro embarazo tener las encías sanas.

Sufrí durante meses, pesadillas por la noche y flashbacks durante el día con imágenes del parto. Los días, las horas, los minutos…. se hacían eternos. Deseaba que pasase el tiempo para estar más lejos de ése presente tan doloroso. El peor momento del día era la noche, irme a dormir sintiéndome vacía… se me hacía muy duro. Me había acostumbrado a dormirme hablándole, acariciándome la barriga, darle las buenas noches y decirle cuánto le queríamos… Recordaba como era coger postura en la cama y sentir como él se recolocaba, adaptándonos el uno al otro. Me sentía muy sola sin él, me costaba horrores dormirme.

Por las mañanas no era mucho mejor, despertarme literalmente de una pesadilla, tensa y agotada, y darme cuenta que mi vida era una pesadilla en sí misma. No sabía si era peor seguir dormida o despertarme. Mi pareja, que siempre se despierta antes que yo, iba viniendo a ver si me podía despertar. Me dejaba toda la tregua que pedía, fue muy comprensivo. Vivir ésa realidad era insoportable, todo me recordaba a mi hijo, al parto… Cuando estaba embarazada de Aritz, por la mañana, me quedaba un rato estirada, pendiente de sus movimientos, ésos momentos eran pura felicidad. Después venía mi pareja con el desayuno, y le explicaba orgullosa, todo lo que había hecho nuestro hijo. Así que el cambio drástico de rutinas hacía que por la noche tuviese insomnio, y por las mañanas estaba tan agotada y deprimida que no podía levantarme.

Con mi pareja pude hablar de todo lo que sentía, lloramos juntos todo lo que necesitábamos, y estuvimos muy unidos. Por suerte, él estaba de baja, así que pudimos permitirnos vivirlo en casa, juntos y sin prisa. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos sanarlo, y quedarnos con la parte bonita. La felicidad que nos trajo su llegada a nuestra vida, como nos unió, la alegría de los meses de embarazo y de cada pequeño avance, todo lo que hemos aprendido… Por respeto a nuestro hijo, no queremos recordarle con tristeza, él nos trajo luz, así que debemos recordarle con una sonrisa. Para poder llegar a ése punto, tenemos que soltar todo lo negativo, y conseguir estar cada día más en paz con lo que sucedió. Tenemos claro que el dolor y su ausencia son imborrables, pero intentamos vivirlo con naturalidad, sin pretender no estar rotos, pero tampoco anclarnos en la rabia o la depresión.

Necesitábamos, nos faltaba, tener un recuerdo suyo. Nos dolía quedarnos con las manos tan vacías. Le dije a mi pareja que quizá podíamos pedir que nos guardasen sus huellas, o una fotografía, y estuvo de acuerdo conmigo en pedirlo. Nos daba miedo que fuese demasiado tarde, pero queríamos intentarlo. Nos hacía muchísima ilusión podernos hacer un tatuaje en su honor con sus huellas. Y lo pedimos, nos costó y no nos aseguraron nada, (os lo cuento aquí). Todavía tenemos pendiente hacernos el tatuaje, en cuanto podamos.

Tanto él como yo, preferimos pasar esos momentos en la intimidad. No quisimos ver ni a familiares ni amigos. A lo mejor otros buscan apoyo, pero nosotros no lo necesitamos. En casa nos sentíamos cómodos, seguros y libres de empezar el duelo a nuestro ritmo. No es que nos encerrásemos en nuestra tristeza, es que no nos sentíamos preparados para compartirlo. Pero, yo parí el 7 de diciembre, así que, en poco tiempo se nos echaba encima la Navidad. No nos apetecía en absoluto. Ése año tenían que ser unas fiestas especiales, con nuestro hijo, y todos nos habían preparado regalos para él. Así que se hacía muy cuesta arriba, nos hubiese gustado posponerlas, parar el tiempo, saltar ésos días…

Poco más de un mes después del parto, el 10 de enero, empecé a manchar un poquito, y tres días más tarde vino mi primera menstruación. Me alegró mucho poder volver a coger el «ritmo», identificarme otra vez con mis ciclos. Fue muy suave, yo siempre las he tenido muy abundantes, de una semana larga y mucho dolor. Las siguientes también fueron así, solamente un día fuerte, un par de manchado ligerito y sin dolor. Me sorprendió gratamente que fuese tan fácil y agradable volver a menstruar. A partir de entonces, ya podíamos empezar la cuenta atrás, 3 ciclos para volver a buscar un nuevo embarazo. Me daba vértigo, mucho miedo… pero era la única ilusión que teníamos a la que acogernos. Así que le echamos paciencia, ganas, ilusión, y valentía. Así que empezamos a hacernos a la idea de hacia dónde iba nuestra nueva vida… y nos ha llevado a reencontrar la felicidad con el bebé que estamos esperando.

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Abrazos mamíferos ❤

Parto de Aritz, parte II: Quiero despertar de esta pesadilla…

Estamos llegando, veo las majestuosas montañas… Hace sol, debería ser un bonito día de invierno. Me dice que me dejará en la puerta e irá a aparcar, y no me quiero quedar sola, pero no puedo caminar. Bajo y camino lenta y torpemente hacia la puerta. Mientras le espero, veo como va entrando gente. Es domingo y urgencias está bastante lleno. Él llega en seguida, a paso ligero. Entramos, y le pido que hable él, no quiero explicar qué me pasa, otra vez, a la misma mujer de admisiones. Mientras hace cola, me siento en una silla de plástico, en la puntita, qué plástico tan duro… Veo como unos padres están dando sus datos, tienen un bebé y un niño pequeño enfermos, que pena tan pequeñitos y sufriendo… Después va un matrimonio mayor que he visto en la entrada, el hombre se sienta a mi lado, y su mujer me mira de reojo desde la cola… Debo  tener muy mala cara, miro al suelo para que no vean mi cara de dolor. Por fin le toca, no sé que le dice, pero él me señala, y la mujer llama por teléfono. En seguida un celador me viene a buscar con una silla de ruedas, y me deja delante de la puerta de urgencias, en la sala de espera. Hay mucha gente, y siento que todos me miran, por suerte estoy de espaldas a ellos. Espero no encontrarme con nadie ahora… Hay unos carteles que indican el tiempo estimado de espera, los dos lo miramos, las embarazadas con amenaza de parto están de las primeras. De golpe, la barriga se me pone de lado, se la enseño, contenta, porqué ya hacía mucho que no le sentía moverse así. Le acaricio, gracias hijo, me has hecho sonreír.

Abren la puerta, no han tardado nada, y otra vez toca explicar que pasa, odio ésta parte. Estoy de 26+6, sangro muchísimo y tengo mucho dolor. Pasamos a una sala, dónde me tengo que desnudar y el protocolo de siempre: pulso, temperatura, y volver a explicarlo. Ya me conocen de las anteriores veces, y ven que ésta vez es más grave. Me ayudan a subir a la camilla, que es dura como una piedra, completamente plana, y allí el dolor se hace insoportable. En seguida viene la médico, la misma que la última vez que fui me dijo que ni siquiera sangraba… No quiero tacto, pero me lo como con patatas ya que según ella, me miente, es la única manera de saber si estoy dilatando. Me duele mucho más que las otras veces, saca la mano y no dice nada. Evita mi mirada, eso son malas noticias. Inocente, pregunto si el cuello está cerrado, a ver si tengo suerte… pero me dice que no e intenta poner cara amable, después desaparece. Le pregunto nerviosa a la enfermera que qué harían, y me dice que no sabe, pero que en seguida llegará el ginecólogo. Me dice que me pondrá una vía con suero y algo para calmarme, no se si se refiere a los nervios o al dolor, pero me da igual…

Nos dejan solos unos minutos eternos, preocupados e indignados al no saber cómo está nuestro hijo, podrían haber escuchado su corazón… Llega el ginecólogo, justamente es el que lleva mi embarazo. Hace sólo dos días que me revisó con el especulo porqué le insistí con que tenía dolor y sangraba… Entonces me dijo que sólo eran restos, que me dolía la barriga porqué crecía y que debía de estar deshidratada. Me mira sorprendido, y se extraña ya que según él, hace dos días estaba «perfectamente». Se lo dije entonces que no estaba bien, que desde el tacto que me hizo mi comadrona el miércoles el dolor y el sangrado habían ido a más. Pero no me hizo caso, sólo soy una madre primeriza asustada… y ahora no tengo fuerzas para decirle todo lo que pienso.

No me explica nada, está serio, y le tengo que preguntar qué pasa. Me contesta sin un ápice de humanidad que estoy abortando. Me mata, le digo que no puede ser. Tengo que seguir preguntando porqué no me dice nada, ¿podéis darme algo para pararlo? Me dice que no. Me da miedo seguir preguntando, cada vez es peor… Me dice que el «feto», que ya no es un niño como hasta ahora, no es viable. Dice que nos tendrían que trasladar a un hospital con UCI para neonatos, pero que no me lo recomienda. Me cuenta que la semana pasada le pasó lo mismo a una chica con la misma edad gestacional y que aunque la trasladaron, el bebé murió poco después de nacer. Continúa diciendo que no recomienda intentar salvar a un bebé tan prematuro, que tendría demasiados problemas de salud. Para poner la guinda, dice con total frialdad, que él no tiene ninguna obligación legal de reanimarlo siendo tan pequeño. No me puedo creer que esté hablando de un bebé con tan poco respeto, como si fuese un juguete defectuoso. Darlo por perdido antes de saber como está… ¿Cómo un médico puede no luchar por la vida?, ¿cómo se atreve a decirnos que no luchemos por nuestro hijo? ¿Piensa que nos podemos deshacer de él porqué el protocolo dice que no es viable? ¿Porqué le faltan dos semanas? Este ser tan frío y despiadado, ¿se dedica a traer al mundo vidas? Está claro que él no quiere ayudar a nuestro hijo, ya le ha sentenciado. Le digo que quiero el traslado, cuanto más lejos de él, mejor. Yo si que quiero intentar salvar a mi hijo, haría cualquier cosa por intentarlo. Me ve convencida y no le gusta, dice que primero hará una ecografia y entonces hablaremos. Se va, y nos deja esperando con el corazón en un puño.

Por fin, vienen a buscarnos con la silla de ruedas. Otra vez toca bajarme de la camilla, paso los empapadores a la silla, y me siento, que doloroso… Llegamos a la sala del ecógrafo, otra vez subir al potro… Veo que coge el ecógrafo vaginal, que bien, más dolor… Empieza a moverlo, aguanto las ganas de gritar, y se queda en silencio, muy serio. Me pregunta si he roto la bolsa, le digo que en la ducha he notado algo, pero con tanta sangre no he podido distinguir si era líquido o no. Sin decirme nada, se va a llamar por teléfono. Sigue en silencio, hasta que llega un doctor, es el pediatra. Ambos miran la pantalla, y el ginecólogo le dice al pediatra: es negativo. Me quedo helada. No me miran, y les pregunto qué pasa, aunque ya sé la respuesta… No hay latido, ha habido un desprendimiento de placenta, por éso el feto ha muerto. Se me para el corazón, el mundo, se me hace insoportable oír eso y seguir viva… Tiene que ser una broma, o una pesadilla, no le creo. Le digo que no puede ser, que le he sentido moverse hace un rato, no puede ser verdad. Miro a mi pareja, él tampoco se lo cree…

Sigue en silencio, no me da ninguna explicación más. Le pregunto que pasará ahora, y dice que lo tengo que «sacar». Ante nuestras caras de desolación, hace un intento por ser amable y me dice que en un par de reglas podemos volver a intentarlo. Todavía tengo a mi hijo dentro y me está hablando de sustituirlo… Ni una palabra amable. Me siento en una realidad paralela, no puede ser, no puede estar pasando… y éste señor no puede estar tratándonos así, he conocido veterinarios que tratan a sus pacientes con más delicadeza. No se que como irá, estoy asustada, y no me explica nada,  parece que tenga que estar tan acostumbrada como él a la situación. Excepto mi pareja, nadie parece darse cuenta de lo inhumano del trato, al menos, nadie quiere hacerse cargo. Los doctores no tardan demasiado en desaparecer sin decir mucho más, y nos quedamos con el celador. Ya ni siquiera nos tratan como padres, con sonrisas en la cara y felicitaciones, no somos más que un problema del que se quieren deshacer.

El parto de nuestro tan esperado hijo, no será en casa, como queríamos, rodeado de amor, no tendrá un final feliz… sólo será un trámite, el paso de la inmensa felicidad a la desolación y el vacío. No quiero parir, no así… Me gustaría que todo fuese más lentamente, tener tiempo para hacernos a la idea, despedirnos dignamente… Pero mi cuerpo me recuerda, con una contracción, que sigue avanzando.

Me levanto como puedo, con la ayuda de mi pareja. El cuerpo me pesa, la cabeza se me va, mi alma no está conmigo, se quiere ir con la de mi hijo… El pobre celador nos mira compasivo, dice que es una putada, pero que estas cosas pasan. Es lo más empático que nos han dicho hasta el momento.

Volvemos a la sala en urgencias, moverme para volver a subir a la camilla es ya insoportable. Nos dicen que esperemos mientras preparan una habitación, y que me van a ingresar. Odio los hospitales, y lo que estoy viviendo me reafirma. Me he pasado medio embarazo en urgencias, todos los controles y las pruebas salían estupendas, y mi hijo ha muerto. Nos dejan aquí tirados sin soluciones ni explicaciones médicas, sin acompañamiento emocional. Quiero irme a casa y hacerlo a mi manera, pero sé no me dejarían tal como estoy. Ahora tienen miedo por mi salud porqué ha habido desprendimiento de placenta y estoy perdiendo mucha sangre… A buenas horas se preocupan, a mi éso ahora me da igual. He pasado dos meses con contracciones, diciéndoles que perdía mucha sangre, y nadie me hizo caso. Sé que podrían haberlo hecho mejor, pero no me quedan fuerzas ni ganas para pedir explicaciones. Ni siquiera puedo, ya que el cobarde de mi ginecólogo se ha quitado del medio sin decirme ni «hasta luego».

Estoy desolada, igual que mi pareja. Sólo quiero abrazarle y decirle que le quiero. Tenemos un momento de intimidad para llorar a nuestro hijo, y consolarnos el uno al otro… Pero en seguida empiezo a estar muy mal, el dolor me supera.  De golpe tengo muchas ganas de ir al baño, me quiero bajar corriendo de la camilla e irme. Se lo digo a la doctora, y me dice que éso será que tengo ganas de empujar. Tengo el estómago revuelto, e insisto en ir, pero no me deja, dice que me traerá una cuña. ¿en serio? ¿no merezco un momento de intimidad? Necesito estar sola y no me dejan.

Vuelve con ella, y me hace levantar el culo para ponerme ése trasto metálico horrible que se me clava dolorosamente en mi ya dolorido coxis… Lo dejan esperando a ver si hago algo, como si fuese posible en ésa postura, con ése dolor, y todos mirándome. La situación me parece denigrante, cruel… Le digo que lo saque, y pienso que se lo metan ellos por donde les quepa, o lo usen de cojín y vean lo cómodo que es.

 

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Abrazos mamíferos ❤