Ina May Gaskin

Quiero hablaros de una gran mujer, comadrona, a la que debemos mucho, no sólo por su trabajo a nivel práctico, y por sus preciados libros, sino también por la capacidad de empoderar a las mujeres. Ha transmitido mucha seguridad y confianza en la capacidad de las mujeres para parir de manera natural, y lo ha demostrado con su notable experiencia. Con su peculiar visión espiritual del proceso del nacimiento, y sus métodos respetuosos con la mujer y el bebé, ha logrado los mejores resultados, incluso en partos complicados. Esto demuestra que, respetando los tiempos y el proceso fisiológico, la mujer, en compañía de su partera, en confianza y sintonía con ella, puede dar a luz sin problema en la mayoría de los casos.

Ella habla mucho sobre el miedo, de como nos puede llegar a bloquear, a dificultar e incluso imposibilitar el parto. En nuestra sociedad, vivimos con temor al parto, y la mayoría quiere evitar pasar por ese momento con dolor. Cuando estás embarazada, todas las mujeres del entorno nos cuentan horribles experiencias de dolor y sufrimiento. Y así, es como llegamos al parto asustadas, sin información útil sobre el proceso y deseando que pase rápido. Sin conocer la parte bonita, la experiencia, la fortaleza y la capacidad de nuestro cuerpo, es lógico que muchos partos acaben estancándose y por tanto, sobreintervenidos.

El simple hecho de temer, de no confiar, puede hacer que se detenga el proceso, pudiendo causar serios problemas de salud tanto en la madre como en el bebé. Por eso, ella remarca la importancia de no temer al dolor, y de tener un ambiente respetuoso, tranquilo y sin invasiones durante el proceso de dar a luz. A esto añade, que todos los que asisten y acompañan el parto, no deben transmitir inquietud a la parturienta, es fundamental que se respire calma y seguridad, todavía más en las situaciones de riesgo. Destaca la importancia de la visualización del proceso (por ejemplo, el cuello del útero abriéndose) como herramienta empoderante para la mujer que facilita la dilatación y expulsivo.

mujeres en la granja

mujeres en la granja

Más abajo, os he dejado un enlace sobre su galardonada película «Historia del nacimiento» (Birth Story), imprescindible de ver si quieres tener un parto natural, si deseas empoderarte, y ver el nacimiento como algo hermoso, una expriencia vital. Contiene imágenes de partos naturales, bellos, respetados, muy gráficos. Cuenta la historia de como ella junto con las demás mujeres, tomaron la decisión de cambiar la bienvenida de sus bebés.
Estaban afincados en una comuna hippie, con humildes recursos, pero con mucho interés por aprender y cooperar. Su intención era crear una comuna, colaborativa, autosuficiente y en la que los niños se pudiesen criar en un ambiente amoroso.

Ina empezó a ayudar a dar a luz a sus compañeras y a enseñar a sus comadres a asistir partos e implicar a la comunidad en los nacimientos. Se transmitían conocimientos de mujer a mujer, y empezaron a disfrutar el parto en vez de temerlo. Con mucha determinación y dedicación, las parteras de la granja, consiguieron traer al mundo a miles de bebés en un ambiente respetuoso con la maternidad.

Los partos se volvieron un momento digno, de gran respeto, de poder femenino. Muchas parejas entonces, acudían a tener a sus bebés en la granja, hartas del trato de los hospitales, y de tener que separarse de sus parejas para parir. Algo que fue innovador, era que el hombre participase y se implicase en el parto.

Cuando la vi por primera vez, me emocionó, tanto las imágenes, como la fortaleza de su persona, la dedicación y cariño hacia su trabajo y las mujeres, su confianza, respeto y sabiduría… Ahora lo he vuelto a ver, embarazada, y tras un parto no respetado, y se me inundan los ojos de lágrimas al ver lo bonito que puede ser un nacimiento en casa, en un ambiente relajado y dejando a la mamá fluir… Para mi es un sueño que por ahora no puedo cumplir, y me duele.

Muchas mujeres, después de la gran experiencia de parir respetuosamente, afirman que volverían a repetirlo justo después de haber dado a luz. Eso dice mucho de como la vivencia puede cambiar nuestra perspectiva. Durante el trabajo de parto, el cuerpo segrega enormes cantidades de oxitocina, niveles más altos que se tienen en cualquier otro momento. Junto a otras hormonas normalmente implicadas en el sexo, el placer, y el amor; dan a la mujer esa capacidad para soportar el dolor. Es un mecanismo natural de compensación que permite que las especie se perpetúen, es un recurso que se debe aprovechar.

Stephen Gaskin en 1971 hablando con sus seguidores

Stephen Gaskin en 1971

En su libro Spiritual Midwifery (Partería espiritual) se cuentan historias de parto positivas, con el fin de perder ese miedo, de compartir las experiencias. Remarca la necesidad de compartir nuestras historias y experiencias, en comundidad. Solamente escuchando historias empoderantes, podemos adquirir una nueva visión sobre el parto y enfrentarnos a él desde otra perspectiva.

Cualquier apreciación que yo haga a título personal sobre esta gran mujer, se queda corta. Ha cambiado paradigmas, ha sentado bases a nivel obstétrico, y lo mejor, es que ha hecho que muchas mujeres tengamos ganas de parir, de disfrutar la experiencia. Dar a luz a nuestros hijos de manera consciente, ser protagonista de tu parto, participar activamente, tal como la naturaleza lo tiene previsto.

FRASES DE INA MAY GASKIN

«Si una mujer no parece una diosa mientras da a luz, es que alguien no la está tratando bien.»

«Somos la única especie de mamíferos que tiene la habilidad de hacer temer a sus hembras sobre su capacidad de parir.»

«La manera en la que nuestra cultura trata a las mujeres durante el parto, es un buen indicador sobre como las mujeres y su contribución a la sociedad, son valoradas y honradas.»

«Está bien reír en momentos inapropiados.»3510611

«Recuerda esto, pues es muy verdadero: tu cuerpo no es un limón. Tu no eres una máquina. El creador no es un mecánico descuidado. El cuerpo humano femenino tiene la misma capacidad para parir que los osos hormigueros, leones, rinocerontes, elefantes, alces y búfalos. Aunque no lo hayas hecho durante tu vida, te recomiendo que empieces a pensar en positivo sobre tu cuerpo.»

“Es bueno practicar el perdón a una misma. Hay que ser compasiva con una misma como madre.”

“Es posible tener un buen parto en un hospital, pero tiene que haber gente muy sensible para poder asistir a las mujeres. El más mínimo detalle puede hacer perder toda la energía que se mueve en e
l nacimiento”

«No hay un órgano como el útero. Si los hombres tuviesen un órgano así, presumirían de él. Así que debemos hacerlo.»

EXPERIENCIA PROFESIONAL

Ina es la fundadora y directora del Farm Midwifery Center (la Granja), desde 1971, cerca de Summertown, Tennessee. En dicho centro, se han atendido unos 3000 partos, con notables resultados, e Ina, personalmente, ha atendido personalmente más de 1200 nacimientos. El el centro nacimientos de Ina, destaca por sus bajos índices de intervencionismo, morbilidad y mortalidad. Lo que es notable, ya que atienden multitud de partos en diversas presentaciones,inclusive de nalgas, así como partos gemelares y multíparos.

Es admirada y famosa en todo el mundo por su efectivo método de actuación ante la distocia de hombros, con una mínima intervención. Este es uno de las complicaciones más temidas durante un parto, y su método, la «maniobra Gaskin» (el primer procedimiento obstétrico que lleva el nombre de una partera), es seguido por un creciente número de estudiantes. Consiste en colocar a la madre a cuatro patas, lo que hace que el canal de parto se ensanche notablemente y el bebé pueda salir con mayor facilidad.

Sus buenas estadísticas en la atención de los partos de nalgas, han hecho que se replantease la necesidad de aplicar una cesárea en estos casos. Tanto ha cambiado la perspectiva gracias a ella, que el número de cesáreas en presentación de nalgas, los últimos 40 años, ha bajado hasta casi rozar la extinción.

En el año 2000, se hizo famosa en el mundo entero al publicar estas sorprendentes estadísticas, de 2028 partos atendidos entre 1970 y 2000:

Partos completados en casa existosamente: 95,1%

Cesáreas: 1,4%bs_slideshow_06

Fórceps: 0,5%

Mortalidad neonatal: 8/2028

Mortalidad materna: 0

Partos vaginales después de cesárea: 106/108

Depresión postparto: 1%

Perineo intacto: 68,8%

Lactancia exitosa: 99%

PREMIOS Y RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL

Es conocida en Estados Unidos como: «La madre de la partería auténtica». Ha dado conferencias alrededor del mundo a médicos, comadronas, y a estudiantes, tanto en escuelas como en centros médicos. Es un referente, y podéis encontrar en internet y youtube, numerosas charlas y entrevistas muy interesantes dirigidas al público en general. En la actualidad continúa ejerciendo, participando en debates, programas de televisión y diversos eventos.

A lo largo de su trayectoria profesional, ha recibido numerosos premios y reconocimientos:

  • De 1996 a 2002, fue la presidenta del Midwives’ Alliance of North America.
  • En 1997, recibió los premios: ASPO/Lamaze Irwin Chabon Award y el Tennessee Perinatal Association Recognition Award.
  • En 2003, fue elegida Visiting Fellow of Morse College, Yale University.
  • En 2009, le concedieron el título de Doctora Honoris Causa por la Facultad de Salud y ciencias humanas de Thames Valley University, en Londres, Inglaterra.
  • En 2011, fue una de los cuatro receptores del premio Right Livelihood Award (conocido como el premio Nobel alternativo) en la ceremonia de premios del parlamento Sueco, en Estocolmo.

Podéis encontrar más información y recursos en su web oficial, y su página en Facebook.

FILMOGRAFIA

El documental «Birth Story»,  Historia del nacimiento, que podéis ver en castellano aquí.

eda26302_birthstory_mailchimp_42513Aparece también en la pelicula «Orgasmic Birth» (2009, dirigido por Debra Pascali-Bonaro) aquí os dejo el trailer ya que no he encotrado el completo.

Así como en el documental «The business of being born» (2008, dirigido por Abby Epstein y producido por Ricki Lake), que podéis ver aquí en versión original.

Y también en «With women: a documentary about woman, midwifes and birth» (2006)

BIBLIOGRAFIA

Durante 22 años, publicó en la Birth Gazette, una revista sobre salud, nacimientos y parteras.

Además, ha publicado:

  • 1987 – Babies, Breastfeeding & Bonding.
  • 2002 – Spiritual Midwifery (Partería espiritual) , primera edición en 1977.
  • 2003 – Ina May’s Guide to Childbirth (Guía de Ina May sobre el parto)
  • 2009 – Ina May’s Guide to Breastfeeding (Guía de Ina May para la lactancia)
  • 2010 – Birth Matters: A Midwife’s Manifesta. En su versión en español, titulado: Nacimientos (lo podéis encargar en la casa del libro)
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Adorable pareja; Ina y Stephen Gaskin

He disfrutado mucho indagando y recopilando información de Ina May Gaskin, merecía una entrada lo más completa posible. Espero que haya sido de vuestro interés, que disfrutéis con los documentales y os animéis a leer alguna de sus publicaciones. Si ya lo habéis hecho, comentádme que os ha aportado.

A mi: mucho poder, y respeto por el método ancestral de dar a luz, en armonía con nuestro cuerpo y confianza en nuestra partera. Creo que, dar una bienvenida al mundo en tales condiciones, aporta mucho a nuestros hijos además de reforzar nuestra concepción de nosotras mismas, el respeto a nuestro cuerpo.

 

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Abrazos mamíferos ❤

Embarazo de Aritz: la parte positiva

El embarazo de Aritz, aunque tuvo momentos muy complicados, fue feliz, muy feliz. Llegó a alegrarnos la vida, después de dos años buscando, con abortos, con problemas de salud y muchos disgutos, y ya a las puertas de ir a inseminación artificial. Fueron 6 meses de felicidad infinita, siempre le estaremos agradecidos de que nos eligiese como padres.

Como ya os conté en la entrada: Las pruebas de infertilidad y los milagros que ocurren , estábamos bastante seguros de haber acertado el día de su concepción, la madrugada del 6 de Junio de 2014. El primer síntoma que me hizo sospechar estar embarazada, fue que me encontraba muy bien. Normalmente, una semana antes de que llegase mi período me pesaba todo, estaba muy sensible, con dolor y malestar general. Mis reglas eran muy duras, empezaban molestando una semana antes, y se extendían a una semana de sangrado muy abundante y doloroso, en total, medio mes hecha polvo.

Pero esa vez, estaba como una rosa, así que los días 12 y 13 por la mañana me hice los test de embarazo. Dieron un positivo muy suave, difícil de ver, pero era real, no nos lo creíamos… Esperé hasta el día 17 para repetir el test, confirmar que la línea se marcaba con más fuerza y acabar de creerlo. Ese día nos emocionamos y nos llenamos de felicidad, nos lo empezábamos a creer. Fuimos a comer para celebrarlo, en secreto, tan secreto que no tenemos ni fotos. Igualmente, por si acaso, esperamos al día 25, repetimos test, y reconfirmándolo, nos atrevimos ya a llamar a la familia y dar la noticia. Todos se alegraron muchísimo, llevábamos muy mala racha en muchos aspectos, y dar una noticia así fue un respiro, parecía que empezaba una buena etapa.

Estaba embarazada, por fin, y evolucionaba favorablemente, así que inocente de mí, pensaba que habíamos superado lo más difícil. Todo me era nuevo, y maravilloso, cada síntoma, cada semana… Aunque era mi primer embarazo, nunca tuve miedo excesivo, confiaba en mi cuerpo, en nosotros. El parto no me angustiaba, ya que llevaba años informándome, estaba (y estoy) convencida de que lo podía afrontar, incluso disfrutarlo. Todo lo que teníamos que hacer era empezar a contar las semanas que faltaban para que llegase nuestro mayor deseo.

Era verano, y estábamos viviendo en una casita, en plena montaña, con un jardín estupendo. Recuerdo con mucho cariño que cada mañana salíamos a desayunar y tomar el sol, mi pareja, los gatos, el camaleón y la tortuga. Poníamos unos altavoces con música, y allí nos pasábamos la mañana hasta que llegaba la hora de comer.

Desayunando en el jardín

Desayunando en el jardín

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Con mi gato Flip y la perrita del vecino en el jardín

Con mi gato Flip y la perrita del vecino en el jardín

Todo iba estupendo, lo único que me encontraron fue infección de orina ya a las 5 semanas, con lo que tuve que tomar antibiótico. A partir de ahí, empecé a tener candidiasis, que no se me iba por más cremas, pastillas y óvulos que me recetaron. Las tuve molestando todo el embarazo, y es que, a ningún médico se le ocurrió recomendarme tomar probióticos y una dieta prebiótica. Después de parir, los tomé y cuidé la alimentación, y se han ido, sin tomar nada más.

El primer trimestre, exceptuando los vómitos, fue muy bonito y tranquilo. Me hicieron una ecografía a las 6 semanas, para confirmar que había anidado bien. Le vimos, y escuchamos su corazón por primera vez, que emocionante… Recuerdo que mi pareja quería, desde ese día, tatuarse las ondas de su corazón latiendo, los del primer día. Después, llegó la ecografia de las 12 semanas, a la que pudo acompañarnos mi madre que se emocionó también mucho. Ese día, mi pareja puso la grabadora del móvil para tener el sonido de su corazón, y en alguna otra visita con la comadrona, también lo grabó.

Primera ecografia, a las 6 semanas

Primera ecografia, a las 6 semanas, con el latido de su corazón debajo

Estaba muy delgada, empecé el embarazo en 42kg, y en el primer trimestre, aunque vomitaba mucho, gané casi 5 kg. Tenía muchísimo hambre, cada dos horas comía, y por las noches, me despertaba con hambre y tenía que reponer combustible. Mi cuerpo me lo pedía, necesitaba reservas. Así que en seis meses de embarazo, engordé 12kg, que me vinieron muy bien. En toda mi vida no había conseguido subir de peso, así que estaba (estoy) muy contenta con mi nuevo cuerpo. La barriga en seguida se me empezó a notar, al ser tan poca cosa, sólo se me veía barriga. Hicimos fotografías cada semana para ver su evolución, queríamos tener muchos recuerdos del embarazo.

Un bonito día en la playa

Un bonito día en la playa

Me compré un libro sobre la evolución del embarazo muy detallado, día a día. Disfrutaba mucho leyendo cada semana su evolución, qué se había formado, el tamaño que tenía, y mirando las ilustraciones que me hacían visualizarlo. Empecé a leerme un libro de Carlos González, (Comer, Amar, Mamar), que lo tenía pendiente de años atrás, pero nunca me atrevía a leer, ya que no estaba convencida de poder tener un hijo. También empecé un diario en el que quería ir explicándole a mi hijo como era su embarazo, para regalárselo cuando fuese mayor. El diario no pude escribirlo más que las primeras semanas, ya que, primero con los vómitos y el cansancio del primer trimestre, lo fui dejando, y más adelante, empezaron los problemas.

No nos iban las cosas muy bien en el aspecto económico, pero toda la familia hizo lo posible para ayudarnos y empezar a pensar en lo que nos haría falta. Mi tía, empezó a tejer ropita preciosa, mi madre empezó a comprar cositas, la madre de mi pareja también nos regaló ropa y un juego completo de ropa de cuna. ¡Hasta nos llegaron regalos de amigas de mi madre! La hermana mayor de mi pareja, además de regalarnos unas bambas, consiguió de sus amigas un montón de bolsas de ropa de 0 a 9 meses, una bañera, sillita para el coche, zapatos, un carrito, parque de juegos… Vamos, que no tuvimos que comprar nada, estaba casi todo preparado. Solamente nos dimos el capricho de comprarle un gorrito y unas manoplas muy bonitas.

A las 16 semanas, antes de irme a dormir, estirada boca arriba en la cama, noté a mi hijo por primera vez. Eran unas burbujitas muy leves, en un principio pensé que era otra cosa. Pero me di cuenta que si ponía la mano en mi tripa, él me contestaba, y siempre lo sentía por la noche. Le dije a mi pareja que creía que lo había sentido, pero que no estaba segura porqué era muy pronto, y cada noche fui comprobando que el patrón se repetía. Se lo comenté a mi madre, y a mi prima, y las dos me dijeron que, esa sensación que tuve, era mi hijo con toda seguridad. Y lo era, cada día fue notándose más claro y fuerte ese burbujeo, hasta que a las 19 semanas, ya eran movimientos inconfundibles.

Tomando el sol en el río

Tomando el sol en el río

De los movimientos de Aritz en mi barriga tengo recuerdos muy bonitos, estábamos muy conectados. Una tarde, estaba tumbada en el sofá, con mi gato Flip pegado a la barriga, y Aritz le dio una patada tan fuerte que se despertó, me miró indignado, y se fue. Nos reímos mucho. Las dos gatas (Maru y Joy), estaban muy cariñosas, siempre encima de mí, sobre todo Maru, que era la «bebé» de la casa con meses entonces. Se dormía encima de mi cabeza por las noches, y como buena mamífera, intentaba siempre estar en contacto físico conmigo (su mamá adoptiva). Otro día, poco antes del parto, me llené la bañera, pues ya estaba con contracciones y quise ver si me aliviaba el agua caliente (se lo comenté a mi comadrona y me dijo que, ningún problema, pero ahora pienso que no debería haberlo hecho). Aritz estaba juguetón, era un bebé con mucha energía, y se movía tan fuerte, que generaba ondas de agua en la bañera. Aunque estaba con mucho dolor, me hizo reír mucho.

Hasta en los peores momentos, disfrutamos del embrazo, no dejó de hacerme sonreír sentirle tan vivo dentro de mí. En la siguiente entrada, os contaré los recuerdos más oscuros del embarazo de Aritz. Sin duda, los que prevalecen en mi mente son los que os he contado aquí, los bonitos.

 

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Abrazos mamíferos ❤

Puerperio sin Aritz

Los primeros días sin nuestro hijo en mi vientre fueron un doloroso proceso de reubicación. No me sentía cómoda viéndome en el espejo, no me reconocía, mi cuerpo estaba en un impás. No sentía ése cuerpo como mío. La ropa que llevaba durante el último mes me quedaba grande, y la de antes no era tampoco mi talla. Después de dar a luz, se me ensancharon mucho las caderas, un par de tallas de golpe, así que no me iban mis pantalones. Mi nuevo físico me desconcertaba, tenía sentimientos contradictorios al respecto. Por un lado no me gustaba mi barriga recordándome su ausencia, pero también la veía con nostalgia, cómo un único recuerdo suyo. Mi útero palpitaba, encogiéndose, sentía cómo todo se reubicaba y descedía lentamente… Era descorazonador sentir movimientos dentro de mi que me recordaban tanto a mi hijo. La primera ducha sin él, la primera comida, la primera noche… Cada acción y todas las siguientes me recordaban que él no estaba con nosotros.

Cada vez que me quedaba un rato sola, lloraba, me hundía, me enfurecía, me desbordaba la cruda realidad y me consumía la impotencia. Yo dejaba las lágrimas salir, y pasaba horas en la más profunda tristeza, vivéndola, dejándole el espacio que necesitaba. Cuando mi pareja notaba que había estado llorando, me abrazaba, me acompañaba y nos desahogábamos juntos.

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Los desajustes hormonales propios del puerperio, ya te dejan bastante emocional aunque no hayas tenido un parto traumático. Y cuando no tienes a tu bebé para compensar con ésos subidones de oxitocina y endorfinas, la situación y la carga hormonal te superan. Los días de sangrado y los dolores de los entuertos lo hacían más insoportable. Es mucho tiempo, y quieres retomar el ritmo habitual, pero el cuerpo te recuerda tus limitaciones.  Estaba no-embarazada, pero tampoco me ubicaba en ningún punto del ciclo menstrual. Me hacia sentirme todavía más perdida, ajena a mi cuerpo. Estar casi durante cuarenta días expulsando todo aquello que acompañaba a mi hijo dentro de mi, era como despedirme lentamente, día a día, de lo poco que en éste mundo físico quedaba de él. Ahora me doy cuenta de que, simbólicamente es sanador, el cuerpo tiene su ritmo, no pasas de cero a cien en un día. Es un proceso paulatino de reencuentro contigo misma y de adaptación a la nueva realidad.

Un par de días después del parto, tuve un poco de fiebre, y se empezaron a hinchar mis pechos… Mi mente, y mi cuerpo esperaban a mi hijo, todo estaba preparado, y él no estaba. Tuve leche durante un par de semanas, fue doloroso físicamente, y emocionalmente devastador… Pero de ésto ya hablaré en otro post más detalladamente. Además, como os conté en la entrada Resultados de la necropsia de Aritz, tuvimos que hacer las gestiones para autorizarla, lo que supuso tener que volver a ese hospital dos días después del parto, ver a mi ginecólogo, y volver para recoger los resultados un mes más tarde.

La primera semana, cogí un resfriado fortísimo, y también me apareció un eccema muy molesto en la cara. Además tenía mucho dolor pélvico.  Aprovechando que hablé con mi comadrona, le pedí cita para verme, revisarme y hablar un poco. Me hizo un tacto para ver si se iba cerrando el cuello del útero, y me hizo muchísimo daño. Le insistí en que el dolor que tenía me preocupaba, que lo tenía desde antes del parto. Cada vez que orinaba, me sentaba o levantaba, sentía fuertes pinchazos. Así que me hizo una tira de orina y salíó que tenía infección. Me indigné, ya que lo intuía, mi ginecólogo me dió largas los últimos meses del embarazo (habiendo tenido infecciones recurrentes durante el embarazo), llevaba un par de meses quejándome, yendo a urgencias, y no hicieron cultivo hasta que fue demasiado tarde…

Empecé a notar también, que además de sangre, empecé a expulsar unos trozos de tejido de un par de centímetros. Me preocupé, ya que mi ginecólogo traccionó el cordón umbilical, y eso podría haber hecho que quedasen trozos de placenta, con el peligro que éso conlleva. Me agobié mucho, no quería volver a ése hospital, y la posibilidad de tener que pasar por un legrado, después de todo, me ponía de los nervios.

Conseguí que me diesen hora un par de días después para una ecografia, para descartar que hubiesen restos. Mientras tanto, y gracias a la asociación Dona Llum, tuve la suerte de que una comadrona fantástica, me ofreciese su numero personal. Así que pude consultarle a ella, le envié fotografías de lo que iba expulsando, y me aconsejó con mucho cariño y profesionalidad. Me recomendó también tomar probióticos, ya que con los antibióticos (siempre debe hacerse, pero nunca nadie me lo dijo) la flora se desequilibra y por eso después de cada toma, enlazaba con los hongos. Mientras esperaba al día de la ecografia, me dijo que estuviese atenta y acudiese a urgencias si tenía hemorragias fuertes, dolores intensos, mal olor, fiebre… Ella me transmitía seguridad y mucho de soporte emocional, simplemente haciéndome sentir escuchada, y se preocupó de ir sabiendo como evolucionaba. Esa atención tan personalizada y humana no la he encontrado jamás en la seguridad social.

En la ecografía no encontraron restos de placenta, todavía quedaba algo por expulsar, pero se suponía que eran sólo coágulos. Así que volví a casa algo más tranquila, y vigilando los síntomas hasta que acabase la cuarentena.

Pasaron un par de semanas y, aunque noté mucha mejoría después del antibiótico y el probiótico, y conforme fui expulsando los coágulos los dolores aflojaron, no acababa de sentirme bien del todo. Además estaba débil, después de tanto sangrado, seguro que tenía anemia. Así que pedí cita con mi doctora de cabecera. Ella consultó mi historial, y vió que el día del parto me habían hecho citologia y cultivos y di positivo en cándidas e infección de orina. Menos mal que decidí insistirle a mi comadrona y ella me encontró la infección semanas antes, que si fuese por los del hospital todavía la tendría…  Me dijo que los antibióticos que tomé eran los adecuados para la bacteria que tenía, así que la infección debía de estar solventada. Me recetó óvulos para los hongos, pero como no tenía molestias (los probióticos debieron irme muy bien para regular la flora), me dijo que no hacía falta que los usase si no volvían a aparecer.

Fue muy amable, escuchó todos mis síntomas, y me programó analíticas y estudio hormonal para ver como estaba de todo. Me dijo que era normal tener el cuerpo «loco», y que en mi caso, el estrés que había sufrido podía desencadenar que me bajasen las defensas y enfermase. En los resultados me detectaron algunas hormonas alteradas, debido a que hacía muy poco del embarazo y aún tardarían en volver a la normalidad. Las defensas altas, por las infecciones recientes. Y anemia, así que empecé a tomar hierro durante un par de meses.

Después me revisé en el dentista, que me dijo que tenía periodontitis. Debido a las hormonas del embarazo me había avanzado muy rápido. Eso me deprimió bastante, quería estar sana, y me daba la sensación de que no acabaría nunca. Así que me tuve que hacer un raspado completo, muy desagradable y caro, pero era necesario de cara a un futuro embarazo tener las encías sanas.

Sufrí durante meses, pesadillas por la noche y flashbacks durante el día con imágenes del parto. Los días, las horas, los minutos…. se hacían eternos. Deseaba que pasase el tiempo para estar más lejos de ése presente tan doloroso. El peor momento del día era la noche, irme a dormir sintiéndome vacía… se me hacía muy duro. Me había acostumbrado a dormirme hablándole, acariciándome la barriga, darle las buenas noches y decirle cuánto le queríamos… Recordaba como era coger postura en la cama y sentir como él se recolocaba, adaptándonos el uno al otro. Me sentía muy sola sin él, me costaba horrores dormirme.

Por las mañanas no era mucho mejor, despertarme literalmente de una pesadilla, tensa y agotada, y darme cuenta que mi vida era una pesadilla en sí misma. No sabía si era peor seguir dormida o despertarme. Mi pareja, que siempre se despierta antes que yo, iba viniendo a ver si me podía despertar. Me dejaba toda la tregua que pedía, fue muy comprensivo. Vivir ésa realidad era insoportable, todo me recordaba a mi hijo, al parto… Cuando estaba embarazada de Aritz, por la mañana, me quedaba un rato estirada, pendiente de sus movimientos, ésos momentos eran pura felicidad. Después venía mi pareja con el desayuno, y le explicaba orgullosa, todo lo que había hecho nuestro hijo. Así que el cambio drástico de rutinas hacía que por la noche tuviese insomnio, y por las mañanas estaba tan agotada y deprimida que no podía levantarme.

Con mi pareja pude hablar de todo lo que sentía, lloramos juntos todo lo que necesitábamos, y estuvimos muy unidos. Por suerte, él estaba de baja, así que pudimos permitirnos vivirlo en casa, juntos y sin prisa. Desde el principio, tuvimos muy claro que queríamos sanarlo, y quedarnos con la parte bonita. La felicidad que nos trajo su llegada a nuestra vida, como nos unió, la alegría de los meses de embarazo y de cada pequeño avance, todo lo que hemos aprendido… Por respeto a nuestro hijo, no queremos recordarle con tristeza, él nos trajo luz, así que debemos recordarle con una sonrisa. Para poder llegar a ése punto, tenemos que soltar todo lo negativo, y conseguir estar cada día más en paz con lo que sucedió. Tenemos claro que el dolor y su ausencia son imborrables, pero intentamos vivirlo con naturalidad, sin pretender no estar rotos, pero tampoco anclarnos en la rabia o la depresión.

Necesitábamos, nos faltaba, tener un recuerdo suyo. Nos dolía quedarnos con las manos tan vacías. Le dije a mi pareja que quizá podíamos pedir que nos guardasen sus huellas, o una fotografía, y estuvo de acuerdo conmigo en pedirlo. Nos daba miedo que fuese demasiado tarde, pero queríamos intentarlo. Nos hacía muchísima ilusión podernos hacer un tatuaje en su honor con sus huellas. Y lo pedimos, nos costó y no nos aseguraron nada, (os lo cuento aquí). Todavía tenemos pendiente hacernos el tatuaje, en cuanto podamos.

Tanto él como yo, preferimos pasar esos momentos en la intimidad. No quisimos ver ni a familiares ni amigos. A lo mejor otros buscan apoyo, pero nosotros no lo necesitamos. En casa nos sentíamos cómodos, seguros y libres de empezar el duelo a nuestro ritmo. No es que nos encerrásemos en nuestra tristeza, es que no nos sentíamos preparados para compartirlo. Pero, yo parí el 7 de diciembre, así que, en poco tiempo se nos echaba encima la Navidad. No nos apetecía en absoluto. Ése año tenían que ser unas fiestas especiales, con nuestro hijo, y todos nos habían preparado regalos para él. Así que se hacía muy cuesta arriba, nos hubiese gustado posponerlas, parar el tiempo, saltar ésos días…

Poco más de un mes después del parto, el 10 de enero, empecé a manchar un poquito, y tres días más tarde vino mi primera menstruación. Me alegró mucho poder volver a coger el «ritmo», identificarme otra vez con mis ciclos. Fue muy suave, yo siempre las he tenido muy abundantes, de una semana larga y mucho dolor. Las siguientes también fueron así, solamente un día fuerte, un par de manchado ligerito y sin dolor. Me sorprendió gratamente que fuese tan fácil y agradable volver a menstruar. A partir de entonces, ya podíamos empezar la cuenta atrás, 3 ciclos para volver a buscar un nuevo embarazo. Me daba vértigo, mucho miedo… pero era la única ilusión que teníamos a la que acogernos. Así que le echamos paciencia, ganas, ilusión, y valentía. Así que empezamos a hacernos a la idea de hacia dónde iba nuestra nueva vida… y nos ha llevado a reencontrar la felicidad con el bebé que estamos esperando.

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Abrazos mamíferos ❤

Parto de Aritz, parte III: Tengo que parir.

Se me hace una eternidad lo que tardan en preparar la habitación, siento que pariré allí en cualquier momento. Cuando llegué a urgencias ya estaba de 6 centímetros, sin vuelta atrás. Ahora debo estar muy avanzada porqué casi no tengo descanso entre contracciones y son cada vez más potentes. Voy superándolas como puedo, y excepto mi pareja, nadie me acompaña ni me dicen nada para sobrellevarlo. Me retuerzo en ésa estrecha camilla, no tengo dónde cogerme, no puedo incorporarme, estar así es una tortura… Aguanto las ganas de empujar, no quiero parir, y menos aquí.

Por fin llega el celador, a media contracción, me espera, y aunque necesitaría tomar aliento,sé que son tan seguidas que intento bajar tan rápido como puedo a la silla. Cogemos mis cosas y vamos al ascensor, y aguanto el dolor en silencio. Empiezo a estar muy mareada, tengo calor y sed, el estómago vacío y revuelto… Me parece que estoy a punto de desmayarme, y no puedo ni articular palabra. Salimos del ascensor y siento que vamos rapidísimo girando por los pasillos, bajo la mirada para no marearme más. El celador va saludando a sus compañeros, siento que todos me miran aunque no les veo. Llegamos a un pasillo y pregunta a las enfermeras: ¿es vuestra, verdad? Responden que si, y vamos hasta la última habitación del pasillo. Hay una ventana enorme por la que entra el sol, radiante, como me gustaría no estar aquí.

Vuelvo a la realidad, tengo que parir. Al menos tengo una habitación individual, lo cual es un lujo ya que necesito intimidad. Me tengo que levantar, y aviso que estoy muy mareada. Me ayudan, es una cama alta, y en cuanto me apoyo en ella, siento que es blandita, muy cómoda. Un alivio para mi dolorido cuerpo después de la dureza de la camilla y la silla. Cuando se va, le pido a mi pareja que me de zumo, aprovechando que estamos solos. Sé que no me dejarían beber, pero necesito azúcar para seguir con ésto consciente. Bebo poco, pero me ayuda mucho con el mareo y recobro energías.

Aparecen tres enfermeras y mi querido ginesaurio, que sigue serio y sin apenas hablar. Tiene que estar cabreado porqué le voy a ocupar la hora de comer. Me dice que cuando tenga ganas de empujar, avise e iremos a la sala de partos. No me lo puedo creer, ¿otro traslado? Ahora que estaba medio cómoda… Ya tenía ganas de empujar abajo, pero ahora con el mareo y al haber cambiado de sitio no lo tengo claro. Me pregunta si quiero epidural, le digo que prefiero intentarlo sin. Ya que le dicho que no quiero anestesia, aprovecho para preguntar si puedo comer o beber algo para no marearme más, que no he desayunado y lo necesito. No me dejan, de ninguna manera, y se van.

Estoy cómoda en una habitación sola con mi pareja, por fin algo de intimidad. De repente, no puedo aguantar las ganas de empujar, mi cuerpo lo hace sin que pueda controlarlo. Llamamos al personal. Llegan primero las enfermeras. Son muy dulces, me cogen de la mano, me dan ánimos, me tratan como a un ser humano, con el respeto y la delicadeza que necesita una madre que tiene que parir a su hijo ya fallecido. No puedo estar más tiempo estirada, mi cuerpo me pide verticalidad, pero no puedo moverme sola. Se lo digo a las enfermeras, pero no me entienden porqué me expreso entre gemidos. Consigo, al menos, que me levanten el cabecero de la cama. Ya no puedo evitar gritar, mezcla de dolor y miedo por lo que está a punto de ocurrir… Veo en sus caras empatia, no me juzgan y me acompañan con respeto, éso normaliza bastante la situación y me hace pensar que no tengo que temer a mi cuerpo.

El ginecólogo llega con una comadrona, me alegra verla ya que la conozco de cuando tuve mis primeros abortos, y entonces fue muy amable conmigo. Pero hoy está diferente, no me ha saludado, no me mira a la cara, me saca los calcetines bruscamente y prepara cosas mecánicamente, como si estuviese en el matadero. Se queda en segundo plano a las órdenes de «el jefe», ella, que es la persona indicada y formada para atender partos, hace el papel de ayudante… No me gusta el planteamiento, ya me imagino como van a ir las cosas con él al mando…

Mi ginecólogo está nervioso, todos lo están, ven que el parto es inminente y no tienen nada preparado, ni tiempo para ir a la sala de partos. Por el contrario, a mi me tranquiliza, ya que aquí estoy bastante cómoda y cambiar de lugar me haría estancarme otra vez. El ginecólogo, sin pedir permiso, se sienta a los pies de la cama, la pone a la altura que le conviene y me hace abrir las piernas. No me gusta que esté tan cerca, me incomoda mucho… Su pierna toca con la mía, siento el calor de su cuerpo, es desagradable. Pide el kit de nacimiento, y va dando instrucciones desde la cama, todos corren obedeciendo. Parece que su papel de espectador es fundamental, como si tuviese que estar vigilando que pasa ahí abajo para que pueda parir… No me importa en absoluto que me vea desnuda, lo que me molesta es sentirme observada, siento que frena el proceso. Y sobre todo, su actitud altiva, fría y controladora…  No me fío de él, le veo las intenciones, y le pido que no me toque, siento la piel estirándose y me duele muchísimo el más mínimo roce. Ni siquiera me contesta, y mete bruscamente su manaza en mí, todo lo dentro que puede e intenta rebuscar algo con los dedos… Le vuelvo a repetir que no me toque, ésta vez levantando la voz, no hay necesidad de que me haga éso. Saca la mano sin ni siquiera disculparse. Me muerdo la lengua.

Mi pareja se ha quedado en un rincón de la habitación, a mi izquierda, creo que está en shock y no sabe que hacer. Me gustaría que estuviese cerca, pero no le digo nada, ya que no sé si él estaría cómodo. Entiendo que se sienta abrumado y se quede al margen. A cada lado de mi cama tengo una enfermera, que me cogen de la mano, y hacen el papel más necesario, lo único que necesita una mujer pariendo: apoyo emocional. Les pido por favor ponerme de pie, o arrodillada, mi cuerpo me lo pide. Ellas me entienden, y piden permiso al «jefe», ya que él, aunque me escuche, no se dirige a mi (debe ser una norma no hablar con madres desbocadas por el dolor). Decide que no me deja porqué estaba mareada, y le maldigo por dentro… Si me hubiesen dejado comer o beber no lo estaría. Además, yo me siento con fuerzas para hacerlo en pie, ahora me siento con fuerza y determinación. Sé que puedo hacerlo, pero parece que la opinión de la que tiene que parir no cuenta. Me siento muy poco respetada, no me escucha, quiero acabar y no volver a ver a éste hombre más.

Encuentro una manera de ayudar a mi cuerpo, ya que no me deja moverme, me cojo con una mano de un enganche que cuelga sobre mi cama, y cuando viene la contracción, me levanto con todas mis fuerzas para incorporarme todo lo que puedo mientras empujo. Grito, más que por el dolor, por la tensión, la rabia y el hecho de tener que dar a luz a mi hijo sin vida… El señor dice que no lo haga, que pierdo la energía, que respire y empuje. Le diría de todo, a éste listo que nunca ha parido, si al menos estuviese vertical, no perdería la energía tirando de mi cuerpo cada vez… Ni siquiera se ha molestado en explicarme cómo empujar, pero sí abre la boca es para decirme que lo hago mal.

Las enfermeras intentan arreglarlo en la siguiente contracción, y me animan, me dicen que lo hago bien. A la siguiente me dicen: va como lo has hecho antes, que vas muy bien, y mientras lo hago siguen diciéndome que siga así. Me ayudan mucho sus palabras, sobre todo porqué tienen la única finalidad de que confíe, que me crea en mí misma y no me estanque, ya que debo hacerlo yo sola. Gracias a eso, siento que cada vez empujo mejor. Me doy cuenta que estoy apretando tanto, que también le he apretado demasiado la mano a la enfermera de mi izquierda, y le pido disculpas por ello. Me responde que está aquí para éso, que haga lo que necesite, y sus palabras me empoderan mucho. Me siento afortunada de que estén ellas allí, compensando. Ellas, haciendo bien su trabajo, están dejando en evidencia la ignorancia del ginecólogo, que no confía en mi cuerpo, que interviene porqué no sabe esperar. Me doy cuenta de que una de ellas, se ha quedado más al margen, en un rincón de la habitación. De vez en cuando se acerca para cambiar los empapadores, y me doy cuenta de que está llorando. Veo que intenta contenerse y no puede, me da pena por ella… Se que entiende de primera mano lo que estoy viviendo, siento su complicidad y comprensión. Ojalá no me entendiese tan bien, somos demasiadas las que hemos tenido que pasar por esto…

 

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Abrazos mamíferos ❤